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—¿Y qué opinan del nuevo superintendente Conway? —preguntó Vegetta hablando con los policías y Luzu. 

—Es un malhumorado —se quejó Fargan. 

—Siempre mantuve el orden aquí en Karmaland, y ahora llega él... —gruñó Alexby.

—¿Viste su rostro? Es muy serio, tiene arrugas y todo —volvió a hablar el chico-búho.

—Me niego a seguir sus órdenes —insistió el comisario fan de Star Wars.

—Dudo que ese señor sepa lo que es la diversión. 

—Nunca tuve un jefe, ¿porqué empezar ahora? 

—¿Ya dije que es un malhumorado? Seguramente porque no se le para. 

—Karmaland está perfectamente sin él. 

—¿Tomará viagra? 

Vegetta suspiró cuando las quejas comenzaron a cesar y miró a Luzu en busca de una respuesta más madura. 

—Estoy de acuerdo con ambos. 

—¡Vegetta! No podemos confiar en alguien que toma viagra a sus 32 —acotó Fargan seguro de que eso justificaba su rechazo hacia el hombre. 

—Esto debe de ser una broma —murmuró masajeando sus siénes— Primero que nada, Fargan, Conway no vino para divertirte, vino para poner orden en Karmaland porque, Alexby, este lugar no es totalmente seguro y, chicos, si toma viagra o no, no es de nuestra incumbencia. 

—A demás es alguien muy irrespetuoso —contó Luzu. 

—Confirmo. 

—Es terrible, abro hilo —agregó el híbrido de Búho. 

—A ver, chicos, cálmense, si veo que se pasa de listo lo pondré en su lugar, ¿está bien? 

—Me parece correctísimo —habló el chico emplumado de acuerdo con su líder. 

Los cuatro ingresaron a la comisaría de Karmaland, yendo directamente a la oficina donde el hombre revisaba unos papeles. 

—Al fin llegan supernenas —habló Conway sin levantar la vista— Necesito más información sobre la explosión en la casa de la playa. 

Vegetta frunció el ceño al notar el sobrenombre que, en su opinión, era despectivo. 

—Superintendente, le voy a pedir que hable con más respeto. 

—Y si no, ¿qué? —respondió mirándole con desdén. 

—Bueno, soy el líder de Karmaland y- 

—Y yo soy tu puto Dios, venérame —interrumpió y luego miró al más bajo— Comisario, tráigame el expediente. 

Alexby, a pesar de estar enfadado por recibir órdenes, se acercó a un estante y de allí sacó una carpeta con el nombre del caso. 

—Es esta, hay fotos de las pistas y también están redactadas, todos los habitantes de Karmaland tienen coartada y no hay ningún testigo —explicó de mala gana entregándole la carpeta. 

—Genial —respondió con sarcasmo— Pudo haber sido cualquiera. 

—De hecho, los únicos que pueden utilizar dinamita son los héroes de Karmaland —contó Fargan, haciendo que Reborn le alentase a seguir hablando— Nosotros nueves somos los únicos capaces de crear, solo nosotros podemos manejar las mesas de trabajo, mesas de encantamiento, los yunques, etc. 

—¿Y qué pasa con los habitantes? Si quieren sembrar y demás, ¿cómo obtienen los materiales?—preguntó el superintendente echándose hacia atrás en la incómoda silla de plástico que le pertenecía a Fargan. 

—En cada lugar de trabajo se encuentra todo lo que necesiten, Mangel se encarga de que nunca les falte nada —respondió ahora Alexby. 

—Bien, entonces eso los reduce a nueve sospechosos —concluyó— ¿Dónde hay un vehículo que me pueda llevar a la casa de...Lolito Psycho? 

Los tres héroes se miraron divertidos, ¿el hombre había preguntado por un vehículo? ¿En Karmaland? Le faltaba mucho por aprender. 

—Quizás puedas domesticar un caballo del bosque —habló Alexby, disfrutando de la mirada incrédula que recibía. 

—¿Qué me estás contando, anormal? —cuestionó frunciendo el ceño— ¿Cómo que domesticar un caballo? Ahora voy al campo y canto con los pajaritos para que venga Bambi y me lleve. 

—Bien, me alegra que puedas solucionarlo —respondió Vegetta, cansado de la actitud del superintendente, entendiendo al fin del montón de quejas de sus tres amigos. 

Reborn se colgó su saco negro al hombro y salió de la comisaría, llevando consigo la carpeta más por el mapa que por los datos en ella. 

El musculoso hombre se paró a las afueras de Karmaland, se abrigó y sacó el mapa que tenía un círculo anaranjado que señalaba la casa a las orillas de la playa. Y, con disgusto, notó que no había forma de rodear el agua. 

¿Tendría que nadar? 

Tendría que nadar. 

Caminó con paso firme, atravesando montañas y bosques, ni siquiera considerando la idea de domesticar un caballo. En realidad, ¿era posible hacer eso? 

Finalmente Jack había llegado a la orilla del río serpenteante que recorría todo el pueblo de Karmaland, se sacó el saco dispuesto a tirase al agua y desistió de la idea al ver una piraña saltar directamente hacia él. 

—¡Joder! —exclamó asombrado y retrocedió rápidamente asustándose cuando, pasados los minutos, el pez se desvaneció dejando un pequeño polvo— ¿Qué cojo-

—¿Sufres de coprolalia? 

Reborn se volteó asustado, tranquilizándose al ver quién estaba a sus espaldas. 

Era Auron, y vestía distinto que esa mañana. Estaba con una bata blanca y una tarjeta colgada como si de un collar se tratase, vaqueros ajustados de un celeste claro y zapatos negros de oficina. El hombre estaba peinado prolijamente -excepto la rebelde llama de fuego- y tenía unos lentes que le aliviaban el dolor a la vista que le causaba leer tantos documentos. 

—¿Qué? —preguntó anonadado, más por la apariencia del chico que por el asombro de verle ahí. 

—Si sufres de coprolalia, ya sabes, que no puedes evitar insultar —explicó brevemente, evitando entrar en detalles para no aburrir al superintendente. 

—No —respondió, aunque luego ladeó la cabeza— Bueno, no lo sé, ¿y tú cómo sabes de esas cosas? 

—Soy psicólogo —contó elevando su mentón orgulloso y mostrándole la tarjeta que lo demostraba— En realidad psiquiatra, pero la gente se inquieta ante la idea. 

—¿Porqué? —preguntó curioso, acercándose algunos pasos para estar más cerca del moreno. 

—La gente piensa que ir al psiquiatra es algo malo, cuando en realidad la diferencia entre estas profesiones es que el psiquiatra puede intervenir recetando fármacos. 

Reborn asintió, comprendiendo a lo que se refería. 

—En fin, ¿qué haces aquí? ¿Vas a construir tu casa? 

—No, me quedaré en una casa del pueblo, ya dejé mi cosas ahí —comentó haciendo un ademán con su mano— Debo de ir a la casa de Lolito para investigar una explosión. 

—¡Oh! Sí, ¿y dónde está tu barca? —preguntó, y rio al ver el rostro del contrario— No puedes cruzar el río nadando, todo lo que hay allí abajo tratará de arrancarte la piel, déjamelo a mí. 

Auron dejó en el suelo su bolso negro que Conway recién notaba y comenzó a mover sus manos en el aire, confundiendo al hombre y haciéndole pensar que, quizás, debería conseguir un psiquiatra para el héroe. 

Bueno, lo pensó hasta que una mesa de trabajo apareció entre ellos cuando el más bajo señaló hacia el suelo. 

—¿Cómo...?

—Tú como superintendente tienes privilegios, yo como héroe también los tengo, ¿aún no te han dado la habilidad de cachear? 

—¿Cómo que habilidad para cachear? Joder, si quisiera cachearte podría esposarte aquí mismo y revisarte. 

Auron rio divertido, pensando en que al hombre le quedaba mucho por conocer de Karmaland. 

—Todos aquí tenemos un inventario, donde guardamos nuestras cosas —explicó con simpleza— Pensé que, como te harías tu propia casa, tú también tendrías uno. 

El más alto negó, haciendo que Auron se molestase un poco con Merlon y los Dioses. Al no poseer de un inventario, Conway tendría que acarrear todos los materiales en sus brazos y construirla como un civil cualquiera, haciéndolo todo más difícil. 

—Hagamos un trato. 

—¿Sobre qué? 

El héroe se acercó a la mesa de trabajo y comenzó a construir la barca. 

—Yo haré tu casa, si duermes en el pueblo cualquiera puede entrar y hacerte algo, lo digo por experiencia. 

—¿Qué te hicieron a ti? —curioseó. 

—¿A mi? Nada, pero a veces iba por las noches a otras aldeas y me metía a sus casas para robarles y molestarlos —contó, recordando la diversión que eso le causaba. 

—¿Estás reconociendo tus crímenes con el superintendente? 

—Hombre, que entre nosotros hay confianza, ¿no? 

—Para secreto de confesión ve a la iglesia. 

—Rubius es el cura, y él no conoce qué es un secreto, si le cuentas algo ten por seguro que Vegetta lo sabrá, y luego todo el pueblo. 

Auron se acercó al agua y colocó la barca, se subió enseguida y comenzó a remar apenas el superintendente se acomodó detrás de él. 

—¿No quieres que reme yo? —preguntó Conway, recibiendo una negativa por parte del héroe, así que simplemente observó como las pirañas se golpeaban contra la barca, algunas pocas muriendo al instante. 

—Continuando con la idea del trato, yo te hago tu casa, pero- 

—A cambio quieres algo —completó— Auron, sé como funciona un trato. 

—Bien, me gustaría comerte la polla. 

Reborn quedó en silencio, procesando lo que el otro le había dicho. 

—Joder... —murmuró nervioso.

—¡Que es broma! —exclamó— En realidad pensaba agrandar mi parcela y hacer allí tu casa, y pedirte a cambio que estés atento a mis mascotas cuando hallan misiones. 

—¿Esas que haces cómo héroe? 

—Sí, y tardamos varios días en cumplirlas, así que...me ayudarías mucho con eso. 

—Ni me conoces —le recordó Reborn. 

—Hombre, tú no me harías daño, ¿no? 

Ambos hombres llegaron a la casa ya reconstruida y se bajaron de la barca. Reborn se quedó parado observando toda la zona, Auron, mientras, gritaba para que su mejor amigo saliese. 

—Auron, no está en casa —avisó el superintendente antes de que el hombre volviese a gritar— SI no salió con tus primeros gritos, no creo que lo haga ahora. 

—Lolito si está en casa —aseguró— O tal vez sea Mangel. 

—¿Y cómo lo sabes? 

—Las torretas están desactivadas. 

—¿Torretas? ¿Qué son? 

El psiquiatra señaló varios cuadrados blancos que estaban en el suelo. 

—Esas son torretas, cuando las activas defienden tu casa a tiros, disparan a humanos y mobs. 

—¿Mobs? 

—Monstruos. 

—¿Lolito siempre deja las torretas encendidas cuando no están? —preguntó interesado parándose junto a una de estas. 

—Sí, seguramente tiene muchas ilegalidades dentro de su casa, no puede arriesgarse a que alguien entre y se lo cuente a Vegetta —se explicó y, casi al instante, alguien les abrió las puertas de retina que habían en la reja. 

—¡Mangel! —exclamó Auron saludando al hombre, quien sonrió al verle. 

—Hola Auron, hola...

—Superintendente Conway —se presentó dándole la mano, siendo correspondido al instante con un firme apretón.

—Es un placer —dijo Mangel, recordando lo mucho que se había quejado su futuro prometido de ese hombre la noche anterior— ¿En qué puedo ayudarlos? Lolito no me contó que saldrían. 

—Oh, no, estamos aquí por él —contó señalando al superintendente— Él va a investigar la explosión de la semana pasada. 

—¿Alexby no estaba a cargo de esa investigación? 

—Esta mañana encontré muchos casos archivados y sin resolver, y eso no es algo de mi agrado —comentó— A demás, encontré varios errores que cometió el comisario, así que decidí encargarme yo. 

Mangel asintió comprendiendo y los hizo pasar, llevándolos al lugar donde había sido el ataque. 

—Destruyeron esa parte de la reja, así que supongo que por ahí entraron, y destruyeron toda esta parte de la casa y dejaron un gran pozo por todo este lugar —explicó señalando toda la zona. 

—¿Porqué destruyeron la reja en lugar de saltarla? —preguntó Auron, recordando a la vez todas las veces que lo había hecho para jugarle alguna broma a su mejor amigo. 

—Lolito construyó un nuevo sistema de defensa, cuando la reja se mueve, se activa. 

El antiguo guerrero sacudió levemente la reja y varios pinchos cubrieron la parte de arriba impidiendo que alguien pueda pasar sin morir del daño.

—También tienen veneno para asegurarse de que la persona va a morir, ya sabes como es Lolito. 

—El psicópata de Karmaland —bromeó Auron y Mangel rio de acuerdo con lo dicho. 

—Una de las pistas era un escudo de diamante roto —interrumpió Reborn aburrido, sacando de la carpeta una foto de los trozos marrones y celestes. 

—Alexby dijo que se rompió cuando el atacante se defendía de las torretas —recordó Mangel. 

—Entonces se hizo daño, pero aquí dice que ninguno de Karmaland presentaba heridas provocadas por torretas. 

—Eso es cierto, yo fui quien los revisó —contó Auron— Yo nunca fui sospechoso porque estaba con ellos cuando pasó. 

—Entonces sacó otro escudo —razonó Reborn, y los otros dos negaron. 

—Las torretas son rápidas, aunque saques muy rápido otro escudo al menos un disparo te llega, me pasó cuando fui a reventarle el invernadero a Willy. 

El superintendente aguantó su sonrisa, divertido porque Auron no se guardaba nada a pesar de su presencia. 

—Yo creo que se cubrió con otra cosa que llevase fuera del inventario —confesó Mangel estresado, con la necesidad de encender un cigarro recorriendo su cuerpo— Habían otros trozos cafés, Alexby dijo que eran parte del escudo, pero sé como lucen todos los escudos, y esas piezas no lo eran. A demás, esos trozos eran similares al plástico, y ningún escudo de diamante tiene algo parecido. 

—Adivinaré, no le sacaron fotos. 

—No. 

—Hostia... —agregó Auron, sintiéndose levemente fuera de la conversación y queriendo participar en esta.

—Pero tenía la esperanza de que Alexby reconociera que eso no era un escudo, así que guardé las piezas.

La emoción se esparció por todo el cuerpo del superintendente, feliz de que quizás había algo que le podría llevar a la resolución del caso. 

Mangel los guio al interior de la casa, indicándoles que se sentaran en el sillón rojo con forma de L y yéndose apresurado por las escaleras que daban a la habitación de la pareja. 

—Entonces hoy dormirás en mi casa, ¿no? —preguntó Auron, cruzando sus piernas y jugando con la tela de su pantalón para disimular su nerviosismo. 

—Supongo... —divagó el hombre— Realmente no quisiera molestarte. 

—No, claro que no, realmente estoy muy solo así que...

El psiquiatra se regañó mentalmente, pensando en que parecía desesperado por un poco de compañía. Aunque sí lo estaba, y si se trataba de aquél atractivo hombre lo agradecería.
Oh, y cómo lo agradecería. 

—¿No vives con Adam y Mónica? 

—Bueno, Adam se casará con un príncipe, y Mónica quiere ir a explorar el mundo. 

—...¿cómo? —cuestionó incrédulo. 

—Sí, dice que estuvo mucho tiempo viviendo atrapada en el reino de caramelo, y quiere conocer más allá de Karmaland. 

—No, lo de Adam, ¿Cómo que se casará con un príncipe?

—Sisi —asintió apresurado— Adam es el chico más educado que conozco, una vez salió a recorrer el bosque y se encontró con un hombre a caballo, se conocieron, salieron, se enamoraron, se aparearon y ahora se van a casar. 

—¿Esa no es la historia de Cenicienta? 

—No, Cenicienta nunca le entregó el siempre sucio al príncipe, o al menos no lo mostraron en la película. 

—Aquí está, disculpen la demora. 

El pelinegro sacó de la caja varios trozos cafés, algunos incluso con dibujos negros y rosas, dejándolos en la mesa ratona para que el superintendente pudiese analizarlos. 

—Los escudos están hechos de madera, y aunque quisieras agregarles algo para personalizarlos, no se hace con este material. 

—Me recuerda a una careta —pensó en voz alta Conway, observando como de un trozo había un círculo del que se podía atar el elástico. 

—A mi también, y sé a quien le pertenece. 

—¿Se lo dijiste a Alexby? 

—No, es muy amigo de Vegetta, y nuestro líder es bueno, eso no lo cuestiono, pero...tiene ciertas preferencias. 























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