BROKEN HEART [RUBEGETTA]

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-N. O.-

Vegetta y Rubius estaban saliendo como una pareja.

No era secreto para nadie que estaban juntos, ambos lo hacían ver bastante obvio y en realidad no les importaba.

Sin embargo, no es que fueran la mejor pareja de Karmaland, y posiblemente de ningún otro lugar del mundo.

Sí, eran una pareja bastante peculiar y desigual, demasiado diferentes.

Para empezar, era bien sabida la principal característica que los diferenciaba, es decir, las ilegalidades.

Vegetta habitualmente regañaba al contrario por poseer objetos ilegales o cometer actos que no debía, Rubius tan sólo asentía restándole importancia a los reclamos de su novio y en ocasiones quejándose de lo molesto y exagerado que era.

Vegetta tenía en claro que no permitiría que su novio hiciera lo que quería siempre, no por salir con él tendría preferencias.

Había ocasiones en las que sí lo ponía por encima de los demás, pero si tenía que llamarle la atención lo hacía, aunque fuese en privado.

Sus amigos no comprendían cómo es que esos dos habían terminado juntos, porque eran un fracaso como pareja.

El de orbes moradas se encontraba en su isla.
Hace unos minutos había tenido una discusión con el menor, por lo que se había ido, dejándole ahí.

La razón había sido la misma de habitualmente.
Rubius le había ocultado unos cuantos objetos ilegales y Vegetta le había reclamado al descubrirlo.

La discusión había aumentado, llegando al punto en el que comenzaron a gritarse, hasta que Vegetta, harto, simplemente guardó silencio e ignoró los gritos y reclamos del otro, quien al no recibir más respuestas, simplemente se marchó del lugar.

No había dicho a dónde, ni con quién, simplemente se había ido.

Habían pasado un par de días después de aquella discusión, días en los que no habían cruzado palabra, y es más, ni siquiera se habían visto.

Vegetta, pensando que había sido suficiente, decidió ir a buscar al chico, yendo primero al hogar del mismo, sin embargo no tuvo suerte, pues el ojiverde no se encontraba ahí.

Suspiró, para después ir hacia el pueblo, con la esperanza de que estuviera por ahí.

Tras dar unas vueltas por el pueblo de Karmaland sin ver a Rubius, el ojimorado optó por preguntar a los aldeanos del pueblo, aunque tampoco tuvo mucha suerte, eso hasta que se encontró con su amigo, Luzu.

Vegetta.- Luzu...
Luzu.- Vegettita, qué tal
Vegetta.- Perdona que te moleste, pero ¿Has visto a Rubius?
Luzu.- ¿A Rabis?.- El chico se mantuvo pensativo unos segundos, para después hablar nuevamente.- Me parece haberlo visto hace unos minutos... Cerca de casa de Willy, iba con alguien aunque no sabría decirte quién... ¿A caso discutieron otra vez?
Vegetta.- Sí... Quiero arreglar las cosas, por eso lo estoy buscando... Bueno, gracias Luzu, iré a ver si sigue por ahí
Luzu.- Vale, suerte

Vegetta se despidió de su amigo y a paso apresurado comenzó a ir en dirección a casa de Willy.

Al llegar prestó atención a los alrededores, sin tener idea de dónde podría estar Rubius.

Caminó hacia la parte trasera del lugar, logrando así visualizar al chico a lo lejos, caminando junto a una chica de vestido azul.

Vegetta borró la sonrisa que se había formado en su rostro al verle, pues al prestar atención a aquel par, se podía apreciar que iban tomados de la mano.

"Tal vez sólo sean amigos", pensó, alejando los pensamientos negativos.

Decidido, comenzó a caminar en su dirección, hacia el bosque.

El ojimorado les seguía a la distancia, pues tenía un mal presentimiento con respecto a lo que estaba viendo.

Se habían adentrado en el bosque, y Vegetta incluso les había perdido de vista por un momento, sin embargo logró encontrarlos de vuelta.

Su corazón latía rápido, estaba nervioso, esperando que no pasara nada que lo lastimara.

Tragó en seco al ver cómo aquél al que llamaba novio tomaba delicadamente la mano de aquella chica, acariciandola con suavidad, haciendo sonreír avergonzada a la rubia y debilitando las esperanzas del pelinegro.

Xx.- O- Osito...
Rubius.- Nieves... Eres demasiado linda

Vegetta sentía un dolor en el pecho... Era casi como una puñalada, aunque juraría que era peor que una flecha clavada.

La atmósfera de aquel par, a ojos de Vegetta, se veía bastante cálida, romántica... No quería pensar que Rubius realmente tenía a alguien más, porque ellos estaban juntos ¿No?
Sí, habían discutido, pero no habían terminado la relación. 

El pelinegro, ingenuo, pensó "Tan sólo estoy malinterpretado las cosas... Rubius me ama, lo sé, él me lo dijo..." 

Aquellos pensamientos se esfumaron en el momento en el que los vio besarse... 

Ahí Vegetta comprendió que su Rubius había encontrado a alguien más. 

"¿Por qué?" 

Era la única pregunta que pasaba por su mente. 

¿Qué acaso no se amaban?  
¿Qué acaso no se habían prometido estar juntos a pesar de todo? 
¿En dónde había quedado aquella promesa de sinceridad? 
¿Se había cansado de él, tal vez? 

El chico entonces sintió las lágrimas comenzar a caer por sus mejillas. 
¿Así se sentía la traición? 
¿Por qué tenía que ser traicionado por la persona que él amaba? 

Les vio sonreírse después de aquel beso.

Aquella fue la señal de que debía irse. Sobraba en aquella atmósfera.

Mordió su labio y les miró por última vez... Rubius se veía feliz... Mordió su labio inferior nuevamente y dio miedo vuelta, para finalmente retirarse, con el corazón roto.

El camino a casa le pareció una eternidad.
De sus ojos seguían brotando lágrimas que trataba de limpiar para poder ver con claridad el camino que por momentos se veía borroso por la acumulación de éstas.

Algunos habitantes le miraban curiosos, pues no era normal ver al arquitecto del pueblo en aquellas condiciones.

Tras minutos que para el ojimorado parecieron eternos, finalmente había llegado a su isla.

Por suerte no se había encontrado a ninguno de sus amigos en el camino.

Activó las torretas y sin más se adentró en su hogar, dispuesto a desahogarse en soledad.

Nada más entrar y cerrar la puerta principal de su casa, se recargó en ésta para acto seguido deslizarse hasta quedar sentado en el suelo.

Sin poder contenerse más, comenzó a llorar.

Rubius le había cambiado tanto y le había hecho tan feliz, que no sabía que haría sin él.

Sin embargo, había comenzado a pensar en las múltiples discusiones que habían tenido.

Posiblemente el chico se había cansado de él y sus manías y reclamos...

No podía culparlo... Hasta él se cansaba de sí mismo en ocasiones.

Ah, cómo dolía, joder.

Luzu.- ¡Eh, Rabis!
Rubius.- Luzu, compañero
Luzu.- ¿No está Vegetta contigo?
Rubius.- No, no le he visto como desde hace dos o tres días...
Luzu.- ¿En serio? Que raro, porque te estaba buscando... Pensé que habrían hablado ya
Rubius.- ¿Él... Me estaba buscando?
Luzu.- Sí, le vi dar varias vueltas por el pueblo hasta que me preguntó por ti
Rubius.- ¿Hace cuánto fue eso?
Luzu.- Hace unas horas... Le dije que te había visto cerca de casa de Willy y después de irse no le vi mas
Rubius.- Mierda... Tengo que irme, Luzu, si ves a Vegetta dile que estaré en su isla ¿Vale?
Luzu.- Vale...

Rubius, a paso apresurado, comenzó a ir en dirección a la isla del ojimorado, pensando en lo que pudo haber pasado.

Al llegar, fue recibido por las torretas que protegían la isla.

Rubius.- ¡Mierda! ¡VEGETTA! ¡VEGETTITA! ¿PUEDES ABRIRME, POR FAVOR!

No obtuvo respuesta, así que procedió a volver a gritar.

Rubius.- ¡VEG! ¡AL MENOS DESACTIVA LAS JODIDAS TORRETAS DE LOS COJONES!

Dicho aquello, los disparos de las mismas se detuvieron, sorprendiendo al menor, quien además se sintió extraño al no recibir ninguna queja por parte del mayor por decir palabrotas.

Suspiró y comenzó a caminar hacia la entrada, aunque ésta estaba cerrada.

Golpeó la puerta, pero no recibió respuesta alguna.

Rubius.- Vege, sé que estás ahí ¿Puedes abrirme, por favor?
Vegetta.- Sólo déjame solo, Rubius
Rubius.- Vege ¿Qué ocurre? Ábreme la puerta y hablemos ¿Vale? Luzu me dijo que estabas buscándome... Estaba algo ocupado...

No hubo respuesta.
Rubius se golpeó y maldijo internamente, pues sólo estaba empeorando las cosas, pero si Vegetta no le había visto, no sería él quien se delataría.

Rubius.- Vegettita, hablemos...

Tras minutos de insistencia, Vegetta finalmente cedió, abriendo la puerta.

Rubius.- Veg... ¿Has estado llorando?¿Por qué?

El pelinegro tenía los ojos rojos e hinchados a causa de las lágrimas, el corazón de Rubius se encogió el verlo así, por lo que procedió a abrazarlo.

Rubius.- Vegetta... ¿Qué pasa?

Vegetta sintió un enorme dolor al ser abrazado por el menor.
No podía soportarlo más.

Vegetta.- Ella te hace más feliz ¿Cierto?
Rubius.- ¿Qué...?

El chico se separó del abrazo rápidamente, mirando al contrario, quien mantenía la vista en el suelo.

Rubius.- ¿Qué dices, Vege?
Vegetta.- Te cansaste de mi y la encontraste a ella ¿No?... No puedo culparte, se veía muy linda y encantadora... En cambio yo... No hago más que reclamarte por todo ¿Cierto?
Rubius.- Vegetta, de qué estás—
Vegetta.- Para... Los he visto, Rubius... Te vi besarla...
Rubius.- V- Vegetta, yo...
Vegetta.- Tranquilo, lo entiendo, sólo... Vete ¿Sí? Ve con ella
Rubius.- Pero Veg...
Vegetta.- Rubius, por favor... Vete, no quiero retenerte aquí conmigo cuando has encontrado a alguien mejor... No seré yo quien evite que seas feliz con alguien a quien realmente amas
Rubius- Vegetta, te quiero ¿Vale? Lo sabes...
Vegetta.- ¿Me quieres? *Ríe* ¿Lo dices después de haber besado a alguien más?
Rubius.- Vege...
Vegetta.- Rubius sólo... Sólo vete... Vi cómo le sonrías... Hace tiempo que no te veía sonreír así... Tú realmente no me amas más ¿Cierto?

Y una vez más, silencio...

Vegetta.- Lo supuse...
Rubius.- Vegetta...
Vegetta.- Sólo vete y ya ¿Quieres?
Rubius.- Lo siento... De verdad lo siento...

El chico, con la mirada hacia el suelo, comenzó a caminar fuera de la isla del pelinegro, mientras que éste comenzaba a llorar nuevamente.

Joder, como dolía un corazón roto.

Aquel día marcó el fin de aquella relación tan extraña...
Dos corazones rotos fueron el resultado.

Uno de ellos poco a poco iba siendo reconstruído por una bella e inocente dama.

Mientras el otro seguía roto.
Tratando de mantenerse con la fortaleza del dueño del mismo.

Ese corazón sería difícil de reparar.
Pero los amigos del chico hacían lo posible para mantenerlo.

Incluso él mismo se daba ánimos.

Tal vez jamás volvería a estar completo, pero al menos ahora sería más difícil romper lo que aún quedaba unido.

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