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Se sabía que la tierra no era el planeta más avanzado, por eso el rey Alfor en aquella corta cena decidió darle acojo a todos los representantes en su palacio, facilitando así los tratados sin la necesidad que los terrestres malgastaran sus energías en aquellos difíciles viajes, mejorando así por parte de los ingenieros alteanos sus arcaicas naves, o mencionados a boca del príncipe, chatarras con poco estilo.

Las caras de aquellos individuos no provocaron sorpresa alguna en el moreno, no tenían orejas que les ayudarán con un oído más desarrollado, ni colas que les impulsarán y mucho menos contaban con magia o inteligencia superior, pero ahora eran parte de la corte espacial y nada haría al respecto. A lo largo de la comida se mantuvo al margen, evitando cualquier comentario sarcástico y chiste rancio, agregando el que su hermana le tenía religiosamente vigilado para que no soltara ninguna palabra ofensiva.

Al terminar se fue con Verónica a su recamara, misma en donde llegó Keith el que pretendía "ayudarle" a despojarse de aquellos ropajes, era evidente que Verónica ni nadie más supo de lo suyo, porque sino le habría ayudado en aquella incomoda situación, pero tuvo que callar.

- y Lance... ¿Qué te pareció aquel hombre? - Dijo juguetona la futura reina, viendo el cómo su novio le quitaba la capa a su pequeño y tierno hermano.

- No era la gran cosa, es una raza demasiado... ¿Común? - Respondió, tratando de mantenerse lo más relajado posible.

- No te hagas el tonto Lance, todos saben que te gusta lo grande... ya sabes, la musculatura ¿a que sí Keith?

- Supongo, el príncipe no me lo había comentado, ¿le gusta? - y ahí estaba de nuevo aquella hipocresía que aturdida al moreno, le incomodaba, se atrevía a susurrarle de aquella forma frente a su hermana, coño ¡que es su prometida! Reuniendo la mayor calma que pudo encontrar se alejó de forma sutil dando tres pasos hasta la cama y posicionándose junto a la joven de cortos cabellos.

- ¡Deja de decir eso Verónica! No me interesa aquel hombre - replicó - Sabes que amo estar contigo pero se ha hecho tarde y la verdad desearía descansar en mis aposentos, nos vemos mañana cariño - se despidió con un abrazo rápido, dirigiéndose de forma veloz a la amplia puerta del cuarto - Adiós Kogane, no es necesario sus servicios por estos días, le he comentado que soy capaz de cambiarme solo - y salió.

Troto por el oscuro pasillo sin ver realmente a donde se dirigía, o no hasta que se sintió chocar con un fuerte pecho que le hizo rebotar hasta casi caer, claro, si no fuese porque un curioso brazo hecho de metal le sostuviera.

- Lo siento, no he visto a dónde me dirigía, ha sido mi culpa - habló veloz, temiendo por cuál de todos los imponentes miembros de la corte tendría en frente, con miedo a alzar su rostro rojo.

- No hay problema, yo también me he distraído con este increíble lugar - rió - un honor chocar con usted príncipe Lance.

Le soltó, y ahí Lance le vio, no era igual que en la cena pues ahora aquel terrestre contaba con una amplia sonrisa en su rostro, generando que sus ojos se escondieron con unas sutiles arrugas rodeandolo. Su cara se calentó más.

- El honor es mío... Eh...

- Shiro, Takashi Shirogane en realidad.

- Shiro - susurró - realmente lo siento, ha sido un placer encontrarme con usted, si no es más molestia me retiro, espero que la estadía suya y de sus partes sea amena.

Con un pequeño asentir el moreno se fue, esta vez teniendo cuidado en no volver a chocar con nadie más hasta lograr llevar a su oscura recamara. En la cena no había notado aquella prótesis en el individuo, más ahora no le sorprendía eso si no el agradable calor que emitía a pesar de ser metálica, acompañado de aquella radiante sonrisa que no había visto en el semblante estoico que presentó frente al resto del consejo.

- Me pregunto si el resto de su ser emitirá el mismo calor...

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