Epílogo

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Isabela

Mi graduación, este día que había esperado por tanto tiempo. Bueno, creo que todos durante la escuela anhelamos este día con esmero, después de tanto proyectos, exposiciones, exámenes y deberes. Por fin terminar la escuela y comenzar a estudiar algo que de verdad nos apasione. Tantos años esperando sentir una felicidad indescriptible en este día.

Ahora mismo se escucha por todo el salón de actos a la estudiante con mayor índice académico. Bueno, a la segunda, porque la primera había sido mi querida Celeste. Pero lamentablemente ella no estaba aquí para alegrarnos a todos con sus hermosas y memorables palabras.

Veo a todos a mi alrededor sonreír emocionados y con mucha ilusión, esperando con grandes expectativas todo lo que se viene. Después de todo, este es solo un paso de tantos que nos faltan por dar en esta vida.

Intento mantener esa misma actitud positiva y contagiosa, pero no lo logro. Estas últimas semanas habían sido, en pocas palabras, apenas soportables. Además de que se habían sentido eternas y es que cada hora de cada día se sintió como si hubieran sido tres horas en vez de una.

Me pasé casi todo el tiempo en la cama y solo por pequeñas fracciones de tiempo fui obligada a tomar "aire libre" por la señorita Carol Fernández, la cual había estado como una pulga a mi lado. Se había pasado casi todos los días en mi casa. Emil y Alex iban casi todas las noches a hacer maratones de películas. Ninguno me hizo una pregunta sobre mi ruptura, lo cual agradecí. No sé si era porque de alguna forma se habían enterado de las razones o porque me veía tan vulnerable, que tenían miedo de que si hacían alguna pregunta, me quebrara. Lo cual estoy segura que hubiese pasado.

Él no escribió.

Él no llamó.

Él no vino.

Yo tampoco lo hice, lo cual hizo cada día aún más difícil. Y sé que dije que todo se acabaría ahí mismo, pero también sé que si hubiera venido, hubiera corrido a sus brazos sin dudarlo ni un segundo.

Pero al parecer de verdad se acabó y aunque hoy debería estar feliz, no logro estarlo.

La ceremonia acaba y más de trescientas personas están dispersas por todo el patio de la escuela. Había abrazado a demasiadas personas con una sonrisa forzada por demasiado tiempo.

Mi corazón se detiene cuando veo a Ángel venir hacia a mí. Y no lo hace porque él se esté acercando, sino porque viene junto a toda su familia y sí, lo incluye a él. Así que trato de correr para escapar, pero no puedo.

El primero en llegar es Ángel, el cual rodea sus brazos en mi cintura, haciendo que mis pies se levantaran del suelo.

—¡Oye! No —chillo.

—Ángel, bájala ahora mismo —le ordena Cielo con autoridad.

Aquello lo hace gruñir por el regaño, pero me baja de inmediato y pasa a saludar a mi madre.

Ella se acerca a mí de inmediato para abrazarme y felicitarme. Luego lo hace Fernando. Es increíble cómo había tomado la confianza de llamarlos por sus nombres y ahora volvieron a ser la señora y el señor Baracchi.

Ambos parecen muy alegres y contentos por Ángel, lo noté por cómo hablaban con mi madre y los padres de Carol, los cuales se habían acercado. Me imagino que es un momento agridulce para ellos, pero sé que estaban haciendo su mejor esfuerzo para estar felices por Ángel.

—¿Podemos hablar unos segundos? —Esa voz me saca de mis pensamientos.

No tengo que voltear a verlo para saber quién es. Su voz causa que mi piel se erice. Me giro despacio para confirmar que es él. Pero mis ojos no se posan en su rostro, sino que me obligo a mirar algún punto detrás de él.

Antes de darle tiempo a mi cerebro de analizar su pregunta, me sorprendo a mí misma asintiendo con la cabeza.

¿Cómo me traicionas así, cuerpo?

¿Ibas a decir que no?

Tal vez.

Sí, claro.

Su mano toma la mía y me hace caminar un poco, para así alejarnos de todos.

Siento que mi corazón palpita como nunca sobre mi pecho y como toda la saliva desaparece de mi boca.

"¡Debes cálmate, mujer!". Wow, no me digas.

—Felicidades —expresa él al detenernos bajo un árbol.

—Gracias —digo mirando nuestras manos, las cuales siguen unidas.

Él suelta mi mano de inmediato, lo cual hace que una molestia aparezca en mi pecho.

—Estás preciosa, Isabela. Mis ojos se sienten privilegiados de ver tanta belleza —comenta.

Mi cerebro dice que agradezca por el halago, pero no digo nada. Estoy tan nerviosa que siento que si me permito hablar mucho, le suplicaré que volvamos y que no se vaya. Pero sé que solo gastaría saliva, él había dejado muy claro que su decisión estaba tomada y que yo no la cambiaría. Estas cuatro semanas me lo había demostrado.

—Voy a casarme —dice de repente y lo miro de inmediato. Mis ojos están tan abiertos que duelen.

¿Cómo? ¿Había escuchado bien?

—Sabía que eso te haría mirar... —Sus labios sonríen junto a sus ojos y mis piernas estuvieron a punto de fallarme.

No me traiciones, cuerpo, no otra vez, por favor.

—Isabela, nos vamos, todos nos esperan —dice Carol llegando junto a nosotros.

Aquello me hace volver a respirar. ¿En qué momento había dejado de hacerlo?

—Carolina, felicidades... —expresa él con una sonrisa y abre sus brazos para abrazarla, pero ella lo detiene.

—No, no hay abrazo para ti. Y te quiero lejos de ella, ¡ahora! —Noto el enojo en su voz.

Él suelta un pequeño suspiro y la toma de un abrazo para alejarse unos metros de mí. Intento escuchar lo que hablaban, pero no logro oír nada. En minutos los veo a ambos caminar hacia a mí.

¿Sabes que ese era un buen momento para escapar?

¿Ahora me lo dices?

Sí. ¿Perdón?

—Él te llevará —me informa ella.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Le debía un favor... —expresa ella alejándose de nosotros.

—¿Disculpa? —chillo.

Ella no es mi dueña, no puede decidir eso, solo yo puedo hacerlo.

Estoy a punto de gritarle, cuando Oscar se para frente a mí.

—Solo permíteme llevarte, por favor... —Sus ojos me lo suplican.

Quiero decir que no, mostrarme fuerte delante de él. Pero mis estúpidos sentimientos no me lo permiten y termino aceptando. Sé a la perfección que solo va a despedirse, ya que, según lo que me había enterado gracias a Ángel, se irán mañana. Sí, no solo se irá él, sino toda su familia. Y aunque una parte de mí solo quiere gritarle y golpearlo, no puedo perder la oportunidad de despedirme; sé que si no lo hago, en algún momento me arrepentiré.

Porque aunque todo esto me destroce, una pequeña parte de mí lo entiende, y aunque me cueste aceptarlo, me siento tan rota, porque gran parte de mi estabilidad emocional depende de él y sé que eso no está bien. Así que solo tal vez esto es lo mejor para los dos, pero creo que aún no estoy lista para aceptarlo.

Así que solo me queda disfrutar de los pocos minutos a su lado. Porque no sé si serán los últimos.

Oscar

Entramos a mi auto y conduzco hacia el lugar indicado en el GPS. Al parecer todos tenían una pequeña celebración entre los compañeros de clase. Coloco música para hacer el viaje más corto. Si fuera por mí, estaríamos hablando con fervor sobre cualquier tema. Lo único que quiero es una última conversación, para que aquella que tuvimos en mi habitación no sea la última. Considero que merecemos un mejor adiós.

Sé que no hice nada durante este mes para acercarme, pero era porque no quería incomodarla ni hacerle más daño. Aunque sé que en verdad no lo hice, porque una parte de mí tenía miedo de que una simple conversación sea suficiente para hacerme cambiar de opinión. Por eso esperé hasta hoy, ya que mañana me voy a primera hora a Londres. Solo estaba esperando la graduación de Ángel. Le prometí que iba a apoyarlo siempre y eso lo voy a cumplir.

Al llegar al lugar, apago la música y el silencio se apodera del auto. Creo que los dos comprendemos que ha llegado el momento de decir adiós, y aunque me hubiera gustado que fuera de otra forma, me siento agradecido por haber estado a su lado aunque fuera por unos minutos más. Unos minutos que voy a atesorar por siempre en mi corazón.

Mi mano busca la suya y al encontrarla, la entrelazo con la mía. Mi corazón se oprime en mi pecho. Cuánto me gustaría decir que su amor es suficiente para sanar todas mis heridas, pero estaría mintiendo, y sé que si me quedo, tarde o temprano terminaré hiriéndola. Eso no lo puedo permitir.

Mis ojos se fijan en ella y me permiten notar sus ojos húmedos, lo cual hace que apriete su mano. Recorro todo su rostro con lentitud, obligándome a grabarlo en mi subconsciente. Al llegar a sus labios, no puedo resistirme más y me acerco para así unir nuestros labios.

Muevo mis labios sobre los suyos con lentitud. Pensé que se iba a alejar, pero no lo hace, sino que me corresponde el beso de inmediato. Sé que no podía expresarle con palabras lo mucho que ella significaba para mí sin quebrantarme, pero espero que con este beso tenga una idea. Mis manos están en sus mejillas, dejando pequeñas caricias, y las suyas están sobre mis brazos. Siento el desastre en mi estómago que siempre me provocan sus labios, y aunque deseo disfrutar de las sensaciones maravillosas que recorren mi cuerpo, una parte de mí no me permite hacerlo, porque sabe que este será el último y eso provoca que mi corazón se encoja cada vez más en mi tórax.

—Uno de despedida —digo al separarme de sus labios.

Mis ojos continúan cerrados y puedo sentir como su aliento choca contra mí.

—Pues necesitaré otro... —expresa ella. Para luego atraerme de nuevo a ella y besarme con determinación.

No sé cuantos besos de despedida nos damos, solo sé que uno fue el último.

Dejarla salir de mi auto provoca un dolor insoportable. No sé si la volveré a ver, pero si de algo estoy seguro, es que no volveré a amar a nadie como a ella.

Pero sé a la perfección que esto es lo correcto, así que me obligo a permanecer en el auto, mientras ella camina hacia aquella casa. Aprovecho cada segundo para observarla. Ella entra a la casa y agradezco que no haya volteado, porque es algo que ninguno de los dos hubiéramos soportado.

Nunca sería capaz de pedirle que me esperara, porque no sería justo para ella. Pero algo que sí puedo asegurar es que esto no es un adiós. Es solo un hasta luego.

Mi corazón, tarde o temprano, me hará volver a ella, a mi piccolina, y estoy anhelando ese momento.


.............

Una última vez..... Gracias por leer ❤️ 



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