Capítulo 31: Que tu corazón no me olvide.

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Bueno, después de 7 días he traído esto. 

Quise darle una prueba de la derrota a Bell, espero me haya salido bien. 

No tengo mucho que decir aparte de mis quejas a la sociedad imprudente e irresponsable que sale a las calles hijas de su putan;jwbhi n wqj xuw cebdiubweu. 

En fin, espero les guste el capítulo. 

Y 1, 2, 3... ¡YO TE LLEVO DENTRO, HASTA LA RAIZ!

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Como ya estaban reunidos, el regreso a la salida fue sin prisas, lo que les permitió detectar el leve aroma del hierro-óxido.

Fue el incentivo o la pista a una sola cosa: sangre.

Y demasiada como para llegar a narices de todos pese a sus estados exhaustos.

-- Tengo un mal presentimiento... — Riveria murmuró eso antes de ordenar que fueran a verlo.

Ninguno se opuso.

X X X

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Los que se les presentó fue una masacre.

La sangre cubrió las paredes, suelo y techo hasta convertir el lugar en una habitación roja.

Cuerpos cercenados, unos siendo cortados y otros apuñalados, las heridas habían sido hechas por una cuchilla, dejando claro que esto no era obra de un monstruo.

Al menos no uno en apariencia.

En la pared hubo un mensaje garabateado con la sangre: "¿¡QUIEN ES EL HEROE, BRAVER!?"

El emblema del embaucador había sido arrancado de una de las víctimas y tirado en el suelo, manchado con sangre que parecían lágrimas carmesíes.

Ya habían más curanderos tratando de sanar a los heridos, pero...

-- ¡No funciona!

-- ¡Debió haber sido un alma maldita!

Los sanadores estaban desesperados mientras gritaban con angustia.

No fue una linda vista para Bell, Riveria y los demás.

De los presentes, solo Bete y Bell se quedaron observando la escena con distintas emociones respectivamente mientras los demás corrían a las víctimas.

Riveria se unió a los sanadores, pero ni su magia era efectiva en las heridas imbuidas con las maldiciones, simplemente no cerraban y paraban de sangrar.

El ámbar de los orbes de Bete estaban fríos como el hielo, los orbes rubíes de Bell temblaban mientras sus pupilas se contraían hasta formar puntos como el frente de un alfiler.

Finalmente.

-- ¡...! ¡Leene!

Aiz encontró a su amiga recargada contra la pared, con la cuchilla aún clavada en su vientre.

La chica levantó la mirada débilmente, con su vista borrosa.

-- Se-Señorita... Aiz...

La espadachín no tardó nada y se acercó a ella, viendo sus heridas y distorsionando su siempre estoica cara en una mueca de dolor y rabia.

-- Llegamos muy tarde...

Incluso en esta situación su voz estaba tan firme como siempre, pero el lamento se notaba a leguas.

Leene tan moribunda que estaba vió la expresión agónica en Aiz y sonrió sin alegría, de las tantas expresiones que desearía ver en ella, una de rabia fue la primera y última.

Y desvió su mirada para ver a un hombre lobo que se había acercado.

-- Señor... Bete...

La sombra del lobo se cernía sobre ambas, mirando directamente a Aiz, que estaba mirando por encima de su hombro, y hacia Leene, que tenía su débil mirada encontrándose con la de él.

Entonces soltó una risa.

-- Maldita sea, mírate a ti misma. Es como siempre, los débiles nos retrasan y son los primeros en morir, tan lamentable como eso puede ser.

El comentario repentino con una sonrisa helada sorprendió a Aiz, dejándola aturdida.

Pero Bete no se detuvo ahí, amplió más su descarada sonrisa hasta que sus colmillos quedaron al descubierto.

-- ¡Y qué muerte tan inútil para todos ustedes! Maldeciré tu debilidad hasta que no lo olvides, incluso después de tu patética muerte. Prueba y saborea la vergüenza. Asegúrate de grabarla antes de que tus ojos se despojen de la luz, basura.

Los que lamentaban con llanto y abrazaban los cuerpos agonizando de sus compañeros ahora tenían sus miradas en Bete, tan aturdidos como Aiz.

Raúl y Aki ya habían regresado de dejar a Finn en la farmacia de Airmid, de igual manera viendo a sus compañeros caídos y escuchando las palabras de Bete.

Bell, él se mantuvo observando la escena, perdido en el rojo.

-- Hasta pronto, entonces — Bete siguió — Nunca quiero volver a ver tu arrepentido trasero, nunca salgas de ese maldito agujero.

Su risa burlona inundó toda la habitación.

-- Muere sin llamar la atención — fueron sus últimas palabras.

Raúl, Aki y los demás miembros lo estaban fulminando con la mirada, Aiz le miraba con el ceño fruncido al igual que todos, con lágrimas en sus mejillas mientras la ira crecía.

Veían a Bete como si él fuese el responsable de esta atrocidad, descargando su impotencia hacia un lobo orgulloso.

Aiz se levantó, con el ceño fruncido mientras las últimas palabras de Bete pasaban por su mente, quiso levantar su mano pero no pudo, la dejó caer y no golpeó la mejilla de Bete.

-- ... — Leene contempló al lobo.

La mas leve huella de una sonrisa se plasmó en sus labios mientras una sola lágrima corría por su mejilla.

Mientras todos fulminaban con la mirada al lobo que se burlaba de los más débiles que él, una voz habló.

-- Bell... — Fue Gareth, tan exhausto como estaba — Puedes... ¿puedes hacer algo como lo hiciste con Finn...? Te lo pido... de favor.

El enano se acercó al chico que estaba cubierto con el manto de Riveria, él despegó su vista de la escena y la llevó a Gareth que le miraba con esperanza.

-- Lo... intentaré.

También había escuchado los insultos de Bete, pero en lugar de enojarse, había entendido el mensaje del hombre lobo.

"No hay que ser arrogantes..." — se dijo internamente mientras se arrodillaba frente a Leene.

Aiz se movió a un lado, su mirada abatida descansó en la espalda de Bell, como si esperara que lograra salvar a su amiga.

Así como a todos los demás.

Todos los presentes se enfocaron en su espalda, con unos sin saber lo que haría y otros como Raúl, Narfi y Aki que esperaban que los salvara.

"Alvis, aparece" — ignoró todas las miradas sobre él e hizo un llamado forzoso a su habilidad.

[No 'Encanto', ya te dije que seducir al Maestro Bell no es una opción, no soy ese tipo de mu — ¿eh?].

Al parecer estaba teniendo un platica con alguien cuando Bell la invocó de un momento a otro.

Fue tomada por sorpresa.

[¿¡M-Maestro Bell!? Que—].

"No es el momento, Alvis. Realiza un análisis en todos los heridos, dame sus condiciones y dime quiénes pueden ser salvados"

Ni siquiera se le permitió hablar cuando Bell ya había indicado sus ordenes, con voz firme y sin espacio para negativas.

La vida humana era una de las cosas que Bell se tomaba con más importancia, no es el tipo de persona capaz de soportar una muerte que se pudo evitar.

[Entendido] — ella actuó enseguida — [De los siete cuerpos, solamente la chica delante de usted tiene el 30% de probabilidad en sobrevivir].

El diagnostico no fue nada bueno.

-- Maldita sea...

Bell se mordió el labio con fuerza, una linea de sangre corrió sobre ellos por la presión.

Gareth, Aiz, Riveria y los demás no tuvieron un buen presentimiento sobre esas palabras.

"¿Cómo es la manera de lograr que ese 30% se convierta en el 100%?"

[Transmutar su alma por medio de un proceso de conversión, Maestro Bell. Ahora mismo la magia de fuego sagrado podría eliminar por completo la maldición que corre por su sistema, pero la sangre perdida es más de lo que un cuerpo humano puede darse el lujo de perder, su estado es crítico].

Con la frialdad de una enfermera de quimioterapias, ella dijo el estado de Leene sin ocultar nada.

"¿No hay otra forma...?" — y aún con todo eso, el chico buscaba una mejor vía.

[...] — esta vez Alvis dudó en decirlo — [...Me temo que no hay, no existe].

-- Gareth-san, Riveria-san — con todo informado, Bell llamó al enano y a la hada.

Ellos preguntaron, tan temerosos como podían.

-- Sólo ella se puede salvar, los demás ya están muertos — algo se quebró dentro de Bell.

Simples palabras, tan desgarradoras como podían ser, atravesaron a todos los presentes que comenzaban a lamentarse.

Gareth asintió y Riveria preguntó cómo sería la forma en que Leene se salvaría.

-- Eso es algo que ella tendrá que decidir, no es algo muy lindo después de todo .

Y Bell le dijo eso, dejando en claro que no era su decisión.

-- Hey... — el chico se dirigió a la moribunda Leene.

-- ... — ella no pudo hablar, no tenía las fuerzas.

Pero al levantar la mirada dejó en claro que aún podía escuchar.

-- ¿Quieres seguir a lado de ese molesto lobo? ¿Quieres seguir apoyándolo aunque tu cuerpo no esté presente?

Bell había entendido las palabras de Bete, tan loco e imposible que suene, pero lo había hecho.

Había dejado en claro que los débiles no tenían que pelear, que ese era el trabajo de los fuertes. Que no había necesidad de que tiraran al vacío sus vidas.

El que lo dijera de una forma tan atroz fue para centrar el odio de sus compañero en él, para que pudieran desahogarse.

"Algo que no puedo evitar respetar..." — comentó para sí mismo.

-- ¿Quieres convertirte en su fuerza? — hizo la pregunta final.

Leene estaba sin fuerzas, al borde de la muerte. Era imposible que pudiera formar palabras.

Sin embargo, ella sonrió, una sonrisa feliz y pacífica se formó en sus temblorosos labios.

-- Quiero... hacerlo, por favor...

-- De acuerdo.

El sistema de conversión y transmutación del alma de Leene comenzó con esas palabras.

Todos lo vieron tomar la misma daga que había asesinado a los demás, Leene incluida.

-- Purifícate.

Llamas blancas salieron de su mano y cubrieron por completo la cuchilla negra sostenida por él.

Alvis estaba recitando el cántico, pero era necesario una leve palabra para no levantar más sospechas.

Unos momentos y las llamas se extinguieron, dejando a la vista una cuchilla blanca como la nieve y brillante como la luna.

[Maestro Bell, la Magia de sello tiene la condición de ser recitada por el usuario, al parecer esta misma tiene un sello sobre sí misma que me impide hacer el uso de ella]

"Bien, yo me encargo de recitar, tú has el proceso de conversión, transmutación y sellado, por favor"

[Déjelo en mis manos, maestro Bell].

-- —<Conjuga los tres aspectos de la mente: Conciencia, voluntad e inteligencia>—.

Comenzó su cántico.

Riveria observaba en confusión al igual que los demás, no entendieron lo de convertirse en su fuerza.

Lo único que habían entendido fue que Leene había aceptado con alegría.

-- —<Proyecta armonía en la reconciliación de los sentimientos con los pensamientos. Conjura la claridad mental para trascender la propia existencia en este plano>—.

Cada palabra atravesaba el corazón de Bell, todo este cántico demostraba su derrota en poder salvar a la chica delante de él.

-- —<Invoca la asistencia de Freyja. Sello que conecta con el trabajo en el misterio y la individualidad>—.

El hechizo estaba terminado, aunque parecía más una maldición. 

Con la daga blanca en su mano derecha, llevó la la izquierda con la palma abierta y la posó sobre la frente fría de Leene.

Fue un puente entre el alma y la daga.

-- —<[Folkvangr Freyja]>—.

Un destello azul nació en la habitación, esa misma luz se concentró y cubrió el cuerpo de Leene y la daga blanca.

60 segundos y todo resplandor desapareció.

-- Está hecho.

Con esas palabras libres de cualquier emoción, Bell se levantó y dirigió hacia Bete.

Se paró justo delante de él, a un brazo de distancia y extendió la daga blanca contra el pecho de Bete.

-- Ahora ella es tu fuerza, asegúrate de usarla correctamente y no manchar su sacrificio.

El lobo le dio una mirada de incredulidad.

-- Sellé su alma en la daga, ahora esta daga porta la voluntad de Leene-san.

Así que aclaró todo de la forma más fácil.

Todos los ojos en la habitación se abrieron, observando a ambos chicos que se miraban el uno al otro.

-- Fue su último deseo, <Vanargand>. ¿Lo cumplirás?

El lobo tan orgulloso como podría ser bien podía negarse y burlarse de la decisión de Leene, pero la mirada de Bell negó toda posibilidad.

Sus ojos rubí más fríos que la pálida luz de la luna y más precisos que los engranajes de un reloj.

Estaban perfectamente serenos que parecían inhumanos.

Su mirada no era aterradora ni penetrante.

Toda emoción simplemente había desaparecido de sus ojos como si se hubiera apagado un interruptor de luz.

Le faltaba una presencia real en sus ojos.

Como si su alma faltara.

Y aunque no fuera aterradora ni penetrante, todos se estremecieron.

Algo había quedado claro para Bete y todos los demás que miraban.

Bell había probado la derrota, y no le había gustado.

Sus ideales y convicciones así como sus ambiciones habían sido pisoteadas y escupidas.

Bete tomó la daga presionada contra su pecho, observándola detalladamente y viendo que ahora tenía una L roja en el comienzo de la hoja.

-- Gracias — y agradeció.

Bell siguió sin vida.

-- No agradezcas a un demonio.

Como si dejara en claro que lo que había hecho con Leene hubiese sido un trato con el diablo.

El chico comenzó su caminar, dirigiéndose hacia la salida de esta tumba.

-- Lo siento.

Esas palabras fueron para los demás.

-- Les fallé, ustedes confiaron en mí y yo les fallé.

Un gran lamento.

-- Lo siento.

X X X

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Varias personas estaban sobre el suelo siendo tratadas por los elfos, fue lo primero que Bell vió antes de captar a la diosa Loki.

Se sorprendió al verla aquí, pero no dudó en ir hacia ella.

-- Lo siento.

Una vez más se disculpó.

Loki, tan sorprendida como podía estar por verlo salir de Knossos, abrió sus rasgados ojos en shock.

Ella había sentido las muertes de sus hijos por la conexión de la <Falna>, y ahora mismo Bell se disculpaba con total sinceridad.

Siendo una diosa, no detectó mentira alguna.

El chico se lamentaba desde el fondo de su alma, si es que aún la preservaba.

Así que sacando conclusiones, ella llegó a una posibilidad.

-- Ja, ¿por qué te disculpas, chico?

Ella eliminó la responsabilidad que posiblemente se estaba echando a sí mismo.

Aún así.

-- Lo siento.

Bell una vez más se disculpó, luego cayó de espaldas hacia el suelo.

Había cruzado el límite del límite, la voluntad que lo había mantenido consciente se había esfumado.

Loki se quedó perpleja.

"Lo siento..."

Cayó en un profundo sueño.

X X X

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La noche había caído, un solo Hobbit estaba en cama. Sus párpados comenzaban a moverse.

-- ¿Estás despierto? — alguien preguntó a su lado.

Le tomó unos minutos aclarar su vista, con el color jade inundando su visión.

-- ¿Riveria...? ¿Dónde estoy?

-- En la clínica de Dian Cecht, haz estado inconsciente desde que la maldición fue eliminada por Bell.

Ella estaba sin su manto mágico, también un poco maltratada.

-- Tienes que agradecer a Bell, los esfuerzos de Aki y Raúl y a Airmid que terminó el tratamiento con magia curativa.

El blanco de la habitación iluminó sus ojos mientras escuchaba las palabras de Riveria, fue entonces que una vez su mente se aclaró se quiso levantar se golpe.

-- Cálmate, Finn. Regresa a descansar — pero Riveria se lo impidió.

Usó su mano para presionar el cuerpo del Hobbit contra la cama.

-- ...

-- ¿Sabes por qué estoy aquí? Para evitar que salgas de esta cama. Descansa, no es necesario que ocultes tus verdaderas intenciones.

Había sido leído como un libro.

-- Lo siento... — Finn sabía que tenían un largo tiempo siendo camaradas, no podía ocultar su enojo frente a Riveria o Gareth — ¿La situación, entonces...?

-- Knossos ha sido evacuado, todos están en la sede a excepción de unos.

-- ¿Gareth y los demás...?

-- También evacuaron, las puertas de Knossos se cerraron una vez que todos salimos.

-- ¿Y las bajas...? — se dejó de rodeos e hizo la pregunta importante.

Riveria esta vez no contestó enseguida, haciendo una mueca y ensombreciendo su mirada.

-- Hubo pérdidas, 6 muertos y 1 sellada. Lloyd, Crea, Anju, Liza, Kalos, Remilia y... Leene.

No entendió lo de sellada, aunque era cuestión de tiempo que se le explicara.

Riveria al ver que Finn se había recostado y no daba indicios de levantarse, se puso de pie.

-- Tengo que ir a la sede, hay alguien esperándome. Confió en que no harás nada loco, Finn.

La elfo se despidió y salió de la habitación.

X X X

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Calle Dédalo.

-- ¿Saliste con vida, Gareth?

Loki se dirigió al enano detrás de ella, observando la noche.

-- Sí, con vida.

-- Eres duro cómo el cedro, ¿sabías?

Estaban en lo alto de un techo. Loki colgaba una pierna sobre el borde mientras observaba la basta noche que cubría toda la ciudad laberíntica.

Gareth se sentó a lado de ella.

-- Finn ha despertado.

-- ¿Oh? Eso es bueno.

-- Loki.

-- ¿Mmm?

-- Lo siento.

-- ...

-- Por dejar que mueran tantos.

La diosa se quedó en silencio por unos momentos.

-- Tú también eh... al igual que ese chico de Freya.

-- Le debo mucho a ese muchacho, posiblemente hubiera habido más bajas de no ser por su magia peculiar.

La diosa y el enano no compartieron miradas.

Solo se quedaron en silencio, hasta que Loki habló otra vez.

-- Aún no sé cómo procesar las muertes de mis hijos. Sé que los volveré a ver y no es nuestra despedida final, soy una diosa después de todo. Una parte de mí entiende eso.

-- ¿Pero...?

-- Pero... no puedo dejar de pensar en sus rostros, ¿sabes? Saber que no los volveré a ver o manosear... se siente como perder el primer amor o un familiar cercano.

-- Entiendo.

Diosa y enano compartiendo penas.

-- Yo... creo que debí haber compartido más copas con ellos

-- ¿Eso piensas? Si... muchas copas más. Hubiera sido confortante.

Observaron la oscuridad frente a ellos con expresiones cansadas y pesadas.

-- Perdimos. Esas malditas puertas de Orichalcum nos dividieron, incluso si tuviera otra oportunidad, dudo que el resultado haya sido diferente.

El enano apretó sus dientes.

-- Esos "orbes" son la llave para todo en realidad, al menos es lo que dicen los informes de los demás.

-- Ese muchacho es el único con pase libre por su magia, habernos encontrado ahí, aunque no sé por qué estaba ahí en primer lugar, fue suerte.

-- Diría que le pidamos ayuda, pero el niño de Freya estaba abatido cuando se disculpó conmigo, es alguien tan bueno que no puede manejar una muerte, aunque no sea su culpa — Loki bufó — Parece que lo juzgué mal.

-- Sí, es un buen muchacho. Ahora mismo está en la habitación de Riveria, sus heridas ya fueron tratadas.

Otro silencio se presentó.

-- ¡Bien! Es hora de planear la venganza, reuniremos información sobre los orbes. Pon patas arriba todo lo que se relacione con esos desgraciados.

Loki sonrió.

-- Espérennos, idiotas. Esta guerra apenas comienza.

X X X

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Riveria abrió la puerta de su habitación y pasó, volviéndola a cerrar con seguro.

Llevó su vista hacia su cama, viendo a Bell sobre ella aún inconsciente. Lo había traído aquí después de que cayera sobre el piso en la salida de Knossos.

Usó toallas húmedas para limpiar su cuerpo, lo curó con su magia y dio todo tratamiento para que se despertara lo antes posible.

Y ya no se encontraba en ropa interior, Riveria había comprado una camisa negra y unos pantalones a juego para vestirlo.

-- Bell...

Ella se acercó y tocó la mejilla del chico.

Su rostro durmiente tenía un ceño fruncido, con sus labios temblando ligeramente en un tartamudeo.

-- No fue tu culpa.

Llevó sus labios a la mejilla de Bell y le dio un ligero beso, esperando que el chico no se atormentara por las muertes de sus compañeros.

Levantó su cuerpo nuevamente para dejarlo descansar y comenzó a desvestirse, quitando su traje mágico todo sucio.

Una vez quedó sin una sola prenda sobre su cuerpo, se dirigió a su bañera personal.

Se quería dar un baño antes de descansar.

X X X

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Una habitación pequeña, posiblemente el interior de una cabaña.

-- Bell, ¿por qué le gritaste a ese señor?

Una voz suave llegó a oídos del peli-blanco, que tenía una expresión de no saber nada de lo que estaba pasando.

Llevó su vista hacia el origen del sonido, viendo ahí una mujer sentada sobre la cama, estaba acariciando a alguien.

-- Ese señor fue grosero con el abuelo, le gritó por solo estar en el camino.

Otra voz llegó a oídos de Bell, siendo una infantil esta vez.

Con pasos indecisos, se acercó lentamente a la cama hasta lograr ver la segunda presencia.

Sus ojos se abrieron por la sorpresa.

-- Es... ¿yo?

Era inconfundible.

Un niño de aproximadamente 5 años de edad con cabello blanco y ojos rojo rubí estaba siendo acariciado por una mujer con cabello plateado.

Sólo su rostro estaba distorsionado, siendo irreconocible para Bell.

-- Entiendo, así que te enojaste porque ese señor fue malo con tu abuelo.

La mujer habló una vez más, el pequeño Bell asintió.

-- ¿Qué es esto...? ¿Un recuerdo? Si es así, ¿quién es ella?

Bell estaba confundido, observando a su yo pequeño y a la mujer con vestido gótico que le acariciaba.

Su rostro estaba distorsionado, pero por alguna razón estaba convencido de que estaba dando una sonrisa amable.

-- Sabes — la mujer volvió a hablar — Mi hermana y tú se parecen mucho. Son buenos, pero enojados dan miedo.

Un tono amable y acogedor.

-- ¿Hablas de mi mamá? — el pequeño Bell preguntó.

Se escuchó una ligera y alegre risa, proviniendo de la mujer, como si recordara a la mujer de la que estaba hablando.

Llevó su mano libre a la mejilla del pequeño.

-- Sí, hablo de ella. Una vez comí una golosina suya, cuando se enteró gritó tanto que la diosa Hera se tuvo que arrodillar para que se controlara. Hera, una diosa orgullosa hasta la médula, postrándose ante una mortal, fue divertido verlo.

Otra leve risa, como si encontrara divertido al recordar la escena en su mente.

-- Debido a su enfermedad ella tuvo que reposar, pero pasé mucho miedo ya que no se preocupó por su salud. Es por eso que los que se enojan por otros no se preocupan tanto por sí mismos.

Un tono un tanto triste impregnó su voz esta vez.

Bell se quedó escuchando el relato, no pudiendo hablar mientras escuchaba a la mujer.

Por alguna razón que no conocía, no podía dejar de escucharla, se sentía tan... nostálgico.

-- Eso hará que algún día pierdan algo importante, y me asusta — continuó con sus palabras — Por favor, no pierdas de vista quién eres, Bell.

El pequeño asintió otra vez, con su cuerpo siendo cubierto por una sabana.

-- Tía, ¿me cantas para dormir?

Y de pronto pidió una canción de cuna.

-- ¿Tía...? ¿Tuve una tía? — todo esto era muy extraño.

La mujer hizo un gesto pensativo, como decidiendo si acceder o no, aunque estaba claro que era a forma de broma.

Y aunque Bell no podía ver su rostro, supo que estaba sonriendo, como si ya hubiese visto su expresión en el pasado.

Como si estuviera viendo todo desde la perspectiva del pequeño Bell.

-- Mmm, está bien — finalmente la mujer aceptó — ¿Cuál quieres escuchar?

-- ¡La del conejito! — el niño no dudó en decirlo.

-- ¿Quién...? — La pregunta salió de Bell.

Esto le parecía tan familiar.

Y por alguna razón tenía un dolor confortante en su pecho.

Sus ojos comenzaban a cristalizarse.

-- ¿Quién...? — volvió a preguntarlo.

Su voz estaba quebrada mientras miraba a la mujer sentada sobre la cama que acariciaba al pequeño.

-- La del conejito, eh..., bien, será esa entonces — diversión y cariño en sus palabras.

-- ¡Sí! — el niño festejó.

-- ¿Quién es...? — y el chico se preguntó.

Todo esto era muy familiar.

La voz de la mujer era muy nostálgica.

Era....

-- Alguien importante...

Era...

-- Alguien a quién no debí olvidar...

Palabras sin sentido salían de su bocas como si estuviera en modo automático.

Su corazón, su ser, todo de él le gritaba desde el fondo.

Esa mujer.

Esta mujer era.

-- ¡Alguien a quien no quería olvidar...! — Su voz se elevó y se convirtió en un grito.

Por alguna razón sus ojos estaban derramando lágrimas, corriendo por sus mejillas y encontrándose en la barbilla.

El goteo sobre el suelo de madera llegó a sus oídos.

-- ¿Por qué el conejito de la colina tiene orejas largas?

La mujer comenzó su canto, su voz tan melodiosa como una cantante de ópera.

-- Porque su madre comió hojas largas cuando era bebé...

Una voz hermosa como el canto de un ruiseñor.

La expresión del pequeño Bell se apaciguó, disfrutando del canto de la mujer.

-- ¿Quién...? — Bell siguió preguntándose.

-- Por eso él tiene las orejas largas.

-- ¿¡Quién...!? — incluso la canción de cuna le era familiar.

Se acercó más a la mujer, inclinando su cuerpo para estar frente a ella, pero fue como si no estuviera ahí.

Como sino pudiera intervenir en esta memoria.

-- ¿Por qué el conejito de la colina tiene los ojos rojos?

Ella siguió cantando.

El amor, cariño y calor se desprendió por toda la pequeña habitación.

-- ¿¡Quién eres...!?

-- Porque su madre comió frutos rojos cuando era bebé...

-- ¿¡Cuál es tu nombre...!? — Quería saberlo.

Su alma le gritaba que necesitaba saber su nombre.

Quiso tomarla de los hombros, pero simplemente no pudo tocarla, como si fuera un fantasma de un lejano recuerdo.

Un fantasma de un efímero recuerdo.

-- Por eso él tiene los ojos rojos.

Con una nota final, la melodía terminó y el tono armonioso se esfumó.

Solo quedó el ambiente agradable.

Con dolor en su corazón, Bell cayó sobre su trasero en el piso, observando a la mujer y al niño.

-- Tía, tía — la voz del pequeño llegó.

-- ¿Si, Bell?

El chico se quedó callado y escuchando la plática que se desarrollaba.

-- ¿Yo tengo los ojos rojos porque mamá comió frutos rojos cuando estaba en su panza?

La pregunta fue inocente, como se esperaba de un niño.

La mujer se quedó en silencio por unos segundos, luego soltó una pequeña risa que ahogó con sus dedos.

-- Mmm, no sabes lo mucho que deseo que así sea, pero...

-- ¿Pero? — el pequeño ladeó su cabeza.

La mujer ahora daba la impresión de estar afilando su mirada.

-- Tus ojos me recuerdan al bastardo de tu padre, me dan ganas de arrancártelos. ¿Por qué Meteria no comió frutos azules o verdes?

La mujer siguió tan normal como fuera posible, ignorando el hecho de que había dicho que le quería arrancar los ojos a su sobrino.

El pequeño Bell tembló en alma y el grande sobre el suelo también.

La mujer notó eso y le dedicó una sonrisa, diciendo que era broma con un tono no muy convincente, aún así el pequeño Bell había asentido.

-- Es momento de dormir, mañana iremos a buscar tesoros al bosque, así que descansa para que tengas energías.

Ella indicó eso mientras golpeaba la nariz del pequeño con su dedo indice.

-- Está bien, mañana necesito encontrar las legendarias escrituras sagradas de mi abuelo.

El niño dijo eso y se acomodó para dormir, con una expresión inocente y complacida.

Bell desde el piso donde se encontraba escuchando notó que la mujer comenzaba a exudar un aura escalofriante.

-- Luego golpearé a ese anciano - comentó con voz baja, aunque Bell logró escucharla.

Se acomodó en la cama y rodeó en un abrazo al pequeño Bell, dando una sonrisa igual de complacida que el niño.

El tiempo corrió mientras ellos descansaban y Bell se mantenía en el suelo, tomando su cabeza con ambas manos y queriendo suprimir sus lágrimas.

Pero no podía.

-- ¿Quién es...?

No hubo señal de que este sueño acabara, así que se quedó ahí preguntándose, forzando a su memoria para recordar a la mujer.

Más que nada su nostálgica voz.

-- Hey, ¿estás bien?

Y fue sorprendido por esa misma voz.

Levantó su vista rápidamente, encontrándose con la mirada de la mujer, al parecer se había levantado y notado al chico.

O posiblemente lo había notado desde el principio.

-- ¿M-Me hablas a mí?

Preguntó con duda, con su voz tartamudeando.

-- ¿Ves a alguien más en la habitación? — ella bromeó — Por supuesto que te hablo a ti.

Se levantó de la cama y le ofreció una mano.

Bell dudó en tomarla, creyendo que no podría tocarla al igual que la primera vez anteriormente.

La mujer notó eso y extendió aún más su mano, tomándolo y jalando hacia arriba.

Lo sentó a lado de la cama, teniendo cuidado de no despertar al pequeño Bell.

-- Y bien, ¿por qué estás llorando? — preguntó amablemente.

Bell aún miraba su rostro distorsionado, pero no podía evitar llorar al tenerla de frente.

-- Yo... no lo sé, quiero saber quién eres, pero no puedo recordarlo... me duele.

-- Oh, así que es mi culpa. Te diría mi nombre, pero parece que tampoco lo recuerdo, qué extraño.

La mujer optó por una pose pensativa mientras decía eso, confundiendo más a Bell.

-- ¿¡Eh!? ¿N-No sabes tu nombre? ¿Lo olvidaste?

El chico no sabía por qué podía tener una conversación tan calmada con esta mujer, pero una sensación de paz lo llenaba con solo hablar con ella.

-- Al parecer es así. Pero debo decir que me da mucha alegría verte.

Tarareando y sonriendo un poco, ella habló una vez más.

-- Es que mírate, ya eres un adulto... je, ¿cuántos años tienes?

Su voz desprendía felicidad.

-- T-tengo 14, en 2 meses cumpliré 15 — respondió tímidamente.

Sus lágrimas habían secado y había optado por una actitud tímida ante la mujer frente a él.

-- Ya veo... has crecido demasiado, mi niño.

Nuevamente este ambiente acogedor lo rodeó.

-- Entonces... — Bell habló — ¿Eres mi tía...?

-- Sí, eso sí lo recuerdo, no podría olvidar a mi lindo sobrino, nunca.

Un dolor atravesó el pecho de Bell.

-- Lo siento... parece que yo te olvidé a ti...

-- No importa, guardo la esperanza de que lo hagas. Si algún día logras superar ese trauma tuyo y te acuerdas de mí...

El ambiente cambió, se estableció uno anhelante.

-- Entonces tengamos una charla importante. Una muy, muy dulce, amable e importante

Las lágrimas comenzaron a derramarse otra vez de Bell, quedando sin palabras y sollozando como un niño perdido que no encontraba a su madre. 

Gran amor y devoción lo inundó.

-- L-Lo prometo... — así que hizo una promesa.

La recordaría, a como diera lugar.

Triste pero tierno, amargo pero dulce, emocionante pero sincero.

Buscaría este recuerdo.

No se rendiría hasta encontrarlo.

-- Es una promesa entonces. Y ahora me veo obligada a preguntarte algo.

Sonó agradecida, pero en la siguiente su tono se había tornado serio.

-- ¿Q-Qué es? — su personalidad nerviosa hizo presencia.

Tuvo el presentimiento de que recibiría una reprimenda.

-- ¿Cómo estás? — fue su corta pregunta.

--¿Eh? B-Bien, creo.

-- No me estás entendiendo, estoy preguntando: ¿cómo estás?

Ahora supo a qué se refería.

Bajó su vista con gran tristeza y pesar.

-- Yo... dejé que muchas personas murieran... no pude salvar a nadie esta vez, perdí ante los malos.

El chico se convirtió en un pequeño que confesaba un mal amor a su madre, soltando lágrimas de dolor y tristeza.

La mujer extendió su mano y con el pulgar limpió las lágrimas al mismo tiempo que lo acariciaba.

-- Fue mi culpa, por mi culpa esas personas murieron.

Cargó con pecados que no le correspondían.

-- ¿Eso te molesta? — preguntó ella, acercándose más a él y abrazándolo.

Bell tardó un poco en responder.

-- Sí.

Voz llena de impotencia, de debilidad.

-- Yo te escucho, dime tus penas, Bell — ella lo reconfortó.

-- Me molesta... ¡Incluso si no tiene sentido culparme y nadie mas me culpa por sus muertes, todavía me molesta! ¡Tosí sangre y derramé lágrimas para de alguna manera hacer mi camino por ese camino, pero <Evilus> los asesinó como si fuera un maldito juego!

El chico gritó.

-- ¡Me quitaron la esperanza de finalizar el día con todos yendo con sonrisas en sus rostros a casa! ¡Me esforcé tanto y al final me robaron ese final feliz! ¡Me lo robaron! ¡Vi a las personas queriendo contener las lágrimas mientras miraban los cuerpos sin vida de sus compañeros!

Soltó toda su frustración acumulada.

-- ¡Tratan la vida humana como nada mas que algo que se puede usar, arrugar y tirar! ¡Eso me molesta, me enfada, me irrita! ¿¡Cómo pueden haber personas así!? ¿¡Cómo pueden haber dioses así!?

Dio rienda suelta a su corazón.

-- ¡Quiero venganza! Quiero que estén conscientes de que la muerte se les acerca! Y que nada... podrá cambiar eso. ¡Quiero que sientan mi dolor, el de las personas que mataron! Y que sepan que eso es lo último que sentirán... ¡en la vida!

También soltó su odio.

Eso preocupó demasiado a la mujer.

-- ¡Yo...! Yo.... Estoy cansado de todo esto...

Y dio su frustración.

-- Me cansé, tía... siento que no puedo más.

Todo quedó en silencio, tanto la habitación como ellos, sólo era Bell siendo abrazado por su tía.

El tiempo pasó, tal vez siendo segundos, minutos, horas o días.

Bell fue consolado por la mujer, siendo acariciado mientras sus sollozos se aplacaban poco a poco.

Finalmente.

-- Haz pasado por mucho, mi pequeño. Pero el camino del héroe nunca ha sido fácil, si lo fuera, cualquiera podría serlo. No debes desesperar, no debes doblegarte y no debes rendirte.

La mujer ofreció palabras de consuelo.

-- Por todas las cosas malas que pasen, sonríe. Aunque te duela el corazón, sonríe. Incluso aunque... esté roto. Cuando no haya nubes en el cielo te las arreglarás.

No estaba diciendo las palabras que Bell necesitaba escuchar, estaba diciendo las palabras que ella quería que él escuchara.

-- Y si tu corazón no sana, entonces márchate y cúrate. La distancia a veces es la única manera de encontrar la paz.

Reforzó el abrazo, lo reforzó tanto para poder transmitir los sentimientos.

-- Mírame — se apartó un poco e indicó eso.

El chico levantó la mirada, pupilas dilatadas y enrojecidas por el llanto.

-- ¿Cuál es tu nombre?

-- ¿Eh? ¿No sabes mi nombre...?

-- No, yo sé tu nombre — su rostro distorsionado, pero una sonrisa fue clara — Solo quiero ver que tú lo sepas.

El chico quedó aturdido.

-- Yo sé quién eres... puedo decirlo por tus recuerdos; los guardias, los sanadores, las personas a las que ayudas. Y desde tus recuerdos veo cómo salvas vidas, que no pides reconocimiento, ni recompensa, ni siquiera las gracias.

Su voz se tornó solemne.

-- No importa lo que digan los periódicos, rumores o noticias, ni todo el mundo, ellos no definen quién eres, lo haces tú...

Sonaba orgullosa de lo que se había convertido su sobrino, un héroe en pleno derecho.

-- Y no con palabras, sino con tus acciones. Todo se sabrá, las injusticias y asesinatos, pero hasta entonces... sigue luchando.

Llevó su mano a la mejilla del joven.

-- Yo haré lo mismo — mencionó levemente, como si tuviera una resolución desde el lugar donde se encontraba su cuerpo físico — Así que dime, ¿cómo te llamas?

No tardó ni un segundo cuando Bell respondió.

-- Bell... Bell Cranel — el rostro de la mujer estaba distorsionado, pero estaba seguro que detrás de todo eso, ella estaba sonriendo por su respuesta.

-- Ese es mi sobrino, no olvides nunca quien eres y quién podrás llegar a ser.

Lo felicitó con alegría.

-- Y sobre desear venganza... — y pasó a lo que le preocupaba, la cordura de Bell.

No podía dejarlo ir de aquí sin dejarle claro eso.

-- Un héroe no mata gente, eso envenena. Corroe el corazón, sin darte cuenta te convierte en alguien malo. No dejes de ser tú, un chico puro de corazón, amable por naturaleza y gentil por voluntad.

Otra vez dio la imagen de estar sonriendo.

-- Cualquier situación que se te presente, cualquier batalla interna que lidies, siempre podrás elegir, mi hermana Meteria, tu madre, me enseñó eso. Ella eligió dar su vida para tenerte a ti y que puedas ser feliz. Bell, somos lo que nosotros elegimos ser y siempre podemos elegir hacer lo correcto.

Bell escuchó atentamente todas sus palabras, sin poder desviar su vista de ese distorsionado rostro.

-- Y si alguien te derrota, ¿qué haces?

La mujer le hizo una pregunta.

-- Me... levanto.

-- Sí, no importa cuantas veces te derroten, siempre tienes que encontrar la forma de levantarte. Eso es lo que hace un héroe.

Terminó sus palabras y lo volvió a encarcelar en un abrazo, Bell no puso resistencia.

-- Y tú serás del héroe más genial de la historia, así que debes de esforzarte aún más, Bell.

El tiempo restante lo pasaron abrazados, con Bell agradeciendo las palabras de su misteriosa tía.

Un tiempo después.

Mientras compartían un tiempo entre ellos, el lugar dio un ligero temblor.

-- Supongo que nuestro tiempo se terminó... — comentó la mujer con cierto tono de tristeza.

-- Sí... no tardo en despertar

Bell ya había caído inconsciente un buen numero de veces, lo que lo llevó a saber cuándo se despertaría.

-- Bell — ella quiso dar un aliento — Para que me recuerdes al despertar, te diré unas palabras.

El chico prestó atención.

-- Que tu corazón no me olvide.

Solo por un instante, un corto instante, ese rostro dejó de estar distorsionado.

Alcanzó a ver unos hermosos ojos heterocromáticos.

Esa frase, fue imposible que la olvidara.

Era la misma que la mujer de sus sueños siempre le decía, sin falta alguna.

El chico sonrió mientras sus ojos comenzaban a cristalizarse.

Una lágrima se escapó y corrió por su mejilla.

-- Escuchar eso... no me ayuda — dijo con tristeza — No sé tu nombre...

Su voz se tornó melancólica.

La mujer sin embargo, sonrió.

-- Pero lo descubrirás, ¿no? Me lo prometiste, y no dejaré que rompas esa promesa.

Eso cambió todo.

--  — sonrió con determinación — Cumpliré con esa promesa.

-- Suerte entonces. Hasta que nos volvamos a ver, cuídate.

Se acercó y le dio un beso en la frente. 

-- Diles a esas mocosas que la pasarán mal cuando regrese. 

Todo se desvaneció.

X X X

.

.

.

La tenue iluminación asaltó sus ojos, haciendo que poco a poco los fuera abriendo.

Lo que asaltó su visión fue un plafón color crema, uno no familiar para él.

-- ... ¿Dónde estoy?

Voz modorra y cara adormilada.

Al bajar su vista notó que estaba en una cama que nunca había visto, haciendo que cerrara sus ojos mientras trataba de recordar lo último en su mente antes de caer desmayado.

"Me disculpé con la diosa Loki y después caí de espaldas por el cansancio..."

Recordó el rostro sorprendido de la diosa al verlo en ese lugar.

"... Así que debo de estar en su sede, la [Mansión Crepúsculo]"

-- Debieron tratar mis heridas y darme una habitación para reposar, que considerados.

Quiso levantarse para checar su cuerpo, pero pronto notó que algo se aferraba a su torso.

"Esta sensación..." — lo supo de inmediato.

Estaba siendo abrazado.

Rápidamente quitó las sábanas blancas que lo cubrían, con su rostro perdiendo color al ver a una mujer muy conocida para él.

-- ¿¡R-Riveria-san!?

Exclamó su nombre, haciendo que la mencionada frunciera el ceño en molestia.

-- Mm~ Bell...

Ronroneó su nombre y reforzó el abrazo en el abdomen del chico, acurrucando su rostro contra el pecho y dando una sonrisa complacida.

Parecía estar abrazando su almohada o peluche favorito.

Y Bell la dejaría seguir durmiendo e incluso se atrevería a devolver el abrazo, pero la situación era un poco incómoda.

-- Riveria-san, Riveria-san — así que decidió despertarla mientras la meneaba ligeramente.

Unas sacudidas más y la hermosa elfo lentamente abrió sus ojos, con una expresión tonta debido a recién despertar.

Pestañeó un par de veces para enfocar su vista y una vez captó a Bell, sus ojos de abrieron de par en par, abrazándolo por el cuello al instante.

Se colocó encima de él, estando a horcajadas.

-- ¡Bell, despertaste! ¿¡Cómo estás!? ¿¡Te sientes bien!? ¿¡No te duele nada!? ¿¡Sientes alguna molestia!?

Atacó con pregunta tras pregunta con un tono preocupado, tomando un poco, solo un poco de distancia para poder ver a Bell.

Tomó ambas mejillas del chico con sus manos, alineando sus miradas, jade con rubí, rubí con jade.

-- E-Estoy bien, perfectamente bien — respondió el chico — Gracias por preocuparte.

Alivio inundó la cara de Riveria al escuchar su respuesta, pero se fue tan rápido como vino al recordar lo sucedido en Knossos.

Hizo una expresión complicada y habló.

-- Bell... sobre lo hace 2 días, no quiero que te atormentes, no fue tu culpa...

Sus hermosos ojos plasmaban preocupación y angustia pura.

Pero contrario a lo que esperaba, el chico sonrió mientras llevaba su mirada al plafón de la habitación, como si recordara algo. Soltó un suspiro desdeñoso y la volvió a mirar, entregándole un suave y amable sonrisa.

-- Lo sé, alguien me ayudó a entenderlo. Así que no te preocupes, estaré bien.

Una sonrisa tan bella y pura atrapó la atención de la bella hada, haciendo que abriera sus ojos con sorpresa.

Sus mejillas se ruborizaron.

-- Dejando de lado eso, Riveria-san...

Bell cambió el tema a lo que mas le interesaba ahora, siendo Riveria en este caso.

Ella salió de su sorpresa y ladeó ligeramente su cabeza.

-- ¿Si?

Dio una expresión confusa por el actuar nervioso del chico, viendo que sus mejillas comenzaban a sonrojarse y esos bellos ojos rubíes se fijaban en su escote.

-- ¿¡Por qué estás en ropa interior!?

El chico perdió toda calma mientras observaba a Riveria que portaba un conjunto de lencería negra, un sostén negro semi-trasparente y una panty del mismo diseño.

Bordados de cerezos se alinearon en el borde de la ropa interior que resaltaba el escultural cuerpo de Riveria, cubriendo las partes indicadas y dejando a la vista todo lo demás.

Su blanca y brillante piel.

La superficie de sus bien formados pechos y su abdomen plano, la parte baja con sus piernas y trasero no estaban en su línea de visión, pero Bell podía apostar a que eran igual una maravilla para la vista.

NOTA: Aquí les dejo el contexto gráfico para los cortos de imaginación Bv

Fue entonces que Riveria recordó que había dormido de este modo mientras cuidaba a Bell.

Sus ojos se tornaron avergonzados y sus mejillas estallaron de un rojo brillante.

Sus labios estaban temblorosos mientras pensaba en una excusa que pudiera sacarla de este problema y no terminara como una pervertida.

-- V-Verás... — un gran tartamudeo — E-Esto es porque — su voz estaba llena de vergüenza — ¡E-Es para compensarte por haberte visto desnudo en ese momento!

Y finalmente eligió la opción de que estaba igualando la posición de Bell cuando lo encontró en Knossos.

-- ¡E-Es para que estemos parejos, yo te vi en ropa interior a-así que lo justo es que tú me mires en ropa interior!.

Ahora mismo se estaba cubriendo con el mismo cuerpo de Bell, aplastando sus pechos con el del chico y usando sus suaves piernas para impedirle el movimiento.

-- ¡¡D-Digamos que sería un balance perfecto, cómo debe de ser!!

Terminó con su explicación.

Sus largas y delgadas orejas estaban brillando de un rojo intenso mientras vapor se desprendía de sus puntas.

Riveria había alcanzado un nuevo nivel de vergüenza.

-- Y-Ya veo, su-supongo que es normal viniendo de los elfos, su orgullo no les permite estar en deuda con otras personas...

Y de alguna manera el idiota de Bell se había tragado todo el cuento.

Ahora, Riveria debería de suspirar de alivio y agradecer la incredulidad de Bell, pero por alguna razón no podía dejar de verlo fijamente.

Estaba...

-- ¿¡Ja!? ¿¡Crees que mostraría mi cuerpo semi-desnudo a otro hombre solo porque accidentalmente lo vi de la misma manera!? ¡¡No seas tonto!!

... Enojada.

Estaba molesta, demasiado que ahora el rojo no era de vergüenza sino de ira.

El chico se aterró por la mirada penetrante que le estaba dando Riveria.

-- ¿¡Crees que me siento culpable por verte casi desnudo!? ¡Claramente no! ¡Es más, hasta lo disfruté! ¡Me encantaría verlo otra vez, tonto!

La sofisticada Riveria se había ido y una Riveria indignada había llegado en reemplazo.

Y Bell estaba temblando como un conejito que había perdido de vista su manada, estando en las fauces de un furioso dragón verde jade.

-- ¡P-P-Perdóoooooooooooon!

Hizo lo que cualquier persona con poco sentido común haría en estas situaciones.

Disculparse.

Perdir clemencia con el alma.

Aún encima del chico, Riveria suspiró al escuchar las disculpas del chico, alzó su cuerpo y quedó prácticamente sentada sobre la cintura de Bell.

El joven conejo tenía una vista en plano nadir sobre el cuerpo de Riveria, notando que sus pechos eran considerablemente grandes.

-- Perdón, perdí la compostura hace un momento — ella tosió elegantemente y se disculpó.

Bell solo pudo asentir.

-- Entonces... — un poco de rubor adornó sus mejillas — ¿Q-Qué tal? ¿Me veo... bien?

Sus ojos jade antes molestos se veían intimidados, o más bien, esperanzados mientras un poco de líquido les daba un brillo peculiar.

Quería saber la opinión del chico debajo de ella.

T-Te ves hermosa, tu cuerpo también es hermoso... justo como lo imaginaba, no, superó mis expectativas.

Bell fue sincero, igualmente avergonzado mientras daba su comentario y miraba a Riveria.

Aunque de alguna manera (técnica secreta), estaba viendo sus ojos y pechos al mismo tiempo.

Lo cual no era imposible ya que ella le estaba dando una vista de abajo hacia arriba, pero eso no lo hacía fácil.

E-Es así... ya veo — ella dio una ligera y suave risilla — Qué alegría

Una hermosa sonrisa llena de satisfacción floreció en ella, denotando su felicidad al recibir un comentario positivo por Bell.

Se inclinó hasta nuevamente presionar sus pechos con el pecho del chico, colocando su rostro a centímetros del de él.

Sus respiraciones golpeaban las mejillas del otro.

Bell no sabía qué estaba pasando, de alguna manera el ambiente había cambiado a uno romántico y deseoso.

"¡Q-Qué está pasando...!?" — estaba entrando en conflicto al ver la mirada anhelante en los preciosos ojos de Riveria.

Su largo y hermoso cabello estaba suelto, así que caía a forma de cascada por ambos lados de su rostro.

Bell... — ella habló.

Un tono suplicante, hechizante y encantador.

¿¡S-S-Sí!? — el joven estaba nervioso por todo lo que estaba pasando.

Riveria acercó más su rostro, ahora su nariz chocaba con la de Bell y podía sentir el calor que desprendían sus mejillas.

¿Me besarías...? — después de tanto tiempo.

La pregunta fue hecha.

Desbordando sentimientos, desbordando anhelo, desbordando deseo.

Tantas emociones contenidas y liberadas en una pregunta conformada de dos palabras.

No hubo respuesta inmediata, pero tampoco lo estaba pensando.

Bell se había perdido en los labios de Riveria que amenazaban con tomarlo en cualquier momento.

Eran hermosos, como algo que nunca antes se había tocado, desprendían pureza.

Riveria en lugar de molestarse y exigir una respuesta acercó más sus labios a los del chico, avanzando cada vez más al no ser impedida.

Bell no se resistía o negaba, así que fue todo lo que necesitó para avanzar y besarlo.

Y cuando llegó al punto que sus labios rosaban y sentían el calor que ambos desprendían, Riveria sintió que su corazón saltaba tan ferozmente que podía romper su pecho.

Se quedó estática, no sabiendo si avanzar o retroceder, solo estaba ahí, sintiendo el roce de sus labios con los de Bell.

El tiempo se detuvo para ambos, el espacio se distorsionó y todo excepto ellos desapareció.

"¡...!" — un frenesí de emociones asaltaron todo el ser de Riveria.

Bell había dado el último paso, uniendo sus labios y transmitiendo la calidez de ellos hacia Riveria.

Y la sorpresa duró poco, más exacto es decir que Riveria la obligó a esfumarse, cerrando sus ojos y experimentando la sensación de su primer beso.

Un microsegundo se separaron y volvieron a unir, usando delicados movimientos para sentirse el uno al otro.

La humedad y suavidad; su cuerpo se estaba estremeciendo por todo el frenesí emocional que experimentó de golpe.

Su cuerpo se calentó mientras sus labios colisionaban con los de Bell.

Un simple beso, uno normal, envió todo tipo de sentimientos a chocar entre sí.

Segundos y un par de minutos, una vez separó sus labios abrió sus ojos que se habían vuelto cristalinos.

-- Ah— estaba sin palabras, viendo a Bell que igual le miraba a ella.

Ambos estallando en un rojo brillante.

-- P-Perdón... no resistí la tentación de hacerlo — Bell desvió la mirada mientras se disculpaba.

Eso lo hizo ver más lindo a vista de Riveria.

-- N-No, me encantó que lo hicieras... hace mucho que quería besarte — confesó la avergonzada elfo.

-- Y-Yo igual... se sintió demasiado bien... — contestó el conejo.

Y ahora, ambos estaban en una encrucijada.

Los dos nerviosos y avergonzados, sin saber qué más decir.

El silencio era agradable, pero Riveria quería seguir intercambiando comentarios con él, y en la remota posibilidad, volver a besarlo.

Qu estuviera encima de él y pudiera sentir el calor corporal de Bell no ayudaba mucho, ya que la tentaba a pedir algo más atrevido.

-- ¡C-Cierto! — finalmente, como si un foco se iluminara sobre su cabeza, Riveria habló — H-Hay algo que quiero que veas.

Bell mostró interés.

-- ¿Q-Qué es...? — pero la actitud de la elfo le dada sospechas

Ella dudó un poco mientras llevaba su mirada de un lado a otro.

-- E-Espera un momento por favor, me voy a bajar de ti...

Diciendo eso, movió sus piernas y se levantó de la cama, ahora mostrando todo su cuerpo a Bell, este mismo abrió sus ojos en shock al verla en cuerpo completo.

"¡E-Esto es demasiado...!" — estaba fascinado.

-- M-Me daré la vuelta para ir por algo a mi clóset y después al vestíbulo.... — su cara se enrojeció — N-No mires mi trasero... ¿e-entendido?

Estaba parada frente a él de forma frontal, protegiendo su parte trasera de la vista de Bell.

-- N-No lo haré — respondió Bell mientras cerraba sus ojos.

Riveria lo vio por unos segundos y al ver que no abría sus ojos, se dio la vuelta para dirigirse al armario.

Pero... estaba caminando muy lento, y de una forma provocativa mientras balanceaba su cadera de izquierda a derecha.

Tímidamente observó sobre su hombro hacia dirección de la cama, sorprendiéndose al ver que Bell seguía con sus ojos cerrados.

-- ¿¡En serio no me estás viendo!? — preguntó mientras se daba la vuelta.

Bell dio un brinco sobre la cama al escuchar su tono furioso.

-- ¡Dijiste que no lo hiciera! — exclamó de forma graciosa con sus ojos cerrados todavía.

-- ¡Fue mentira, obviamente quiero que me veas! — refutó molestamente Riveria.

-- ¿¡E-Entonces por qué me dijiste que no viera!? — volvió a exclamar el conejo.

-- ¡Para no verme tan pervertida al decir que sí quiero que me veas, tonto! — volvió a refutar Riveria.

Y Bell no contestó esta vez, sintiendo sus mejillas arder y poco a poco abriendo sus ojos.

-- E-Entonces te miraré... — dijo con determinación.

Tomó por sorpresa a Riveria, pero se recompuso y tímidamente asintió, con sus mejillas ruborizadas.

-- B-Bien, entonces vuelvo en un momento.

Se dio la vuelta lentamente mientras su corazón latía con ferocidad, ahora mostrando su espalda y trasero desnudo a Bell.

Y era desnudo porque su panty no cubría demasiado, era más un pequeño, demasiado pequeño pedazo de tela semi-trasparente que dejaba todo menos lo importante a la vista.

Sintió que le miraban fijamente, regresó su mirada sobre su hombro y vió a Bell que parecía hipnotizado por su cuerpo.

Ella sonrió victoriosa y reanudó su caminar, haciendo un movimiento con sus caderas cada paso para darle un buen espectáculo al chico sobre la cama.

Paso lento tras paso lento hasta llegar a su armario, tomó una bolsa negra con un emblema (posiblemente el de la tienda donde lo compró) y pasó al vestíbulo.

Desapareció de la vista de Bell y el chico suspiró pesadamente, al parecer había contenido su respiración durante todo el modelaje que Riveria le dio.

X X X

.

.

.

Tomé una posición sentado sobre la cama, colocando mi mano derecha sobre mi pecho que parecía querer reventar.

-- Eso fue demasiado para mí, es lo mismo que cuando estoy con Axela...

Claramente aún soy un novato cuando de momentos íntimos con mujeres se trata, di un suspiro cansado por eso.

Exploré la habitación con mi vista, notando que su tamaño era considerablemente grande. La cama de un tamaño matrimonial y muy cómoda.

Tiene un armario, un escritorio donde posiblemente Riveria-san revisa el papeleo, una puerta que lleva hacia la bañera supongo y la otra puesta que Riveria-san acaba de usar, el vestíbulo he de suponer.

-- Es lindo y agradable.

El interior es como se esperaría de la habitación de una mujer, y mejor aún cuando se trata de una tan sofisticada como Riveria-san.

Tiene un buró con pequeñas macetas con arbolitos decorativos.

-- Claro, es una alto elfo después de todo... espera, espera.

Mi rostro perdió color mientras me daba cuenta de mis propias palabras.

Riveria-san es una alto elfo, y perteneciente a la realeza además de ser hija del rey de los elfos.

-- Eso quiere decir... que acabo ver el cuerpo casi desnudo de una princesa... otra vez...

Creo que siempre ignoré ese tema, pero ahora que lo pienso si tiene sentido que todos los elfos de la ciudad intentaran matarme cuando se supo del incidente en el piso 18 donde toqué el pecho de Riveria-san.

-- *suspiro* no dejo de meterme en problemas...

Suspiré de forma cansada mientras maldecía a mi suerte.

-- Bell, ya estoy lista.

-- ¡...!

Y fue sacado de mis pensamientos cuando la voz nerviosa de Riveria-san llegó a mis oídos.

Llevé mi vista hacia el origen del sonido, viendo a Riveria-san que solo mostraba su rostro detrás de la puerta.

-- ¿E-Estás bien?

Pregunté un poco preocupado.

Su cara estaba demasiado roja, y sus ojos daban indicios de querer llorar.

O posiblemente solo estaban cristalizados por la vergüenza.

-- S-Si, ahora salgo. E-Esto lo compré exclusivamente para ti, quiero que me digas cómo me veo...

Entiendo, entonces esa humedad en sus ojos si es por la vergüenza.

"Qué linda"

Su forma tímida es muy linda.

-- Comprendo, entonces cuando estés lista, yo daré mi sincera opinión.

Sonreí para poder darle confianza, y veo que funcionó ya que ella asintió con ojos determinados.

Ni un momento mas y dio un paso fuera, dejando de cubrir su cuerpo con la puerta.

-- ¿¡Qué demo—!?

Fue demasiado.

Caí de espaldas sobre la cama mientras sentía algo salir de mi nariz, o posiblemente fue mi imaginación, pero así lo sentí.

-- ¿¡Bell!?

La voz de Riveria-san llamándome fue lo último que escuché.

Estaba perdiendo el conocimiento, de la misma manera que lo hice cuando Axela modeló un traje de oficinista para mí.

X X X

.

.

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-- ¿En serio estás bien...?

La pregunta vino de Riveria, viendo con preocupación al joven sentado sobre la cama que anteriormente había recibido un K.O.

-- S-Sí... estoy bien, es solo que no esperé un ataque de esa magnitud — comentó todavía con una mano en su cabeza.

Aún se sentía adormilado.

-- E-Entonces no te gustó... ¿verdad? — comentó Riveria con tristeza.

Aún estaba vestida con el traje que había noqueado a Bell.

-- ¡N-No, por supuesto que no! ¡Te ves preciosa, ese traje te queda hermoso! Y... mu-muy sexy...

Y Bell tuvo que apresurarse a negar todo eso, recalcando que Riveria se veía bellísima y extremadamente sexy.

La elfo bajó su mirada avergonzada, luego la levantó y llevó su vista hacia el espejo de cuerpo completo que estaba en su habitación.

-- ...

Un rubor estaba presente en sus mejillas.

Regresó su vista al sentado Bell y poco a poco caminó para sentarse a su lado en la cama.

Llevó su mano a la del nervioso chico y la presionó con fuerza.

-- G-Gracias...

Agradeció con gran felicidad.

-- Oye... — y un tono hechizante y encantador se presentó en su voz — ¿Estaría mal si te pido otro beso...?

La vergüenza adornó sus ojos mientras su rubor se extendía hasta sus orejas.

Bell fue tomado por sorpresa, pero se determinó.

-- No... no estaría mal, yo también quiero volver a besarte — comentó para alegría de la elfo.

Ambos alzaron sus miradas y se encontraron con la del otro, acercando sus rostros poco a poco para volver a unir sus labios.

Cerraron sus ojos para maximizar sus demás sentidos.

*¡Tock!* *¡Tock!* *¡Tock!* *¡Tock!*

Alguien tocó con fuerza la puerta.

Ambos abrieron sus ojos por la sorpresa mientras el ambiente meloso se esfumaba.

-- ¡¡Hey shotacona!! ¡Aquí Loki! — la voz animada de una diosa llegó a oídos de ambos — ¡Deja ya de acosar a ese chico y baja que tenemos la reunión para planear la venganza!

*¡Tock!* *¡Tock!* *¡Tock!*

Volvió a tocar repetidamente con fuerza.

-- ¡Ya te oí, Loki!

Riveria gritó con ira, tanta que el toqueteo detrás de la puerta se detuvo abruptamente y Bell comenzaba a sudar.

-- ¡E-Entendido! — después de eso, ya no se escuchó nada fuera de la habitación.

Un silencio un tanto incómodo adornó el interior de la habitación.

-- Le patearé el trasero a esa idiota hasta dejarlo tan plano como su pecho... — la malicia fue tanta que causó escalofríos en Bell.

El chico temía por la vida de esa desafortunada diosa.

-- Bell, bajemos — su voz volvió a la amable cuando le habló — Una vez me desocupe, podríamos volver a agendar nuestra cita, quisiera, no, me encantaría pasar un tiempo a solas contigo.

Dijo eso de forma tierna.

El chico sonrió.

-- Está bien, esperaré ese día con ansias.

X X X

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-- Oye, cone— <Asesino de Toros>.

Ya había bajado con Riveria y estaba a punto de marcharse después de que por alguna razón muchos dependientes de Loki le agradecieran.

Raúl con un tono orgulloso y dedicado, Narfi con rubor en sus mejillas e incluso Finn le agradeció con gratitud por la ayuda que les brindó.

Y como todos estaban yendo al comedor para hablar sobre sus próximos movimientos, Bell se había despedido de Riveria y todos los demás.

Estaba por marcharse cuando Bete lo llamó, acompañándolo a la salida de la sede.

-- Gracias, por lo que hiciste con el alma de Leene.

Extrañamente el lobo Tsundere supremo estaba siendo sincero.

Tenía su mirada en la daga blanca sobre sus manos.

-- Te lo dije, ¿no? Agradecer a un demonio no es necesario — respondió Bell.

Bete bufó por esa respuesta.

-- Como digas — comentó — tus acciones fueron mejores que las mías.

Había pesar en sus palabras, perfectamente escondidas pero con Bell notándolas.

De alguna manera lograba entender el lamento del lobo a su lado.

Fue por eso que decidió decirle algo como ayuda.

-- <Vanargand>, las acciones forjan al hombre — dijo con tono sabio.

El lobo se burló, pero no de Bell, sino de él mismo.

-- Sí, pero mis acciones empeoraron todo — él se refería a su desprecio hacia los débiles — Soy un farsante, un impostor.

A vista de Bell parecía alguien que había perdido mucho.

-- Mis amigos confiaron en mí pero, ellos necesitan un héroe — queriendo decir "necesitan a alguien como tú"

Bell se rió ligeramente por eso.

-- Pues se un héroe — así que dijo eso con firmeza.

Bete negó con la cabeza.

-- No lo entiendes, ni siquiera debería de estar aquí — dijo con frialdad para él.

-- Exacto — Bell no lo negó — viajaste mucho para buscar algo que no está aquí, ¿no lo ves? No es por ti, es por ellos.

El chico habló como si comprendiera todo.

-- Lo haces ver fácil, yo... no puedo volver.

-- Es que no hay elección, <Vanargand> — detuvo su caminar y lo miró fijamente — Ningún hombre puede huir de su propia historia.

Con eso, dio una sonrisa confiada y descarada, comenzando a caminar otra vez.

Bete se quedó ahí, viendo su espalda mientras se alejaba.

-- Desgraciado, sí que sabes hacer uso de las palabras.

Él extendió una sonrisa y dejó sus colmillos al descubierto.

X X X

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[Maestro Bell, ¿cuáles serán sus próximos movimientos?]

Estaba corriendo y saltando por los techos cuando Alvis le habló.

"Salvaremos a Haruhime-san, voy por mis armas y mi traje" — respondió en sus pensamientos.

[Entendido, daré lo mejor de mi apoyándolo]

"Gracias, estaré a tu cuidado"

Siguió saltando sobre los techos mientras se cuidaba de no ser visto, después de todo, su novia Axela posiblemente lo estaba buscando.

"No me irá bien si me encuentra ahora, y no me soltará pronto cuando me atrape..."

Sabía que Axela lo iba a torturar de las peores maneras que se imaginara, y ya estaba resignado a aceptarlo, pero sería después de rescatar a la Renard que conoció en el Distrito del Placer.

Le tomó poco tiempo cuando llegó a su hogar y se saltó la barda trasera, teniendo extremo cuidado y escondiéndose en la fragua de Welf.

X X X

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-- *silbando*

Welf estaba de camino a su forja para seguir con el invento que Axela le había pedido "amablemente" que hiciera.

-- Casi pierdo la vida ayer — comentó mientras recordaba le escena de él negándose y Axela colocando la Katana en su cuello en consecuencia.

Realmente esa chica era aterradora con todos menos Bell y ciertas personas (Kaguya y Anya).

Llegó a la fragua y la abrió de una patada debido a que tenía varios frascos en sus brazos.

Una vez adentro, dejó todo sobre una mesa de trabajo y estaba listo para comenzar sus mezclas. 

-- Pensé que nunca vendrías — una voz lo espantó e hizo dar un brinco.

-- ¿¡Hiiiii!?

Una reacción patética para un hombre.

Llevó su vista hacia el origen de la voz y vió a Bell sentado en la esquina de la pequeña habitación.

Camisa negra y pantalones negros, una sonrisa divertida por ver la reacción de susto que había hecho.

-- ¿¡Bell!? ¡Qué demonios! ¿¡Dónde has estado todo este tiempo!? ¡Sabes, tu novia estuvo a punto de matarme repetidas veces a mí y a los demás!

Primero se sorprendió, luego se preguntó dónde había estado y finalizó con un reclamo.

-- Y-Ya veo, Axela ha estado furiosa eh...

Bell puso atención a lo último, que era lo más preocupante para él.

-- ¡La palabra furiosa le queda corta! ¡No he podido dormir a gusto por el miedo que de repente comience a lanzar rayos de fuego en cólera!

Claramente el joven peli-rojo estaba traumado.

-- P-Perdón por eso, me aseguraré de compensártelo con unas bebidas en el Bar de Mia-san — Bell procedió a negociar.

Welf se quedó viéndolo unos segundos para después sonreír.

-- ¡Bien, eso me sirve! — comentó con alegría.

El peli-rojo se sentó y preguntó dónde había estado todo este tiempo, con Bell explicando todo después de que se separaran en el Distrito del Placer.

Sobre Haruhime y la batalla en ese laberinto artificial.

También avisó que su máscara había sido incinerada, lo que hizo que Welf se lamentara.

-- Es por eso que necesitas tus armas y traje, entiendo. ¡Es la oportunidad perfecta ya que diseñe un nuevo traje para ti! El material es igual que el otro, con la piel de ese <Goliat> y añadí bordes de <Adamantita>.

-- Gracias por eso — agradeció con honestidad — Y hablando de Axela, ¿ella está aquí ahora?

-- No, salió con su amiga llamada Kaguya, al parecer están entrenando después de buscarte por todos lados. Amigo, si algo sé, es que no te espera nada bueno una vez Axela-sama te encuentre.

Welf ofreció sus condolencias, como si supiera que la muerte de Bell fuera inevitable.

-- E-Es así... supongo que no se puede evitar — aceptó su destino — Por cierto, ¿estás trabajando en algo nuevo? Hay muchos frascos.

Bell se refirió a todos los frascos sobre la mesa de trabajo.

-- Oh, eso... es un producto que Axela-sama me pidió "amablemente" que hiciera — respondió sin dar muchos detalles.

-- ¿Axela? ¿Y qué fue lo que pidió?

-- Lo siento amigo, pero eso es confidencial. Estamos hablando de mi vida aquí, si descubre que te lo dije seguro me mata — contestó rápidamente — Solo puedo decir que la escuché decir que era para tu tortura.

Un escalofrío se presentó en todo el cuerpo del peli-blanco.

-- E-Entiendo, espero que no inventes nada peligroso...

-- Sí bueno, no prometo nada.

Con ese intercambio de palabras, Welf salió de la fragua a por las cosas de Bell.

X X X

.

.

.

-- A pesar de que está bien abrazar cosas como esas..., ese corazón es demasiado encantador. 

Dejando escapar al chico del Distrito del Placer, después de ser llevada de regreso al burdel por Aisha, Haruhime sonrió en la ventana de su habitación. 

Acarició con sus dedos el tatami donde él estuvo sentado. 

Sintió como si su calidez aún estuviese allí. 

Con solo eso Haruhime se sintió afortunada. 

Al recordar la noche en la que se encontró con el chico, sentía que suyo lleno de grietas parecía llenarse. 

Aunque ya le quedara un escaso "tiempo límite". 

-- ... Hasta pronto. Hasta pronto.

Fuera de la ventana. 

Mientras reconocía la luna de la mañana en la esquina de su campo de visión, Haruhime tarareo ciertas palabras del barrio rojo. 

Palabras enseñadas por la Madame de las prostitutas. 

Dichas en el momento que se veía partir a un cliente, un saludo de despedida. 

Normalmente esas palabras deberían de cubrirse con una sonrisa hecha y declaradas sin emoción, pero para los oídos de Haruhime se escuchaban muy renuentes. 

-- ... Hasta luego, hasta luego. 

Una vez más, quiero que nos encontremos. 

Una vez más, quiero que hablemos. 

Mientras era consciente de esos pensamientos, continuó diciendo esas palabras de despedida, pero contradictoriamente, Haruhime en algún momento estaba sonriendo. 

Mientras sonreía, desde sus mejillas, una línea de lágrimas caía silenciosamente. 

To be continued.... XD



No tengo mucho que decir, solo espero les haya gustado. 

Díganme, les gustó el apoyo que Alfia (producto del subconsciente de Bell en base a los recuerdos bloqueados) le dio a Bell? 

De alguna manera, fue para evitar que vuelva a tomar una vida, sea o no mala. 

Es todo, estoy arreglando unos problemas, así que no prometo que los capítulos sean tan constantes como lo han sido.

Barrita fuera <3

Riveria Supreme. 

Esto es un spoiler de lo que tengo planeado para su cita con Bell jsjsjs 

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