Y ahí estaba, como un perro rogando por su cariño. Yuri llamaba constantemente en busca de su perdón, muchas veces esa parte baja de él decía extrañarla, pues quería verla al menos una vez, pero se prometió a si mismo ya no caer en su manipulación. La chica lo usaba, y su madre se lo dijo muchas veces, sus amigos también, todo el mundo lo sabía.

Al menos ya no dependía emocionalmente de una mujer así.

—JiMin, pareces rejuvenecido. —bromeó su amigo, sentado frente a él en el escritorio— Cuéntame, ¿Qué te hizo cambiar de opinión?

—Hhm... puede que haya sido cuando dejo de aparecer, los chupones, la colonia de hombre, y que follara con otro en mi propia cama, y siendo mi cumpleaños. ¿No sería tonto seguir perdonandola luego de tanto? Por más que yo estuviera ciego por su afecto, también tuve un colapso.

—¿Y qué harás ahora? —bebió de su té, orgulloso de lo que el Park pudo hacer, darse cuenta de esa relación tóxica.

—Romper nuestras fotos y las tarjetas que le di.—sonrió— Ya no recibirá ni un centavos de este idiota.

—Bien dicho, hermano.—suspiró— Ah, que buena en la vida de soltero.

Era el turno de JiMin para divertirse.