━ 𝐗: Larga vida a Aslan

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────── CAPÍTULO X ─────

LARGA VIDA A ASLAN

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── 「 𝐁𝐄𝐀𝐓𝐇𝐀 𝐅𝐇𝐀𝐃𝐀 𝐆𝐔 𝐀𝐒𝐋𝐀𝐍 」 ──

( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

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        NEISHA SENTÍA EL FRÍO a través de la suela de sus botas. Aunque aquella sensación de entumecimiento no demoró en desaparecer, dando lugar a un molesto ardor ocasionado por la repentina carrera. Sirianne les había alertado de que un trineo los estaba persiguiendo por la vasta superficie del río, de modo que no les había quedado más remedio que correr para salvar sus vidas. Era cierto que ninguno había llegado a vislumbrar la cara de su ocupante, ni siquiera ellas, que poseían un sentido de la vista mucho más desarrollado que los humanos, pero de todos era sabido que a Jadis le gustaba desplazarse en carruajes tirados por renos blancos.

Corrían lo más rápido que podían, sin mirar atrás en ningún momento. La pareja de castores iba al frente, seguida muy de cerca por los hermanos Pevensie, y Sirianne y Neisha ocupaban la retaguardia. Podían ver las lindes del bosque a tan solo diez metros de distancia, por lo que el Señor Castor los apremió a ir más deprisa.

Peter agarró con fuerza la mano de Lucy, pero resultó inevitable que la pequeña resbalara y cayese al suelo. El muchacho, con la agonía presente en su congestionado semblante, hizo el amago de detenerse y volver a por ella, pero Niss se lo impidió cogiéndolo del brazo y tirando de él, mientras Syrin se agachaba junto a la niña y la ayudaba a levantarse.

La arcana de ojos verdes entrelazó su mano con la de Lucy y, tras dedicarle unas palabras de consuelo, la obligó a seguir corriendo. La chiquilla sollozó, puesto que se había raspado las rodillas, pero no puso ninguna objeción. Tenía otros problemas más importantes en los que pensar que un simple dolor de piernas.

Instantes después se adentraron en la espesura, sabiendo que si de verdad la Bruja Blanca quería atraparlos, tendría que abandonar su trineo y perseguirlos a pie. Aquello les otorgaba algo de ventaja, pero tampoco podían confiarse. Esa odiosa mujer siempre conseguía lo que se proponía.

Los castores los guiaron a través de los árboles, rompiendo la quietud del bosque con el sonido de sus pisadas y el de sus agitadas respiraciones. Por suerte, no tardaron en dar con un lugar donde esconderse: una pequeña cueva cuya entrada permanecía semioculta por varios arbustos de hoja perenne.

Los futuros reyes, junto a Neisha y los castores, descendieron el terraplén y se guarecieron en su interior. Sirianne, en cambio, se tomó unos segundos para inspeccionar los alrededores, en busca de una mejor opción, pero no encontró nada. No le agradaba la idea de meterse allí dentro, ya que si Jadis daba con ellos no le costaría nada matarlos a todos. Con las prisas, habían dejado un rastro muy fácil de seguir. Aunque ¿qué otra alternativa tenían? Ninguna. Los humanos y los castores estaban agotados, al igual que ellas.

Resopló, justo antes de descolgarse el arco, coger una flecha de su carcaj e ingresar en la diminuta caverna, donde apenas cabían los siete. Se apretaron los unos contra los otros y guardaron silencio, esperando no ser descubiertos.

Puede que solo hubiesen transcurrido un par de minutos, pero a Neisha le parecieron horas. Debido a la persecución, había perdido la bolsita con las cenizas de roble blanco, por lo que la opción de utilizar su magia para pasar desapercibidos había quedado completamente descartada.

Dioses, estaba tan asustada... Si la hechicera los encontraba, no tendrían ninguna posibilidad de vencerla. Tal vez si era rápida y no dejaba que los nervios le nublaran la mente, Sirianne podría dispararle una flecha, pero eran simples suposiciones. Lo más seguro era que Jadis no estuviese sola, de manera que enviaría a sus perros falderos a realizar el trabajo sucio.

La pitonisa cerró los ojos y respiró hondo, tratando de regular el ritmo de sus acelerados latidos. En ese momento cayó en la cuenta de que Peter estaba detrás de ella. Sus músculos permanecían en constante tensión y su respiración entrecortada le hacía cosquillas en la nuca.

Los temblores de Lucy se hicieron más erráticos cuando empezaron a escucharse pasos. Al principio estos sonaron lejanos, pero no demoraron en acercarse a su posición, logrando estremecer a la pequeña. Y entonces una sombra con forma humanoide se reflectó en el montón de nieve que tenían delante. Nada más verlo, Syrin tragó saliva y tensó la cuerda de su arco, con el corazón a punto de salírsele del pecho.

Contra todo pronóstico, la sombra desapareció de su campo de visión y las pisadas se alejaron. Los hermanos Pevensie se observaron entre sí, confusos, en tanto las arcanas continuaban alerta. El Señor Castor intercambió una fugaz mirada con su esposa y se encogió de hombros. 

Aquello era muy raro. Demasiado.

—A lo mejor se ha ido ya —susurró Lucy.

Sirianne arrugó el entrecejo en una mueca escéptica. Conocía a esa mujer lo suficiente como para saber que no se rendía con tanta facilidad. Solo era cuestión de tiempo que regresara y los encontrase. Una parte de ella, la más impulsiva y temeraria, lo prefería, dado que así tendría la oportunidad de clavarle una flecha entre ceja y ceja. Algo con lo que había fantaseado miles de veces durante los últimos tres años.

—Tendré que ir a ver —dijo Peter, dispuesto a salir y comprobarlo con sus propios ojos.

—No, ni hablar —refutó Sirianne, tajante. Miró por encima de su hombro, topándose con el muchacho, que la observaba con asombro—. Eres el futuro rey, tu seguridad está por encima de todo. —No vaciló a la hora de tutearle, ya que no soportaba las formalidades.

—Ella tiene razón, muerto no sirves de nada a Narnia —intervino el Señor Castor.

Peter volvió a apoyar la espalda en la pared, resignado. Nunca le había gustado que la gente le dijera lo que tenía que hacer, pero era consciente de que por mucho que insistiera, no le dejarían salir de allí. Así que se limitó a suspirar y a abrazar a Lucy, que temblaba junto a él como un alfiler.

—Iré yo —anunció Syrin para sorpresa de todos—. Si las cosas se ponen feas, huid sin mí. ¿De acuerdo? —La pelirroja paseó la mirada por sus compañeros hasta detenerse en Neisha, cuyas facciones se habían crispado en un rictus amargo—. Da igual lo que oigáis. Corred y no miréis atrás —sentenció. Su tono no admitía réplica.

Susan miró a Peter, perpleja. ¿En serio iba a arriesgarse por ellos, a quienes conocía de unas pocas horas? Seguía sin comprender muchísimas cosas de ese mundo, pero, dadas las circunstancias, no podía negar que le aliviaba saber que no estaban solos. Que había «personas» que se preocupaban por ellos y que harían lo que fuera necesario con tal de protegerles.

—Pero si es la bruja te atrapará —señaló Lucy. Sus ojos brillaban con una mezcla de miedo e inseguridad.

—Es demasiado arriesgado, Syrin —habló Neisha sin poder disimular un timbre nervioso en la voz. Aquello le parecía una locura, pero, por desgracia, de sobra sabía que dijera lo que dijese, no le haría cambiar de opinión. Su hermana era demasiado obstinada.

La mencionada clavó sus iris verdes en los azules de Niss, que le pedían a gritos que se quedara. Eso habría sido lo más sensato, sin embargo, en aquellos momentos Sirianne no pensaba con claridad. La sola idea de tener cara a cara a Jadis, la culpable de que su especie estuviese al borde de la extinción, despertaba en ella una insaciable sed de venganza.

—Escucha a tu hermana —terció el Señor Castor en un intento por hacerla entrar en razón—. Yo soy pequeño, podré salir sin que me vean. —Ante sus palabras, el cuerpo de su esposa, que permanecía acurrucada a su lado, se tensó.

—Pero tú no tienes un arco.

Dicho esto, Sirianne se arrastró hacia el exterior de la cueva, con los sentidos bien alerta y su arma lista para disparar. Neisha quiso ir tras ella, pero Peter la retuvo; apresó su muñeca con suavidad, provocando que la pitonisa se volteara a verle.

—Confía en ella —pronunció el rubio, justo antes de soltarla.

Niss volvió la vista al frente, sintiendo una inmensa desazón en el pecho. Hubo unos instantes en los que no se oyó nada. Ni pasos, ni voces... Absolutamente nada. De nuevo, el tiempo pareció congelarse para la más joven de las arcanas, que no dejaba de encomendarse a todos y cada uno de los dioses para que su hermana estuviese sana y salva.

Al cabo de un minuto más de incertidumbre, la voz de Syrin los sobresaltó. Peter, Susan y los castores dieron un respingo. Lucy chilló y Neisha dejó escapar todo el aire que había estado conteniendo, aliviada.

La cazadora los animó a salir, alegando que no se trataba de la Bruja Blanca ni de ninguno de sus esbirros, de modo que, uno por uno, emergieron de su escondite. Los seis se llevaron una grata sorpresa al comprobar que, tal y como les había dicho Sirianne, no era Jadis quien los había estado persiguiendo río a través, sino un hombrecillo corto de estatura, vestido de rojo y con una larga barba grisácea.

Peter y Susan compusieron sendas expresiones de desconcierto. Lucy, por el contrario, esbozó una amplia sonrisa que enseguida fue correspondida por una carcajada de parte del anciano, que los miraba con rostro gentil.

Neisha entreabrió los labios, reconociéndolo al instante. Tanto ella como Sirianne habían oído hablar mucho de él, aunque siempre pensaron que eran simples leyendas, historias para entretener a los más pequeños. Aquello era lógico, puesto que ambas habían nacido durante el eterno invierno y, por tanto, nunca habían celebrado la Navidad.

—Feliz Navidad, señor —saludó Lucy sin borrar la sonrisa. Se separó de su hermano mayor, que no la había soltado en ningún momento, y avanzó unos pasos, situándose al lado de Syrin. Esta guardó la flecha en su aljaba y se colgó el arco del hombro.

—Así es, Lucy. Desde que habéis llegado —secundó Santa Claus. Su voz era dulce y melodiosa, en consonancia con su aspecto.

Susan inspiró por la nariz y frunció los labios en una mueca desdeñosa. Esa había sido la gota que colmaba el vaso, al menos para ella. Todo cuanto estaban viviendo era tan inverosímil y... ridículo que no podía evitar tomárselo a broma. Su mente racional le impedía ver más allá de la lógica y la ciencia.

—Oye —comenzó a decir, dirigiéndose a Peter—. He tenido que soportar muchas cosas aquí, pero esto...

—Creíamos que era la bruja —la cortó el muchacho, temeroso de que sus palabras pudieran ofender al hombre. Por suerte (o desgracia), este ya estaba acostumbrado a que la gente dudase de su existencia.

—Sí, sí... Lo siento mucho. —Santa Claus viró la cabeza hacia su trineo, del que lo separaban unos metros de distancia—. Pero en mi defensa diré que yo conduzco uno de estos mucho antes que Jadis —puntualizó mientras se quitaba los guantes que lo protegían del frío.

Neisha se posicionó al lado de su hermana, justo antes de que su atención se desviara hacia los renos que se encargaban de tirar del vehículo. Eran muy bonitos, de pelaje oscuro y poderosa cornamenta, y estaban sujetos con arneses en los que había infinidad de cascabeles dorados.

—Pensaba que nunca era Navidad en Narnia —comentó Susan.

—No, desde hace mucho... —musitó el anciano con cierta nostalgia—. Pero la esperanza que nos habéis traído, altezas, está empezando a debilitar la magia de la bruja. —Ante ese último comentario, Syrin miró a Niss y le dedicó una cálida sonrisa. El discurso de Santa Claus no hacía más que corroborar el del zorro: que realmente el Gran Aslan había regresado—. No obstante, supongo que no os vendrá mal esto.

El hombre giró sobre sus talones y asió el enorme saco que reposaba en la parte trasera del trineo, para luego dejarlo en el suelo. Al verlo, la sonrisa de Lucy se ensanchó, pues de sobra sabía lo que había dentro. Avanzó unos pasos y se detuvo frente a la bolsa, tan ilusionada que a Sirianne se le encogió el corazón de la ternura.

—¡Regalos! —exclamó.

Santa Claus rio, divertido. Se agachó, abrió el fardel y sacó de su interior una botellita de cristal. Cuando desveló su contenido, Neisha abrió los ojos de par en par: se trataba del jugo de la Flor de Fuego, cuyas gotas eran capaces de curar cualquier herida. Acto seguido, le entregó un puñal, a juego con una funda y un cinturón de cuero. Lucy lo cogió con cierta inseguridad. Era evidente que no estaba preparada para usarlo.

—Susan. —La susodicha se aproximó a Santa Claus, en cuya mano derecha sostenía un arco y un carcaj lleno de flechas de plumas rojas. Sirianne alzó las cejas, fascinada, ya que el conjunto era precioso—. Confía en este arco, no acostumbra a fallar —dijo al tiempo que le tendía el arma. La morena contempló con sumo detenimiento su nueva adquisición—. Y aunque parezca que no tienes problemas para hacerte escuchar... Hazlo sonar y dondequiera que estés algo acudirá a socorrerte. —Extendió los brazos y le obsequió un cuerno de marfil.

—Gracias. —Susan sonrió. Se llevó el arco y la aljaba a la espalda, y retrocedió unos pasos.

—Peter, puede que no tardes mucho en utilizarlos —prosiguió el anciano, clavando la vista en el muchacho.

Este se aproximó a él y cogió la espada que le acababa de entregar, junto con un hermoso escudo. Luciendo una expresión solemne, desenvainó el arma y admiró cada detalle, desde los grabados que había en la hoja hasta el león que coronaba la empuñadura.

Peter le dio las gracias, envainó la espada y ató el talabarte alrededor de su cintura, para después regresar junto a sus hermanas. No cabía la menor duda de que aquellas armas le habían proporcionado la valentía suficiente para seguir adelante y recuperar a Ed. Ya no se sentía tan indefenso, y eso le gustaba.

—Neisha, acércate. —La pitonisa miró a Santa Claus, atónita—. No creerás que me he olvidado de vosotras, ¿verdad? —inquirió a la par que esbozaba una sonrisa afable. Niss abrió la boca, pero no llegó a decir nada. Se volteó hacia su hermana, que la instó con un cabeceo a que obedeciera, y se situó delante del hombre—. He oído que tienes un don muy especial, pero que aún no sabes manejarlo del todo. Este brazalete te ayudará a controlar tus visiones. Llévalo siempre puesto.

Ante sus palabras, la joven asintió, justo antes de tomar entre sus finos dedos la pulsera de acero. Era muy bonita, no lo iba a negar. La cadena simulaba enredaderas y flores, y en el cierre había cincelado un vegvísir, el emblema característico de su especie. Subió un poco la manga de su camisa y se la colocó en la muñeca.

—Y pese a que ya tienes en tu poder una muy especial, acepta esta espada —añadió Santa Claus.

Neisha la cogió, no muy convencida. Nunca le habían gustado las armas, mucho menos usarlas, pero era consciente de que tarde o temprano la necesitaría. Tras inspirar por la nariz, la desenvainó, sorprendiéndose ante lo ligera que era. Tenía una gema engarzada en la empuñadura, de tonos azules y violetas, y algún que otro símbolo arcano inscrito en la hoja.

—Muchas gracias, pero... me temo que no soy una guerrera —musitó, algo cohibida. Aquello era cierto. Ella nunca había recibido ningún tipo de entrenamiento, al contrario que Syrin, quien empezó a adiestrarse a la edad de ocho años.

—Claro que lo eres, solo tienes que confiar más en ti —contradijo Santa Claus en tanto le guiñaba un ojo con complicidad. Al oírlo, Neisha sonrió, para finalmente dejarle espacio a Sirianne, que era la última en recibir sus regalos—. Soportas una gran carga, puedo apreciarlo en tu mirada. Por esa razón, te hago entrega de este colgante. —El anciano le tendió un collar que enseguida acaparó la atención de la arquera. Estaba conformado por un cordel negro del que colgaba una piedra bastante extraña, puntiaguda y semitransparente. A la luz del sol brillaba con intensidad, pero, quitando eso, parecía bastante corriente—. Es un objeto muy especial, te ayudará a encontrar aquello que buscas. Estoy seguro de que sabrás utilizarlo como es debido. Y ten esto, las necesitarás en el campo de batalla.

Syrin ató el colgante alrededor de su cuello y se hizo con las dagas gemelas que le había conferido Santa Claus. Eran magníficas: el diseño de las empuñaduras era exquisito y los filos estaban ligeramente curvados. Al igual que la de Lucy, estas venían con su respectiva vaina y dos correas, una para cada pierna.

Sin esperar a más, el hombre cerró el saco y lo dejó en el trineo. Les dedicó unas últimas palabras a los Pevensie y a las arcanas y, tras pronunciar un «larga vida a Aslan», ingresó al vehículo y tiró de las riendas para que los renos comenzaran a moverse.

Los humanos se despidieron de él y le desearon una feliz Navidad antes de que su figura desapareciera en la lejanía. Solo entonces, Lucy se volvió hacia sus hermanos y comentó:

—Os dije que existía.

Neisha fue incapaz de contener la risa.

—Ha dicho que el invierno está a punto de acabar —manifestó Peter, cuyos orbes azules continuaban extraviados en el horizonte—. ¿Sabéis lo que eso significa?

Sus compañeros lo observaron con expectación.

—Que no habrá más hielo —contestó Sirianne, recibiendo un leve asentimiento por parte del mayor de los Pevensie.

—Y todavía tenemos que cruzar la cascada —dijo el Señor Castor, que no había tardado en comprender a qué se debía tanta agitación.

Niss cruzó miradas con Peter, y luego con su hermana, que había retornado a una expresión neutral. Como cabía esperar, el hecho de que la magia de la bruja se estuviese debilitando a cada minuto que pasaba tenía también su parte negativa, y la acababan de descubrir.

—Pues en marcha entonces. No tenemos tiempo que perder —dictaminó Syrin.

Aseguró los puñales a cada uno de sus muslos, la espada de su padre —ya que ahora Neisha portaba la suya propia y le iba a resultar muy complicado desplazarse con el peso de ambas— a la cintura y echó a andar, encabezando la comitiva.

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N. de la A.:

¡Hola, pequeños míos!

Sí, los Pevensie están de vuelta. Sé que es un capítulo de transición, pero prometo que el siguiente será mucho más entretenido. Estoy deseando empezar a escribirlo, con eso os lo digo todo, jajaja.

¿Qué os han parecido los regalos de nuestras chicas? Antes de que se me olvide, quisiera aclarar una cosilla respecto a este tema: el vegvísir que hay grabado en la pulsera de Niss es como el símbolo que puse en el apartado anterior, concretamente en «Cultura y costumbres», para que os hagáis una idea.

Y bueno, creo no tengo nada más que añadir. Solo que si todavía no habéis leído la info sobre los arcanos, os recomiendo que lo hagáis, ya que a lo largo de la historia mencionaré cosas que están explicadas en ese apartado.

Espero que os haya gustado el capítulo. Si es así, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

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