Capítulo 15

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En el mundo de la droga los rumores se esparcen como vino sobre mantel blanco al romperse una botella. Por lo que no hace falta que informe a las hermanas Aguirres que su encargo está hecho.

Ya lo saben, y lo han confirmado cuando un mensaje hace sonar el tono de notificación de mi teléfono con la hora y dirección de donde se hará la reunión.

Aplico crema sobre mis piernas lentamente cuidando no dejar ningún lugar son cubrir, mientras mis demonios se arreglan y visten con los tres trajes blancos que le he encargado a Bob, con corbatas y zapatos rojos vino a juego con el vestido que yo usaré.

Llegamos a un barrio en la parte alta de la ciudad, solo con ver las fachadas de las casas puedes deducir que los habitantes nadan en dinero, Un portón de madera eléctrico, nos da la bienvenida abriéndose para nosotros, en el interior hombres armados hasta los dientes examinan el auto.

—No estés nerviosas —comenta Aamon.

Al instante pasa por mi mente responderle que no sé dé que habla, que nunca he estado más segura y decidida en mi vida, pero no los puedo engañar a ellos.

—Todo saldrá bien —agrega Arioc.

—¿Dices eso para que me tranquilice? —mi voz resbala por mi garganta y se arrastra por mis labios en forma de susurro.

—¡No! Lo veo —suspiro y les sonrió, mientras abrazo sus palabras.

Todo saldrá bien.

Entramos en la casa luego de mostrar nuestras invitaciones. Y que los guardias se cerciorarán que no cargamos armas con nosotros.

Los Ramírez no ocultan su asombro al verme atravesar la puerta de entrada, mientras que las hermanas Aguirre no disimulan su sonrisa cuando se acercan a darme la bienvenida.

—Sabía que no me decepcionarías, has cumplido con todos mis encargos en el tiempo exacto e incluso mejor de lo que imagine —habla Aida.

—No esperábamos menos de ti —agrega Adela.

—No fue nada complicado —hablo orgullosa.

—Disfruta de la fiesta, mézclate y bebe un poco, te avisaré cuando nos reunamos para hablar de negocios, pero no olvides que para algunas personas tu presencia aquí no es agradable, mantén los ojos abiertos.

—Tranquila sé cuidarme, y si alguien pretende pasarse de la raya conocerá a mis demonios —hecho un vistazo a los tres chicos que cubren mi espalda.

—Como digas, solo mantente con vida —las hermanas se alejan a paso firme.

—Hermosa charla —dice Arioc—, y ahora, ¿Qué debemos hacer?

Un camarero pasa junto a nosotros con algunas copas de champán sobre una bandeja, Abaddon lo detiene y agarra cuatro entregándolas una a una a cada uno de nosotros.

—Ya las escuchaste, disfrutar, mezclarse y beber —al terminar de decir estas palabras el chico de pelo blanco bebe de la copa que acaba de obtener dejando esta vacía.

Me separo de mis chicos caminando hasta el salón principal, es donde más aglomeración de personas hay, aún a unos metros de ellos siento sus miradas desde todos los ángulos.

Algunos viejos conocidos de papá me saludan, sonríen e incluso entablan una corta conversación conmigo y otros solo me observan a lo lejos planteándose la interrogante de otros: ¿Cómo es que aún permanezco con vida?

—Nos alegra saber que sigas con vida —pronuncia Alberto estas palabras cuando paso junto a él, su hijo y Bárbara.

Me detengo en seco, tensa y en lugar de sangre ira comienza a bombear por mis venas.

Bárbara me mira con una risa sínica, a la vez que Gabriel quien está sentado junto a ella me examina.

El vestido que he elegido esta noche logra que mis pechos se eleven viéndose más pronunciados de lo que son realmente, mientras que mis largas piernas se dejan ver en todo su esplendor, mi ropa grita mírame hijo de puta, cambiaste esta belleza por una estúpida sirvienta y su color representa la sangre, esa que derramo mi familia por su traición y el fuego al que sobreviví, el que me convirtió en Aradia.

Dejo mi copa a un lado y apoyo mis manos sobre su mesa.

Humedezco mis labios con la lengua antes de comenzar a vomitar algunas verdades.

—No deberían seguir intentando mantener sus estúpidas apariencias, sé lo que han hecho —atrapo los ojos de cada uno de ellos con mi mirado mostrándoles a través de estos un pequeño porciento de mi rabia.

—El incendio nos dejó muy alarmados a todos, nadie esperaba que algo así sucediera. Nos preocupamos mucho en casa, y a pesar de las perdidas nos animó saber que sobreviviste —Alberto sigue mintiéndome a la cara, con una fingida serenidad.

—Hiciste bien en una sola cosa Ramírez, preocuparte, porque te aseguró que el hecho de haber salido viva de esas llamas, causara a tu familia todo menos alegrías.

—Nos estás amenazando, como te atreves a declararnos la guerra —Gabriel habla sobresaltado, su padre aprieta su mano indicando que se calme.

—Una niña sola e indefensa como tú no puede tocarnos —sonríe Bárbara.

—Yo declararles la guerra, para nada de eso se encargaron ustedes al incendiar mi casa, ahora aténganse a las consecuencias.

Camino lejos de ellos con mis palabras asiendo eco en sus cabezas. Gabriel no puede quedarse quieto, abandona su asiento para ir tras de mí, tomando mi brazo y forzándome a mirarle a la cara.

—Cuida como le hablas a mi familia —me amenaza.

—Aradia, te está molestando —Al escuchar la voz de Arioc, el chico deja ir mi brazo.

—¿Aradia? —el más joven de los Ramírez bufa— ¿Quién es este que ni siquiera conoce tu nombre bien?

Arioc va a contestar, no, va a arrancarle la cabeza del cuerpo, pero ese placer solo lo tendré yo, por lo que lo detengo colocando mi mano en su pecho.

—Ese es mi nombre, y te puedo asegurar que los que no me conoce son tu familia y tú, pero, tranquilos, que se han ganado papeletas en primera fila para conocer mi rabia y las de mis demonios.

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