El pescador que no cree en cosas locas

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    Había una vez un pescador que quería ir a pescar y antes de hacerlo escuchó por la televisión que en un informativo daban una noticia muy extraña: habían encontrado un peine que le llamaban "el peine de ilusiones" que al parecer era mágico, y hacía cosas locas que nadie podía explicar. El hombre como no creía en cosas locas no le prestó mucha importancia y salió de pesca.

    Mientras hace su camino hacia el mar, ve pasar a un vendedor que en su carro lleva un montón de bolas, todas tenían unos círculos de colores hermosos.

    Como aun faltaba un poco para llegar al mar le pidió al vendedor, que justo iba en esa dirección, si lo podía alcanzar en su carro hasta el mar. El vendedor que era simpático y charlatán le dijo que sí y lo hizo subir al carro.

    El pescador no sabía qué eran esas cosas tan asombrosas y trataba de entender qué era aquello tan increíble que estaba mirando.En el medio del camino una roca hizo que el carro se tambaleara y todas las bolas se cayeron del carro desparramándose enla calle, muchas de estas se rompieron y de ellas salió una especie de humo verde, luminoso, brillante, suave, azulado, maravilloso , inexplicable...

    El vendedor sin dar explicaciones, bajó bruscamente del carro tratando de atrapar aquellas cosas con un frasco, y pidiéndole al pescador que le cuide su carro hasta que vuelva, desapareció corriendo por una calle.

    El pescador trató de explicarse qué pasaba, pero como no creía en cosas locas no pensó mucho, sólo esperó un buen rato a que el vendedor volviera, pero éste no llegaba y mientras esperaba, encontró tirado en el suelo un peine. Enseguida pensó en su hermana a quien seguro ese peine le encantaría, lo juntó y lo guardó en su bolsillo.

    Ya cansado de esperar, decidió seguir su camino hacia el mar, pero llevó el carro con él, para no dejar de cuidarlo, como le pidió el vendedor.

    Mientras arriaba el caballo que llevaba el carro algo le llamó la atención: la sombra que se reflejaba en la calle iba cambiando su forma y también su color, pero como el hombre no cree en cosas locas supuso que el sol o algún otro motivo causaba esa extrañeza.

    Al llegar al mar se encuentra con el vendedor, se sorprende al verlo y le pregunta: —¿Qué haces acá? ¿tenés un gemelo o sos vos?. El vendedor se ríe —soy yo— le dice y le explica que lo que se escaparon son almas, que se habían ido hacia el mar y que a muchas no había podido agarrarlas.Al instante notó también que las patas del caballo no hacían ruido de casquillos. Parecía que tuviese pantuflas o almohadones porque no se escuchaban sus pisadas, pero bueno, como no creía en cosas locas creyó que a lo mejor el viento no lo dejaba escuchar bien.

    El pescador no entiende nada de lo que sucede, pero él no cree en cosas locas, entonces no pregunta y comienza a sacar su caña para pescar.

    El vendedor continúa tratando de atrapar almas en el frasco y quejándose por lo que le cuesta.

    El pescador empieza a dudar de aquella situación, porque si no eran almas...qué era aquello que había visto... a pesar de no creer en cosas locas lo había visto ¿no?... ¿o no?... ¿sí o no? —¡Parece que en serio la locura existe!- se dice.

    Según el vendedor, o quien sea ese hombre que quiere agarrar las almas, cree que las almas fueron a parar a las nubes, un alma en cada nube que hacían llover gotas color verde.Recordó lo que escuchó en el noticiero sobre el peine mágico y como el vendedor había sido buena persona con él, decide ayudarlo con ese peine, que sin saber si es especial o no comienza a creer que sí lo es, total era más divertido que estar solo pescando.

    El pescador saca el peine y se le ocurre una idea: usarlo para dibujar una rampa que los lleve a las nubes. ¡Asombrosamente funcionó!— ¡¡listo!! —dijo y se le ocurrió otra idea: dibujar una aspiradora para aspirar las nubes.

    El cielo se quedó sin nubes por un rato, pero cuando el vendedor pudo guardar las almas, el pescador con la aspiradora que ahora en vez de absorber soplaba, devolvió todas las nubes otra vez a su lugar y estas tomaron formas muy bellas y esponjosas aunque aún seguían lloviendo con gotas verdes.

    Luego de tanta locura maravillosa, el vendedor le da las gracias al pescador y se despide con un simple— chau, hasta la próxima —agarra la aspiradora que fabricó el pescador, todas las bolas de colores, el frasco donde colocó las almas recuperadas y se fue con su carro no se sabe dónde pero con dirección hacia el norte.


    El pescador tomó aire, buscó el peine pero no lo encontró, buscó explicación pero tampoco la encontró .

    Preparó sus cosas de pesca para intentar pescar algo. Lanzó su caña y al rato sintió que algo tironeaba muy fuerte. Pensó millones de cosas fantásticas . ¿Que habría pescado?. Se apuró para ver, su caña tiraba y él enrollaba rápido su carrete. Al sacar su anzuelo del agua vio algo raro que no era un pez, sólo había pescado una bota.



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