ii. Una nueva luz

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❛UNA NUEVA LUZ❜

                        —Oh, únicamente sirvió que Carlisle le diera la advertencia de no hablar en la escuela sobre nosotros —dice Rosalie, dedicada a escoger con ojo crítico un atuendo para Emmett que combine con el suyo, en la paleta de color crema y beige; no obstante, voltea a mirar a Damien con una sonrisa por unos segundos, sabiendo que su hermano no tardará mucho en proponer algo para molestar a Edward, ausente si bien la advertencia de no ir a ver a Bella por la noche fue hecha—, aunque fue muuuy aburrido vigilarlo mientras le hacía preguntas insípidas a Bella...

—No te perdiste mucho —corrobora Marius que, presentado como mellizo de Jerome a la sociedad y como uno de los hijos biológicos de Carlisle y Esme Cullen, comparte clases con Edward, oficialmente uno de los hijos adoptivos—. Solo necesitó que cediéramos para que fuera con total libertad a llamar la atención... ¿Tu sabes quién utiliza lentes de sol en Forks? —Hay un silencio rotundo en la habitación, mientras todos lo miran con diversión—. ¡Exacto! Nadie.

—¿Entonces por qué no hacerlo nosotros? —inquiere Damien en tono casual, apenas levantando la cabeza de la mesa donde pretende estar realizando la tarea que Jerome se ofreció, como biológico hermano mayor frente a la sociedad, a conseguir por él en su corta ausencia.

—¿Usar lentes de sol? —murmura Marius, indeciso.

Jerome sonríe de lado, negando—. No, llamar la atención... Siempre quise sacar a pasear el Mercedes–Benz 280 SL, no merece estar oxidándose en la cochera, para variar ya es lo suficiente viejo... ¿Y tú, Rose? ¿No quieres sacar tu BMW del año?

Rosalie lo mira con los ojos entrecerrados por un minuto, tentada, pese a que su sentido común aún la mantenga atada a la precaución. Al llegar a Forks, Carlisle les pidió explícitamente mantener un perfil bajo, al tratarse de un pueblo pequeño. Sin embargo, Rosalie sabe que no es un secreto que son ricos; Carlisle no detuvo a Esme de diseñar una casa moderna del tamaño de cuatro hogares promedio en medio del bosque y, por supuesto, para nadie era sorprendente que, con riqueza, pudieran mantener cuatro hijos biológicos y cinco adoptivos.

No hacían un buen trabajo aparentando humildad, si bien Edward dio el impulso que necesitaba la gente para que los voltearan a ver de nuevo como personas accesibles a establecer relaciones más profundas. No los habían vuelto a mirar así desde que llegaron, dos años atrás, cuando se dieron cuenta que por más amables que fueran, jamás hablarían más de lo necesario.

Mientras Rosalie sopesa la idea, Alice es quien se pronuncia—. Los apoyo en esto, solo si planeo su atuendo.

Para Damien, solo era cuestión de tiempo que Alice aceptara. No por nada la chica ve el futuro y la propuesta que le haría estaría en su mente en cuestión de un par de segundos. Si bien no parece estar de acuerdo con molestar a Edward, sí que está dispuesta a aceptar cualquier cosa que la entretenga. Debe estar en constante estímulo, mantener la cabeza ocupada.

—Ya sabes mi respuesta —dice Damien.

Ante su seguridad, Alice sonríe con amplitud. Las dos vías posibles eran un sí y un no, aceptar un atuendo suyo o echarse para atrás en la propuesta que vio venir. La chica sabe que, para Damien, son particularmente difíciles los cambios de imagen; no por nada mantiene el cabello largo a como lo tenía en 1978 al ser convertido y se aferra al estilo rockero de aquella década. Cualquier cosa que involucre a Damien cediendo ante un cambio para Alice es tentador y, ahora, es algo hecho realidad.

—Yo también acepto —responde Rosalie, tras escuchar a Emmett murmurar sobre lo atractivo que sería que manejara aquel auto negro como la noche y ver las bocas que cerraría al ser ella quien baje del asiento del piloto, dado que cualquiera esperaría verlo a él e inclusive a Jasper manejarlo. Cerrar y abrir bocas a su antojo es uno de sus pasatiempos favoritos y para Emmett es un espectáculo que le gusta incitar.

Entonces empiezan los preparativos.
































                        El cambio de imagen de Damien termina arrastrando consigo a Jerome, Chandler y Marius, que escogen acompañarlo en el proceso. Los vampiros no requieren dormir, por lo tanto el resto de la madrugada que permanecen en vela se dedican a preparar atuendos de acuerdo al estilo que Alice escoge a su antojo.

Solo Jerome se aleja por unos minutos, cuando el gato pardo que adoptaron, al no huir de ellos como cualquier criatura haría, se acerca pidiendo comida. Debe ser un animal muy listo o muy torpe para vivir bajo el mismo techo que vampiros cuya dieta se basa en sangre animal, que se llaman irónicamente a sí mismos vegetarianos, pero sin lugar a duda resulta beneficiado, con comida en su plato por las madrugadas y tardes y un área de juegos en la sala de estar, con dueños que no se quejan si decide trepar por sus extremidades. Asimismo, cambia el agua del cuervo mascota, que duerme plácido en su nido hecho en una esquina de la sala de estar.

Cuando se une de nuevo al grupo que espera su turno a ser estilizado por Alice, es Marius quien se cambia detrás de un biombo color esmeralda, en el cuarto que destinan como vestidor comunitario; ya no hay rastros de Rosalie y Emmett, que por el ruido en la parte inferior de la casa, deben estar en la cochera haciendo arreglos al BMW que, por fábrica, no requiere nada, pero que a Rosalie le fascina mejorar. Jasper permanece sentado en el sillón cabriole color champán, asintiendo cuando está de acuerdo en las combinaciones que Alice pone al frente suyo; en el asiento lo acompañan Chandler y Damien, el cual todavía realiza los deberes sin mucho esfuerzo.

Aquel cuarto vestidor facilita la cuestión del sistema que tienen de ordenar las adquisiciones y donar la ropa que Alice, principalmente, adquiere y descarta después de agotar las posibilidades o se aburre del estilo. En general la ropa de todos está ahí, lista para usarse o ir a parar en cajas que no tardan en llevar a centros de acopio; solo los artículos que nadie quiere desechar permanecen en las habitaciones.

—He decidido invertir sus estilos, siempre he querido ver cómo se verían con el del otro —explica Alice, pasándole a Damien una camisa blanca, pantalón negro con pinzas y un chaleco a juego—, aunque para ti decidí algo completamente diferente.

Damien decide ir a cambiarse a su habitación. Mientras tanto, al salir Marius de detrás del biombo todos se dan cuenta que el estilo de Damien ha ido a parar al atuendo del rubio; parece desentonar en su complexión delicada y alta, tanto el cuero como la mezclilla, sin embargo, luce bien aún alejado de su estilo usual, característico por chalecos tejidos y suéteres suaves de punto.

Chandler obtiene uno inspirado en los de Jerome, más atrevido y descarado que el de cualquier otro en la casa. Parece dudar sosteniendo la camisa de profundo cuello V que ha de amoldarse a su cuerpo por la delgada tela que desentona en un lugar frío como Forks, junto a la chaqueta de cuero que, contrario a Jerome, no será capaz de quitarse como él siempre que llegan a un destino.

—Te lo cambio —dice Jerome, tratando de contener su descontento. Ha recibido el estilo inspirado en Marius, lo que para él estaría bien de no incluir una camisa gruesa de cuello de tortuga, suelta, con las que suele sentirse atrapado y poco favorecido.

—¡Ah, no, nada de intercambiar! —Se queja Alice, apremiante a que vaya a vestirse.

Pese a no tener necesidades fisiológicas como los humanos, permaneciendo imperturbables al tiempo y a los cambios físicos, no dejan de tardarse en el proceso de arreglarse, tanto que el amanecer y la primera hora con luz de la mañana los alcanza.

Esme parte temprano para acudir al área de remodelación de una casa donde está trabajando como diseñadora de interiores. Todos se despiden, menos Edward, ausente desde la noche; si acudió a ver a Isabella Swan dormir, para ellos es desconocido, pero les sería imposible evitarlo sin estar Carlisle en casa, que cubre el turno de la noche, dado que es al único a quien obedece.

Rosalie luce vigorosa por usar su BMW del año, de reluciente color negro que refleja sus figuras al pasar cerca de la carrocería, y la dejan partir primero para que sea la primera en apantallar a toda la comunidad escolar al arribar al estacionamiento de la escuela preparatoria. Con Rosalie va Emmett, Alice y Jasper, usualmente acostumbrados a ir en el mismo auto junto a Edward, un Volvo plateado de modelo reciente, de cuyo papel de piloto era imposible relevarlo. El cambio le sienta bien a Rosalie.

Contrario a los modelos de vanguardia de la mayoría de los Cullen, Jerome, Marius, Chandler y Damien, una vez adquirieron confianza en el círculo familiar, escogieron en conjunto un modelo vintage, aferrándose a la familiaridad de sus primeros años como vampiros. El Mercedes–Benz 280 SL es un automóvil convertible color arena de 1981, pero incluso en un pueblo donde la mayoría conduce autos viejos, el suyo parece de colección, con la tapicería completamente de piel y ningún desperfecto de delate su vejez pese al diseño.

Para su sorpresa, al aparcar en su usual lugar en el húmedo estacionamiento exterior de la escuela, Rosalie y Emmett son quienes toman en serio el plan de llamar la atención. Por primera vez, dan un par de asentimientos y sonrisas corteses, como señal de reconocimiento, de que recuerdan la existencia de esas personas después de dos años de compartir clases; no obstante, es lo único que hacen y continúan su caminata, ignorando cualquier intento obvio de los alumnos por acercarse.

Alice y Jasper se apresuran a separarse del auto, una vez tienen la visión del Volvo plateado de Edward entrar al área. No se quedan el tiempo suficiente para verlo salir y ayudar a Isabella Swan a bajar, sino que entran rápido al edificio que corresponde al de sus primeras clases.

La confirmación de que Edward y Bella están entablando una relación es suficiente para que las miradas curiosas se alejen de la pareja y se concentren en los cuatro chicos, cuya salida del auto ocurre al mismo tiempo y su andar es en sincronía. El interés está en ellos y las apuestas silenciosas de Damien, sobre que cualquier actitud diferente suya alejaría la atención de su hermano y la humana y así evitaría que vieran sus futuros malos desplantes, son completamente acertadas.

Para los jóvenes de Forks les resulta fácil olvidarse de Edward, de cuya soltería ya no tienen que preocuparse o interesarse. Los cuatro hermanos Cullen jamás bajaron del potencial interés amoroso de la comunidad escolar y ahora, más que nunca, parece posible que alguien de todos ellos pueda ganar la atención de los hermanos.

Sus atuendos ayudan a acaparar la atención. Jerome y Chandler encabezan los saludos amigables conforme van en dirección al edificio; el primero nunca tuvo pena o tapujos para interactuar con la gente, siendo fácil obtener saludos de su parte o una conversación casual en medio de las clases, pero nada más que ilusiones, y del segundo era normal recibir sonrisas de reconocimiento, siendo demasiado amable para rechazar una plática, mas no mostrando suficiente interés por interactuar por su cuenta.

La sorpresa viene con Damien y Marius saludando. Para los adolescentes de Forks fue imposible afirmar por sí mismos si el reciente interés de Edward por Bella significaría un cambio para el resto de la gran familia; pero la confirmación está delante suyo tan solo un día después de aquel evento y sienten al alcance de los dedos la posibilidad de codearse con ellos.

El espectáculo no dura mucho una vez en el interior y Damien y Chandler se reparten en sus respectivas aulas de los  grados de noveno y décimo.

—Nos vemos en el almuerzo —dice Jerome, teniendo que separarse de Marius al escoger participar en el anuario de este semestre, una decisión premeditada para poder interferir por Rosalie, Emmett y Jasper, prontos a graduarse, y evitar así que información suya quede archivada. Pequeñas cosas que los seres inmortales no pueden permitirse cuando pretenden irse sin dejar huella y regresar cuando nadie los recuerde.

El aula destinada al anuario es la misma que la utilizada para el periódico escolar semanal. Con pizarras blancas y de corcho, hay infinidad de papeletas cubriendo tres de las cuatro paredes, mientras que en la cuarta están ordenadas las computadoras y la impresora del periódico. En el medio del salón hay mesas y sillas formando un cuadrado con el centro vacío.

No hay mucha gente participando en el anuario escolar y parece ser demasiado temprano para que lleguen los integrantes del equipo, pero algo que sabe Jerome es que siempre se puede contar con Angela Weber, presente de buena voluntad en todas las actividades que requieran ayuda manual. Es la única en el aula, tal vez por la proximidad de su casa, al lado de la iglesia luterana en el centro de Forks, de donde su padre es pastor.

Duda si entrar o esperar que alguien más se una; finalmente entra, sentándose en una de las sillas paralelas a ella, a dos sillas a la izquierda de estar frente a frente, regalándole una sonrisa cuando la muchacha levanta la mirada de su libreta, donde anota sin cesar.

Jerome juega con su camisa, incómodo por el cuello de tortuga. Debe ser la primera vez en décadas que usa uno de ese tipo, después de entregarse totalmente a telas y estilos que podría considerar una segunda piel y no siente que lo ahorcan. En medio de su molestia, puede percibir el pulso de Angela acelerarse, en un signo de nerviosismo; levanta la mirada, la cual cruza con la de ella. Vuelve a sonreír, apartando la mano de su cuello, queriendo evitar parecer un perro rascándose por un nuevo collar.

—Hola —saluda Angela, con voz amable. No es la primera vez que habla con Jerome Cullen, pero la chica lo siente diferente, se siente distinta; está tan nerviosa que espera que el rubio no lo perciba, pero también se siente valiente, impulsada por su amiga Bella y su triunfo con otro de los Cullen que ahora podría considerar su novio.

También se siente torpe, por haber caído en los dichos de sus amigas Jessica y Lauren sobre lo inalcanzables que eran los hermanos; bajo ese nuevo reflector de luz que Bella puso sobre ellos y los sacó de su aparente eterno hermetismo, le parece que no son más que chicos normales a los que le gusta la gente normal. Con eso en mente, para Angela deja de ser sorpresa que Jerome haya rechazado salir con Jessica y con Lauren.

—Hola —corresponde al saludo. Su mirada dorada baja hacia la libreta de Angela, que da un respingo por la atención que recibe en súbito; Jerome escucha el flujo de sangre de Angela subir rápidamente hacia sus mejillas, dándole un suave color rosado a sus pómulos, a juego con sus gafas—. ¿Algo nuevo para el periódico?

Angela sabe que es otra de las chicas que cayó por Jerome. Sin embargo, siente que tiene una oportunidad; si Bella pudo conquistar a Edward Cullen tratándolo como humano durante Biología, Angela tiene la certeza de que puede hacer lo mismo si pone un poco más esfuerzo. Reitera que no es la primera vez que habla con él; Jerome siempre tiene algo que decir, ya sea una propuesta para el periódico o un comentario sobre algo que le gustó de sus presentaciones en clase. Angela puede decir que, pese a que Jerome es conocido por hablar con cualquiera que esté dispuesto a escuchar, solo con ella parece tener la confianza de comentar, aunque breve, esas pequeñas cosas que le gustan; y al menos eso debe significar que le agrada.

Ella asiente, consciente de que debe haberlo admirado un rato sin decir ni una palabra—. Sí, sí... —Tenía planeado iniciar una conversación con él, tal vez lograr una interacción cómplice que sugiriera que puede tratar de avanzar, pero se ha quedado sin palabras. Carraspea, aclarando a la vez su mente—, es una nueva sección en la que estoy trabajando.

—¡Oh! La última de críticas de películas es muy buena, ¿Esa seguirá, cierto?

Algo que le gusta a Angela es que él parece ser el único chico realmente interesado en leer cada número nuevo del periódico. No puede contar a Eric Yorkie, pues lo único que lee son el pie de las fotos que él mismo edita para el periódico escolar.

—¡Sí, no podría eliminarla! —Ríe con ligereza, a compás de Jerome—. Aunque ésta tal vez sea un poco aburrida... Planeo poner una sección de poesía —Sabe que para el rubio no podría ser aburrida, no por nada de vez en cuando recita para sí fragmentos de libros sin estar en literatura; sin embargo, sus palabras tienen el efecto esperado, pues sus ánimos parecen renovarse.

—¡Eso no podría ser aburrido! —carcajea—. Es más, podría volverse mi sección favorita... ¿Pondrás algún poema tuyo?

Tras ello, Angela ve cómo parece intentar ver a través de sus manos, que cubren la hoja donde escribía a su llegada.

—Sí, un par, dado que es el inicio... Al final pondré la convocatoria para que otros envíen sus trabajos...

—Si necesitas más, podría enviarte unos cuantos míos —No necesita guiñar un ojo para que toda su existencia irradie coquetería; Angela no sabe descifrar si se trata de flirteo, pero tampoco sería extraño si solo fuera él siendo encantador. No sería la primera vez que alguna chica confunde su actitud—. Eso sí, preferiría que utilices mi pseudónimo.

—¿Pseudónimo? —pregunta, curiosa—. ¿Por qué utilizar un pseudónimo?

Él encoge los hombros—. Prefiero que no lean mis poemas solo por llevar mi nombre... Así sería gracioso ver si los replican para invitar chicas al baile o cosas por el estilo.

Aquello provoca otro sonrojo involuntario de Angela, que ríe nerviosa.

—Muy bien, si aceptas que los publique, mándalos a mi correo...

Jerome asiente y pasa un minuto hasta que él decide hablar nuevamente, con una pequeña sonrisa divertida—. ¿Me pasas tu correo?

—¡Oh, sí, perdón!

Angela le tiende un papel con su correo y número de teléfono escrito, particularmente animada. Jerome sonríe y no lo mira dos veces antes de guardarlo en una libreta más pequeña que su mano, encuadernada en cuero café, que guarda en su bolsillo del pantalón. Termina de incorporarse justo a tiempo, pues los integrantes del equipo del anuario entran en conjunto, dando por terminada su conversación y por empezada la reunión.

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