IV

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–Muy bien, chicos, es hora de empezar con sus entrenamientos– decía alegre el peli-naranja hacia los reclutas más novatos– calienten un poco antes de empezar, yo debo hablar un momento con alguien.

–¡Si entrenador!– exclamaron con alegría, comenzando a trotar. El de orbes anaranjados soltó una risa, para luego dirigirse hacia la cabaña de ciertos conejos.

Al llegar a la cabaña, le extrañó oír unos ronquidos dentro. Abrió lentamente la puerta, para poder asomarme. Allí, estaban Bon y Bonnie, dormidos, tirados en el suelo. El peli-morado tenía las dos almohadas debajo de él, mientras que el peli-celeste lo usaba a él de almohada. Se veían profundamente dormidos.

–Esto me será útil– susurró con malicia el mayor, para luego tomarles una foto con una cámara. Podría sobornarlos con eso. Cerró nuevamente la puerta, para luego marcharse de allí. Dejaría que descansen un rato.

–¡Todo es tu culpa!– gritó furioso el oji-rubi, mientras corría junto al de mirada esmeralda y se terminaba de atar el cabello. Se supone que los entrenamientos empezaban a las siete de la mañana, y eran las díez. Iban bastante tarde.

–¡Tú me golpeaste primero con la almohada! ¡yo solo me defendía!– soltó de la misma manera. Con un mal paso, tropezó con el contrario, provocando que ambos cayeran rodando por la colina por la cuál corría, pues era la única ruta por la cuál se llega al campo de entrenamiento al que debían ir. Quedaron algo mareados y desorientados debido a las vueltas que dieron al caer, así que no lograron levantarse de inmediato. Debían esperar a recuperarse.

–¡Bonnie! Hasta que al fin... Llegas...– una chica de largos cabellos blancos y ojos violetas se habia acercado con alegría, pero se detuvo al ver la situación de su amigo– uh~ pero que peculiar situación– sonrió traviesa, pués, la posición de los dos chicos se podía malinterpretar. Y más cuando el de cabellos celestes logró incorporarse.

Bonnie había quedado boca arriba, y Bon sobre él, y, al sentarse, quedó justamente sobre la parte baja del peli-morado, sin mencionar que había colocado sus manos en el pecho del contrario para poder levantarse. Ambos chicos se levantaron rápidamente.

–Vaya, vaya, ¿por qué no nos contaste que ya tenías un noviecito?– habló pícara otra chica que se había acercado, era parecida a la otra, pero ella tenía el cabello bastante corto, dándole un toque masculino.

–¡No es lo que parece!– exclamaron ambos, ligeramente sonrojados.

–Como sea~, ¿quién es el nuevo?– curioseo la de pelo corto, mirando al de piel morena.

–Chicas, él es Bon. Bon, ellas son Puppet y Mai, son amigas mías y me ayudarán con tu entrenamiento– les presentó, aún algo sonrojado por la situación pasada.

–Espero que estés preparado, Bonnie. Dicen que entrenar a un demonio puede ser... Peligroso~– susurró lo último, con un aire ligeramente aterrador.

–¡Uy! ¡se me ponen los pelos de punta!–  le siguió la corriente su hermana, mostrando su brazo.

–¿Peligroso? ¿soy peligroso?– preguntó inseguro el peli-celeste, mirando al de piel nivea.

–No les hagas caso, están locas– le sonrió confiado el de mirada rubí, colocando una mano en su hombro.

Towntrap le había contado que Bon solía ser muy inseguro, a pesar de aparentar tener una seguridad increíble, así que debía darle su apoyo y hacer que se sienta cómodo con su entrenamiento y el campamento. Puede que tengan sus diferencias, pero intentaría llevarse bien con él. Intentaría.

–No estamos locas, simplemente tenemos una realidad distinta a la tuya– articuló, con una sonrisa de lado.

–Como digas– Bonnie rodó los ojos– vamos, empezaremos con velocidad. Veamos que tan veloz eres, novato.

–M-me... ¡me muero!– exclamó agotado el de cabellos celestes, tirado en el suelo, intentando respirar.

–Ni siquiera lograste alcanzarnos, y ya estás agotado– rió con burla una de las dos leopardos de las nieves que se encontraban junto al peli-morado, el cuál miraba a Bon, de brazos cruzados, con una notable decepción en su rostro. Puppet y Mai tenían la habilidad de transformarse en los felinos ya antes mencionados.

–Debes tener una mejor condición física que esta. Si te cansas tan rápido en una batalla, estarás muerto en segundos– sentenció el de mirada rubí, colocándose junto al de piel oscura.

–E-es fácil... Para tí... D-decirlo...– habló con esfuerzo, intentando recuperar el aire perdido.

–Te ayudaré a tener una mejor condición. De ahora en adelante, entrarás en una estricta dieta, novato. No comerás nada que yo no te autorice.

–¿Qué? ¡tampoco te pases! No pienso hacer dieta– soltó con reproche, logrando levantarse una vez que volvió a respirar.

–Pues, la harás. Los puntos fuertes de un demonio a la hora de la batalla son su velocidad y su agilidad. Y tú, novato, estás algo rellenito– dijo burlón, picando el abdomen algo abultado del contrario con su dedo– deberás bajar de peso para poder ser más veloz y ágil.

–E-está bien, está bien, haré la tonta dieta– un ligero rubor apareció en sus mejillas, mientras se cubría el estómago con sus brazos. El mirada rubí simplemente rió por eso.

–Veamos... veamos...– decía el peli-morado revisando los apuntes que había realizado durante la prueba del menor, el cuál se encontraba tirado en el suelo, boca arriba, intentando no morir– no lograste correr ni medio kilómetro, hiciste treinta y ocho abdominales, veinte lagartijas, cuarenta sentadillas... Y dices que te estás muriendo– miró con decepción al oji-verde.

–N-no... Siento... Mis... M-músculos– hablaba con dificultad, sin ni siquiera hacer el mínimo esfuerzo por levantarse, y no es como que quisiera hacerlo.

–Estás mal, novato. Tienes una condición física deplorable comparada a la condición mínima que debe tener un demonio– negó con la cabeza– creo que es todo por hoy. Si seguimos, mañana de seguro no despiertas– río ligeramente– anda, levántate.

–N-no... Puedo...

–No me obligues a arrastrarte, novato– miró aburrido al mencionado, el cuál, con todas sus fuerzas restantes, levantó un poco su pie– debes ser una broma– suspiró. Sin otra opción, tomó el piel del mitad demonio, para luego comenzar a arrastrarlo en dirección a la cabaña.

–¿Como crees que le esté yendo a Bonnie con el chico nuevo?– curioseo una chica rubia de mirada amatista, junto a un chico alto de cabellos rojos y ojos color ambar.

–No lo sé, ¿por qué no le preguntas?– respondió con simpleza, señalando frente a ellos. La jóven miró en la dirección en la cuál apuntaba, observando como un notablemente irritado Bonnie se aproximaba al campamento, aparentemente cargando algo, o mejor dicho, a alguien en su espalda– ¿qué pasa, enano? ¿por qué esa cara?

–Cállate, Fox. Si lo despiertas, te tiro al vacío– amenazó con enojo.

–Uy, parece que alguien está de malas– rió con burla el más alto.

–¿Por qué tanta importancia en no despertarlo?– habló esta vez la rubia de mechas verdes.

–Este chico es el ser más quejumbroso que he conocido jamás, no dejaba de quejarse por todo. Y, gracias a los dioses, cayó dormido. Si alguien lo despierta, empezará a quejarse de nuevo, y NO quiero eso– soltó con fastidio, acomodando mejor al chico que llevaba en su espalda.

–Um...– el peli-celeste soltó un leve quejido, lo que hizo que el oji-rojo se paralizara, quedándose totalmente quieto. Para suerte del peli-morado, el de piel oscura solo se movió un poco, acomodándose mejor en su espalda, tomando una pose retraída y algo... Adorable. Bonnie suspiró aliviado.

El de mirada carmesí miró de reojo al chico sobre su espalda. Al verlo allí, tan pacífico, durmiendo, en esa pose... No pudo evitar sonreír un poco, ligeramente sonrojado. Debía admitirlo, Bon se veía un poco adorable de esa manera.

–Uh~ el enano está sonrojado– habló con burla el de piel ligeramente amarillenta, con sus manos detrás de la cabeza. El antes mencionado por aquel tedioso apodo, lo miró de mala gana.

–Tú cállate, poste metiche– bufó, para luego irse de allí, en dirección a la cabaña que forzosamente compartía con el “novato”

–Terminarán juntos– soltó sin más la pequeña rubia (en comparación al chico junto a ella) colocando sus manos en su cintura, sonriendo, mientras miraba al peli-morado marcharse.

–Nah, no lo creo. Bonnie es lo suficientemente amargado como para no tener novio o novia.

–¿Quieres apostar?

–Dale.

El jóven de cabellera morada entró con sumo cuidado a su cabaña, procurando en todo momento no despertar al de mirada esmeralda. Al estár junto a la litera, utilizó su habilidad para elevar al menor y dejarlo ligeramente sobre la cama superior. Suspiró con alivio por dos razones: en primera, logró llegar a la cabaña sin despertar a Bon, y en sengunda, habérselo quitado de encima, pués pesaba. Estaba a punto de retirarse, cuando fué que escuchó un quejido tembloroso por parte del contrario, lo que lo hizo voltear. Bon, al parecer, temblaba; era verdad que estaba haciendo frío, pero no era para tanto. Siguió su rumbo, hasta que al llegar a la puerta... No pudo seguir caminando.

Miró nuevamente al menor.

Estaba recostado de lado, “mirando” hacia donde él se encontraba, algo retraído en si mismo. Se notaba como temblaba ligeramente. Si, era una tarde/casi noche en la cuál hacia algo de frío, pero tampoco era para tanto. Bon es un demonio, bueno, mitad demonio, tendrá que soportar cosas mucho mayores que un simple frío conforme su entrenamiento vaya avanzando, pero... Él vivio siempre como humano...

Mordió ligeramente su labio inferior, no debería, pero... Por algúna razón... No le agradaba ver como el contrario pasaba un mal rato. Suspiró con resignación. Caminó hacia la litera, y con las sabanas, cubrió bien al de cabellera celeste, el cuál pareció calmarse al entrar en calor. Sonrió de lado, arropando mejor al contrario al ver como una pequeña sonrisa también se formaba en los labios del de piel oscura.

Tal vez Bon no sea tal malo después de todo.

[…]

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