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Caminando por los pasillos de la mansión, se dirigió al que indicaron como su dormitorio. La segunda habitación principal, según el mapa que uno de los empleados les había otorgado.

Arrastraba la valija con pereza, el desgano reinando firmemente desde su cuerpo hasta su cerebro, agotado de las marañas emocionales. Para colmo, en cuanto las vacaciones terminaran debía volver al trabajo, no se podía permitir un descanso cuando tenía una línea de ropa por exponer en una, casi, cercana pasarela en Milán.

Abrió la amplia, como alta, puerta de su cuarto temporal. Ingresó sin más, pasando al hermoso pasillo, viendo con ojo clínico cada detalle que le rodeaba. Una combinación perfecta de mármol con oro seguía en cada mirada que daba a su alrededor. Estaba seguro que el dueño, superaba la fortuna de su familia junto con la propia.

Cada objeto, banco, silla, tocador, jarrón, macetero, cortina, borde, cristal... todo era sumamente magnífico y probablemente exclusivo. De eso estaba más que seguro.

Nuevamente, continuó su camino al percibir que el espacio en el que se encontraba, solo era un espacio de descanso temporal o para visitas de unos instantes. Llegó hasta otra puerta para visualizar lo que la placa de oro denominaba "Cuarto de higiene".

Sin duda, cada elemento del cuartito era impoluto, ya que perfectamente podía distinguir mineraloides pegados al mármol, brillando por el contraste de la iluminación. La obsidiana dorada estaba en la anchura de las paredes, excepto en el techo, pues allí habían hermosos pero diminutos cristales en forma de florecillas de loto pegados en un patrón diagonal; exceptuando por el centro, donde un colgante descendiendo en espiral contrastaba con los demás elementos.

No podía decir que la habitación contenía lo básico para la higiene, pues estaría mintiendo, porque el crédito se lo llevaba la bañera de hidromasaje en reemplazo de una bañera común. Simplemente una maravilla que intentaba denotar una mezcla elegante, clásica pero a su vez, moderna.

Después seguiría admirando la estética del baño, era momento de tirarse a la cama, descansar un largo momento para después, bajar y acordar qué sitios visitarían.

Fue en busca de su equipaje al centro del salón de descanso, caminando a la denominada habitación con su respectiva placa. Sin cuidado alguno, corrió, casi, casi aventándose al espléndido colchón, mas se detuvo abruptamente con el bulto enorme que parecía una especie de peluche de lobo; aunque claro, descartó la idea de un peluche cuando los párpados del majestuoso animal se abrieron ante el ruido.

¡¿Qué hacía un animal tan salvaje en la cama donde dormiría?!

El bello doncel retrocedió del borde del colchón, tragando saliva repetidas veces. El animal le miraba como si estuviera juzgándolo, hasta que se estiró en el mismo blando colchón y bajó de este, una vez destensó su cuadrúpedo cuerpo, olfateó descaradamente a TaeHyung.

Kim retrocedió, dándose la vuelta, listo para escapar de ser devorado por el lobo acercándose con agilidad a su persona, hasta que... por su magnífica, inteligente, desgraciada y encantadora torpeza se permitió dejar la maleta a medio camino, en donde retrocedía. Su caída fue obvia e inevitable.

No hubo tiempo de correr o gritar, igual si gritaba nadie lo escucharía, puesto que cada habitación era insonorizada.

El animal olfateó con detenimiento, comenzando desde la extensión de sus pantorrillas, pasando por su rodilla, piernas, deteniéndose casi en sus partes íntimas; mas al final, siguiendo el recorrido con su frívolo hocico hasta el cuello del rubio, donde intentó inmiscuir su nariz dentro de las prendas de vestir.

TaeHyung tensaba su mandíbula con fuerza, cuestionándose si los lobos, de alguna manera, podrían abusar de un ser humano... quizás era un lunático por pensar de tal forma, pero no sabía qué esperar de toda esa olisqueada que el cuadrúpedo le estaba dando.

Imaginaba escenarios perturbadores donde era destrozado a mordiscos por el lobo, rogando por ayuda y nadie llegando en su rescate. Siempre fue un dramático de primera. Hasta que su mente volvió a la realidad cuando vio la boca del animal abrirse levemente frente a su rostro.

Dios... que horrible aliento te cargas —pensó, o creyó que lo hizo, mas lo había verbalizado.

El lobo alejó su hocico al tiempo que bajó las orejas, a la defensiva pero no para atacarlo. Luego se echó en sus dos patas, pasando por fases que Tae, en su vida, había presenciado.

—¿Q-Qué mierda?

—Me hago la misma pregunta. Se supone que el mal aliento no debe perdurar con el dentífrico para mis colmillos —reprochó con molestia—. Le dije al médico que si no hacía un buen trabajo, iba a acecharlo —casi gruñó, colocándose de pie, para ir en busca de su ropa.

El cerebro del rubio estaba procesando cada acontecimiento presenciado hace tan solo unos segundos. Su rostro pasó por todos los colores habidos y por haber al caer en cuenta que tenía tres opciones para realizar.

La primera, empezar a rezar que ese espécimen no fuera una clase de demonio. Segundo, salir huyendo para desmayarse en paz. Tercero, golpear al bruto, desgraciado, despreciable e ingrato ser que casi le manda a dar una muerte instantánea por el terror del doloroso deceso.

Se levantó del suelo, ignorando que el hombre en cuestión, estaba desnudo. Cogió una de las enormes almohadas, se acercó con sigilo, y justo cuando el pelinegro estaba por ingresar a una puerta desconocida, se aventó a los golpes sobre el individuo.

—¡Desgraciado, infeliz, mutante! ¡Largo, fuera! ¡Ve a otro lugar a comer almas! —Espetó con insistencia, golpeando sin descanso al intruso.

El pelinegro pedía clemencia, tratando de alejarse lo más que podía del chico maldiciendo hasta a los astros por darle tan mala suerte. Su paciencia era poca, así que cuando el rubio maltratador de aroma sensual se distrajo con sus propias palabras, mientras le golpeaba, él volvió a su forma animal.

La almohada salió disparada a un costado, TaeHyung cayó de nuevo al piso y el lobo de prominente tamaño, pelaje plateado con orbes como el mismo cielo, le gruñó, encerrándolo con su propio cuerpo hasta que al final volvió a transformarse en humano.

—Mira, Mon biquet. Por como vuelvas a golpearme con esa almohada, no respondo; te comeré, y no de la forma que seguramente estás pensando —amenazó con determinación.

El doncel, estupefacto por tal declaración, frunció las cejas, desconcertado; ya que para él, carecía de sentido común. Aunque siendo honesto, no le dio mucha vuelta al asunto al entretenerse con las facciones del tipo que había sujetado sus dos manos hacia arriba tan pronto volvió a su forma humana.

Era guapo, eso no lo negaba. Sus orbes humanos eran de un intenso café,casi oscuros. Pelinegro, un poco más prominente de musculatura que la de él –nada exagerado, su cuerpo era atlético–, su brazo diestro estaba tatuado por completo.

—¿Qué tipo de demonio eres? —Le preguntó ingenuamente.

El pelinegro rió ante eso. El doncel arrugó sus cejas de nuevo, pues no había dicho nada gracioso. El seguiría creyendo que era un fenómeno antinatural.

Él, todavía encima del rubio, sonrió divertido por aquella pregunta. Acercó su rostro hasta la altura de su mejilla, dándole un beso hasta llegar a su oreja.

—De los que se comen a rubios preciosos; un ejemplo claro, tú —murmuró con coquetería.

Kim logró entender la implicación, así que en cuanto el pelinegro bajó la guardia, el rubio le dio la vuelta a la situación, golpeando las costillas del mismo para salir corriendo de ese lugar.

El hombre volvió a mutar, destrozando la puerta de la habitación a su paso, llegando antes de que ese aromático hombre guapo escapara de sus garras.

Tae maldijo cuando fue intercedido por el animal de gran tamaño, un poco más alto que sí mismo. Aunque estaba seguro que era el pelaje desaliñado, esponjoso, como visualmente algodonado, lo que le daba aquella perspectiva de estatura.

El lobo se echó justo donde la única salida, conocida por el doncel, se encontraba. No iba a dejar que se escabullera con ese deleitante aroma, el cual se impregnaba, a cada segundo, en sus fosas nasales. Era exquisito, jamás había olisqueado aquella extraña combinación y estaba extasiado.

Pensando cómo hacer de las suyas, el híbrido soltó sus feromonas de alfa, intentando que sintiera seguridad a su alrededor. No iba a lastimarlo. Aquello de comérselo, quizá fue demasiado lejos como para que su rubiecito saliera despavorido.

—¿Te vas a quedar todo el día allí, demonio? —Indagó, la incertidumbre tratando de ser cubierta.

El híbrido rodó los ojos para después cerrar sus párpados, ignorando deliberadamente al rubio que olía demasiado bien.

El hombre frente a él no se movió, empezó a hacerle preguntas sinsentido en un intento de ofrecerle una tregua. No estaba en disposición de negociar cuando le había dicho que le apestaba el hocico, mucho menos habiéndole denominado "demonio". Se sentía ofendido.

Él tenía un aroma exquisito, su parte animal no dejaba de pensar en que era su pareja enviada por la luna. Pero era imposible, el rubio no tomaba en cuenta sus feromonas, podría decir, que era inmune a su esencia; mas su lobo no podía estar mintiendo.

Luego de, aproximadamente, una hora donde el rubio no dejó de parlotear hasta por los codos, el mutante abrió sus orbes para visualizar si se había dormido, puesto que había demasiado silencio.

Se transformó a su forma humana, acercándose al cuerpo inerte en el suelo, no parecía dormido, tampoco que estuviera vivo. Se arrodillo para checar el pulso, mas en cuanto lo hizo, fue interrumpido al ser el doncel quien lo empujó lejos de su anatomía.

—¡Estás desnudo! —Exclamó.

El pelinegro estaba seguro que al contrario se le iban a salir los ojos si continuaba sorprendiéndose de sobremanera.

—Es lo lógico al estar en mi forma animal, rubio —explicó con obviedad.

Kim estaba por responderle cuando un móvil empezó a sonar con insistencia, se aseguró que no fuera el suyo, aunque no hizo falta cuando el pelinegro lo arrastró a la habitación con la puerta destrozada, para finalmente coger el celular de una mesita de noche.

TaeHyung intentó soltarse del agarre del tipo desnudo, estaba seguro que su rostro se encontraba pintado de carmín natural a causa de ese individuo. Ahora creía que podría traumarse, lo que presenció de reojo no era lindo... bueno, en la situación correcta, quizás sí. ¡Pero no era la situación!

El rubor se intensificó, sus manos comenzaron a sudar. El tipo ese no dejaba de hablar sobre un "inconveniente en la mansión", aunque podía intuir que se trataba de la puerta hecha añicos.

—¿En qué estábamos? —Preguntó, encarando al rubio una vez la llamada culminó.

—Que estabas por dejarme ir —respondió, tirando hacia atrás, mas solo se estaba lastimado.

—Rubio, para de forcejear. Aunque intentes soltarte, no podrás —comentó gentilmente—. Soy un híbrido, tengo más fuerza, Mon biquet.

—Entonces, suéltame —dejó de forcejear, ignorando el comentario final del azabache.

—No quiero —respondió cortante.

¿No era de su especie o tenía problemas de olfato? He allí la interrogante de burbujeante curiosidad.

—Te dije que te daría un contrato a cambio de mi alma, suéltame —pidió con cansancio.

—No soy un demonio, tampoco quiero tu alma, omega tarado —respondió dándole un golpecito en la frente, renuente a dejarle escapar.

El de orbes esmeraldas resopló.

—¿Eres un hibrido? ¿Pretendes que crea eso? ¿Y cuál es tu nombre? ¿Maximus? ¡Por supuesto, y yo soy l Reina Isabel I versión masculina! —Chasqueó la lengua con ironía.

Él siguió parloteando entre reclamos, mientras el hibrido suspiraba con cansancio... diosa, denle paciencia o le iba a morder la lengua para que se callara por un buen rato.

Era tan lindo, pero esa boquita parlanchina no iba con su personalidad inicial, cuando trataba de amenazarlo con acontecimientos irrelevantes que solo atentarían con la vida del simple humano.

Así que, en cuanto el doncel se distrajo entre sus reclamos, presionó su boca con la del rubio, sosteniendo su barbilla para que no se alejara. No le gustaba obligar a nadie, pero no podía ser brusco con los omegas, ni mucho menos. Debía tratarlos con cariño, en especial a él, porque su lobo lo reclamaba y él también.

Perplejo por la repentina acción, el rubio intentó alejarse golpeando los pectorales desnudos, mas sus manos fueron apresadas por el pelinegro, incapacitando sus movimientos para escabullirse de ese beso.

El de orbes marrón oscuro movió sus belfos con lentitud, sin ser brusco, aunque no pudo decir lo mismo cuando el rubio mordió con fuerza su labio inferior, provocando la lejanía, mas con prontitud regresándosela con menor fuerza.

Los párpados del de orbes esmeraldas se negaban a ceder a un beso con un completo desconocido, sus manos temblaban ante las ignotas caricias ajenas. En su interior, donde solo habían revoltosos pensamientos entretejidos como enjambre, el repentino desliz se inmiscuyó.

Cedió al dulce tacto, que fue extraño debido al singular sabor de la sangre, pero no por eso fue malo. Su consciencia se quebró como un fino hilo de seda natural. Una sensación repentina incitó sus acciones para seguir el beso, aunque fue obstruido por la distancia del tipo frente a él.

—Al fin puedes cerrar esa hermosa boquita —suspiró aliviado por la paz.

Kim no respondió, el rubor con su mente le impedían articular palabra, además de los nervios que invadieron su cuerpo. Estaba intentando escapar, no besarse con ese... lo que sea que fuera.

—Mi nombre es Jeon JungKook —su actitud casanova salió a relucir al darle un beso en la mano.

Al otro casi le da un tic nervioso en el ojo. Luego de obligarlo a besarle se presentaba. Aunque no había tanta queja en el beso, porque una parte de él se había atolondrado.

—¿Te comió la lengua el ratón? —Ladeó su cabeza, divertido por la actitud del rubio.

JungKook acercó su rostro al contrario, provocando que el otro tomara distancia, sonrojándose. La sonrisa pícara surgió en cuanto lo analizó. Era una completa ternura.

Viendo que por su estado no escaparía, finalmente le dejó ir. Ese hombrecito parecía de su edad, mas no estaba seguro. Quizás podría estarse engañando solito.

Su porte elegante, una silueta no tan prominente como la propia, pero tenía una buena proporción en su cuerpo. Aseguraba que era de los dietéticos, pues no creía que ejercitara su cuerpo con algún deporte en específico.

Manos delgadas, pero tan grandes como las suyas; no se veían para nada delicadas, mas poseían la suavidad de un pétalo, eran suaves, cálidas. Sus orbes como el color de las praderas, brillantes, dominantes y profundos. Esa presencia imponente que en todo instante mantuvo, no era más que otro particular encanto.

—Específicamente, una especie de demonio cambiaformas —respondió mordaz, ocultando cualquier hesitación en su voz.

Jeon sonrió encantado por su humor particular, nadie había sido tan descarado para denominarlo demonio, nadie excepto ese audaz hombre.

—Peliteñido —respondió. El doncel jadeó, ofendido.

—Demonio —contraatacó, molesto.

—Peliteñido sexi —espetó felizmente.

—Demonio metamórfico exasperante —soltó, recordando la sensibilidad a una observación de su persona.

JungKook hizo un mohín, posando su mano izquierda en su cadera. ¡Él no era exasperante! ¡De ninguna manera, era una completa falacia!

—Retráctate, omega tarado.

—¡No soy un omega, mucho menos, tarado! ¡Ni sé qué es eso! —Alegó, girándose, dispuesto a marcharse, pero se detuvo en cuanto recordó el motivo del fallo en su intento de escape y solo para molestarlo más, volvió a hablar—. Por cierto, ¿la pequeña de abajo es culpa del médico también?

Sin más qué decir, caminó hacia la salida. El híbrido miró la parte inferior de su cuerpo, mascullando por lo bajo al verse su masculinidad. Este hombre... ¡Nadie se había atrevido a ofender su miembro! ¡Pero pequeño seguramente era el suyo!

Emitió un gruñido de frustración desde su garganta, sus orejitas lobunas saliendo para agacharse ante el recuerdo de la humillante pregunta. Bien, su orgullo como alfa fue herido por un omega-no-omega.

Tampoco era como que el rubio pudiera salirse con la suya. No, por supuesto que no. Ese omega que decía no saber qué era, sería su luna. Sí o sí. Esperó demasiado tiempo para que algún día su pareja enviada por la luna apareciera, y aunque fue inesperado, como humillante, no le dejaría escapar.

Ese rubio sería suyo. Su estadía iba a ser larga, por palabras del vicepresidente. Sus planes para conquistarlo y hacerlo retractarse de aquellas despectivas palabras con las que le llamó, estaban formándose en su mente.

TaeHyung salió de la habitación fugazmente, y en cuanto estuvo fuera, logró respirar con tranquilidad, sus fuerzas desvaneciéndose a su paso.

Qué día más loco estaba terminando. Estas vacaciones ya habían empezado a estresarle en lugar de ayudarlo.

Se suponía que las vacaciones le ayudarían a dejar de lado aquel amor que su corazón todavía guardaba para su exesposo y olvidarse de su desastroso amorío conyugal. Pero sabía que no sería nada fácil olvidar con quien compartió un poco más de un quinquenio, porque la presencia de su afecto no era fácil de olvidar.

No debería estar pensando en eso, pero el espécimen adentro había hecho de un desastre en la habitación; ahora no podría tomar un breve descanso antes de bajar. Se puso de pie y caminó a una de las habitaciones cercanas de la suya, viendo a sus sobrinos corretear entre ellos porque uno le había aventado la almohada a otro.

El rubio sonrió al verlos, eran tan bellos. Los niños eran un encanto, él en algún punto añoró tener a sus propios hijos, cuidarlos, amarlos, darles el mundo entero si así lo querían ellos.

Creció siendo otro apoyo paternal para sus hermanos, así que, era esperable que tuviera aquellos instintos de querer a un nene del cual amar y guiar.

—¡Tío Tae, juega con nosotros! —Exclamó uno de los niños al notar la presencia del doncel.

—Estoy cansado, mi cielo. Jueguen ustedes —rechazó gentilmente, acariciando las hebras del niño que se había acercado a su persona.

El chiquitín asintió con una sonrisa, volviendo al juego tan pronto como su tío rechazó la oferta de diversión infantil, siguieron en su mundo colorido y lleno de creatividad.

Tae dejó atrás aquel lugar, cerrando cuidadosamente la puerta de la habitación, donde únicamente los niños residirían; la cual estaba adecuada, por el dueño, para los infantes.

Simplemente la mansión era espléndida. Una magnificencia que por suerte, o desgracia –todavía no superaba al demonio cambiaformas–, habían logrado alquilar.

Volvió por el pasillo hasta doblar en dirección a su alcoba, esperando que aquel sujeto hubiera desaparecido; mas grande fue su sorpresa cuando lo vio de pie frente a la puerta, hablando por teléfono y con la puerta de la habitación abierta.

TaeHyung caminó en dirección a la figura humana de cabellera pelinegra, alcanzando a escuchar que su habitación debería ser reparada en menos de tres horas, sin importar que tuvieran que mover cielo, mar y tierra para conseguir el material del que estaba fabricada la puerta.

El rubio cruzó sus brazos, adoptando una posición que daba lugar a la suposición de estar reflexionando acerca de algo u alguien.

Quizás fue el esporádico intercambio entre los cachorros y su persona, o quizás, un ignoto instinto apesadumbrado siendo arrastrado al faro de luz, pero sin vacilar, logró acercarse al hombre.

Y aunque bien pudo marcharse o llamar a la policía, TaeHyung se quedó detrás del hombre hasta que este terminó la llamada, girando en su eje y conectando su mirada oscura con el color césped natural y primaveral de sus ojos.

Los belfos del chico de facciones impetuosas, se torcieron por un lado, dejando la elección de palabras para el otro hombre que analizaba con detenimiento el cuerpo humano; buscando rasgos inocuos que aseguraran la existencia de un humano mítico de los cuentos infantiles de sus padres.

El doncel abrió la boca para iniciar el intercambio, pero justo cuando iba a hacerlo, dos empleados salieron de la alcoba, reverenciando al pelinegro, para luego girar a su persona y saludarlo.

¿Reverencias en Canadá? Esas personas no eran coreanas para seguir con la práctica acostumbrada en su país natal –además de que no estaban en Corea–, afirmaba que eran canadienses en su totalidad.

—¿De nuevo te comió la lengua el lobo? —Preguntó el pelinegro, dando un paso adelante para golpearle la frente al rubio, pero este se hizo a un costado, impidiendo su objetivo.

—¿Sigues esperando que alguien firme tu contrato? —Respondió con otra pregunta, haciendo que el extraño fenómeno rodara sus orbes.

—Para ser un simple humano, eres exasperante —le siguió el juego, sacando de su abrigo lo que Tae imaginó sería el contrato, que para humillación de su imaginación, solamente era una tarjeta—. Contacta a mi secretario, te dará más información de los servicios que ofrezco —agregó, tendiendo la tarjeta y luego acercándose cuando lo vio distraído con aquello, tomó su barbilla delicadamente, admirando sus facciones de cerca—. Nada mal, de seguro a Lucifer le gustará lo que hay en ti —mencionó con seriedad.

El de orbes esmeraldas palideció. ¡Él tenía razón y el maldito tuvo el descaro de negarlo!

El pelinegro sonrió hasta soltar una leve carcajada, se alejó del espacio personal del otro, ignorando el rostro lleno de confusión del hombrecito frente a él.

—Tu habitación será arreglada. Baja a cenar, seguramente no tardan en anunciarle a tus familiares la hora del banquete —mencionó, dando unos pasos hasta estar al costado pero de forma distanciada del rubio—. Y por último, asegúrate de no decirle nada a nadie —pidió seriamente.

TaeHyung arrugó la frente, ¿estaba amenazándolo?

—¿O qué? —Retó.

JungKook suspiró, girándose para ver al rubio, sus pupilas iluminándose al celeste platino encantador del animal. Esos que a Kim le fueron un océano eterno para perderse subjetivamente.

El cambiaformas acercó su mano a la mejilla del humano, inhalando el aroma que emanaba. Dulce, sensual y embriagador; singular. Una deleitosa esencia que conducía a cada célula dentro de su cuerpo para despertar sus instintos de alfa.

Su mirada se centró en los labios esponjosamente sonrosados, acariciando el inferior con la yema del pulgar de la mano izquierda su mirada recorrió con dicha y determinación la mandíbula finamente cincelada hasta encontrarse con esas diminutas hojas encapsuladas en un rostro sublimemente artístico, siendo parte de un grácil hombre, pero no cualquier hombre... su luna.

Mmm... Porque entonces, asumiré que aquella caricia no fue suficiente para ti. Al menos no como el festín que la luna me ha servido —murmuró tortuosamente ronco, crispando las sensaciones del humano y sintiendo la encantadora tensión que podría provocar en un cuerpo impuritano como el del doncel.

El iris celestial del pelinegro se disolvió tan pronto la sentencia fue emitida, y la sonrisa altiva de Jeon JungKook enardeció el pabilo en los límites del venéreo en el delgado cuerpo del doncel, iluminando los pómulos, como un rubor natural en la dama más agraciada de la época victoriana.

JungKook acarició por última vez la mejilla ajena, dejándolo sin el tacto de un incendio forestal que no sabía un individuo podía poseer y cargar consigo.

—Te veré pronto, mi luna —susurró cerca de su oído, volviendo su tono tan sedoso, como la caricia de un hielo en la piel; escalofriantemente abrasador en el momento adecuado.

El pelinegro se retiró finalmente, volviendo a atender la llamada del vibrante celular en su pantalón de vestir.

TaeHyung soltó la respiración contenida durante minutos, los cuales se volvieron siglos para sus pulmones, soltando una risa irónica de todo lo que había pasado hace un instante.

—Genial, TaeHyung. Extrañar a tu exesposo te hace delirar —murmuró tenso, recargándose en la pared cercana donde no había ninguna columna sosteniendo un jarrón con flores.

Su cabeza golpeó la pared, respirando y tratando de controlar aquel cambio de temperatura que su cuerpo experimentó en estado de sobriedad.

Otra risa salió desde la profundidad del sarcasmo.

¿Qué mierda era él? ¿Realmente era un fenómeno antinatural? ¿Un diablo, demonio o qué carajos era ese estúpido hombre para alterar el calor de su cuerpo de esa manera?

—Es un demente —concluyó sin más, convenciéndose que lo mejor sería ir a terapia, tal y como sus padres recomendaron.

Su estómago se contrajo brevemente, dando paso a la normalidad de su cuerpo una vez se relajó.

Suspiró, ingrido en la presencia del tipo. Su tacto era una llama sinigual que estaba seguro cualquiera hubiera caído a sus pies y, por supuesto, agradecía no ser cualquiera; pero esa voz, era una voz en varios tonos, atractivo e insinuador... ¿Se supone que deba enumerar cualidades buenas?

Sacudió la cabeza, sacando todo pensamiento respecto al hombre. Como decía, una cita con el psicólogo podría venirle bien a este cambio de vida tan drástico.

Era una alucinación, adiós demonio cambiaformas. Hola, presente... ¿Por qué varios hombres en compañía de dos mujeres ingresaban a su habitación?

—Bien, es un demonio bastante conocido, pero no significa que sea real —se consoló caminando lejos de la habitación.

En el primer piso de la mansión, cierto pelinegro abordaba el auto luego de haber percibido aromas conocidos y desconocidos, todos en diferentes direcciones, pero entre todos resaltando el de su total atención.

Sonrió para sí mismo, encontrándose con su asistente en la parte interior del auto.

—¿Investigaste lo que te pedí? —Cuestionó tan pronto se acomodó en su asiento.

El hombre asintió entregando la tableta electrónica a su mayor.

—Kim TaeHyung, es un doncel nacido el treinta de diciembre en mil novecientos noventa y cinco, tiene veintiocho años, está por cumplir veintinueve  —comenzó a recitar—. Presidente de la firma V'S Dual. Reconocido por ser diseñador, pero también al ser primogénito del Grupo Kim. Es un líder nato por naturaleza, ganó varias competiciones deportivas desde la etapa primaria a la universitaria, siendo el capitán de cada equipo por mérito propio —siguió, un poco agotado por relatar cada acontecimiento del hombre que le habían pedido averiguar.

JungKook continuaba escuchando a su asistente y leía cada palabra con detenimiento, sintiendo una sonrisa orgullosa plantarse en sus bembos por tener a un hombre tan encantador como su futura luna.

Era simplemente fascinante. Aparte de guapo, era todo un hombre exitoso y de gran reputación. Atrapante, envolvente y sensual.

Esa fotografía en el documento electrónico no le hacía justicia a su etérea apariencia física. Mas la dominante presencia que irradiaba, inclusive en una fotografía, era impactante.

—Es divorciado, y su relación fue privada del ojo público, pues nadie sabe quién fue su esposo más que las personas cercanas a él —culminó.

El reporte terminó y JungKook gruñó.

—Especulaciones de quién pudo ser, DoGun —demandó.

El otro tragó saliva, recibiendo el aparato con brusquedad de parte del alfa de la manada.

—Mi señor, no hay rastro de ello. Las personas a cargo de los artículos de la boda de Kim TaeHyung, son empleados del Grupo Kim y cada mes reciben bonos para no soltar lo que saben —informó, bajando la cabeza al percibir las feromonas de su jefe alterarse.

El omega tragó saliva. No podía permitir que su puesto fuera reemplazado por otro, mucho menos cuando había sido educado para servir al heredero de su manada, fuera de la forma que fuera, su destino estaba atado a su líder y después de ello estaba su vida personal, la cual, en conclusiones específicas, no tenía.

No me interesa, quiero respuestas. Consíguelas a como dé lugar —sentenció, bajando el nivel exaltado de feromonas al verlo con las manos temblorosas.

Su lobo y él se negaban rotundamente a aceptar que TaeHyung había estado con alguien más antes de encontrarse por primera vez; los celos e impulsos de posesividad consumían su cuerpo.

Su luna, un hombre divorciado. Su corazón ardía y punzaba de solo imaginar a su pareja desposada a otro hombre, sus colmillos y bajos gruñidos de frustración eran dejados al aire, intimidando al omega frente a él.

Esto no se podía quedar así. Era suyo, de nadie más. Era su pareja, nadie más que él debía ser quien durmiera en su cama y satisficiera cualquier deseo que su luna pidiera.

—S-Señor, por favor —imploró el omega, apesadumbrado y tembloroso.

Investiga quién es, a cualquier costo —demandó, provocando que el auto se detenga abruptamente, la voz demando teniendo mayor efecto de sumisión en el conductor y el asistente. Pero eso no detuvo la irracional furia del lobo de JungKook—. Regresaré al bosque, asegúrate de traer el informe antes del amanecer —dijo, su voz saliendo moderada, pero también, siendo un filoso cuchillo para el asistente Lee.

Y antes de que ambos empleados fueran en busca de su Joven jefe, él desapareció dentro del frondoso bosque nevado, tomándolos por sorpresa con su actitud arisca, totalmente opuesta a como solía ser.


Hola, hola. Primera actualización oficial de este fanfic y no saben lo mucho que me costó no tirarla a la basura luego de leer la primera versión redactada, tengo testigos de mi inconformidad. 😞

Pero bueno, finalmente corregí algunas cosas, agregue y quite luego de varios días sopesando la primera situación en la que quería poner a ambos para que se conocieran, porque como saben, es una historia corta, con una trama bastante corta pero lógica a la realidad que percibo de las cosas.

Poco a poco iré subiendo estos capítulos, ya que he estado más ocupada editando capítulos de otra obra en la que deseo subir ya los que me restan para ponerle "Fin" y seguir con más obras.

Ahora, comentando al respecto de la actitud de los personajes, ténganles paciencia; porque uno puede actuar más por impulso que por racionalidad, pero eso no quiere decir que será desagradable, por supuesto que no.

Nos vemos luego. :3

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