Capítulo 7: Visitas no guiadas

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Frisk miraba las humildes casas y establecimientos que parecían conservarse tal cual estaban desde el siglo pasado. Tal cual las recordaba. Su mirada no reparaba en recordarle a su mente cuando era una joven encaminada a la adultez que compraba cocoa recién hecha en la tienda de las hermanas Keepers, la librería de ventanas siempre escarchada o los juegos hechos de nieve para los niños. Este era un lugar más bien adaptado a las viejas eras, cuando los monstruos eran los únicos habitantes de Ebott. Este seguramente era el lugar con más monstruos en todo el país, por eso el nombre de Old Ebott, el único que permaneció en eterno invierno y en eterno legado de la magia. Gracias a eso, los humanos no solían venir salvo más que por visita o turismo debido al sepulcral frío que mantenían sus habitantes para subsistir. Pese a que a Frisk no le agradaba demasiado el sentir frío, tener que vivir allí para completar sus años de escolaridad, su padre le había facilitado medicinas para desarrollar una mayor inmunidad frente a catarros y problemas de salud que aparecían con el frío. Cosa que le vino genial en el futuro, enfermarse era algo extraño en ella y la ventaja de pasar en la nieve con sus amigos tanto como ellos, la ayudó a sociabilizar y formar lo que era ella actualmente. No podía sentirse más en casa que en este lugar.

"Aquí estamos cielo, La Escuela Para Señoritas Dreemurr" Dijo el conductor antes de ponerse a cantar.

El vehículo se detuvo frente a una hermosa estructura de ladrillos violeta, empinándose como una montaña y cayendo de los lados de una hermosa forma oblícuela, la madera pintada en blanco mimetizaba los bordes de cada estructura haciéndola parte de la nieve y la campana dorada en medio de la punta del edificio central solo la hacía querer verla redoblar el péndulo de su interior. Qué días eran esos cuando oírlo se convertía en su parte favorita del día para poder irse a casa...

"Muchas gracias, Señor River" Dijo ella mientras bajaba y sacaba sus pertenencias del auto.

"Cuando quieras, ¡Tra-la-la!" Contestó apretando el acelerador.

Frisk se acercó al pequeño jardín recubierto de magia, que al pasar la mano enguantada, podía sentir cierta calidez emanando de las plantas.

Dejó ir un suspiro de nostalgia antes de arrimar su equipaje a los escalones de la puerta y golpear las enormes puertas.

No pasó mucho antes de que estas se abrieran para dejarla pasar.

"¿Frisk? ¿En verdad eres tú, niña?" Preguntó una voz burbujeante, como si cada palabra la hiciera soltar una pompa de saliva.

"¡Glenda!" Dijo Frisk al voltear a ver al pez recepcionista. "Sí, soy yo" Le respondió entusiasmada.

"¿Qué te trae por aquí? ¿Y ese equipaje?" Hiso una pausa, pero sin dejar que respondiera levantó una de las aletas "Oh, ya veo vienes a ver a la profesora Dreemurr ¡Por supuesto! Que tonta soy"

De tonta nada, no he dicho una sola palabra y ya has adivinado todo.

Frisk sonrió y asintió con alegría.

"Eso es estupendo, Frisk" Dijo aplaudiendo acuosamente con sus aletas "Le queda un poco para que salga, está en sus clases de piano ahora"

"Oh" Dijo acomodando la maleta junto al escritorio del pez "Claro, puedo esperar"

No pasó mucho tiempo después de que la enorme campana se escuchase retumbar por sobre sus cabezas en un hermoso eco que se extendía por toda la escuela. Frisk realmente estaba tentada a caminar por los pasillos para rememorar uno que otro recuerdo, pero eso sería para después, primero debía esperarla. Impaciente apresuró lo que le quedaba de la taza de té que le había ofrecido Glenda en tanto esperaba y la dejó sobre el escritorio.

"Bueno, ya puedes ir" Dijo el pez mientras juntaba la taza de porcelana con la suya sobre una bandeja metálica para lavarla después. "Oh, deja tus maletas aquí, yo me ocuparé de cuidarlas"

"Gracias, señora Glenda" Dijo Frisk mientras se levantaba del taburete y salía en marcha al salón de música.

Varias niñas monstruo (en su mayoría del tipo animales o bien de gran cantidad de pelaje o material) habían comenzado a salir con sus bolsos, todas entonaron bulliciosos coros agudos con sus vocecitas, repiqueteando los tacones de sus zapatos y riendo de forma tímida. Un ambiente demasiado femenino, pero agradable en cierto modo.

Frisk se había ganado una cantidad considerable de miradas cuando muchas de las jovencitas notaron que se trataba de una humana. No le sorprendía, la generación con la que había formado equipo ya eran mujeres mayores, aunque pudiera reconocer facciones de sus antiguas ex-compañeras de clase, las pequeñas no tendrían idea. Frisk simplemente les sonrió y saludó con la mano, a lo que solo una pequeña porción devolvió el gesto.

Llegó frente a una puerta de madera con una pequeña placa que decía "Salón de música N°8". Antes de abrirla, Frisk pudo escuchar un par de notas musicales provenientes de un piano en el interior. Alguien aún estaba tocando música. El corazón de Frisk se sintió cálido al reconocer la canción de cuna que años atrás había aprendido con su maestra. Sin esperar un segundo más para verla, Frisk abrió la puerta.

Allí estaba, sentada en el taburete, una vieja cabra tocaba el piano con una extraña mirada de nostalgia. Llevaba un largo suéter de vestido un violeta parduzco con un estampado de flores blancas hechas a mano. Los años habían pasado sobre ella y su magia, ya no tenía las manos tan esponjosas como recordaba, parece que también había perdido algo de peso y temía que fuese por su estado anímico. Pero su sonrisa, alzando sus suaves pómulos blancos, permanecía intactamente cálida.

"Toriel" La llamó desde la puerta.

Las manos de la cabra en seguida se detuvieron, alzando la vista como si el sonido de las memorias en su cabeza se hubiera hecho realidad. Al girarse a verla, el taburete cayó hacia atrás del salto que dio al ponerse de pié.

"¿F-Frisk?" Dijo Toriel llevándose las manos a la boca. "¿Eres tú mi niña?"

"¡Toriel!" Gritó de alegría Frisk corriendo hacia ella.

Toriel espabiló entonces y le abrió los brazos para recibirla en un fuerte apretón, menos delicado de lo que parecía ser.

"¡Frisk que alegría verte! Estaba pensando justo en ti" Dijo mientras la estrujaba lo más cuidadosamente que su fuerza monstruosa le permitía "Ha pasado tanto tiempo..."

"Toriel, sé que debí haber llamado más seguido... Pero luego de lo sucedido..." Se explayó intentando contenerse.

"Calma, calma, mi niña. No hay nada que explicar" Dijo soltándola, alejándola suavemente de ella. "Nada de eso importa ya. Está en el pasado. Pero dime ¿Qué ha sido de ti en todo este tiempo?"

Frisk estaba a punto de hablar pero la cabra la volvió a abrazar.

"Oh, no me lo digas aún. Vamos a casa y me lo explicas todo de camino." Sonrió depositándole un beso en la frente "Espero que hayas visto algún lugar para quedarte" Soltó de repente.

"A decir verdad..." Dijo Frisk jugueteando un poco.

"Oh, pero si ya hiciste reservaciones en el hotel de la joven Inn... Supongo que está bien..." Dijo tomándose del rostro con sincera decepción en los ojos. "Lo que sería un desperdicio aún está tu antigua habitación disponible en mi casa..."

"Toriel... Nunca haría reservaciones en otro lugar si tengo a donde ir" Dijo Frisk con una sonrisa.

"¡Oh, bribona!" Dijo apretujándola con más fuerza haciendo soltar a ambas una carcajada.

* * * *

Habiéndose despedido amablemente de Glenda, salieron de la escuela para comenzar a caminar siguiendo la huella del camino de nieve. Toriel tomó a Frisk de la mano haciéndola sentir pequeña otra vez, siempre había considerado que la cabra era tan grande como lo era su alma y que algún día podría ser tan grande como ella algún día. Pero a pesar de salir de esa lógica, Frisk no podía dejar de pensar que estaba en lo correcto y que esa enorme pata siempre le quedaría demasiado grande para alcanzar.

"Entonces, Frisk" Comenzó Toriel "¿Qué te hiso venir a Snowdin? Y no me vengas con el cuento de que era por solo venir a verme" Le alzó una ceja mientras la miraba con una sonrisa saber que a ella no se le podían esconder las cosas.

Frisk apretó los labios.

Toriel se echó a reír.

"Querida, por Dios, no es para que pongas esa cara" La atrajo jalando un poco de su mano "Dime. Si no es así es que ya he perdido mi instinto de madre" Le guiñó un ojo.

Frisk le sonrió para finalmente reír un poco.

"Bien... No quería tocar ese tema hasta mucho después."

"¿Es complicado?"

"Un poco"

Toriel guardó silencio por un momento mientras inspeccionaba el rostro de Frisk.

"Bueno, nada que no se pueda hablar frente a una humeante taza de té" Le sonrió comprensivamente la cabra. "Pero, tú dime cuando quieras algo de azúcar en él, ¿Sí?"

"Gracias, Tori" Le respondió con las mejillas sonrojadas y una expresión aliviada.

Tal vez no estaba tan lista de venir aquí...

Toriel no era de esas señoras que se metían en los asuntos hasta saciar su propia sed de curiosidad, ella era paciente y Frisk sabía que ella solo la escucharía cuando quisiera hablar realmente con ella.

No pasó mucho para que un silencio incómodo se creara entre las dos y Frisk no encontró nada mejor que ponerse a tararear la melodía anterior. Toriel la miró con dulzura y dejó ir un suspiro de alivio.

"Y... ¿Cómo está tu padre?" Preguntó sin mirarla.

"Oh, se encuentra bien. Aún trabaja en el laboratorio"

"Sigue investigando genética, supongo" Dijo mirando al cielo. "No me sorprende, siempre que lo visitábamos Asgore y yo al laboratorio, estaba en medio de algo nuevo e increíble mente interesante." Rió. "Nunca se sabía que cosas se sacaría de la manga para enseñarnos..."

"Y aún lo hace" Añadió Frisk esquivando una flor. "La última vez que fui a verlo estaba dando con la solución del horóscopo"

Toriel la miró estupefacta antes de echarse a reír.

"Ya, hablando en serio. Aún sigue estudiando el color de las almas y la relación con la magia. Pero no ha llegado muy lejos. No quiere experimentar con personas..." Frisk miró al piso "No lo entiendo, hay muchos que seguramente estarían dispuestos a donar sus almas para ello. Los humanos no podemos hacer nada con ellas después de todo, solo, desaparecen y ya."

"Oh, mi niña..."

La cabra se detuvo.

"Tu padre adora a los humanos, no podría hacerles eso aunque tuviera la oportunidad"

Frisk parpadeó.

"¿Por qué? ¿Qué no el fin justificaba los medios? Además, no lastimaría a nadie" Alzó una ceja.

Toriel suspiró.

"Bueno, querida, eso es algo que solo puede responderte él."

"Eso creo..." Dijo tocándose el pecho para sentir el medallón por debajo.

"¿Uh? ¿Qué tienes ahí?" Sonrió curiosa.

"¡Oh! Ya te lo enseñaré cuando lleguemos" Suspiró "Ay, Tori, tengo tanto por contarte. Mi trabajo, mi casa, mi prometid-"

"¡¿Qué?!" Gritó exaltada.

Toriel le volvió a dar una mirada inquisitiva a Frisk buscando algún tipo de prueba para preocuparse. Entrecerrando los ojos, se ajustó el bolso del otro lado y comenzó a tirarla para avanzar más rápido.

Apenas llegaron a la cabaña de Toriel, Frisk no tuvo tiempo de oler las flores del pequeño jardín, observar el pequeño pórtico o percatarse si la fachada tenía algo nuevo. Tuvo que conformarse con descifrar diferencias en su mente de recuerdos de antaño para cerciorarse de los cambios que había tenido. Toriel había abierto la puerta y agarrado la maleta de Frisk con demasiada facilidad como si pesara tanto como un manojo de plumas, dejándola en frente de una puerta cerrada cerca de la sala de estar. Frisk volteó a cerrar la puerta con cuidado y cuando giró se encontró con la cabra cruzada de brazos mirándola desde arriba.

"Ahora vas a explicarme eso de prometido" Dijo ella haciendo a Frisk tragar saliva.

* * * *

Frisk sorbió con cuidado su taza de té mientras miraba a Toriel revolver la suya sin quietarle la vista de encima, estaba molesta. Frisk no estaba segura de sí romper el silencio con alguna anécdota o broma y luego proseguir con la charla reflexiva sobre su vida en un ambiente menos pesado. Pero la ceja de la cabra levantándose diciéndole ¿y bien? Le decía que no iba a aceptar con una sonrisa nada que no fuera una respuesta. Resignada miró hacia abajo.

"Yo... No mucho de salir de la escuela conocí a un chico"

"¿Es una buena persona?" Preguntó ella casi de inmediato.

"S-Si, lo es... Es un hombre de lo más modesto, es muy trabajador y siempre tiene el ojo puesto sobre los demás. Tiende a... Tiende a preocuparse por todo." Dijo pasándose la mano por la mejilla algo intranquila.

La expresión de Toriel se suavizó.

"¿Se preocupa por ti?" Preguntó con suavidad.

"Mucho" Contestó casi cortante.

"Me alegra oír eso" Bebió de su té. "¿Y qué dijo tu padre al respecto?"

Frisk alzó la mirada. La primera vez que había hablado y presentado a Drew ante él, tuvo exactamente la misma impresión que Toriel. Desilusión. Y no le faltaban razones para ello. Cuando era pequeña Frisk siempre hablaba de tener un novio monstruo pese a lo peligroso que fuese. Y a su padre y a Toriel siempre les pareció una idea dulce, solían molestarla con los chicos del pueblo y hasta se había hecho muy amiga de uno. Pero nunca pasó a mayores. Cuando ella se mudó a la ciudad para ir a la universidad, supo que esa fantasiosa idea sería solamente eso, una fantasía suya. Sabía que el mundo no lo aceptaría. ¡Pero Drew apareció en su vida! Y todas esas ideas locas desaparecieron por completo. Su corazón estaba lleno de amor por él, y bueno, uno no siempre obtiene lo que desea, pero con el tiempo si lo que necesita. Frisk intentó sonreír.

"No le cayó muy bien, pero entendió que no era malvado y eso le bastó para recibirlo con los brazos abiertos"

"Debe ser... Muy bien parecido" sonrió levemente.

"Lo es" Dijo sacando el medallón de debajo de su ropa por el cuello.

Frisk acercó el accesorio y lo abrió frente a ella mostrándole ambas fotos.

"¡Que preciosidad de medallón, Frisk! Pero querida debió haberte costado una fortuna" Dijo sonriendo mientras lo sostenía.

"Oh, no fue tanto. Créeme que requirió de más paciencia que dinero" Se rió acomodándose a su lado. "Este de aquí es Drew"

"Tienes razón, es muy apuesto" Asintió. Pero sin importarle menos pasó la vista a la siguiente foto. "Oh... Chara" dijo con voz apagada.

Por supuesto, el hijo de Toriel, Asriel, se llevaba demasiado bien con Chara. Al mirarla, supo en seguida que la mente de la cabra estaba en medio de las travesuras que solían hacer los dos, las risas y las peleas que terminaban en abrazos llenos de nieve y raspones en las rodillas. Lo que les pasó a ambos era una pena enorme. Chara era su hermano mayor, y para Toriel, era casi un hijo más de su familia. Frisk trató de llamar su atención, debía cambiar de tema, no quería hacerla llorar apenas había llegado, ella no venía para eso.

"Si... Quise poner en este medallón a mi familia. Aunque me temo que no tenía ninguna donde apareciéramos las dos juntas..." Comentó Frisk avergonzada tratando de poner una sonrisa lo suficientemente divertida para hacerla voltear la mirada hacia ella. "Si tengo en casa fotos de la escuela donde salimos las dos junto con las otras chicas y..."

Pero Toriel no estaba prestándole atención a su explicación, estaba pendiente de la foto. Claro que lo estaba. Un pequeño detalle como ese no la iba a molestar para nada, Frisk sabía que Toriel lo comprendía mejor que nadie, su casa estaba llena de fotos de ella y su hijo, no tenía fotos de su otro hermano, ni siquiera de Chara, ella solo mantenía su vida personal fuera de la vista de todos, igualmente no tenía fotos de su antigua vida en Fleury. Al igual que ella, solo poseía fotos de antiguos salones de clase en los que había estado a cargo.

"Chara era un buen chico" Dijo Frisk "Siempre fue muy amiga de Asriel"

Al escuchar el nombre de su difunto hijo, la mirada de Toriel se volvió más ligera sobre el corazón dorado que colgaba de sus manos. Con un suspiro, cerró el medallón y se lo entregó asintiendo con el rostro. Frisk lo tomó entre sus manos antes de colocarlo nuevamente alrededor de su cuello.

"¿Recuerdas cuando dejaste de recibir cartas mías?" Comentó ella. Frisk simplemente guardó silencio y puso una mano sobre la de ella. "Asriel me envió una carta con lo sucedido. Frisk" La miró sonriendo "Lo siento tanto" Dijo acercándose las manos al rostro, sus ojos estaban vidriosos a punto de derramar una gran cantidad de lágrimas. Pero la mano de Frisk la detuvo, encontrándose ahora Toriel, con su firme mirada.

"Ellos pelearon juntos, Tori, ya lloramos su pérdida, no lo hagamos más difícil para su recuerdo. Estoy segura de que Chara estaría más que molesto conmigo si lo hiciera" Miró al piso "No estuve trabajando en esto para que te pongas a llorar. Seguramente diría." Dijo tratando de imitar su voz cruzándose de brazos.

Toriel sorprendida por su actuación, rió con desdén. Sonriendo buscó la mirada de la muchacha antes de seguir su ejemplo.

"Y Asriel diría: Nos merecemos un trozo de tarta, mamá, pero no sabrá bien si la estás empapando con lágrimas."

Ambas comenzaron a reír, poco a poco acercándose para encontrarse entre los brazos. A Frisk le dolía recordar la pérdida de Chara, no podía imaginar que la pequeña figura que solía ser su gemelo, con el que jugaba a molestar al hermano mayor a que descubriera quién era quién colocándose las mismas ropas, se hubiera convertido en todo un hombre he ido a defender lo que creía correcto junto con su mejor amigo. Asriel también por su parte, pese al poco tiempo que llevaban viéndose, lo habría considerado alguien muy cercano con el que podía compartir su gusto por las flores y temas sensibles. Recordaba que los cuatro, compartían muchos momentos juntos cuando eran solo unos niños, y luego de la muerte de su padre, todos estuvieron con él y su madre.

Frisk podía sentir como su hombro se comenzaba a empapar por las cálidas y silenciosas lágrimas de Toriel siendo absorbidas por su ropa. Pero no le podía importar menos.

Luego de un rato, la cabra se alejó tratando de acunar una sonrisa en su rostro, dándole a entender que era lo que necesitaba, pero al menos le daba la seguridad, de que ya no era necesario otro llanto más y que al menos ahora, si lo hacía, no sería por la culpa de no haber estado allí.

"Perdón por no haberte escrito" Comenzó Toriel. "Creí que... Oh, creerás que soy una tonta. Pero tenía miedo de hablarte otra vez. Pero cuando me percaté de que no tenías la culpa de nada y que seguramente estuviste tan triste como yo... Ya era muy tarde para pedir perdón."

"Sé a lo que te refieres..." Dijo acariciándose un brazo "Yo también tenía vergüenza, pero, necesitaba verte, Tori. Y no quería que solo terminaras siendo un recuerdo de mi niñez. No si podía evitarlo." Tomando una de sus peludas manos entre las suyas la miró a los ojos "Perdóname por no llamarte antes, y perdón también por desaparecer."

"Por supuesto, cariño. Por supuesto" Dijo dulcemente envolviéndola en otro abrazo.

Toriel había llevado a Frisk hasta su antigua habitación en la cabaña, algo fría por la falta ventana, pero tan pronto la luz estuvo encendida, pudo ver como la imagen de sus recuerdos aparecían indemnes frente sus ojos. La misma cama, la misma alfombra mullida y garabatos en las paredes, los muebles estaban cerrados, un jarrón a espera de flores y un cuadro de flores bordadas hacía de ventana. Para ver siempre un escape a la nieve. Recordaba lo que solía decirse cuando niña. Entrando, Frisk se dio cuenta de que Toriel pudo haber estado recurrentemente limpiándola, el polvo era mínimo y la cama tenía las sábanas cambiadas, ella no usaba el conjunto azul fuera de las épocas navideñas, eran muy gruesas.

"Perdona, si hubiera sabido que venías hubiera preparado un poco mejor tu cuarto" Dijo detrás de ella poniendo una suave mano peluda sobre su hombro.

"No importa, es mi cuarto, debo limpiarlo por mi cuenta" Se rió colocando ambas manos en la cadera luego de haberse arremangado las mangas del suéter.

Pero la cabra solo le sonrió depositándole un ósculo en la frente.

"Está bien, voy a preparar algo de tarta" Se volteó sobre sus talones, pero antes de irse se detuvo en el marco de la puerta para ver a Frisk. "Oh, por cierto ¿Deseas crema de caramelo o canela?" Preguntó tocándole el antebrazo con la punta de un dedo.

Al voltear le sorprendió la pregunta, pero sin responderla, solo la miró y le dio una gran sonrisa diciéndole: No hace falta preguntar.

Riéndose salió de la habitación agitando una mano frente a su rostro.

Realmente estaba feliz de haber venido, solo el tiempo si su estancia dirá si se trata de una buena idea. Pero sin lugar a dudas, lo que más le animaba el corazón, era saber que su vieja amiga y figura maternal, no había cambiado pese a los años.

Con un gran suspiro, Frisk atisbó todo el panorama que en el que tendría que trabajar.

════════ ♡ ════════

Sans quería probar subir a la azotea, parecía un buen lugar para ir a fumar algo sin que las femeninas estuviesen molestándolo en compararlo con una locomotora. No era su culpa a que prefiriese los grandes habanos en lugar de esos delgaduchos tubos de papel, el sabor del humo no era el mismo, además la nicotina mágica con la que trataban de añadir un sustituto a sabores más agradables era una niñería. Sans miró hacia la puerta mientras se abría deslizándose hacia lados para dejarlo entrar al elevador. No iba a subir la escalera, eran al menos cinco pisos antes de llegar a la azotea y no estaba de humor para ejercitar los huesos. Nunca lo estaba en realidad. Se había metido una botella de tabasco bajo el brazo y no le desenroscó la tapa hasta que las puertas del ascensor se hubieran abierto en la última planta.

El día de hoy no había mucho que hacer, salvo cubrir su faceta de artista de comic, la verdadera emoción no comenzaría sino hasta la noche y el día se le estaba haciendo demasiado largo para su gusto. Papyrus había salido temprano esa mañana llevándose los documentos a la central, probablemente con el nuevo "programa" del que había escuchado de Alphys antes de llegar a Ebott. Y ahora ella vendría. Luego Undyne. Luego finalmente Asgore. Por su cabeza aún no había mucho en claro sobre su plan para hacer avanzar a la resistencia, en especial porque la mayor parte de los contactos de los aliados de Ebott no se conocían entre sí. Y Sans temía una cosa...

Que los sucios humanos estuvieran entrometidos.

Asgore los revisaría a cada uno si fuese necesario, con sus propias manos, y dudaba con toda su existencia que encontrase alguno que realmente fuese de utilidad. Cuando un humano ocultaba algo en sus acciones, nada podía delatarlo mejor que su propia alma expuesta. Pero viendo las consecuencias, lo más probable es que un niño humano tenga más posibilidades de quedar como algo valioso (o relativamente aceptable) para la comunidad que un hombre formado, hecho y derecho, educado para ser una de esas pestes. A Sans le daba asco de solo pensar en que tendría que en algún momento trabajar hombro a hombro con alguien a quien le gustaría ver su calavera colgada en un salón de trofeos.

Al llegar arriba encontró la azotea desalojada, había tan solo una silla abandonada, que dudaba si pudiese resistir su peso. Tal vez podría traer uno de esos sofás que estaban en la sala de recesos en uno de sus atajos, el lugar parecía agradable, pero en el clima que se estaba por venir no le gustaría que el material se arruinase por el frío. Tal vez traer una banqueta lo bastante larga para su voluptuoso cuerpo fuese suficiente. Sí, eso funcionaría.

Dando un trago de la salsa (Esta vez de una marca más suave, no iba a arriesgarse a caer borracho otra vez frente al sillón de la sala de estar) colgó los codos para ver el panorama. La brisa en seguida describió su aliento en suave vapores rojizos que se dispersaban frente a él. Hacía frío. A Sans le hacía gracia este tipo de clima, no sentía el frío en los huesos por no poseer piel, pero aun así, cuando el viento lo llegaba a atravesar, se sentía extraño.

Cuando ya llevaba un cuarto de la botella de tabasco consumida, la puerta de la azotea se abrió con un rechinido discordante. Sans volteó la cabeza apresurado, probablemente el responsable de mover la silla allí. Sin sorpresa alzó una ceja de hueso y miró como una cabeza saltaba hacia el exterior. El conejo llevaba un cigarrillo de papel consigo y no notó al esqueleto hasta que se preocupó por cerrar la puerta.

"¿Qué estás haciendo aquí?" Preguntó él mientras se acercaba. "Creí que te gustaba más estar en la sala de recesos, donde no molestas a nadie"

Sans pudo notar el rencor emanando de cada palabra, pese a su tono tranquilo. Prácticamente lo estaba invitando a irse por la puerta.

"Un cambio de aires" Le respondió Sans para luego voltear la vista al paisaje de los tejados "Pero si tanto te molesta, puedo irme compañero"

"En efecto. Pero no creo que quieras moverte de allí" Dijo dando un salto a la baranda.

"Yup"

El tan tranquilo bullicio de la ciudad en movimiento se había convertido en un metrónomo de paciencia en la cabeza del esqueleto. El conejo no hacía nada más que mirar al exterior exhalando el humo del cigarrillo con lentitud. Estaba tan incómodo como él. Es un compañero, uno de los suyos, pensaba. Pero estaba defendiendo a una humana, ni idea del porqué esa relación tan absurda que tenían, dudaba que fueran algo más que solo compañeros, pero aun así, la idea le traía la bilis a la inexistente garganta combinándolo con el picor del tabasco.

Entonces, con ese pensamiento, notó que la chica no estaba con él.

Él en realidad no lo pensó.

Pero la curiosidad simplemente se le escapó de la boca.

"¿Y la chica?"

El conejo no contestó de inmediato. Lo miró inquisitivo con una ceja levantada escondiéndosele bajo el bombín. Golpeó la punta del cigarrillo dejando caer la ceniza por el costado y volvió a metérselo a la boca.

"No es de tu incumbencia." Dijo él en un tono rígido.

Sans debió quedarse callado, y lo sabía. Pero ahora el reto por vedarle la información no le pareció nada agradable e instintivamente el reto de sonsacarle más historia resonó en el apretón de su mano en la botella.

"Oh, vamos, compañero" Sans le guiñó una cuenca, mientras dejaba la botella de lado (ya era suficiente con lo que tenía y no quería que notaran cuál era el efecto del tabasco en su cuerpo) y sacaba el habano del bolsillo para encenderlo con los dedos "No he hecho nada malo con ella"

El conejo no le respondió, de hecho ni siquiera lo miró.

Mejor ya cállate. Tampoco te importa que haya pasado con esa mocosa.

"Si te digo, ¿te quedarás callado? Estas arruinando el buen silencio" Dijo el conejo después de soltar un prolongado suspiro.

"Heh" Rió Sans por lo bajo.

"Fue a Snowdin, a visitar a su familia." Dijo sin apartar la mirada del horizonte. "No estará por aquí por una semana"

"Oh, bien" Respondió de forma instantánea dándole una probada al tabaco.

Tardó un momento en engullir la información, filtrándola por el mero concepto de familia y deberes con ellos, pero tan pronto añadió a la olla la ciudad de Snowdin dejó escapar todo el humo al abrir la mandíbula.

¿Snowdin? ¿Una ciudad enterrada en la nieve casi exclusiva para monstruos es dónde está su familia?

La extrañeza en la expresión confusa de Sans atrajo a atención de Winki casi haciéndolo reír. Apuesto que el bastardo solo estaba tomándole el fémur, era imposible para un humano vivir en tales condiciones por gusto si tenía una ciudad más barata en New Ebott. ¿Qué familia desquiciada viviría con monstruos en medio de un desierto nevado? La idea simplemente no encajaba en su cráneo. Claro en otras partes de la esfera había gente viviendo en lugares semejantes, pero si tenía la oportunidad de vivir en zonas donde tenía al menos tres estaciones diferentes ¿Por qué estarían ancladas allí?

Winki parecía pensativo. Sans estrechó las cuencas en disposición, claro que debía ser una broma.

"Que no te sorprenda el por qué se siente tan a gusto entre los monstruos, la chica ha vivido entre ellos toda su vida" Soltó a decir de repente el conejo.

Espera. ¿Qué?

"Quieres decir que ella... No, debes estar jodiéndome, esa mierda está prohibida" Respondió Sans casi escupiéndole al reír. "Casi me engañas compañero"

Pero la expresión de Winki no cambió en lo absoluto.

"¿No... No es una broma?" Preguntó dudoso.

"Esa ley no existe" Comentó el conejo sin responderle a su cuestionamiento "Solo es la mala propaganda que queda del racismo entre especies, como el problema que teníamos los monstruos al inicio cuando nuestra especie no dejaba unir a las mismas sexualidades, hasta que entendieron que la creación de formas mágicas no funcionaba así"

"Heh. Pero tampoco en ningún lado decía que se debía hacer" Bromeó.

"Tampoco que no se debía" Sonrió para la tranquilidad del esqueleto. Guardó silencio hasta ver la nube de nicotina se dispersase por completo antes de volver a hablar "En algo tienes razón con respecto a los humanos."

Sans se llevó el habano a los dientes curioso por la afirmación de otro monstruo que tenía algo negativo que aportar a la especie en contraparte. El razonamiento de Linna pasó fugazmente por su cabeza.

"Ellos son crueles, e injustos, incluso con su propia especie marcan diferencias absurdas que para nosotros son solo cualidades"

Más razón no le faltaba, a diferencia de las costumbres humanas, todos los monstruos venían en diferentes tipos y el mestizaje entre ellos no era un problema, la magia se conservaba mucho mejor dentro de la impureza, los lazos eran positivamente más fuertes haciéndolos más conscientes de su entorno que de su linaje.

En silencio, Sans escuchó.

"Pero hay otros que han sido más inteligentes y no han dejado que les laven el cerebro. Ahí tienes a la niña" Dijo aplastando la colilla en el barandal con la punta de su alargada oreja.

"Hah. ¿Ahora vas a darme un discursito sobre la convivencia y la aceptación?" Escupió el esqueleto poniendo las cuencas en negro. "Porque si ese es el motivo por el que la defiendes-"

"Ella sufrió el mismo racismo que nosotros, desde su propia especie." Lo interrumpió. "No llegó a trabajar aquí por casualidad."

Sans abrió las cuencas en sorpresa. El mismo había vivido en sus propios huesos el dolor y la humillación por ser diferente en un lugar donde moraban más humanos que monstruos, ser parte de la casta más baja. Tuvo la oportunidad de presenciar los maltratos a otros más débiles, no necesariamente monstruos, pero lo más lamentable de todo, también pudo ver como los humanos que no eran de importantes posiciones, tomaban ventaja incluso de los más débiles como si fueran animales robándose los unos a los otros. Era tan despreciable...

Ella llegaría a ser como el resto en cualquier momento...

Pensó con... ¿Decepción?

Sans negó con la cabeza quitando la vista de Winki, quien parecía interesado en su respuesta corporal.

"No te pido que dejes tus opiniones de lado, cualquiera puede tener sus dudas con respecto a los humanos. Eso es un hecho" Lo escuchó decir, estrechando las cuencas al notar la confidencialidad de sus palabras, seguramente se debía a la experiencia misma "Pero sí, que dejes a Frisk en paz. Ódiala cuando ella te haga odiarla, si así lo prefieres. Pero ya tiene bastantes problemas para que alguien la juzgue por algo que no ha hecho"

Sans se mordió la mandíbula haciendo chocar los maxilares.

"Aun" Dijo el esqueleto tratando de ganar territorio en un tono sarcástico.

"Aun" Le repitió el conejo con ironía en la voz antes de dar un salto dirigiéndose hacia la salida.

Sans entonces quedó solo, en el tan anhelado silencio que quería antes de que Winki llegara. Sin embargo ahora sentía que no valía la pena, las duras declaraciones del conejo fueron lo suficientemente claras para detener el buen ánimo. Lo que hiso al esqueleto recoger su botella de tabasco y pensar realmente en la conversación de su hermano, en la que le acababa de dar Winki y en la resolución que había llegado en medio de la borrachera de aquella vez.

Mírala, no como una humana ni como un monstruo, es una dama. Una dama merece un poco más de respeto.

No podía creer que se sentía tan influenciado por su entorno. Quería pensar que ella solo estaba lavándoles la cabeza a los demás con su buena actitud, pero dentro de él una voz le decía que tal vez, solo tal vez, las cosas son diferentes. Y esa misma voz, quería hacerlo abrazar ese necio sentimiento con fuerza.

Paz.

Encontrar paz.

Tal vez si haces las paces con ella, todo sería mucho mejor.

De hecho el desagradable había sido él mismo. Ella... Frisk. No hiso nada malo.

De momento.

Tal vez, antes de darle una real oportunidad. Era egoísta, y lo sabía, pero... necesitaba algún tipo de prueba. ¿Pero cuál?

Mientras subía la boca de la botella hasta la suya, trató de buscar alguna forma de atraparla en su propio juego, algo donde él no tuviese la culpa y por ende, que le demostrara que ella no era de fiar.

Pero nada vino a su mente, ni siquiera con el resto de la botella.

* * * *

Sans cerró la puerta del baño tras de sí antes de ir por la barra de bajón a lavarse las manos, no le agradaba ser demasiado minucioso cuando se trataba de agua fría, pero la higiene es higiene. Arrancó unas cuantas hojas de papel del dispensador y las arrojó a la papelera. Con poco entusiasmo miró su reflejo y usó los últimos segundos para repasar el tamaño de sus ojeras. Maldita sea, estaba cansado y lo peor no había pasado aun.

Pasándose una mano por la sien, salió por la puerta casi golpeando a Lark en la nariz en lo que el entraba.

"Ten cuidado, pila de huesos" Le ladró el can antes de entrar apresurado.

Sans podría haber soltado alguna broma de perros, haberse quejado, o haber pedido simples disculpas. Pero de entre sus dientes solo salió un resoplido cansado, solo quería salir de allí y echarse una siesta en casa. Había estado dibujando la misma viñeta por horas, tratando de poner algo interesante que evitara que la pequeña broma saliera a la luz hasta la última parte, pero al viejo Elder se le había ocurrido azotar la puerta con fuerza y a él poner una taza de café demasiado a la orilla del escritorio. La porquería dio un respingo y una vuelta lo suficientemente pronunciada para darle un lengüetazo del líquido caliente al papel antes de caer al piso. Debía hacer todo el trabajo otra vez. Sans estaba furioso, pero pronto tuvo que calmar el dolor de cabeza para permitirle a la bellota con cuernos que gritase por él. Había malas nuevas en la sección al parecer. Pero no dijo nada al respecto. Al menos había conseguido un chiste gratis, el papel luego de secarse parecía un papiro. Se guardó el papel en el maletín para después, a su hermano le encantaría oír que hay dos de él en un mismo lugar. Si, será genial para romper el hielo si surge algo pesado.

Habiendo marcado su salida, se puso en marcha. Tenía al menos 3 horas antes del maldito toque de queda se hiciera presente, en ello, debía acercarse lo más posible a su destino. La fábrica más cercana de las que había podido sacar información, era la que se encontraba a orillas de Hotland al sur de New Ebott. Sans se había estudiado el mapa de Ebott al completo, conocía cualquier ubicación posible, calles y callejones, avenidas y pasajes, pero no había estado en ninguno y eso era un problema. Si bien tenía la posibilidad de abrir un atajo cuando lo viese necesario, debía estar allí primero. De otro modo podría lamentarlo, las distancias jugaban un papel crucial, si llegaba a hacer un mal cálculo, podría quedar atrapado. Lo había aprendido de la forma difícil.

Haciendo crujir sus dedos, esperó pacientemente el autobús desde la vía opuesta a la habitual. Tan solo bastaba esperar un poco. Incluso debatió en su cabeza, si era buena idea dormir en el trayecto, pero quería usar su última reserva de magia en llegar a casa. Debía estar atento y no perderse detalle. Y para cuando el claxon del vehículo lo espabiló para que retrocediera detrás de la línea de seguridad pintada en el adoquín, Sans ya tenía las cuencas a medio cerrar.

El trayecto no implicaba demasiado, la ciudad se cortaba a tramos para dar paso a los agujeros del piso, sectores que aprovechaban el cambio del calor para abrir balnearios hechos por agujeros en la roca llenados por las mismas lluvias de WaterFall calentadas por lava. Muchos de los árboles ya no resistían el calor y desaparecían de un punto a otro, los que llegaban a resistirse eran simples palos carbonizados o metal que se alzaba en forma de uno, arte, aparentemente. No pasó mucho hasta que el traje de chaqueta le comenzase a picar los huesos.

Una hora había sido gastada y la última parada por el horario estaba cerca. Si el trabajo no fuese tan pasional habría salido antes, pero la viñeta necesitaba arreglo.

Tal como lo esperaba, el autobús no había llegado al resto de sus destinos, y lo más lejos que lo había dejado era frente a un lago burbujeante. El conductor le había dado las buenas noches con la mano y advertirle que el lugar tenía una cabaña para viajeros cerca, Sans cordialmente lo incitó a que continuara sin problemas, le agradeció el gesto y le aseguró que lo tomaría. Nada sospechoso que demostrar que era un atareado viajero con un maletín que tenía una reunión de negocios en Hotland por la mañana. Salvo que por dentro, tras irse el bus, Sans deseaba patear algo ahora que debía ir a pie.

"Hagamos esto más fácil"

Sans miró a sus alrededores antes de ocultarse tras la parada de autobús fuera de la luz del foco. Sacó del maletín un pequeño mapa doblado en cuatro, lo expandió y tan rápido pudo encontrar su posición en él, comenzó a comparar distancias. Al menos poco más de la mitad del camino había sido abarcado por el vehículo, se razonaba en su mente mientras repasaba el tramo con un dedo de hueso. Tenía dos opciones, o acabar con todo el viaje arriesgándose a perder toda la magia probando caminos hasta la fábrica, o caminar hasta ella y devolverse a casa en un abrir y cerrar de sus cuencas al terminar el trabajo. En cualquiera de los dos casos, la magia no sería su comodín de la suerte esta vez.

Procurando no tocar demasiado la luz, Sans salió de su escondite y comenzó a caminar por un lado de la carretera con el mapa en la mano.

"Si voy a usar magia, será para llegar a esa cabaña. Por la mañana tendré la magia suficiente para llegar al trabajo en un atajo" Resopló en su razonamiento. Las luces de sus cuencas buscaron por el piso algún resplandor celestino, propio de las flores de WaterFall. "Tendré que llamar a Paps."

* * * *

Cansado y agotado, Sans logró ver las instalaciones apuñalando el cielo rojizo con cuatro torres blancas en descenso, no demasiado grandes, pero lo suficiente para ver que estaba cerca. Se había sentado sobre una roca plana esperando a recuperar un poco el aliento, estaba atento por si cualquier otro medio de transporte se acercaba. Revisó los bolsillos de su chaqueta en busca de algo que comer, algo de efectivo y boletas del consumible que buscaba.

"¿Dónde te metiste?" Dijo mientras introducía la mano a revolver el maletín.

Pero tan pronto sintió el papel en sus manos, se arrepintió y volvió a mirar el edificio.

"Aun no, amigo"

En cambio sacó un cigarrillo, esperó hasta haberlo consumirlo para continuar. Apagó la colilla y la guardó en un pañuelo. El sudor se le había secado en la camisa y tenía la tela pegada a los huesos. Este clima realmente no era su favorito.

No tardó en llegar a los pies de la ciudad de Hotland, lujosos edificios y una colección de pomposos matices metálicos en rosa que resaltaban a la luz de la luna, Sans advirtió que si no existiera el toque de queda, este lugar sería el faro favorito de las bombas. Y hablando del toque de queda...

"Dos de la mañana..." Se dijo mirando el reloj de su muñeca. "Los policías deben estar de ronda"

Lejos de estar errado, unos fuertes pasos hacían eco sobre los adoquines y las paredes de metal, Sans en seguida pudo tomar esos sonidos como el precursor del peligro, un par de luces comenzaron a acercarse apuntando al piso de forma horizontal a él. Sin perder la calma, buscó una salida con la mirada. Abriendo un atajo hacia los tejados, Sans dio un paso saliendo instantáneamente del alcance de ellos, y al voltear, pudo ver a un par de monstruos vestidos de rojo repasando las calles dando una abanicada con el haz de luz en donde se encontraba antes. Sans se ajustó caló el fedora hasta las cejas de hueso y continuó caminando desde los tejados.

Trazar una línea para seguir por las alturas no era su actividad favorita, a veces los tejados eran planos, ideales para descansar las piernas y otros tan resbaladizos como una pista de hielo, teniendo que aferrarse a cualquier cosa que sobresaliera para no caer, por suerte, los carteles eran tan absurdamente grandes para presentar su nombre, solo no debía tropezar con los cables. Cosa que casi revelaba su posición gracias al doble tropiezo que lo hiso tirar una bombilla a las calles.

Gracias al cielo, la travesía no duró mucho tiempo, la fábrica no era muy grande en comparación a la ciudad, era más bien plana y había sido arrinconada a las afueras, seguramente porque su estructura y fachada no se podía mezclar con la hostería de los restos de edificios. Tenía un frente plano y arenoso para aparcar los coches del personal, y una cerca de alambre de púas limitando la zona. Sans rió para sí. Como si eso fuse a detenerlo. Se acomodó contra una fuente de agua y de brazos cruzados comenzó a inspeccionar el lugar, contando tiempos cada vez que veía un movimiento en las ventanas y a los alrededores. Pudo hacer cuentas al menos de doce guardias en total solo desde aquella vista, (seguramente había el doble por el otro lado), cambiando de turno cada dos minutos hasta llegar a un punto en donde se devolverían.

Tan pronto la luz de una de las linternas cambiaba de posición volviéndose hacia atrás, Sans abrió un atajo lo más cerca que pudo. El primer paso que dio lo dejó en total oscuridad, salvo la estela de luz del guardia al desaparecer en una esquina. Sans en seguida decidió esconderse como pudo tras un pilar y observar un poco a su alrededor a considerar su ubicación. Estaba en la segunda planta, los pilares subían desde la primera hasta abrirse paso por la superficie y delataban la fluctuante luz blanca de la magia sin trabajar a través de ventanillas. Moviendo un poco la cabeza, pudo ver el resto de los tres pilares con la misma característica. Cuando sintió el sonido de las suelas subiendo los escalones de lata, supo que era momento de seguir moviéndose.

Camino lentamente, calzando el ritmo de las pisadas del guardia, cambió de rumbo al puente que daba a una caseta de control. El esqueleto casi da un paso en falso al notar que las luces de este lugar estaban encendidas sin dar tregua a la oscuridad. Chasqueando la lengua miró a los alrededores en busca de un lugar donde esconderse antes de llegar a la entrada. Cualquier cosa que haga allí, no debe tardar más de un minuto. Razonó.

Sentándose contra la puerta, se cubrió con la chaqueta y se acomodó el fedora aprovechando el contraluz de la ventanilla de la cabina para no ser notado. Palmando la superficie de la puerta, dejó escurrir su magia en forma de humo, pasándola por debajo. El vapor se deslizaba del piso arrimándose a las paredes buscando los surcos que guardaban las sombras. Si la flor echo estaba en algún lugar, sería donde jamás le diera la luz artificial. La luz mataba sus propiedades mágicas, y según la información que sacó de los archivos del viejo Puzzler, la que está buscando ahora aún está en funcionamiento.

"¿Huh?" Ensanchó las cuencas.

Su magia había comenzado a filtrarse por una pequeña apertura en la pared, no sabía con exactitud si se trataba de algún agujero hecho por un accidente con los muebles o estaba elaborado intencionalmente en la fabricación. Maldita sea, si le hubiera dado un vistazo a los planos antes de entregárselos a su hermano. No estaba seguro de seguir por ese camino, pero valdría la pena si diese con algo interesante. Siguió entonces por un rato hurgando entre las esquinas y los muebles, pero no había señal de la flor, ni de sus raíces. Sin embargo, el resto de magia restante que había dejado evacuar por la apertura descubierta, pronto entendió que se trataba de una tubería.

Sans sonrió.

Sans estaba comenzando a sentir el vacío que dejaba su magia al gastarse, pero al menos no era tan alarmante de momento, comparable a una soportable fatiga. Virando la cabeza de un lado a otro, se aseguró de que los guardias habían dejado espacio suficiente entre las líneas de visión creadas por las linternas, se levantó con cuidado de no ser revelado por la luz. Su magia no había llegado a cubrir todo el tramo de la tubería, pero todo indicaba que no terminaría hasta debajo del primer piso.

Pasó la vista al barandal a observar el movimiento de las luces de los guardias de abajo. Las mesas de trabajo estaban cubiertas por mantas y varios estaban aún con magia insustancial en frascos. Podría usar un atajo, pero no tenía idea de qué tan profundo estaba el subnivel y algo le decía que no había escaleras para comprobarlo.

Volvió a introducirse entre los caminos de los guardias, marcando el paso al ritmo del monstruo que tenía en frente, bípedo por suerte y no uno del tipo babosa. Lo siguió de cerca, por no decir que le pisaba los talones. Tan pronto terminaron de bajar por las escaleras a la primera planta, Sans cambió de rumbo cubriendo cualquier rastro blanco de sus huesos que pudiera alertar a los guardias. Estaba en medio del movimiento, los haces de luces estaban cambiando constantemente a su alrededor con los turnos de los recorridos, también podía escuchar comentarios sueltos de los trabajadores cuando se reunían en algún punto. Ese era el momento que necesitaba. Tampoco podía usar su magia sin ser descubierto, el rojo lo delataría, por muy opaco que fuera el color del humo, tenía una ligera intensidad fluorescente. No podía arriesgarse a buscar algo que estuviera tan lejos de su alcance, y menos si no sabía dónde estaba.

Debe haber algún elevador en algún lugar.

Tenía que arriesgarse.

Aprovechando el comentario que soltaban en la esquina a su izquierda, Sans aprovechó de caminar hacia un contenedor no lo suficientemente grande para alcanzar a tapar su cuerpo, pero lo necesario para pasar inadvertido, cambió de rumbo y siguió de cerca al lagarto con cuidado de no pisarle la cola que se movía de un lado a otro.

El reptil gruñía y parecía molesto.

"Podría estar en Grillby's..." Comentó.

La cola del lagarto se agitaba con ansiedad y el esqueleto aprovechó de darle un pequeño puntapié a un bote de basura junto a una de las mesas de trabajo.

"Gran trabajo, idiota" Se dijo a sí mismo.

El lagarto se dio la vuelta a recoger el desastre que había hecho, varios papeles y objetos rotos estaban esparcidos. Sans se había adelantado, aprovechando la distracción para continuar con el recorrido por su cuenta, pasó la mano por las paredes y fijándose lo suficiente si encontraba algo extraño que no fuera lata y madera. Su mano entonces se detuvo en una especie de rejilla plegable. Poniendo especial atención se dio cuenta de lo que era.

Bingo.

Estaba a punto de deslizar su magia por las aperturas, pero la luz del lagarto estaba casi encima de él. Carajo, tenía que moverse ya. Abriendo un atajo, pasó al interior del elevador.

Cayó en medio de la oscuridad y su reflejo solo fue aferrarse al maletín y extender la mano en busca de algo a que aferrarse. Tan pronto sus pies tocaron la plataforma casi derribándolo, se tragó el grito. Estaba tan apresurado en hacer el atajo, que lo hiso casi medio metro sobre el piso.

"Maldita sea, creí que no estaba" Se dijo para sí en voz baja.

Sans aprovechó el momento para comer algo. Se sentó en medio de la oscuridad y dejó fluctuar un hilo de magia para comprobar la distancia, no iba a arriesgarse a crear un atajo en medio de la nada y por un mal cálculo caer. Pacientemente esperó mientras masticaba la barra proteica.

Luego de un rato, sintió como su magia comenzaba a esparcirse. Había tocado el piso. Esperó a que esta pasara por la apertura para asegurarse de que estaba tocando algo parecido a la baldosa.

Un poco más descansado, se levantó y esbozando un bostezo, dio un paso hacia el atajo.

Fuera del elevador en el subterráneo, Sans encendió una llama mágica entre sus manos. Encontró lo que buscaba y también algo que seguramente Alphys apreciaría. Un laboratorio.

El lugar estaba muy mal cuidado, por no decir abandonado; la mayor parte de la maquinaria se encontraba cubierta de polvo y telarañas viejas, cajas de material y antiguos contenedores. Seguramente aquí era el lugar donde se hacían los primeros experimentos sobre la magia específica de esa fábrica, y Sans casi podía afirmar que actualmente solo bajasen a dejar suministros o herramientas que ya no necesitaban. Una bodega, en pocas palabras.

Pero lejos de fijarse en el estado del lugar, Sans posó las luces de sus cuencas en un cuadro de flores amarillas.

Sans dejó caer su maletín sobre el escritorio.

"Ese cuadro..." Sans avanzó dubitativo hasta la imagen, las manos le habían comenzado a temblar cuando alargó una de ellas para tocarlo "Wingdings solía tener uno de estos en su oficina..."

El cuadro entonces se deslizó de un lado.

Extrañado, Sans movió el cuadro con cuidado hasta un tope, revelando una caja fuerte incrustada en la pared. Sin perder tiempo, ni detenerse a pensar, utilizó su magia para averiguar el número. La puerta a punto de abrirse comenzó a fluctuar un destello celestino por los bordes. En seguida apagó la llama de su mano.

Una hermosa y resplandeciente flor eco era criada en el interior moviéndose sus pétalos azules con cada sonido que hacía al respirar el esqueleto. Las raíces se habían esparcido alrededor de las esquinas creando su propio invernadero, y la cabeza de la planta apuntaba hacia arriba, donde las raíces terminaban sujetándose de un agujero. Alguien estaba atento a los procesos de la fábrica.

"Lo siento por esto amiga" Dijo Sans encendiendo una llama en su mano.

La luz instantáneamente hiso volver a la flor hacia él, sus pétalos comenzaron a volverse rígidos y las raíces a temblar. Señales suficientes para decirle a Sans, que si habilidad estaba muerta. Ya no era más que una bella flor que repite la información en vez de transmitirla. Era una pena, pero no por mucho tiempo.

Sans volvió a su maletín y rebuscó en este una caja de habanos. Al abrirla, una jeringuilla estaba lista con un líquido rojo y brillante en su interior. Sans le dio unos golpes para liberar las burbujas de su interior y se acercó a la flor.

"Aquí vamos" Dijo él.

Sans inyecto cuidadosamente la cabeza de la flor. Esta se estremeció y volvió a su posición anterior.

"¿Hola?" Comenzó Sans.

"Buen trabajo" Dijo una voz a través de la flor. "Ya puedes irte"

Sin responder, Sans cerró la caja fuerte y dejó el cuadro en su lugar.

El trabajo estaba hecho.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro