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A veces se me da por extrañar tú aroma, todos los días en realidad.

Busco tus brazos rodeándome, estrujando mis miedos, marcando tú camino empezando por mis mejillas llegando por mi cuello. Perdida entre mi cabello verde y tus ojos, los míos se cansaron de buscar tus iris en almas vacías.

Mis manos quieren sentirte. Correr y qué me sujetes.

Ver al ave fénix renacer cómo nuestro amor
De las cenizas del sufrimiento.
Qué sea eso lo efímero y no nuestro camino al infinito.

Quizás me extrañes.
Quizás no.

Pero a decir verdad.No sonreía más qué cuándo me decías "Te amo".

Mierda qué me derretía cuándo lo decías, no se me da lo de escribir lo qué siento.

Ya ves, nunca he sido buena en rimas, versos, líneas, pensamientos de derrota o calma.

No pude decirte lo qué quería.
Ese último suspiro, entre ese despedir de tus besos y los enfados míos.

Use ese vestido blanco
¿Recuerdas?
Ese, el cuál no querías qué dejara de vestir, para sacármelo en un desliz de tus yemas desesperadas por sentir las mías. Me mirabas cómo si el cielo se reflejara en mi piel, me besabas cómo un niño con ansias de saborear su caramelo y llegar al latido 100.

Entendías mis silencios, mi sufrimiento, mis gritos a la nada y mis lágrimas caídas al lodo.

Todo, todo lo tenia contigo. Ahora se perdió ese edén qué no dejábamos de esconder entre nuestros secretos.

Recuerdos, derrotas, batallas vencidas. Nos decían qué no lo lograríamos...

¿Sabes qué ya será un año cariño?
Quizás lo olvidaste, gana el instinto. Pero se qué en el fondo algo permanece intacto entre tú corazón alborotando a la razón.

Me siento tonta, torpe, perdida.
¿Dónde quedo el hilo rojo qué nos unía?
¿Se perdió?
¿Se corto?

Se qué te hieres por no tenerme.
Yo muero tras cada amanecer por no poder verte.

Aquí sigo esperándote. Cómo fiel aliada, soy tú ángel lo recuerdas?

Tú eres mi demonio, ese qué me enseñaba del placer lejano de probar tus labios, caía cuál presa ante su cazador.


¿La primera mirada?
¿La primera ruptura?
¿La vez qué lloraste? Lo sé, aunque no me lo admitas cayeron de tus ojos gotas de dolor.

Busco razones para huir y sólo encuentro tú voz, tus susurros en las mañanas.

Las salidas, tus enfados, mi frialdad.
Las quejas, la puta distancia, la lejana valentía, la melancolía el sabor del color de tus ojos en faz de ritmos sin acabar.

Estrofas sin terminar.
Amaneceres qué no finalizaron su tristeza entre cajones del adiós.

Ahora busco tú esencia en cada estación, en cada cuerpo sin sentimiento qué trata de ocupar tú lugar con pláticas absurdas de confabulaciones de estupideces.

Te leía a Neruda y amores prohibidos.
Tú cerrabas los libros y plasmabas versos dolidos mezclados con deseo y pasión.

Tengo tú dedicatoria eterna en la primera página de los versos interminables de belleza qué eran los de Tolstoi.

En los cuáles el abismo de mi imaginación terminaba alejándome de tus latidos resonando en mis oídos.

Vanos de la rima del loco, al despreciar de la humanidad. Este amor qué no tiene punto para acabar.

Nos comíamos el mundo.
Saltamos al precipicio, tomados de la mano y ahora...

Ahora toca esperarte.
Qué me recuerdes
Qué llegues a descongelar este corazón sin luz qué fomenta la eterna depresión.

Espero qué llegues a calmar mi tormenta y renueves mis paredes llenándolas de sueños y historias tricolor.

Qué cales en mis huesos, fomentando mi hambre de tus principios. Y asustándome cuándo del abismo salta mi razón.

Deja qué duela el corazón, pero no olvides volver, para luego colocar de nuevo ese armazón.

El mismo qué moldeaste a la perfección. También qué tú huella deje de ser insonora resonando entre tú rebeldía y mi miedo a perderte entre días.

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