Don confianzas

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Lleva un par de minutos despierto y abandonar la cama representa un dilema mayor al que debería.

Porque aunque Rubius ha abierto los ojos para enfrentarse al día con una cantidad absurda de ánimos desbordando de su ser; los cuales han aparecido no sólo porque ha reunido un descanso considerable, sino porque la cálida presencia a su lado le brinda una clase de alivio que no sabía que le hacía falta. Le hacen sentir tan cómodo que es casi imposible pensar en moverse.

Finalmente llega el momento en que tiene que desenredar las piernas de entre las sábanas por su propio bien.

Viéndose incapaz de tolerar tanta quietud se sienta en la superficie blanda del colchón intentando ser sigiloso y no es algo que se le dé mal, pero su pequeña habilidad resulta en vano siendo que la persona a su lado tiene el sueño imposiblemente ligero.

Solo por eso podría considerar su misión como fallida, excepto por el hecho de que le permite toparse con uno de esos pequeños milagros que traen consigo levantarse temprano por una vez en la vida.

A su lado Vegetta se remueve lentamente, bostezando y frotando sus ojos para apartar los últimos rastros del cansancio antes de parpadear un par de veces en su dirección, enfocándolo y con una sorpresa que no pasa desapercibida por Rubius, le saluda.

—Despertaste antes.

—Es muy temprano —reconoce Rubius, demasiado complacido consigo mismo. Apenas es capaz de contener las ganas de saltar en la cama para celebrar el logro, incluso iría a reírse en la cara de todos aquellos que no creyeron en él, si es que pudiera.

El moreno a su lado suelta un resoplido y cuando se incorpora Rubius nota que lleva el cabello aplastado hacia abajo sobre el lado que ha dormido mientras el otro se encuentra alborotado en todas direcciones.

Es el tipo de detalles de los que el castaño normalmente se burlaría, pero extrañamente lo único que se le ocurre es lo bien que le sienta, porque le hace parecer más relajado.

—No todas las horas antes de medio día son temprano. —la voz de Vegetta se escucha rasposa mientras murmura.

—Tal vez, pero ¿Sabes lo que eso significa?

Vegetta le devuelve una mirada inquisitiva mientras se pone de pie y abandona la habitación tarareando una melodía por lo bajo, aparentemente también de buen humor.

Rubius le sigue sin necesidad de indicación, eliminando el espacio detrás de sus pasos tambaleantes—. Significa que podemos hacer cosas, aprovechar el buen tiempo.

—¿Ya tienes planes? —Pregunta Vegetta con suavidad, sin detenerse a mirar si el otro hombre lo ha alcanzado por completo. 

Rubius frunce el ceño desde el umbral—. Espera, ¿Meas con la puerta abierta?

Vegetta detiene sus manos, quedándose con los pantalones de chandal que ha usado como pijama a mitad de las piernas y luciendo además de repentinamente más despierto, ofendido ante la acusación—. Voy a darme una ducha, cosa que deberías hacer alguna vez.

Rubius se recarga en la puerta con un brazo y aire casual mientras agita ambas cejas de manera que pretende ser sugerente—. Espero que eso sea una invitación.

—Ah, ahora que lo mencionas…—el mayor deja la frase flotando en el aire por una simple fracción de segundo, la palabra “invitación” devuelve a su cabeza a aquella cuestión que esperaba contarle desde que asistieron a la reunión el día anterior—. Quería que me acompañaras a un sitio. Recuerdas a la bruja ¿No?

—Claro, ella transformó a Nieves. —asiente el menor.

—Me refería a la otra bruja. —murmura Vegetta, descartando los pantalones en un cesto tras doblarlos cuidadosamente. Cuando se gira de nuevo, encuentra a Rubius frunciendo el ceño hacia el techo, concentrado en recordar como si la respuesta estuviese pegada ahí arriba.

—Estoy hablando de Merlyn. —Le aclara.

La expresión que Rubius presenta es de molestia por no haberle dejado llegar a esa conclusión hasta que esta se transforma en una de sorpresa en la que mantiene la boca entreabierta en una “o" silenciosa que parece alargarse eternamente. Vegetta toma el momento para encender la regadera y dejar que el agua se vuelva caliente, llenando la habitación de vapor lentamente.

Rubius eleva la mano sana y la agita frente a su cabeza cuando finalmente encuentra su voz—. Vegetta, Vegetta.

De repente todas aquellas insinuaciones sobre la lengua de la anciana cobran sentido, ¿Cómo es que no se le había ocurrido antes? Karmaland siempre ha sido un imán para la magia y lo sobrenatural, por supuesto que tenían que haber más de una bruja competente rondando, de aquellas que no te tiran pociones como pasatiempo.

Siendo el cura del pueblo debería considerar la mera idea de estas prácticas como sacrilegio, pero después de todo lo acontecido con la golem de nieve y su “milagrosa” transformación en una chica, debe admitir que le causa demasiada intriga conocer más al respecto.

—No quiero que se te suba a la cabeza, pero tengo que admitir que esta noticia es mucho mejor que cualquier cosa que se me podría haber ocurrido para hoy. —Dice Rubius y no tiene tiempo de preguntarle a Vegetta la razón concreta de la visita porque al segundo siguiente el de cabello oscuro se encuentra levantando su camiseta.

En realidad no debería haber ninguna clase de reacción extraordinaria, lo ha visto millones de veces paseando medio desnudo y nunca ha hecho un alboroto al respecto, pero es diferente estando presente mientras se desviste en un espacio cerrado con los dos a solas y siendo capaz de identificar con detalle la flexión de sus músculos mientras alza la camisa sobre su cabeza, revelando poco a poco la pálida piel de su torso y la única excusa que se le ocurre para dejar de mirarlo es mantener la compostura.

Rubius pega la vista a un punto distante de la habitación, fingiendo no estar avergonzado. Hay una fina línea que existe entre de dormir juntos y este tipo de situaciones que parecen íntimas de una manera que supera su entendimiento.

—Te espero afuera. —carraspea el castaño, apresurado.

La idea de dejarse en evidencia le pone demasiado nervioso como para reaccionar apropiadamente y le dirige al mayor una sonrisa tensa antes de cerrar la puerta detrás suya, exclamando algo sobre conseguirles el mejor desayuno en la historia de los desayunos.

Vegetta no entiende del todo la reacción.

Honestamente no hay nada en Rubius que tenga sentido y aún así se cuestiona porque la mayoría de sus interacciones siempre terminan así; en el aire flotando la tensión y dentro suya creciendo la pequeña ilusión de que alguna vez podría ser correspondido.

Es como si estuviesen aún tanteando la tierra media de lo que podría suceder entre ellos con ligeros indicios ocultos, excepto que si existiera la más mínima posibilidad de alguna clase de atracción mutua, Rubius ya se lo habría mencionado alguna vez y lo único que le queda a Vegetta entonces es seguir como si nada hubiese pasado.

Cierra los ojos cuando el agua hace contacto con su piel, relajando los músculos de su espalda y es entonces que se permite reír ante la tontería de seguir dejándose engañar de esta manera por sus pensamientos, con la ilusión esperanzada de la cercanía.

*****

—No se nada al respecto. —escupe Luzu en cuanto escucha los pasos de Willy subiendo las escaleras exteriores hacía su hogar, sin esforzarse lo más mínimo en ocultar el tono defensivo que colorea su voz.

Ni siquiera se molesta en levantar la vista cuándo su sombra esta literalmente encima suyo, simplemente espera a que Willy ataque de vuelta y se marche de una vez, pero en su lugar recibe la calidez de su cuerpo cuando el menor toma asiento a su lado en uno de los peldaños, apenas rozando sus hombros.

—Lo se, no venía a preguntarte eso.

—¿Entonces que haces aquí? Fargan parece estar divirtiéndose bastante.

Luzu señala hacia abajo del todo donde se logran ver las figuras de Merlon y el agente de policía con quien se encuentra forcejeando.

Hace sólo un par de minutos que la patrulla partió con Auron hacía comisaría. Se había entregado sin decir alguna palabra y todo hubiese procedido limpiamente si no fuese porque el anciano se apareció de repente a lanzar acusaciones que no tardaron en llevarlos a golpes.

El joven de cabellos claros encoge los hombros, restándole importancia al asunto—. Quería saber cómo estabas.

Aquello le arranca a Luzu una extraña mezcla entre un resoplido y una risa burlona—. Podría estar mejor.

Un peso se instala incómodamente en el pecho de Willy, porque desgraciadamente no es nada fuera de la verdad. El desgaste físico y mental al que Luzu se somete cada día con todas esas reuniones e investigaciones no parece estar dando resultados por ningún lado, pero sigue negándose a aceptarlo con tal de seguir buscando cambiar las cosas, de demostrar que pueden contar con él para resolverlo todo.

—No tienes que ayudar a Auron. —Murmura Willy.

Luzu escapa de su mirada rápidamente para jugar con los cordones de su sudadera, enredándolos entre sus dedos distraídamente como si esperase que con ignorarlo un segundo las palabras desaparecieran, pero continúan ahí y cuando finalmente esta preparado para encarar a Willy, lo único que el menor encuentra en sus ojos no es nada más que un cúmulo de emociones contenidas.

—El problema es que quiero hacerlo.

Willy inevitablemente hunde el ceño y su tono va en ascenso, cargado de angustia—. Pero no tienes que demostrarle nada a nadie, ¿No lo ves? ¿Por qué sigues pensando que…?

—No voy a hacer nada. —Interrumpe el mayor, tomándolo por sorpresa a mitad de la frase.

—…Creo que no estoy entendiendo.

—Ya somos dos. —suspira Luzu con pesadez, pasando una mano entre los mechones castaños con frustración. No sabe si esta más molesto con Auron por estar reteniendo la verdad o si lo esta consigo mismo por haber esperado que lo necesitara—. Supongo que ya he hecho todo lo que he podido.

La idea de darse por vencido lleva un rato atormentándolo cada vez con más insistencia y Willy ha dado justamente en el clavo. No hay nada que demostrar cuando todo es tan evidente, pero de alguna manera admitirlo en voz alta se siente como el primer paso para asumir la derrota y esa va a ser la parte más difícil.

—Deja que yo me encargué de esto. —pide Willy.

El eco de los gritos Fargan se pierden en el viento mientras huye a toda prisa de Merlon, quien de algún modo ha logrado hacerse con la porra de uno de los otros policías.

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