Capítulo VIII

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Con furia lo enfrenté: —¡Seguro tú eres el culpable! ¡Sácame de aquí ya!

Él, muy tranquilo, me miró divertido: —Estás tensa, pelirroja. Relájate, creo que deberías...

Me levanté de golpe. —¡Idiota! ¡Sácame ahora mismo!

Sonrió con esa malicia que me ponía los pelos de punta y empezó a acercarse. Mi respiración se aceleraba. Estábamos atrapados en ese pequeño espacio, y yo no tenía cómo escapar.

—¿Qué haces? —intenté sonar seria, aunque lo único que transmitía era puro nerviosismo—. ¡Estamos encerrados, ayúdame a salir!

—Tú estás encerrada. Yo no. —Su voz baja y provocativa me hacía querer golpearlo, pero no me atrevía—. Aunque tal vez te ayude... con una condición.

—¿Es en serio? —traté de esquivarlo—. ¡Me voy a volver claustrofóbica!

—Bésame —dijo de repente, muy serio.

—¿Qué? ¡No estoy para tus bromas!

—Vamos, estamos solos... tú y yo.

Quise desaparecer en ese mismo momento. —¿Y eso qué significa? ¡Cómo te odio!

Él se dio la vuelta, pero al ver que lo llamaba, se detuvo. —Está bien, me voy. Parece que no me necesitas.

—¡Espera! —lo detuve a regañadientes—. Solo quiero que sepas que eres el ser más irritante del planeta.

Con el corazón acelerado, me acerqué y puse mis manos en su mandíbula, sin saber bien qué estaba haciendo. Mis ojos pasaron de sus labios a los suyos. —No creo que esté haciendo esto —susurré.

Cerré los ojos y, justo cuando me iba a acercar, él sonrió. —Te ves adorable así.

Abrí los ojos como platos.

—¡¿Qué?! ¿Te estás burlando de mí? —grité, empujándolo con nerviosismo.

—Tranquila, pelirroja. No te iba a dejar aquí sola, me beses o no. Pero ese beso me lo debes. —Me guiñó un ojo y desapareció justo cuando el ascensor volvió a funcionar y me llevó al sexto piso.

Al salir, me sentía una tonta por haber caído en su juego. No sabía si quería matarlo a él o a mí misma por haber estado a punto de besarlo.

Las puertas del ascensor se abrieron, y salí aliviada, aunque con la dirección totalmente olvidada. —¿Era a la izquierda o a la derecha?

Justo entonces, sentí su voz susurrar en mi oído: —Si quieres, te puedo ayudar.

—Muérete —respondí con fastidio. Un señor que pasaba cerca me miró con horror, claramente creyendo que me dirigía a él. ¡Qué vergüenza!

—Sabes que soy inmortal, pelirroja.

Suspiré y me acerqué a una señora que estaba barriendo. —Disculpe, ¿sabe dónde está la oficina del señor Roger?

Ella señaló un pasillo y me acompañó, mientras yo seguía maldiciendo a Diecisiete en mi mente.—Muchas gracias —Le dije.

—No hay de qué.

Toqué la puerta, y esta se abrió rápidamente en el primer toque.

—Thompson, ya era hora, la estaba esperando. —Me hizo una seña indicando que me sentara— ¿Se ha perdido?

—Me quedé encerrada en el ascensor, cuando se fue la electricidad.

—¡Dios! Con razón te noto un poco agitada —tomo una tacita y la lleno de te— ¿Gustas?

—Gracias, y esto es para usted. —Extendi el sobre.

—¡Los documentos! —dijo apenas al verlo— dile a tu padre que muchísimas gracias, igual me reuniré con él, el sábado.

—Bueno, yo ya me tengo que ir, gracias por el té, y con gusto le diré.

—Y ¿tu nombre es...?

—Emma.

—¿Emma? Creí que era Etny, escuché a tu padre mencionarte, tal vez no escuché bien —hizo unas carcajadas— bueno nos vemos, y gracias por todo, y creo que sería mejor que tomes las escaleras, linda.

Reí hipócritamente y contesté. —Está bien, y por supuesto tomaré las escaleras, hasta luego.

Y me dirigí a las escaleras, creo que quede traumada en el elevador.

Salí del edificio, temía a que el Diecisiete me estuviera siguiendo así que caminé rápidamente, y por la luz del sol. Llegué a la biblioteca de Shelby, y me sorprendí al ver la gran cantidad de personas que estaban allí, ya que casi nunca... van más de veinte o veinticinco personas.

Fui hasta donde ella, la noté muy estresada y atareada.

—Déjame ayudarte. —Le dije mientras tomaba dos libros del mismo autor y se los entregaba a un chico rubio como de veinticinco años.

—Gracias linda. —Murmuró Shelby— Al parecer el escritor Kenneth Bush atrapo a los jóvenes con su nueva novela "Tú".

—Es de amor ¿no? —Le dije insegura.

—Si, por suerte me dejaron en descuento unos diez de esos libros, —sonrío triunfante— tengo buenos contactos —murmuro.

—Bueno, esos son lectores temporales. —Hice un sonrisa ligera.

Hizo unas carcajadas —Que solo leen cuando hay libros que están de moda —susurro—eso es lamentable...

Y llegaban más personas preguntando por el famoso libro, y nosotras ya cansadas de decirle "Solo disponemos de 10, los cuales están siendo utilizados".

Shelby me preguntó que cómo me parecía el libro que me había entregado para que lo leyera, a lo que respondí:

—Pues ya los dos capítulos que he leído van de maravilla, creo que Isaac está sospechando de Mei ¿será ella un fantasma sombra?

—Isaac es un gilipollas. —Dijo mientras tomaba un taza y servía café en ella— Y no te contaré más nada porque si no terminare haciéndote spoiler.

Reí —¿No tienes chocolate? —dije mirando la taza.

—No linda, se acabó... —Añadió ofreciéndome la taza con café, la cual acepté resignada.

—Me quedé atrapa en el ascensor del edificio STUR —dije pensativa.

—¿Que, qué? Gracias a Dios que estas bien linda, y ¿cómo lograste salir? —me preguntó mirándome detalladamente.

—Fue la electricidad, al rato volvió y pues... fue un gran susto que, de poco me vuelvo claustrofóbica.

Terminé de charlar con Shelby y después de haber leído parte de un libro, decidí irme a mi casa en taxi. Pensando en la gran estupidez que había hecho; no podía parar de pensar en ello.

Llegué a mi casa, y fui directamente a mi habitación, me tumbe en la cama con las imágenes del momento en que intente besar al Diecisiete, en mis pensamientos, << No sé por qué hace que haga esto, si sabe que no puedo estar con él>> pensaba sin parar.

Al instante me llamo Bárbara a mi celular, le contesté inmediatamente.

—¡Carajos! creo que me están siguiendo nuevamente. —Dijo con un tono de voz bajo, que apenas podía distinguir.

—¿En dónde estás? —Le dije buscando una agenda con un lápiz.

—Estoy en el pasillo, saliendo del laboratorio de química —susurro— estoy viendo una sombra detrás de mí como el hombre que te describí.

—No es una broma ¿verdad? —intervení.

Hubo un momento de silencio.

—Bárbara ¿estas allí? ¡Contesta que no estoy para bromas!

—Volteo, pero desaparece, —susurró— luego te llamo.

Y colgó sin más. Me acordé de la nota que había guardado dentro de mi libro y anoté una nueva: *Sombra en el pasillo, saliendo del laboratorio (la persigue y desaparece).

Al leer todo y recordar cómo había conocido al Diecisiete, me dije a mi misma que todo esto sí es real y que no estoy loca. Siempre de pequeña me han pasado cosas raras, e incluso mi hermano decía que yo hablaba sola.

En fin, busque la laptop de mi madre, intenté descifrar la clave, pero nada, hasta que acerté con lo que menos yo pensaba, (LeonardoDiCaprio). Se me ocurrió ponerla ya que mi madre era una gran fan de él y nada perdía con intentar, pero nunca pensé en que su contraseña fuera esa, le creería eso a una chica de catorce años, pero... ¿mi mamá?

Busqué en las carpetas del computador "Mis documentos" y encontré cientos y cientos de fotos —¿Cómo es que tiene tantas fotos? —dije para mi. Incluso tenía muchas de Damian y de mí. Encontré documentos de trabajo y nada de lo que buscaba. Así que la apague, y la coloque en su sitio. « Genial»... —pensé sarcásticamente «me costo conseguir la contraseña para al final no tener ninguna información. ¡Esto apesta!»

En mi habitación terminé quedándome dormida. Ya pasado como una hora, más o menos, siento que me mueven bruscamente buscando despertarme.

—¿Qué pasa? —balbucee abriendo un solo ojo y mirando a Bárbara.

—¡Emma! —gritó hasta que me levanté.

—¿Cómo entraste? y ¿por qué saliste tan temprano? ¿Estás bien? como te volvieron a perseguir...—dije tratando de sentarme e invitándola a que se sentara a mi lado.

—¡Ey, bella durmiente! las preguntas aquí las hago yo ¿por qué no fuiste al colegio? ¿por qué hay un papel con estas notas raras? y ¿quién es el Diecisiete? —me dijo con su mirada acosadora y enseñándome el pedazo de papel con las notas que yo había hecho.

Como estaba tan asustada de que Bárbara se enterara que conozco a un chico que no es normal (¡UN ESPECTRO, mitad humano!), y el también que puso su confianza en mí para que no rebelara el secreto.

No sabía qué hacer, mi respiración se agitó, mi mente se puso totalmente en blanco, quería que la tierra se abriera y me tragara. Y ahora «¿cómo haré para explicárselo a Bárbara?»

¿No piensas responder? —agregó Bárbara con su tono serio.

Me quedé pensando y traté de estar lo más despreocupada y relajada posible.

—Ah, lo siento, relájate Barbie eso... —tomé aire y proseguí— bueno decidí anotar todo lo que te estaba ocurriendo para ver si logramos atrapar a ese infeliz que te está molestando, algo como pistas ¿no?

—Perfecto, —dijo con su tono irónico— y ¿quién es el Diecisiete?

—¿El Diecisiete? —repetí, tratando de despistarla.

—Si ¿o es que no te acuerdas? —y comenzó a leer en voz alta.— El Diecisiete, dice que me parezco a mi madre, se va misteriosamente —entrecerró los ojos mirándome.

Y reí, no sé por qué, pero fue lo primero que hice, reí a carcajadas.

—¿Qué es tan gracioso? —puntualizó.

—Que te enojas por una estupidez, eso es una frase de un libro que estoy leyendo. Sabes bien que mi madre... —murmuré, mirando el suelo— ya no está.

—Okay, —dijo con un tono de voz preocupante— si es la frase de un libro por qué está escrito igual que "las pistas" —realizo comillas con sus dedos en la última frase. 

Ella me tenía acorralada con sus preguntas, y yo ya no sabía que inventarle.

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