12.-

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Sus pulmones ardían como el infierno, pero todo ahora mismo le daba igual, quería correr lejos, lejos del silencioso castillo, lejos de la durmiente calma de sus amigos.

Lejos de aquel chico azul que lo rechazó con aquella facilidad que resquebrajó su alma.

No sabía si estaba lo suficientemente lejos del castillo, perdido por el bosque de Olkarion, pero una cosa era cierta: nunca en su vida había sentido un dolor como ese.

Sus pies fallaron luego de varios minutos corriendo sin sentido, sus rodillas dieron a parar con la tierra fértil bajo sus pies, dejandolo arrodillado, y sus manos se aferraron salvajemente a la tela de su camisa, por donde se encontraba su corazón, buscando el como calmar este mismo, mientras las lágrimas comenzaban a llenar todo su rostro y terminar perdidas entre su cuello.

Lance lo había rechazado.

Bien, no había sido una declaración directa, pero lo había besado. ¡Había logrado su sueño más preciado! Sintió una calidez tan exquisita en su pecho en el momento de juntar aquellos deliciosos y suaves trozos de carnes a los suyos tan agrietados, tan diferentes de los contrarios, que provocó una dulce explosión que mataría por volver a probar.

Pero si pudiera repetir aquel momento, no lo volvería a hacer.

Quería que el cubano lo quisiera de la misma forma que lo hacia él. Quería sentirse amado por él, deseado...

Quería sentir todo y más con Lance. Solo con Lance.

Un gemido ahogado hipó entre sus sollozos. Lo necesitaba. Muy en el fondo de su ser, sabía que en ese momento, el único capaz de calmarlo era él, con aquella sonrisita tan pícara y sus brillantes ojos azules cual océanos tormentosos.

Pero no podía, porque había arruinado cualquier intento de relación amistosa y amorosa con él.

Su cuerpo terminó cayendo de bruces hacia el frente, y con los sollozos aún creando espasmos en su delicado cuerpo, se quedó dormido con el rostro del moreno rondándole por la cabeza.

• • • •

—He estado buscándote todo la mañana, ¿sabes?

Aquella voz le hizo pegar un bote en el lugar. No solo porque llegó de la nada, sino que esa persona era la que menos quería ver.

—Si vienes a burlarte, juro que me lanzo del maldito barranco.

Luego de caer dormido, se despertó gracias a las cosquillas que le provocaba el césped bajo su nariz. Alzó sus ojos y el sueño lo abandonó al momento en que se fijó que estaba en mitad de la nada en el bosque de Olkarion. Caminó por varios minutos y se topó con un inmenso barranco, el cual le daba una vista hermosa de la ciudad, y decidió quedarse en el lugar hasta que alguien lo encontrara y lo llevara de vuelta al castillo.

La risita que escapó de Lance fue sedosa— ¿Y de qué me serviría venir a burlarme? Quiero hablar contigo.

—No quiero escucharte, ¿bien? —se puso de pie y postró su vista en el suelo, la vergüenza por lo ocurrido hace unas horas no le dejaba mirar al chico ante él ahora—. Sea lo que quieras decirme, por favor, no.

Comenzó a dar unos pasos en dirección hacia el cubano, y justo cuando pasó junto a él, este le sujetó el brazo de forma delicada.

—Keith —habló en un suave susurro, poniendo los pelos de punta del nombrado—, de verdad necesito hablar contigo —el ojivioleta iba a negárselo una vez más, pero Lance se adelantó—. Por favor.

El tono de súplica removió algo dentro de él y, sin poder resistirlo más, asintió y caminó de vuelta con un alegre castaño a su costado hacia el barranco, en donde tomaron asiento el la suave tierra carmín de Olkarion.

—A Shiro le estaban saliendo más canas al no encontrarte, ¿sabes? —se carcajeó—. Y Pidge y Allura inventaban mil formas de matarme con sus ojos, además que Hunk—

—¿Puedes hablar de una vez? —le cortó.

Un suspiro cansino salió de los labios del contrario. El silencio se proclamó rey por los instantes en donde ambos se dedicaban a ver el gran abismo bajo sus pies, el cual los separaba por miles de kilómetros de la ciudadela.

—Lamento lo del rechazo —comenzó a hablar Lance—. Pero bueno..., en serio no sabía como decírtelo sin herirte.

—Gracias por recordarme eso, era justo lo que quería oír.

Los azules ojos de Lance se posaron en el cuerpo encorvado de Keith junto a él. Tenía sus rodilla pegadas a su pecho, en donde mantenía en lo alto sus brazos cruzados y su mentón en descanso sobre estos, mientras sus ojos se encontraban perdidos, vagando por las lejanas calles del lugar.

—Deja de hacer esto tan difícil, por favor —pronunció frustrado el ojiazul—. No vengo a reírme de ti, Keith, no soy así de cruel.

—No es eso —gimió el otro y escondió su rostro entre el hueco de sus brazos—, es solo que no quiero escuchar más rechazos de tu parte, Lance. De verdad me gustas, mucho, y duele como el infierno no ser correspondido.

Un suspiro dejó al cubano— ¿Recuerdas cuándo nos conocimos? Ese día en donde nos emparejaron para un proyecto —sacudió sus manos en un gesto que el pelinegro no vio—. Cuando te vi pensé "el tipo luce cool, tal vez podamos ser amigos" —el ojivioleta alzó su rostro y pegó su mirada en el menor, quien observaba el despejado cielo con calma—. Pero cuando ignoraste mi saludo y luego Iverson me recalcó quien eras, me di cuenta que eras tú con quien siempre me comparaban.

» Eras Keith Kogane, el chico perfecto en todo excepto comportamiento. Notas altas, buen piloto... En fin, todo lo que yo no soy —el paladín rojo tuvo unas ganas tremendas de gritarle lo equivocado que estaba, que él era increíble en todas las formas, pero se contuvo—. Y desde ese momento, traté de odiarte. De verdad, Keith, traté de odiarte con toda mi alma, con todo mi maldito ser —el labio inferior de Lance fue capturado por sus dientes, demostrando que le dolía un poco el hablar de ello—. Pero no pude. Porque no era tú culpa ser así, Keith. Porque no era tú culpa que yo sea tan idiota. Di a lucir que te odiaba, que eras mi enemigo, pero no lo eras. Nunca lo fuiste. Decidí cuidarte de lejos, como lo he hecho con la mayoría. Trataba de vigilarte, de culparme a mi por ti, de mantenerte a raya para que no te metieras en problemas —se encogió de hombros—. Y fue, más que nada, porque me sentía culpable de algún modo el haber tratado de odiarte: ese es un sentimiento demasiado fuerte.

Lance había declarado esto hace ya unas horas, cuando aun pensaba en escaparse, pero que se lo dijera así, de forma tan privada, tan personal, lo flechó aún más.

Él se había dedicado a protegerlo mientras Keith pensaba que era un imbécil con medio cerebro. Se había dedicado a, incluso, enviarle una pequeña torta en sus cumpleaños.

Lance tenía un corazón demasiado grande para aquel cuerpo.

—Tú confesión me tomó de sorpresa —volvió a hablar él—. Nunca llegué a pensar que tu..., bueno, terminarías tras mí —rascó su nuca algo incómodo—. Sobre todo tu. Quiero decir, podría esperarmelo hasta de Shiro, pero, ¿de ti? —botando otro suspiro, volteó su rostro hacia el del contrario, el cual se sonrojó al verlo con una suave sonrisa—. No lo estoy diciendo en mala forma, solo me sorprendió que, aquella persona por la cual siempre me tomaban por sombra, se fijara en mí.

Oh, sagrado Voltron, Keith estaba a punto de volver a besarlo una vez más. Es que, ¿podía en la jodida galaxia existir alguien más malditamente perfecto?

—No es raro, creo que es bastante obvio, Lance, eres demasiado... Increíble. No es difícil enamorarse de ti. Eres alto, genial, gracioso, sabes muchas lineas de coqueteo, disparas como los dioses y destaco que eres demasiado guapo, al punto en que pareces irreal.

Esperen... ¿Qué acaba de decir?

La exquisita risa del moreno provocó que el rojo se adueñara violentamente de las mejillas del mitad Galra.

—Eres demasiado tierno, Keith, me sorprendes cada vez más.

Sin esperárselo, la mano de Lance se posó sobre su cabello y lo acicaló gentilmente, mientras le regalaba la sonrisa más cálida del mundo.

Aquella escena provocó que su corazón se encogiera. El tener así a Lance, pese a que solo eran amigos —porque admitámoslo, esta charla había sido un rechazo completamente educado—, le había hecho entender bien las cosas.

Lance aún tenía muchas cosas que arreglar consigo mismo. Su sexualidad, los problemas que le trajo Jack, la inseguridad que le brindó el equipo, la dolorosa comparación por la que pasó... Y, posiblemente, mil problemas más de los cuales hablaría tarde o temprano, así que el enamorarse no encabezaba su lista de prioridades, aunque él siempre bromeara sobre eso.

Porque antes de querer a alguien, debes de quererte a ti mismo.

Y Lance se odiaba. Se culpaba por la muerte de su hermano, tal vez incluso vivió culpado toda su vida por su familia, pero luchaba con aquellos demonios día tras día, y si seguía así, posiblemente, podría darse cuenta que Keith iba a estar ahí para él, siempre.

Porque sí, amar era algo muy fuerte, al igual que odiar, pero Keith estaba enamorado de Lance, y él sabía que ese sentimiento dentro de él, tarde o temprano, se convertiría en amor.

Pero, de momento, estaba bien el como las cosas estaban entre ellos.

—¿Vamos al castillo antes de que nos maten a ambos?

Una carcajada brotó de los labios de Keith mientras asentía, y el cubano lo ayudó a ponerse de pie.

Comenzaron a caminar uno al lado del otro, en un silencio para nada incómodo, el cual era generalmente interrumpido por los delicados cantos de los animales.

Entre todos sus pensamientos, la voz del padre de Keith se coló por ellos.

"Wise men say only fools rush in but I can't help falling in love with you"*

Aquella letra siempre la solía cantar en casa, y cuando un pequeño Keith le preguntó porque siempre cantaba esa y no otra, él sencillamente le respondió que era por su madre, que le recordaba a ella y que siempre la iba a amar, pese a todo y todos.

Ante eso, Keith alzó sus ojos y los posó en su contrario.

Sí, Lance era azul. De un azul tan tormentoso como los océanos, tan profundo como los mares y tan calmos como el cielo sin nubes. Y no quería que él cambiara. Pese a sus problemas internos, Keith estaba profundamente enamorado de él, y no deseaba que aquel precioso color se destiñera, porque ya era parte de su ser, y lo adoraba así.

Sin embargo, Keith era de un rojo potente, flamante. Y si se combinaba con el chico, podían crear juntos el violeta oscuro más precioso ante los ojos de la humanidad. Uno en donde las estrellas que observaban cada noche en la sala de control, se reflejaran, más brillantes que nunca.

—¿Sabes, Keith? —pronunció el moreno, ganándose un sonido gutural de afirmación por parte del nombrado—. Pese a todo lo que te he dicho, sé que no vas a dejar de lado lo que sientes, y quiero que sepas que me gustaría verte intentar algo conmigo, porque nadie sabe lo que mi yo futuro pueda llegar a sentir por ti.

La palma derecha de él se posó comprensiva sobre el hombro del pelinegro, y cuando ambos conectaron sus miradas, rieron abiertamente.

Lance le había dado una oportunidad, y él no iba a desperdiciarla.

Y la desafinada voz de su padre volvió a hacer eco en su cabeza.

"I can't help falling in love with you".

Sí, él no iba a dejar de enamorarse de Lance McClain, el chico azul.

Fin.

• • • •
*: I can't help falling in love with you, Elvis Presley.

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