3 •|Hilos rotos|•

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—¡Papá, manchaste mi alfombra!, deja, lo voy a limpiar yo.

Supongo que estaba salvado porque cuando escucho la puerta cerrar y el susurro de Mabel. Suspiro profundamente, no sabía que había contenido la respiración.
Pasaron horas desde que pude irme a mi propia casa y haber contenido de buena manera a mí amiga. Su padre ni pescó que estuviera ahí aunque sí tuve que dejar la bicicleta.

Repasé mil veces mi día de mierda en mi mente que, ya ni caso tenía darle vueltas a lo de Gema. Estuve ensimismado en el asiento del escritorio, repiqueteando la lapicera contra la mesa, buscando respuestas a las preguntas del examen de mañana. Ya en un par de horas tendría que volver al colegio, y suponía un despertar con ojeras.

—Hey, Ethan qué te pasó viejo. Estás re muerto—. Palmea el hombro con fuerza pero ni así despabilo el sueño que tengo.

Ni siquiera cuando pasaron las horas, dejé de pensar en Gema. Quería arreglar las cosas con ella, no quería perderla por nada en el mundo aún si ella se equivocó, nadie es perfecto.
Mis amigos me decían que no valía la pena, que esto y lo otro, y vaya que le hubiera roto los dientes si no fuera porque una cabellera negra se interpuso entre mi camino y su agitado andar a cierto lugar, hizo que olvidara por quién era que estaba por pelear.

La tuve que seguir, me daba curiosidad y eso implicaría saltarme una hora de clase. Podría decir que me sentía mal y fui a preceptoría para que llamen a un familiar o hasta que se me hubiera pasado.

Se metió entre el barullo de alumnos  y había un profesor con boina, no lo había visto ni por asomo por el colegio hasta que me acordé que era el nuevo profesor de teatro. Me vio de manera sonriente que tuve que devolverle la sonrisa y entrar al salón donde ella entró con entusiasmo. Apenas la divisé con sus amigos, mi presencia acayó a todos.

—Bueno, tenemos un nuevo integrante me parece. ¿Cómo es tu nombre?—. Toma un cuaderno y se sienta en un banco empezando a tomar lista, y anotar mi nombre.

Sentía la mirada de la pelinegra y sus compañías, que no di importancia. Las dinámicas eran tan aburridas para calentar el cuerpo, que empezó un juego de papeles en el cual consistía en escribir situaciones que,  deberíamos acto después, actuar frente a todos en grupo. Y a mi grupo, con la pelinegra y un pibe nos tocó romance roto. ¿Este destino era un tipo de broma?

—¿Entonces no te importa si rompo este lápiz? —La miré desentendido.

Al principio no comprendía, indiferente, lo volvió a repetir observando sus labios finos. Y negué.

Poco fue lo que hicimos, discutiendo como si fuéramos novios acabando por sostener su mano que iba dirigida a mí mejilla.

—Por mucho que me hayas engañado, aún te amo. Y eso nunca fue suficiente para vos, entonces terminemos. No quiero seguir con esta mierda de sentimientos que me destruye a mí mismo, y lo mucho que hace que me importes, pero no así; no arruines los buenos recuerdos que tengo de vos.

Lo dije de tal forma que todo quedó en silencio, hasta la respiración de ella era entrecortada y riiiing  tocaron el timbre.
Cosa que me esfumé de ahí.

¿En qué estaba pensando?, me pregunté a mí mismo mil veces. Na, no podía ni aunque me obligara a dejar de estar de pésimo humor o estar así por unos sentimientos echo trocitos. No podía.

Por la tarde me despejé yendo al lugar que había compartido con ella, un árbol a las afueras del barrio. Había un lago y un árbol lo suficientemente fuerte y alto para trepar y sentarse con alguien. Solo que me senté por una piedra enorme y tomé cualquier cosa para tirar al agua.

¡Vamos, sube!

Ya va, ya va.

Le había traído a este sitio pues sentía que el primero no estaba preparado para compartirlo con alguien más, aunque fuera mi novia.

Tonta, te rasguñaste...

—No es nada... solo un simple raspón—. Ese día, nos habíamos quedado en aquel árbol, mirando las estrellas abrazados con una manta y la luna, que nos resplandecía con su luz blanca en medio de la noche.

Siempre pensé que alguien como tú, después de todo, no es tan perfecto como dicen o dejas ver...

El hecho de que todos te traten mal, no significa que yo les siga el juego.

Aún no sé porque te has fijado en esta pobre chica fea... —susurra en vos baja, ésto último.

Como yo lo veo, para mí no eres fea, eres a veces adorable cuando te enojas, pero ¿en por qué me he fijado en ti?... Era porque... sentía que tenía que protegerte... como un presentimiento de que tenía que conocerte.

Eres raro, muy raro.

Lo sé, siempre me lo han dicho—. Nos quedamos en silencio unos momentos, hasta que escuchamos el ulular de un búho cercano, rompiendo el silencio y mis pensamientos.

¿En qué piensas? Et.

En que la vida sería muy corta si nadie disfruta los pequeños momentos...—. Miré hacia arriba y las pocas estrellas que se podían ver brillar, era como sentirme que ellas también me escucharon y estuvieran de acuerdo conmigo.

Pero nadie lo notará, después de todo. Nadie notaria al mundo, hasta que el mundo te dé la espalda.

¿Acaso eres del pasado?, a veces pienso que eres un vampiro o extraterrestre de época pasada...

¿Por qué creerías eso de mí? —bromeo.

Ella me miró como si me hubieran crecido dos cabezas en vez de tener una.

Por tu forma de hablar—. Miré hacia otro lado y suspiró. ¿Qué iba mal en hablar casi educadamente? —Un chico normal diría cualquier tontería o estupideces, a lo cual tú también lo haces... pero no eres como el montón.

Me halaga no ser uno del montón —bufo y ella ríe—. Deberías reír más seguido, te sienta bien."

¿Qué?  —me mira confundida y después de un momento lo comprendió—. La próxima traeré un diccionario. ¿Sabes dónde venden el de tu idioma?

Ambos reímos.

Esa noche nos habíamos quedado hasta media noche y luego nos fuimos de ahí porque ya hacía mucho frío de lo que debería.

Una piedra que no había lanzado, hace ruido en el agua y volteo a ver quién era. Por un segundo, creí que era Gema... pero...

—¿Qué haces vos acá? —formulé apenas.

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