Capítulo 4

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Se había terminado el bocadillo y la última taza. Sentía que no podría comer más aunque quisiera, realmente estuvo delicioso, pero no probaría el té negro con leche por mucho tiempo. La campanilla de entrada avisó en cuanto sus compañeras entraron. Habían pasado por delante de ella por el otro lado de la ventana, pero no las había notado.

—Mei, ¿Cómo te has sentido? —Comenzó Ziegler.

—Se pregunta "¿Cómo estás?" —Bromeó Amari— esto no es una consulta.

—Ouh. Perdona, es la costumbre —Sonrió— ¿Cómo estás?

—Me siento más despejada, gracias a ti.

—Imagino que aún sientes la necesidad de cumplir con tus responsabilidades más mínimas —Dijo Phara ayudándole con la silla a Ángela— Créeme que también he pasado por eso.

—Si... —Respondió Mei. Dudaba de si decirles la recaída reciente corrigiendo las guías, pese a que le pareció más relajante que una terrible desazón, no era el mejor momento para soltarlo.

Tras pedir ambas un café, lo que a la joven profesora le pareció algo extraño al principio ya que le habían recomendado el té a ella, ninguna pidió nada ni con té ni leche. Pensaba que habían hecho la misma tontería de pedir más de una vez la misma bebida y con eso ya tenían suficiente para contentarse de no querer probarlo durante resto del año.

— ¿Y bien? —Empezó Mei recordando el asunto de la llamada— ¿Qué ocurre con el baile?

— ¡Por supuesto! Ya lo estaba olvidando —Dijo Ángela bajando la taza de café— Hay un premio al ganador o pareja ganadora.

—Creí que no habrían premios este año, ¿Por qué?

—Una de las empresas benefactoras del Instituto está buscando un motivador monetario para persuadir a la gente que le gusta el arte —Respondió Phara— Así que le dará un premio de cien dólares a quien gane. Esto ya no es un evento, Profesora Zhou, es una competencia.

— ¿Qué imaginas hacer con ese dinero? —Continuó Ziegler con la línea de conversación, como si fuese una frase que fuese a decir su novia— Nosotras pensamos en comprar un departamento un poco más cerca de la ciudad, ya tenemos unos ahorros, eso nos sería de mucha ayuda para terminar el último pago.

—Oh, cielos—Miró hacia arriba, pasó a ver sus manos y finalmente a la pareja— La verdad me encantaría mejorar mi área de trabajo. El laboratorio de ciencias no es más que otro salón cualquiera. Sería beneficioso para los niños tener un sector donde las muestras de los componentes pudieran conservarse, implementos de pruebas. No solo esos vasos precipitados y microscopios de segunda mano. Quiero un verdadero laboratorio de ciencias...

—Vamos, no puedes hablar en serio — Entrecerró la vista escudriñando algún tipo de broma, pero Phara no encontró nada, Mei tenía la misma expresión amable de siempre— Yo hablaba de algo un poco más personal, pero...

—Supongo que es un tipo de motivación —Dijo Ziegler acariciando con los pulgares la porcelana de su taza. Acomodándose un mechón de cabello tras la oreja se le ocurrió preguntar, solo por curiosidad— ¿Ya tienes a alguien con quién bailar, o ya decidiste hacerlo sola?

Mei levantó a vista. Quizás sí que conocía a alguien, pero solo de vista. La pareja se miró entre sí, sonriendo pusieron los ojos de vuelta a la profesora que seguía pensando en "aquel" que pudiera acompañarla.

—Creo que hay alguien, pero no sé ni siquiera su nombre.

— ¿Sabe bailar? —Preguntó Ángela.

—A su manera, supongo —Levantó los hombros.

—Con eso seguro que basta —Aseguró Amari.

— ¿Eso creen?

Ambas asintieron con la cabeza.

— ¿Pero y si dice que no?

—No hay nadie que no piense en dinero, amiga.

Riéndose entre las tres, terminaron sus tazas.

* * *

Al día siguiente, el cielo azul no había aparecido con la alarma del despertador. Estaba blanco y brillante, devorando la ciudad dejándolo en un mundo incompleto. Apartándose de la ventana, se enrolló una bufanda por el cuello, tirando la cola más larga de esta hacia atrás. Al salir, el aire frío le coloreó la nariz, el aliento subía por la apertura de la tela y le empañaba los lentes. Ya era momento de usar lentes de contacto, pero le daba algo de miedo tan solo pensar en ponerse algo dentro del ojo y llevarlo todo el día. Solo gotas para los ojos, por favor.

En el bus, se sentó junto a la ventana. El hielo helaba el aliento quedando una nube en el vidrio, tapando la vista. Con la mano enguantada, dibujó un círculo poco más del tamaño de su cabeza. Le molestaba no haber traído algún pañuelo para esos casos, ahora la tela estaba húmeda y el agua pasaba a sus manos, pero al menos ya podía ver. Prestó atención a guardar la prenda dentro del bolso y guardó las manos desnudas en los bolsillos de su chaqueta. El paisaje continuaba por una secuencia de casas y almacenes independientes, cada una habiendo ya colocado uno que otro adorno navideño. Incluso pudo alcanzar a ver a Santa Claus atascado dentro de una chimenea. Aún no se decidía si poner un árbol, después de todo no hay nadie a quien le importase, quizás solo ponga un adorno en la puerta para hacer creer al resto que dentro también se celebraba. La familia estaba lejos y los amigos probablemente harían alguna reunión en la que probablemente la invitarían. Sería también lindo algún día planear algo por su cuenta. Los adornos en las panaderías recordando el pan de jengibre, el aroma a la canela la llevaba a pensar en un budín para la fecha y lo encantador que sería aprender a preparar uno. En su fantasía imaginaba qué pasaría si ella se convirtiese en anfitriona de una linda fiesta navideña; creando el ambiente, haciendo el ponche e invitando a la gente a pasar y servirse chocolate caliente en el momento de la nevada de la primera mañana. Todo esto se detuvo con el bus, en cuanto frenó en una parada para subir a un escuálido pasajero.

El tipo bajaba la cabeza lo que más podía ocultando su rostro con el sombrero. Pagó en efectivo y pasó de largo junto a Mei. ¿Será quien cree que es? Lamentablemente si hubiera puesto un poco más de atención hubiera estado más segura. Pero si lo fuese, ¿Qué diferencia habría? No le hablaría, ni lo saludaría. No lo conoce, no es normal saludar a alguien a quien no se conoce. Tenía el pecho apretado, era la simple curiosidad que le daban ganas de voltear a ver si era aquel bailarín que estaba frente a la cafetería, pero no quería que notase que lo miraban, como el día de ayer. Ya faltaba poco para su bajada, la cafetería en donde lo había visto estaba a solo unas cuadras más adelante. Esperaba que él se bajase primero. ¿Y si se bajaba ella primero? Demonios, no quería saludarlo si fuese así.

El autobús de detuvo.

Por el rabillo del ojo, vio que este se había bajado. Quería asegurarse, por lo que volteó a ver si efectivamente era el, pegando la punta de la nariz al vidrio helado. Sí que lo era. El bailarín, llevaba la misma ropa del día anterior, la misma radio colgando de la mano izquierda, el dobladillo de la ropa se le marcaba el metal enganchado de la pierna derecha y el cabello en punta tras intentar escapar del sombrero. Él levantó la vista para verla alejarse en el autobús en marcha. A lo lejos, podía verse que había intentado saludarla con la mano, pero no pudo alcanzar a terminar siquiera de alzar el brazo.

Se volvió a acomodar en el asiento. Se sentía tan idiota. Abrazó su bolso entre los brazos y observó como la cafetería donde lo conoció pasaba en frente de sus ojos. El no dudó en saludarla, en cambio ella, se lo estaba pensando dos veces antes de siquiera mirarlo. No había hecho nada malo para recibir esa clase de trato.

Al doblar la esquina de la calle, ya solo faltaba un poco para ella también tener que descender.

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