𝑩𝒆𝒂𝒖𝒕𝒚

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" Do you ever wonder if someone looks at you, and thinks: That’s the most beautiful human being I have ever saw? "


Las mejores palabras son escritas cuando la depresión ataca tu cuerpo hasta los cimientos, llegando al alma y destrozandola por dentro. La quemazón en la garganta, el dolor en el pecho, ese deseo de gritar pero siempre con la voz enmudecida de pensamientos que se cuelgan de tu mente cansandola, retorciendose al extremo de quedarse sin respiración. También las mejores canciones se escriben con la llegada del amor, cuando te sientes imbencible y te llenas de la droga dopamina. Pero nada supera la belleza creada en consecuencia de un corazón roto, el desamor da lugar a las mejores obras de arte. Ningún artista sano en su mente ha logrado jamás una maravilla inmortal, porque cada enamoramiento es único, cada mujer y hombre sienten algo diferente.

Como las huellas de las manos, nunca nadie es igual a otra persona. Lo único; lo que nos aleja, lo que nos atrae, la belleza de una vida que se escapa entre nuestros dedos como si la arena blanca sintiese miedo de ser destrozada por el ser humano. Separándose del toque del hombre lentamente, en forma de caricias inadvertidas. El desamor es lo único que logra que el hombre masoquista aprecie el amor.

Arriesgarse o morir. Amar o mantenerse en la soledad. Aguantar o llorar.

Decisiones. Estas son obligadas, marcan nuestros pasos hacia un destino que de todas formas no podremos cambiar. Seamos buenos o malos siempre llegaremos a la misma maldita meta. Rezar, hincar las rodillas y poner tu vida en las manos de alguien que ni siquiera conoces, alguien que puede darle la vuelta a tus deseos para convertirlos en la peor de las armas. Por eso Hoseok decidió honrar a Ades, el mal no engaña porque desde el mismísimo inicio sabes que no puedes fiarte, que no debes esperar nada a cambio de este, porque en consecuencia nada es lo que te será dado. La humildad es castigada del mismo modo que lo es la codicia.

—Hoseok - el muchacho de cabellos pelirrojos alzó la mirada verdosa hacia su madre dejando a un lado la tarea de emblanquecer su sucia camisa - Necesitamos leña para el fuego, tu padre está enfermo de nuevo y necesita calor.

Asintió en silencio. Durante toda su vida había honrado a muchos dioses depositando la fe más pura sobre ellos pero ninguno de estos le había traído felicidad o prosperidad a su familia. Aquellos que presumían de su fortuna debido a su religión le causaban ahora la peor de las envidias. Él se había criado en la pobreza, había tenido que matar los más preciosos animales para poder alimentarse, había sufrido por el color de la sangre en sus manos y la decadencia de sus hermanos, delgados hasta los huesos por la escasez de alimentos. Sus tierras no eran fértiles, sus caballos sólo duraban unos años y su esperanza casi parecía un mito, un rumor en su cabeza de los días de infancia en los que creyendo en la bondad de Hera diosa entre dioses había portado las más preciosas coronas de rosas blancas, sonreído con sus más sinceras carcajadas y adorado con el corazón en la mano. Sin embargo esta le dió la espalda y desesperado buscó apoyo en Deméter diosa madre, pidió que sus campos estuvieran repletos de vida. Y así fue, Deméter le concedió lo que con tanta fe pedía pero solo duró dos años pues de nuevo Hera entró en su vida y celosa por haber perdido credibilidad ante un humano maldijo sus prados y tierras para que jamás dieran fruto. Sus campos se calcinaban de fuego con cada cosecha plantada y solo la ceniza permanecía inalterable.

Hoseok emprendió el camino hacia el bosque, a pesar de su mala vida como agricultor adoraba el olor de la hierba fresca y la tierra recién mojada por la lluvia después de una semana de sol intenso. Su piel estaba morena, más de lo que realmente le gustaba pero no podría dejar de estirarse al sol sobre las mantas de paja seca ni aunque quisiera, era su calma. La naturaleza suponía para él la mayor y más pura de sus felicidades. El bosque tenía su propia música, una que sus oídos disfrutaban a cada instante. Sus pies pisando las hojas secas y crujientes, los pájaros cantando en harmonía, el viento haciendo de las ramas de los árboles el mejor de los coros y las gotas de fina llovizna acompañando la tan maravillosa melodia de la naturaleza. Era todo un manjar para los sentidos.

Con movimientos ágiles se abrió camino entre las hierbas malas, los pinchos se clavaban en sus piernas y brazos pero estaba tan acostumbrado a ese lugar que ya ni siquiera le dolía. Camino aún con la herramienta de hierro en la mano hacia un claro donde las ramas de los árboles estaban más secas y sanas debido a la entrada del sol. Durante casi una hora se dedicó exclusivamente a cortar la leña que su madre necesitaba para calentar la habitación de su padre. Lo único que pasaba por su mente era la necesidad de hacer su trabajo bien y rápido para volver cuanto antes a casa o de lo contrario la noche llegaría con el frío, necesitaban esa leña para alimentar las paredes de roca de calor y humo. Trabajó con manos rápidas, algunas ampollas se habían abierto causándole   sangre, sentía que su piel quemaba un poco con cada hachazo que daba, no tenía tiempo para centrarse en eso. Las heridas sanaban, tarde o temprano lo hacían. Y aquellas que se repetían constantemente formaban callos. Sus manos eran la mejor definición de eso.

Sólo una melodia distinta consiguió captar su atención arrancando su mente de la importante tarea. Una voz tan dulce como potente, sus ojos se abrieron por la sorpresa y dejó el hacha a un lado para avanzar entre los conocidos árboles hasta un padro repleto de flores. Había cazado ahí en más ocasiones de las que podía contar con sus dedos. El clima siempre era tibio pues aunque el viento fluía sin problema, el sol encontraba en esa extensión abierta un lugar de reposo, iluminaba la preciosa hierba durante todo el día.

Se relamió los labios sintiéndose sediento por el trabajo y se movió entre las flores liliáceas buscando la fuente de tal preciosa canción, ni siquiera la naturaleza se atrevía a interrumpir esa melodia. Los pájaros ya no cantaban, el viento soplaba sin causar ruido y las nubes grises se escondían para dejarle paso al amarillento sol de la tarde.

Tras dar varios pasos descubrió la silueta de un muchacho vestido con ropas elegantes y blancas, miró su camisa sucia, su blancura no tenía nada que ver con la otra. El chico se inclinaba mientras recogía hierbas y flores, sonreía cada vez que los pájaros revoloteaban a su alrededor, bailaba torpemente con su propia canción. Sólo el hecho de observarlo desde lejos le resultaba a Hoseok harmonioso, su alma y problemas parecían desvanecerse mientras caminaba hacia él sin recorder la tarea que su madre le había encomendado. Se quedó quieto por unos segundos al observar una cierva corretear con su pareja hasta el muchacho, tenía miedo de que lo atacasen sin embargo desde su posición esos animales tan sólo parecían querer escuchar la dichosa melodia. Al igual que Hoseok la voz divina los atraía como la miel atrae a la abejas.

—¿Vienes a curar tus heridas? - Hoseok dió un traspié cuando el chico se dió la vuelta y lo miró directamente a los ojos - Mi canción es para los que necesitan ser sanados.

Durante unos segundos no reaccionó, estaba ensimismado por la belleza que ese chico desprendía. Era un hombre lo que estaba observando pero aún así le parecía tan sumamente bello que no pudo evitar caer en las redes del amor incluso sin creer en la legendaria magia de este, le pareció tener uno de esos ángeles de los que la gente hablaba justo ante su mirada. Aún así camino hacia el muchacho atraído por su sonrisa revitalizante, sus labios rosados y esos ojos del color de la lavanda. Su voz era una maravilla pero él en sí todavía más, era precioso.

—Tengo heridas que no podrás curar - dijo con leve timidez.

—Yo no puedo curar pero ella lo hará, la diosa a la que sirvo cumplirá mi deseo de curarte si se lo pido con verdadera necesidad. Acércate.

Hoseok dudó, no le gustaban esas cosas. Los dioses engañaban a los chicos inocentes con facilidad. Por eso servía a Ades, al menos podría asegurarse un buen puesto en el inframundo tras una vida cargada de sufrimiento.

—¿Quién eres y a quién sirves? - su voz era ahora un poco más sería pero el muchacho ante sus ojos no borro la sonrisa de sus labios. En lugar de contestar de inmediato se acercó.

—Seokjin, sirvo a Afrodita diosa del amor y la belleza - se inclinó levemente antes de tomar sus manos - Soy su preferido entre todos sus súbditos en la tierra.

—No deberías creer en dioses, a menudo ponen por delante sus propias necesidades. Sólo nos usan para lo que más le conviene.

—¿No sirves a nadie? Si no lo haces tus hijos estarán condenados y los hijos de tus hijos de igual manera. No debes desafiar a nuestros dioses.

Hoseok dejó a Seokjin acariciar las heridas, quemaduras y callos de sus manos. Por un segundo sintió vergüenza. Sus ropas viejas eran un desastre, estaba sucio y sus dedos encallecidos. Nada que ver con el siervo de Afrodita ante sus ojos.

Observó sin embargo cada caricia lenta dedicada por parte del muchacho sintiendo como el dolor de sus manos desaparecia, al igual que cada sencilla marca sobre su piel marchita. Trago saliva impresionado y alzó de nuevo la mirada. Seokjin trabajaba mientras tarareaba una canción con su preciosa voz, los animales ahora se reunían en círculo a su alrededor como encantados por cada nota que se escapaba de los rosados labios del chico.

—Los dioses pueden responder bien a nuestros pedidos, solo debes elegir bien a quien te entregas. Siéntate, limpiaré tu cara.

Hoseok de nuevo confundido hizó sin dudar lo que Seokjin le pedía. Se sentó sobre la hierba verde y permitió que el muchacho tómase un paño humedecido con el agua de una canasta. Cerró los ojos complacido en el instante en que sintió la delicadeza con la que ese chico había comenzado a borrar cada rastro de tierra y sangre de su tez morena. Le permitió también limpiar su pecho con los nervios invadiendo durante pecho. Se sentía curado y limpio, mejor que nunca.

—Mucho mejor ahora - Seokjin sonrió y él le devolvió el gesto en un acto reflejo.

—Canta de nuevo - se atrevió a pedir.

Seokjin enamorado de la belleza que el chico ante sus ojos suponía cantó mejor que nunca enviando cada nota de amor a su diosa, quien admiraba atentamente la escena desde el Olimpo.

Si bien ese fue el primer encuentro entre los dos muchachos pronto le siguieron muchos otros. Cada día Hoseok se adentraba en el bosque y Jin cantaba para él completamente enamorado. Eran diferentes en algunos aspectos pero con sus largas charlas durante las tardes campestres lograron aprenderse de memoria, entenderse de la manera más pura. El uno para el otro, se cuidaban y deleitaban con largos besos recostados entre las más preciosas flores. Los colores habían llegado a la vida de Hoseok a través de Seokjin. Volvía a portar coronas de flores pues el cantante las creaba para él en cada encuentro que tenían. Se amaban. Y su mente, la depresión que durante años había manipulado la vida del súbdito de Hades, ahora estaba diluyendose en el olvido poco a poco.

—Di que me amas Hoseok y curare tus heridas por el resto de mi vida.

—Te amo - respondió al instante.

Estaban recostados en el campo, Hoseok envolvía sus fuertes brazos alrededor de la fina cintura de Seokjin y posaba dulces besos en el cuello de este entretenido con cada animalillo que se acercaba a observar la magia que su pareja desprendía. Había sido algo inesperado para ambos pues Jin iba a regalar su vida a la diosa antes de conocer a Hoseok, quería ese amor del que Afrodita siempre hablaba pero cansado de no encontrarlo prefirió cederselo todo a la diosa. Su enamoramiento llegó casi por arte de magia, el universo los había empujado a hayarse el uno al otro.

—Hoseok - Jin volvió a hablar - ¿por qué tus padres están enfermos y tus hermanos tan delgados?

Hoseok acarició el precioso cabello de su amado encantado por la suavidad de este. No le gustaba hablar de su familia con Seokjin pues las preguntas de este nunca tenían fin.

—Hera maldijo mis tierras y campos, da igual donde siembre pues todo se vuelve cenizas antes de crecer. Demeter, la diosa madre, no lo impidió y yo me dejé caer ante Hades quien me prometió un lugar a salvo de bestias en el inframundo para mi familia - al ver la expresión de sorpresa en el rostro de Jin rápidamente lo calmó besando sus labios. Seokjin no asimilaba la tristeza pues siempre había servido a la diosa de la belleza y el amor, al igual que toda su familia - Pero está bien precioso, sabemos sobrevivir todavía.


Los viejos amantes todavía con un vínculo emocional latente en sus ensangrentados corazones vieron acoplarse piel contra piel a los muchachos que los servían. Afrodita y Hares quienes habían sido forzados a separarse encontraron en esos dos muchachos la oportunidad de reunirse de nuevo. Por eso el dios del inframundo le cedió a Hoseok los prados y tierras más fértiles y Afrodita los doto de un encanto que ni siquiera su siempre enemiga Hera podría estropear. Así fue como Seokjin siguió cantandole a Hoseok durante gran cantidad de años, hasta que ambos se hicieron viejos rodeados del más bello jardín y los más preciosos animales salvajes. Así fue también como la diosa de la belleza pudo volver a los brazos del dios del inframundo.

El amor fue su más bella inspiración, el dolor su única pieza de unión cuando todo parecía a punto de derrumbarse y la fuerza lo que mantuvo sus vidas unidas hasta el final de sus días.

Holiiii!!

Por aquí dejo una One Shot que escribí para Army's Amino have mucho tiempo y que me apetecía compartir. Aún no he repasado la narración y la escribí hace demasiado tiempo, así que lo siento por los posibles errores.

Un beso,
os amo
Mel
💜




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