12.- Lo que los libros nos enseñan

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Tal como Dust me dijo, esa noche salimos los tres para tomar un trago y poder distraernos un rato.

—Parece que después de los últimos golpes los traficantes se han ocultado bien —platicábamos Drágon y yo

—Son como cucarachas. En cuanto la luz se apague volverán a asomar sus cabezas.

—Para evitarlo debemos encontrar su nido y acabar con todas ellas —asintió Drágon.

—Bueno ya —nos interrumpió Dust—. Se supone que venimos para relajarnos y olvidarnos un rato del trabajo.

Con un suspiro, tomé la sangría que me daba y le di un buen trago, era un delicioso preparado con vino tinto. Me acomodé mejor en el sillón y me dispuse a hacer caso a Dust: despejar la mente un rato. Aunque claro, de lo que yo quería quitar de mi mente no era el trabajo, y me era muy difícil pues incluso me parecía oler el aroma dulce de Agnes en aquel lugar, cosa claramente imposible.

Cuando iba por mi tercera botella vi su figura aparecer frente a mí, miré incrédula cómo se acercaba, aunque por su manera de caminar y el rojo de su piel supuse que ya había probado alguno de los tragos de Ben.

—¿Agnes?— susurré sorprendida, por la risa de Dust debí suponer que era culpa suya que ella estuviera aquí pero en ese momento era lo último que me importaba.

Ella siguió caminando hacia mí sin despegar sus ojos grises de los míos, se veía fantásticamente sexy, con su ropa negra y de piel. Su cabello plateado brillaba y su piel igual. Y su olor era extremadamente dulce, al grado que supuse había algo más. Agnes siguió caminando a pesar de que la mesilla se interpuso en su camino, por lo que casi cae.

Fácilmente la tomé por la cintura pues su peso no era demasiado para mi fuerza vampírica, la sostuve unos momentos mientras se acomodaba y de alguna forma ella terminó sentada en mi regazo, con las piernas a los lados de mi cuerpo y su cuerpo pegado al mío. Podía sentir su respiración agitada sobre mi rostro.

—¿Qué haces aquí, Agnes? —pregunté sin soltarla ni permitir que se alejara de mí.

—Vine por ti. Tenía que regresarte tus cosas y...

—¿Y? —la anime

—Había algo que quería probar, quería probarme.

—¿Qué querías probar Agnes?

—Mi primer beso... que sea contigo.

Sus palabras me impactaron y antes de que pudiera hacer o decir nada, Agnes cerró los ojos y se adelantó, sus labios se posaron sobre los míos sin moverme por unos instantes. No pude contenerme, la apreté más y comencé a besarla con cierta fruición. Podía sentir como ella intentaba seguir el ritmo que mis labios marcaban y para cuando metí mi lengua en su boca todo su cuerpo se estremeció.

Luego de algunos minutos de esta manera aflojé un poco mi agarre y ella se alejó, de nuevo tenía el rostro sonrojado y los ojos muy brillantes. Me miraba fijamente sin bajarse ni decir nada, me era imposible adivinar qué pasaba por su mente.

—¿Has encontrado lo que querías probar? —le pregunté con una media sonrisa.

—Sí. Yo... no estaba segura de qué quería pero ahora lo sé —dijo con voz azorada.

—¿A sí? ¿Y qué es lo que quieres? —presioné un poco pues quería oírlo en voz baja.

—¡A ti! Te deseo a ti, a pesar de todo —Esas últimas palabras me regresaron un poco a la realidad.

—Agnes, nuestros grupos... —no pude seguir hablando pues ella se había inclinado de nuevo, pero esta vez había comenzado a mover sus labios sobre mi cuello, arrancándome un débil jadeo contra mi voluntad—. ¿Qué haces?

Ella se enderezó de nuevo y me miró con algo más de confianza en sus ojos grises, me pareció incluso más atractiva de esa manera, irresistible.

—Bueno, he estado investigando un poco, leyendo algunos libros y sé cuáles son sus puntos débiles.

Volvió a esconderse y esta vez ocupó los dientes contra la piel extra sensible de mi cuello. Era muy cierto que, en lo que respecta al erotismo, el cuello siempre es muy sensible en la mayoría de los vampiros.

—Ahora me interesa saber ¿Qué clase de libros estuviste leyendo? —jadeé cuando sus dientes juguetearon en el lóbulo de mi reja.

Agnes se alejó un poco, a pesar del rojo de sus mejillas la mirada confiada y excitante no había abandonado sus ojos.

—Ya que además buscas tentarme con otras cosas —Esta vez fui yo quien la atrajo para poder pasar mi lengua por su hombro desnudo—. ¿Por qué se te ocurrió poner azúcar en zonas tan tentadoras? —dejé que mis colmillos rozaran solamente su piel.

—¿Azúcar? Yo no... —negó con la cabeza un momento—. ¿Y te gusta?

—Me encanta —dije con la voz un poco ronca.

Volvió a atacarme, aferrándose a mí y mordisqueando mi cuello y mi hombro.

—Estás jugando con fuego mi deliciosa Agnes —le susurré pues podía sentir como el placer alejaba cualquier raciocinio de mi mente.

—Tú no eres fuego, eres fría y suave. Tú eres como la seda, Scar —me ronroneó, sus palabras me arrancaron una risilla.

—Si yo soy como la seda, tu eres de cálido y suave terciopelo... —me mordió con un poco más de fuerza y sus manos tibias comenzaban a cobrar valor y a explorar bajo mi ropa—. No podré resistir mucho más —gemí

—No espero que no hagas —me confesó.

Y allí perdí completamente el control. La tomé en mis brazos y, luego de tomar su sudadera que había dejado cerca de la barra, la llevé hasta mi habitación en el edificio de la Unión que estaba solo a una cuadra del Sirenia.

******

Las cosas se pusieron intensas, espero que lo disfruten y prepárense porque las cosas siguen.

¡Sean felices!    

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