Chismes y café

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El olor intenso de sus bebidas a base de cafeína disminuyó al mezclarse con el frío viento vespertino, mientras los dos hechiceros conversaban bajo la sombrilla desplegada, que se movía pacienciosa sobre sus cabezas, a las afueras de una cafetería local.

—¿Te sabes el de Ijichi? —Nobara le preguntó de pronto, jugando con la colorida pajilla de papel, cerca de sus labios.

Megumi alzó la mirada y bebió un sorbo de su taza con café. Entonces, Nobara rio dejando entrever una sonrisa.

—¡Está enamorado de Shoko! —exclamó como si fuera una revelación.

Megumi siguió tomando su café, sin inmutarse o eso dio a entender la permanencia de su típica mirada seria e imperturbable, por lo que Nobara descompuso su expresión y golpeó la mesa con los puños.

—¿Qué? —preguntó, ofendida—. ¿Ya te sabías ese chisme? ¿Cómo? Si yo recién lo acabo de escuchar. ¡Fushiguro! ¿Acaso estás chismeando con alguien más?

El timbre de notificación, de un nuevo mensaje, llevó a Megumi a revisar su celular.

—Eso de Ijichi es evidente, Kugisaki, solo deberías ver su cara cuando está cerca de ella. Si fueras más observadora te sería sencillo darte cuenta de los sentimientos de cada quien —le respondió, mientras deslizaba el dedo sobre la pantalla—. Itadori quiere que vayamos. Están entrenando y como es el único de primer año, el profesor Gojo le ha mandado hacer trabajo extra junto a los de segundo. Zenin está barriendo el piso con él.

—Entendible, qué pena por Itadori, pero primero déjame terminar mi frappé —Nobara replicó e introdujo por fin aquella pajilla a su boca.

—Iré a pagar.

Megumi se levantó para dirigirse al interior de la cafetería, dónde se percató de que no eran los únicos que habían llegado de a dos a ese lugar. En su mayoría, parejas se sostenían de las manos, se besaban o simplemente se miraban con cariño o, a sus ojos, como un par de tarados. Él los observaba y no podía dejar de preguntarse: ¿qué clase de maldición implicaba estar enamorado? Esa le parecía imposible de exorcizar.

Chismear sobre parejas con Nobara era entretenido porque le hacía ver que siempre tenía razón respecto a los sentimientos ajenos y le brindaba nueva información sobre los demás, pero perder el tiempo con otra persona, en plan romántico, solo le parecía muy tonto e inútil; una completa pérdida de tiempo.

—Qué tenga un buen día, joven —La mujer frente a él le devolvió la tarjeta de crédito del profesor Gojo, con una sonrisa—. Veo que viene a menudo con la señorita. ¿Sabe? Todos los sábados tenemos descuentos para los enamorados, vengan pronto. Tiene una enamorada muy linda.

—¿Enamorada? —Megumi volvió a arrugar la nariz y recogió la tarjeta prefiriendo no decir nada. ¿Cómo se le ocurría a esa mujer hacer semejante insinuación?

Megumi y Nobara solo eran dos amigos que se reunían cada cierto tiempo a la semana, aprovechando las horas libres, como una tradición secreta entre los dos. Yuuji era un poco lento para seguirles el hilo y Maki no se mostraba muy interesada en ello, así que ambos habían encontrado en el otro a un compañero ideal para chismear.

A lo mejor deberían cambiar de cafetería seguido para evitar ese tipo de confusiones.

—¿Terminaste? —le preguntó a Nobara, al regresar.

Ella se estiró en la silla y tocó su codo, haciendo emerger un puchero manipulador en su rostro.

—Sí, pero me duele un poco el brazo —Le acercó la cartera colgante que había comprado la semana pasada en una tienda Balenciaga—. ¿Podrías cargarlo?

Megumi suspiró y la recogió para colgársela en el hombro, como si fuera hecha a su medida. La verdad, no era la primera vez que se la ponía, incluso, podía decir que estaba muy familiarizado con transportar los bolsos de su amiga.

—¿Nos vamos?

Nobara sonrió.

—Vamos.

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