F I N A L

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—Me empiezo a preocupar... ¡Lleva horas fuera! —exclamó Marco, comenzando a sacar las tijeras dimensionales que siempre llevaba consigo.

—Marco, tranquilo —lo intentó calmar Jackie, rodeándole el puño en el que sostenía las tijeras con sus cálidas manos—. No debe de faltarle mucho.

Pero él se resistió esta vez. Se deshizo del agarre de su novia y abrió un portal frente a él.

—Lo siento —se disculpó, con el ceño fruncido—, pero no puedo dejarla. Iré a por ella y volveré en menos de diez minutos, te lo prometo.

Jackie fue a despedirse de él con un breve beso, pero el chico entró velozmente al portal, dejándola con la intención.

—¡Star, ya he vuelto! ¡Perdóname! —gritó Marco, esbozando su mejor postura de ataque e irrumpiendo en la desierta llanura— ¡Acabemos con ese...!

Los ojos del chico se abrieron de par en par. La dimensión de hallaba en silencio, sin rastro alguno de Toffee. El aire olía a humo y el cielo estaba más oscuro que antes de su partida.

Lo único que Marco pudo ver fue una figura ligera y delgada, acurrucada en el suelo a varios metros de él. Sin pensarlo dos veces, salió corriendo por la chamuscada llanura, rezando por que no fuera lo que él pensaba.

—Star... —murmuró, al llegar junto a la tendida chica.

La rubia se encontraba cubierta por heridas y moratones. Un fino hilo de sangre resbalaba desde sus finos labios, y se aferraba con todas sus fuerzas a su varita mágica, que había tomado un color negruzco y ya no tenía la mitad de la estrella que había sido capaz de conservar tras la escapada del castillo de Ludo.

Marco se arrodilló frente a Star y apoyó la cabeza de la joven en su regazo. Tenía los ojos cerrados, y casi no respiraba.

—No... No... —susurró, llevándose las manos a la cabeza— ¡No, no, no! ¡Te pondrás bien, Star! ¡Abre los ojos!

Para alivio de Marco, los pálidos párpados de Star se despegaron levemente, lo suficiente como para ver el rostro de su amigo. De pronto, sus ojos se inundaron por lágrimas, y su boca se torció en una temblorosa sonrisa.

—Marco... —dijo, como si estuviera viviendo un sueño.

—Sí, Star, soy yo —respondió el aludido, acariciándole el rostro—. Ya estoy aquí.

—Toffee se la ha llevado... Tiene la varita...

—Tranquila, todo está bien, volvamos a casa.

Las lágrimas manchaban el regazo de Marco. La rubia tosió algo de sangre, alarmando al castaño.

—Lo siento Marco... No tengo fuerzas... —susurró en un hilo de voz— Es el fin...

—No, no digas eso. —Marco tragó saliva, intentando no llorar—. Estarás bien, ¿vale? Te curaremos en casa.

Ella se incorporó levemente y agarró el rostro de su amigo con una mano. Él acarició esta con la suya, sorbiéndose los mocos.

—Espero que Jackie y tú seáis felices.

—No...

—Y dile a los señores Díaz que fueron unos padres geniales...

—No, no...

—Marco...

—¡No!

Ninguno de los dos supo en ese momento quién fue el que se acercó al otro para besarlo. Probablemente fueron a la vez, aunque Star lo hizo con la intención de confesarle por fin sus sentimientos mientras que Marco sólo tenía la intención de pedirle disculpas por no haberse dado cuenta de cuánto la quería en realidad y de que no quería perderla.

—Adiós, Marco —se despidió Star, con una sonrisa en el pálido rostro.

Sus ojos se cerraron, a la vez que los corazones de sus mejillas se apagaban y su mano caía del rostro de Marco.

Este apretó los dientes, con las mejillas cubiertas por lágrimas.

—No... No... —Se abrazó al inmóvil cuerpo de la rubia, cerrando con fuerza los ojos— ¡STAAAR!

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