29.- El consejo

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Esperé hasta que Agnes estuvo completamente relajada, hasta que su corazón no latía desbocado. Estaba preocupada por ella y aunque me alegraba poder tenerla para mí todo el tiempo, yo hubiera preferido que ella estuviera completamente feliz, que ese brillo de tristeza desapareciera de sus ojos.

Como fuera, lo primero era asegurar su lugar entre nosotros, asegurarnos de que estaría a salvo.

De la mano me dirigí con ella hasta la sala donde el consejo se reunía, era un cuarto con la luz baja pues la mayoría de sus miembros eran vampiros y solo unos cuantos humanos de mayor edad.

Había una gran mesa en forma de herradura donde se sentaban todos los miembros del consejo, justo en medio del cuarto una pequeña plataforma donde el declarante se paraba y respondía a todas las preguntas que se le hacían.

Agnes tuvo que pararse ahí, exteriormente parecía tranquila aunque podía fácilmente oír su corazón agitado y sentir el temblor de su mano. Permanecí a su lado, solo un poco detrás de ella y con los dedos firmemente entrelazados con los suyos.

—¿Scar? —sonó de pronto la voz de mi maestro.

—Ella está bajo mi protección, mi lugar está a su lado —declaré con firmeza. Escuché el suspiro complacido de Agnes y vi a mi maestro asentir.

También podía sentir que Drágon y Dust habían entrado y permanecían detrás de nosotras. Aunque ellos también tenían que dar su declaración del caso, sentía que en parte estaban allí para apoyarnos y eso me alegró.

Los concejales le pidieron a Agnes que narrara lo que había ocurrido, lo que había sentido y pensado en esos momentos. Les hicieron varias preguntas más, sobre Angel y sobre los humanos que habían estado con ella, las preguntas eran firmes pero en ningún momento agresivas o groseras, aunque de por sí los antiguos vampiros solían hablar de una manera tranquila y baja que en lo personal me parecía aún más amenazante, pero Agnes se fue poniendo poco a poco más cómoda.

Le preguntaron también si había vivido algo parecido en alguna otra ocasión pero ella lo negó.

—No sabía que había humanos que lograron revertir la conversión vampírica, pero de ser así creo que eso podría ayudar a eliminar la adicción a las píldoras —dijo con seguridad—. Estaría encantada de ofrecer mi vida para lograr ese objetivo.

Encaré una ceja ante su afirmación y estaba a punto de objetar pero una señal de mi maestro me contuvo.

—Aunque agradecemos tu entrega Agnes Dumont, no podemos ni queremos aceptarla. Eres protegida de Scar así que nadie aquí te tocara ni pondrá en peligro, por el contrario contarás siempre con nuestra protección —su voz era grave e hipnótica como siempre, incluso Agnes le escuchaba atentamente—. Aunque tienes razón en que tu singularidad podría ayudarnos a encontrar la cura al frenesí de la sangre. Todos estamos de acuerdo en que la mejor opción es que te quedes con nosotros.

»Claro que solo será si es tu voluntad quedarte e investigar junto a los alquimistas de nuestra Unión.

—Es lo que deseo —afirmó Agnes.

—Está decidido entonces. Se te proveerá de todo lo que necesites mientras estés con nosotros. ¿Tienes alguna petición especial que hacer?

—Mi familia, mi madre y mi hermano, ellos no saben nada de esto así que no tienen por qué ser buscados ni interrogados. Ellos no quieren tener nada que ver con la Unión. —Su voz se quebró con la última frase y yo tuve que contener mi impulso de estrecharla en mis brazos para reconfortarla.

—Así se hará, joven Agnes, te será asignado un cuarto cercano al de Scar y lo que necesites puedes pedirlo. —Con un gesto nos indicó que nos marcháramos.

Cuando salimos del cuarto ella me sorprendió con una risa baja, gracias a nuestro vínculo pude notar el alivio que sentía de que todo hubiera acabado pero había otra diversión oculta.

—¿Qué ocurre? Espero que la impresión no fuera tan fuerte que perdieras la razón —dije en un intento de bromear.

—No es eso, es solo qué, bueno, se supone que ustedes son una serie de asesinos crueles y desalmados de los que debemos tener cuidado, eso es lo que siempre nos han enseñado. Sin embargo, hasta ahora no he conocido a nadie así, hasta los más "terroríficos" de ustedes se han mostrado amables y comprensivos. Las cosas no son como deberían ser.

Me dejé contagiar por su risa, la tomé por la cintura para atraerla y besarla.

—Puedo ser terrorífica, si lo deseas —dije contra sus labios.

—Solo deseo que sigas siendo tú, y que te quedes conmigo para siempre.

—Así lo haré mi amor, para siempre.

FIN

By Laurent Goldsmith


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