SS especial: Lo que una pareja de casados hace.

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Asfi deidad gg.

Bueno, este es un especial un poco largo. El capítulo anterior fueron 10500 palabras, y este tiene 8500, así que son 19 mil palabras en total muahaha.

En fin, quiero aclarar que esto es fan service. Esencialmente, es convivio entre Bell y Riveria, pero como todo convivio entre esos dos, tiene fan service jsjsjs.

No diré mucho porque ya debo dormir. Espero que les guste.

Primero quieren morir por ti, luego quieren morir contigo; y al final, te dejan morir solo.

- Muzan.

X X X

.

.

.

Durante el tiempo que estaban "peleados" debido a Wiene, Riveria caminó hasta el sofá donde descansaba Bell.

El entrenamiento de Ottar, el penúltimo del día, había acabado, y después de un baño relajante, Bell estaba recuperando un poco de energía antes de pasar a las clases de magia con Riveria.

-- Hey.

-- ¿Si? ¿Qué sucede?

Bell estaba bebiendo un poco de jugo. Era extracto de naranja, por lo que en vez de ser dulce, mantenía una amargura adictiva que le agradaba bastante.

Cuando escuchó el llamado de Riveria, regresó a verla. Ella vestía un pantalón holgado y una playera de botones con estampados florales. El grosor de la tela era lo suficientemente delgado para que el color de su bra, un lindo rosa pastel, fuese visto por Bell.

"¿Por qué comenzó a vestir mas casual de lo normal? Esto es malo para mí en muchos sentidos...".

Un poco avergonzado y rojo, desvió la mirada antes de ser descubierto fisgoneando donde no debería. Aunque, de hecho, Riveria ya era bastante consciente de ello.

Debido al reciente distanciamiento entre ambos, así como la vez que lo vió sonriendo cómodamente con otra mujer en aquel local, Riveria concluyó que debía acortar la distancia.

Una de sus ideas consistía en profundizar la intimidad como pareja, de ahí sus atuendos últimamente reveladores y coquetos. Por supuesto, no era nada como seducirlo descaradamente con lencería de seda, sino mas bien hacer que Bell notara su belleza femenina y así atraerlo hacia ella.

Recordaba haber leído que un hombre no puede resistirse a los encantos de una mujer, y si Riveria lograba encantar a Bell, entonces la confianza que él le tenía incrementaría significativamente.

Hasta el punto de que volviera a sonreír con ella.

-- Encontré este libro en la biblioteca personal del segundo piso. Tiene un título interesante, y pensé que nos ayudaría para tener una mejor relación.

-- ... ¿Eh?

Riveria extendió el libro y Bell lo tomó en sus manos. Al leer la portada, sus ojos se pusieron blancos mientras el extracto de naranja amenazaba con salir a gran velocidad de su boca.

"¿Lo que una pareja de casados hace? ¡¿Qué demonios hace un libro como este en esta casa?!".

Debía ser culpa de Hermes, ya que la casa era de él en un inicio. ¿Pero justo debía encontrarlo Riveria? Bueno, él solo leía cuentos heroicos y libros que trataran de magia, mientras que Riveria leía hasta las etiquetas de la ropa.

-- Ah, uhm... ¿y para qué me lo das?

Bell miró nerviosamente a Riveria, que le miraba a él con una expresión un tanto peculiar.

Últimamente, había notado que Riveria era cada vez mas insistente con el tema de estar casados y cosas como la confianza.

-- ¿No es obvio? Una de las cosas a las que estamos obligados por el Gremio es reforzar nuestra relación en caso de que falles en tu palabra.

-- ¿Qué? Creí que solo debíamos vivir bajo el mismo techo, y tampoco recuerdo que nos dijeran algo como eso...

-- ¿Eres tonto? Te he dicho tantas veces que leas las cosas que firmas. En nuestra acta de matrimonio hay una cláusula que dicta las obligaciones que tenemos.

-- ...

Ahora que lo pensaba, era cierto que ese día Bell firmó sin siquiera darle un vistazo a la acta de matrimonio. Si se ponía a pensar en ello, ni siquiera confirmó si el nombre escrito de la persona con la que se casaba era Riveria.

Se ahorró cualquier excusa y asintió mientras suspiraba.

-- Ya, puede que eso sea cierto.

-- Sin duda lo es.

-- ...

Riveria sonrió con ligera burla mientras tomaba asiento en el sillón a lado de Bell. Al ser para dos personas, el espacio no era tan grande, pero sí lo suficiente para estar cómodamente en su espacio personal, y sin embargo, Riveria mantenía una cercanía donde sus hombros chocaban.

-- Dámelo.

Tomó el libro de las manos de Bell y lo abrió.

Se saltó las páginas de contenido e indice, así como sinopsis. Lo que le interesaba era llegar al primer paso que anteriormente había leído.

-- Mira, aquí dice que debemos llamarnos por nuestros nombres. Llamar por su nombre a tu pareja consolida y afirma la estrecha relación que guardan, y también indica que mantienen cierta intimidad entre ellos.

-- Pero nosotros ya nos llamamos por nuestros nombres, Riveria.

-- Ese no es el punto, Bell. Bueno, vayamos al paso dos.

-- Claro...

Riveria hojeó el libro un par de veces. El primer paso en sí era sencillo, pero tenía mucha información sobre el por qué era importante llamar a tu pareja por su nombre de manera informal.

Para Bell, e incluso para Riveria, no era mas que relleno innecesario.

-- El paso dos es... tomarse de las manos.

Bell notó el ligero cambio en el ambiente.

Tomarse de las manos no era gran cosa si lo comparaban con todo lo que había pasado entre los dos hasta ahora. Incluso se habían besado, y que se debiera al pacto de silencio no le restaba mérito al hecho de besarse.

Unieron sus labios y lenguas, eso era lo importante.

-- Tomarnos de las manos, huh.

Bell asintió con ojos cerrados un par de veces, como si estuviese razonando profundamente las cosas que podrían pasar si continuaban leyendo el libro.

Cuando estuvo por decir que era mejor comenzar las clases de magia, sintió el suave tacto de Riveria en su mano.

-- Listo —dijo ella, entonando una voz tímida —No es tan difícil, ¿cierto?

-- ...

Bell la miró en silencio mientras sentía la sensación de la mano de Riveria en la suya.

Era suave y cálida, pero mas allá de eso, desprendía una sensación de seguridad y vulnerabilidad al mismo tiempo.

Frotó sus dedos sobre los nudillos de ella, y la fricción de sus pieles otorgó una maravillosa emoción de estar a salvo.

¿Tanto podía sentir con solo tomar la mano de una persona? No, ese no podía ser el caso. ¿Era porque se trataba de la mano de Riveria, y viceversa, porque se trataba de la mano de Bell?

El pecho de Riveria se calentó vivazmente con un sentimiento cómodo, y Bell sintió que un hormigueo le recorría la espalda de arriba hacia abajo.

-- ¿Cuál es... el siguiente paso?

Preguntó Bell, intentando hacer que el ambiente agradable desapareciera. Retiró su mano de la de Riveria, y si bien sintió una resistencia por parte de Riveria, al final pudo alejarse lo suficiente para tomar un respiro y calmar sus pensamientos.

Riveria sonrió débilmente mientras asentía y hojeaba el libro. La páginas se sentían bastantes ligeras, así como el contenido que explicaba el por qué tomarse de las manos se sentía tan bien.

"Porque te conecta con tu pareja...".

Se guardó ese pensamiento para sí misma y llegó al tercer paso. Ya había leído hasta cierto punto, el cuarto paso para ser precisos, pero seguía siendo vergonzoso ahora que lo leía a lado de Bell.

-- El tercer paso es... un abrazo.

-- ¿Un abrazo?

Riveria asintió, alzando uno de sus dedos mientras explicaba.

-- Aquí dice que los abrazos son votos de confianza y seguridad. Cuando una pareja de casados se abraza, transmiten la seguridad que sienten a lado del otro. También, si la relación es profunda, otorga un sentimiento de paz y calidez. Es una muestra de afecto que genera una agradable sensación de armonía y plenitud, una dosis de bienestar para el cuerpo y alma.

-- ... ¿Un abrazo era así de complicado?

-- Deja de hacer preguntas tontas y abrázame de una vez.

-- Hm...

Bell entrecerró los ojos, viendo a Riveria abrir sus brazos en direcciones contrarias con una expresión que rayaba lo serio y tímido. Se veía adorable, eso seguro.

El problema radicaba en sí esto era real o solo una trampa minuciosamente elaborada por Riveria.

"Ella se enojó bastante cuando traje a Wiene hace unos días, y si a eso le sumo el hecho de que siempre la ignoro cuando me pregunta a dónde voy cuando cazo a los de Evilus, bueno... ella tiene razones suficientes para estar molesta. No me va congelar si la abrazo, ¿cierto?".

La duda le hizo sentir inseguro de si debía o no actuar, pues su vida estaba en la cuerda floja dependiendo de su respuesta.

"Pero si realmente está hablando en serio y le digo que no, ¿eso no lastimaría su orgullo y me congelaría?".

Bell fue consciente de que estaba tardando, y que eso también podría llevarlo a ser congelado por Riveria. Por eso mismo, dejó de pensar tanto y le miró.

Solo entonces pensó que tal vez Riveria estaba hablando en serio, pues seguía con los brazos estirados esperando a que él fuera y correspondiera un abrazo.

Su adorable expresión, que era una mezcla entre seriedad y timidez, seguía plasmada en su bello rostro.

-- ¿Qué tanto esperas? Se me van a entumir los brazos, date prisa.

-- ...

Ella definitivamente estaba hablando en serio.

Cuando Bell se deslizó un poco para acercársele, las puntas de las orejas de Riveria se encendieron con un lindo rosa claro, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, fue rodeado en un cálido y suave abrazo.

La suave presión de los brazos de Riveria sobre su espalda y nuca, así como la suavidad de sus pechos rosando su cara; hizo que Bell se sintiera bastante avergonzado mientras lentamente usaba sus brazos para abrazarla a ella también.

¿Cómo podía decirlo? Se sentía indefenso y seguro al mismo tiempo.

La respiración de Riveria acariciaba su cabello desde arriba. Era cálida y lenta, al igual que una brisa bajo el atardecer.

Su cuerpo era igual de suave. Incluso a través de la ropa que vestía era capaz de sentir la calidez de su piel.

-- ¿Cómo... se siente?

Preguntó Riveria.

Ella estaba en silencio antes de eso, disfrutando de lo bien que se sentía tener a Bell entre sus brazos, como si estuviese protegiéndolo de todo lo malo del mundo.

La delgadez de su ropa le permitía sentirlo mucho mas, casi como si estuviese desnuda. El calor corporal que se mezclaba con el de él también se sentía bien.

-- B-Bueno, supongo que no está mal...

-- Hm, ¿es así?

Riveria soltó un lindo resoplido, sonriendo ligeramente.

Bell estaba mintiendo, y eso podía confirmarlo por lo acelerado que estaba su corazón. De todas las cosas que habían hecho hasta ahora, esta era posiblemente la mas vergonzosa.

El tacto, la calidez y el aroma de sus cuerpos les hacía sentir un extraño sentimiento de paz y armonía, tal como decía el libro.

-- Yo...

Dijo Bell en voz baja, pero no pudo terminar lo que fuese que iba a decir.

Tras el largo silencio, Riveria enarcó una ceja y se alejó un poco para mirarlo.

"¿Se quedó dormido?".

Allí estaba Bell, con los ojos cerrados y recargando una de sus mejillas sobre el pecho de Riveria mientras dejaba salir suaves respiraciones.

Se veía indefenso, adorable y fatigado. Riveria nunca pensó que esas cosas pudieran mezclarse perfectamente, pero aquí estaba Bell demostrándole que estaba equivocada.

"Está así, ¿pero incluso de esta manera se ve bastante apuesto? No, apuesto no sería la palabra. ¿Lindo? Ah, pero qué cosas estoy pensando...".

Riveria sacudió sus pensamientos antes de sonreír y mostrar una expresión de alivio. Acarició el cabello de Bell y le dio un beso en la frente, dejándolo descansar sobre la posadera del sofá y acostarse a su lado, aún abrazándolo.

Ella también se sentía cansada, o algo similar.

No era exactamente cansancio, sino una agradable sensación de seguridad que le inducía a bajar la guardia y dormir despreocupadamente.

Ni siquiera se molestó en traer una sábana para acobijarse o una almohada para reposar sus cabezas. Simplemente se acurrucó a lado de Bell y usó sus pechos como una almohada para él.

A pesar de quedarse dormida, su corazón seguía latiendo a una velocidad increíble.

El dolor en su pecho, aquel que sentía todos los días cuando Bell le ignoraba o actuaba distante, no hizo acto de presencia este día.



X X X



Al día siguiente.

-- ¡E-Ejem! Entonces, ¿qué sigue?

-- Sí...

No solo se había saltado las clases de magia y perdido el entrenamiento matutino con Ryuu, sino que había incluso despertado en los brazos Riveria y con la cara hundida en un hermoso y cómodo par de pechos.

Naturalmente, se sobresaltó tanto que alejó a Riveria por reflejo y la tiró del sofá.

Aún podía recordar el grito de sorpresa que soltó Riveria, y aún más importante, aún podía ver la ira e indignación en sus ojos verde jade.

Riveria estaba bastante molesta por la forma en que fue despertada. Se suponía que estaba descanso plácida y cómodamente, pero de un momento a otro, su sueño se hizo pedazos y sintió la dureza y frialdad del suelo contra su cara.

¿Había algo mas humillante que eso? Por eso mismo, ahora veía con el ceño fruncido a Bell, que se encogía como un pequeño conejo arrepentido.

-- Lo siguiente es...

De todos modos, se tragó la ira y abrió el libro nuevamente. Al pasar las páginas, llegó al siguiente paso a seguir en las cosas que una pareja de casados hace.

Al momento de leer, su cara mostró un leve enrojecimiento mientras el ceño fruncido desaparecía poco a poco por cada palabra que leía.

-- C-Cumplidos...

-- ¿Eh?

-- El siguiente paso es... decir lo que te gusta de tu pareja.

A criterio de Bell, eso era bastante suave comparado con los pasos y experiencias íntimas anteriores a la situación actual.

Sin embargo, para alguien como Riveria, que estaba indecisa sobre sus sentires hacia Bell, algo como admitir cosas buenas sobre él era bastante grave.

Por eso el enrojecimiento en sus mejillas y orejas.

-- ¿Solo tengo que decir cosas que me agraden de ti? ¿Algo como "eres buena enseñando magia"?

-- Supongo...

Riveria leyó un poco mas sobre el paso a seguir. Debido a la impaciencia, solo había leído hasta el paso del abrazo antes de venir a Bell y hablar sobre lo que ya había pasado hasta ahora.

-- No, espera. Aquí dice algo sobre apaciguar las inseguridades de tu pareja con cumplidos, estos pueden ser sobre el físico, la inteligencia o habilidades.

-- ... ¿Físico?

-- Expresar elogios y gratitud es especialmente importante para mantener una buena relación de casados. Los elogios hacen que tu pareja se sienta valorada y han demostrado mitigar los efectos negativos del estrés, que es una de las principales causas del divorcio.

-- ...

Riveria ignoró la palabra clave que mencionó Bell y siguió leyendo. Ella también había catalogado la parte física como algo a resaltar.

"Si dice algo sobre mi físico y es algo bueno, ¿no significa eso que le gusta mi cuerpo? ¡T-Tengo que mentalizarme para no congelarlo por reflejo!".

Riveria miró al vacío por unos segundos antes de mirar a Bell. Este le miraba con ojos analizadores y precavidos, como si supiese lo que estaba pensando.

Más específicamente, estaba pensado si realmente estaba bien decirle cumplidos con el riesgo de ser congelado. No era miedo, era precaución.

-- Y-Ya veo. Entonces, ¿cuántos deben ser? ¿Está bien si es sobre una sola cosa?

Hacia su intento de escape, Riveria negó con la cabeza.

-- No, el libro dicta que deben ser 3 cosas sobre cada categoría. 3 cosas que te gusten sobre mi inteligencia, mis habilidades y físico.

Riveria no estaba mintiendo, el libro claramente lo decía. Sin embargo, ella también tenía bastante curiosidad sobre las cosas buenas que Bell veía en ella.

Incluso si el libro no tuviera tal regla escrita, ella definitivamente hubiera mentido con tal de saciar su curiosidad.

-- Tres cosas...

-- Sí, 3 cosas.

-- ....

-- ¿Qué esperas? Comienza de una vez.

-- ¿P-Pero no las damas deben ir primero...?

-- No.

-- ....

-- .Comienza.

-- ....

Bell no podía hacer nada.

Estaba la opción de negarse a iniciar, pero en su cabeza estaba el reciente recuerdo de haber tirado a Riveria al piso.

En sus ojos verde jade aún persistía algo de esa molestia, brillando tenuemente mientras le miraba en acecho, tal cual lo hace un cazador con su presa.

Bell tosió suavemente para aclararse la garganta.

"Bueno, pensemos en algo que disminuya ese enojo".

Inteligencia.

Cuando se trataba de ello, no era difícil encontrar puntos buenos en Riveria, que era una letrada de pies a cabeza. La palabra erudita la describía al 100%.

-- Lees mucho.

-- ... ¿Eh

-- Bueno, eso. Me gusta cómo te ves cuando te sumerges en un libro, y también me gusta cuando te tomas el tiempo para explicarme el contenido de dicho libro. Tu mirada está calmada y tu expresión es serena, pero cuando te gusta algo que lees, siempre curvas tus labios en una ligera sonrisa. Esa sonrisa, no, el sentimiento que te causan los libros, que te hacen sonreír así, me... gusta.

-- ...

Riveria perdió el aliento.

Esperaba algo, pero definitivamente no demasiado. El cumplido de Bell era demasiado específico, así como vergonzoso.

¿Significaba esto que le ponía tal atención cada vez que la veía leyendo? ¿Realmente exudaba esa descripción? ¿Sonreía de esa manera?.

Su corazón latió con fuerza, resonando profunda e intensamente dentro de su pecho.

Un fuerte sonrojo se apoderó de sus mejillas, y cuando fue consciente del ardor que ocasionaba en su rostro, se giró rápidamente para evitar ser vista.

-- Y-Ya veo. Sí, supongo que ese es un buen cumplido...

Bell asintió de forma tímida, esperando a que Riveria hablara.

Tomó un poco de tiempo para que ella calmara su corazón acelerado, pero al hacerlo, respiró hondo y dijo lo que desde un principio había decidido decir.

-- Me gusta... lo tonto que puedes llegar a ser.

-- ... ¿Eh?

-- Eres ingenuo, inmaduro en ciertos temas, despreocupado e insensible. No puedo imaginar a alguien mas tonto que tú.

-- ¡Espera, espera! ¡Estoy seguro que me estas insultando en lugar de halagarme! ¡¿Tanto te cuesta encontrar algo bueno en mí que recurres a las cosas malas?! También tengo un corazón, ¡¿sabes?!

Inteligencia.

Si se hablaba de ello, Bell no era el mas destacado.

Tenía una fuerte intuición como guerrero, tales como tácticas y cosas por el estilo, pero no era el mejor cuando de conocimientos se trataba.

Lo único que Riveria lo vio leer aparte de los libros de magia, eran cuentos heroicos, los cuales tenía escondidos debajo de la cama.

"Siempre me pregunto por qué los esconde como si fuesen revistas eróticas".

Pensó mientras se reía suavemente por los gritos que daba Bell, reclamando los insultos a su persona.

Lentamente, Riveria negó.

-- No es un insulto. Ser tonto no es exactamente malo, al menos a mi parecer.

-- ¡No trates de endulzarlo!

-- ¿Es así? Lo cierto es que ese lado tuyo me es adorable.

Riveria no sabía porqué, pero por alguna razón, ver a Bell estallar entre sonrojos y gritos hizo que su propia vergüenza y timidez por la situación en la que se encontraban se esfumaran completamente.

Ahora mostraba una expresión presuntuosa y condescendiente acompañada de una sonrisa que plasmaba disfrute.

-- Que lo veas como algo malo no es mi problema, siempre y cuando yo lo considere algo bueno y que me guste, cuenta. ¿Estoy mal?

-- B-Bueno, no diría exactamente mal, pero...

-- Nada de peros. Es tu turno, date prisa.

-- ...

¿Qué estaba pasando aquí? Ahora que se ponía a pensar en ello, Riveria tendía a llevar un control sobre él como si fuese su madre.

No, no podía decirlo así como tal. Mas que una madre, se parecía a una maestra estricta y manipuladora que disfrutaba darle ordenes.

Y a pesar de saberlo, no podía resistirse del todo.

-- Me gusta... lo serena que sueles ser en ciertas situaciones. Y aunque eso me gusta, también me gusta cuando pierdes el control de ti misma y actúas tímida.

-- ¡¿T-Tímida?! ¡P-Pues a mí me gusta la mentalidad de no rendirte nunca! ¡¿Qué te parece eso?!

-- A mí... me gusta lo buena que eres simplificando temas complicados sobre la magia para que yo pueda entenderlos fácilmente. He mejorado gracias a eso.

-- Me gusta tu voluntad inquebrantable. Y no, ¡no es lo mismo que la mentalidad! Desde el día que nos casamos, siempre pensé que sería genial si todas las personas tuvieran una décima parte de tus ideales y creencias.

El libro fue arrojado sobre la mesa de centro.

Ambos se miraban fijamente, respirando pesadamente y con sus caras brillando de un rojo intenso.

Esto ya no era una simple dinámica de casados, sino una guerra por quién lograba avergonzar al otro primero.

-- ¡Siguiente! Di 3 cosas que te gusten de mí relacionadas a mis habilidades.

-- ¡¿De nuevo voy primero?!

-- ¿Algún problema?

Exclamó Riveria, roja hasta las orejas.

Ya estaba lo bastante avergonzada como para calentar un sartén con solo tocarlo, pero de eso no se trataba la guerra.

Debía avergonzarlo hasta el punto de hacerlo correr como un cobarde, solo así lo consideraría una victoria.

-- ¡Ninguno!

Bell comenzó a pensar rápidamente, pero como esperaba, no le tomó mucho encontrar los puntos fuertes en Riveria que se relacionaran a habilidades.

-- ¡Tu magia! Me gusta lo habilidosa que eres con la magia, tanto que eres considerada la maga mas poderosa del mundo actualmente.

-- Y-Ya veo. Sí, supongo que eso cuenta como habilidad. Entonces, uhm, me gusta tu cocina. Todo lo que preparas es delicioso, y te ves bastante bien con un mandil mientras picas carnes o verduras.

-- ¿E-Eres buena haciendo los quehaceres?

-- ... ¿Qué?

-- Solo digo que eres muy habilidosa, ¡¿si?! A pesar de que la casa es grande, ¡siempre está impecable! ¡Y a pesar de eso, tienes tiempo para enseñarme y leer cómodamente! ¡Definitivamente es un cumplido!

-- ...

Riveria se encogió de hombros, admitiendo que ciertamente era un cumplido. Aunque no podía quitarse el mal sabor de boca que le causó que Bell dijera algo como eso.

¿A caso él la veía como una chacha? Fue raro...

-- Tu forma de pelear.

Le restó importancia y siguió con la dinámica.

-- En un inicio, solo eras un aprendiz que Aizu guió por una semana, pero después de tu lucha con aquel Minotauro, lo único que hiciste fue seguir creciendo. Ahora tienes la habilidad de un aventurero de primer nivel, y eso me gusta.

-- ¿Te gusta que sea fuerte?

-- Puedes verlo de esa manera, sí. De lo contrario, si llegase a estar en peligro, ¿cómo podrías defenderme? A mi parecer, el hombre debe ser fuerte para proteger a su mujer.

-- ....

-- Ah, pero no estoy diciendo que sea tu mujer, ¡¿entendido?!

-- S-Sí, ¡eso ya lo sé!

Riveria mostró la intención de querer congelarlo, así que Bell se limitó a asentir rápidamente para poder sobrevivir. Este juego ya estaba fuera de control, pero no podía simplemente dejarlo.

Quería parar, pero no podía ni quería lidiar con las consecuencias de hacerlo.

-- Um, supongo que es mi turno. Entonces, eh... ¿me gusta que hayas mejorado tu nula habilidad en la cocina?

-- ....

-- ¡¿Por qué me miras así?! ¡No he dicho una mentira, ¿cierto?! Además, ¡estoy diciendo que me gusta el hecho de que tu comida ya no sea asquerosa!

-- ....

-- Está bien, ¡pegaré la frente al suelo y pediré disculpas! ¡Perdóname! ¡Perdóname! ¡Deja de mirarme con intenciones de congelarme! ¡Perdóname, oh gran dama del invierno!

-- P-Para de hacer el ridículo y levanta la cabeza, ¡tonto!

Riveria le jaló por la camisa para regresarlo al sillón. Su ceño fruncido y su mirada avergonzada resaltaron su belleza incluso si mostraba un brillo aterrador en sus ojos.

Bell pensó que eso también era peligroso, así que señaló con uno de sus dedos.

-- Te toca.

-- ....

Por supuesto, Riveria fue consciente de las intenciones de Bell, pero tampoco pudo ir en contra de ello. Más específicamente, no quería porque también le beneficiaba el cambio de tema.

-- Me gusta... uhm, tu habilidad para evitarme cuando quiero hablar sobre el lugar al que vas entre los entrenamientos y exploraciones del calabozo.

-- ....

Esta vez, Bell bajó la mirada, evitando la de Riveria.

Sus palabras podían ser un cumplido, pero Bell dudaba que fuese del agrado de Riveria el hecho de ser ignorada tantas veces por él.

Un silencio se estableció por un largo tiempo. La categoría de habilidades había terminado, pero el ambiente pesado no era el indicado para continuar con la dinámica de casados.

Cuando Bell estuvo por ponerse de pie para irse, la voz de Riveria lo alcanzó.

-- Tu cabello.

-- ....

-- Me gusta tu cabello, que es tan blanco como la nieve y tan suave como la mas fina seda.

Los ojos de Riveria expresaban que no insistiría en el tema si él no quería hablar de ello, pero también transmitían el dolor de no tener su confianza.

Las ganas de irse se esfumaron de Bell, que soltó un suspiro cansado por la repentina mención de aquel tema.

"Ya ha de saber que la descubrí siguiéndome, por eso habló sobre ello directamente".

Bell se llegó a cuestionar si realmente estaba bien seguir ocultando su cacería de los remanentes de Evilus a Riveria, que se suponía era la persona mas cercana a él.

Si estaba bien seguir soportando todo en silencio, aguantando las noches en las que temía cerrar los ojos debido a las pesadillas que lo atacaban constantemente.

-- ... Tu cabello. Me gusta el brillo jade que desprende bajo la luz del sol y la luna. Me recuerda a la naturaleza.

Sí, solo llegó a pensar que sería bueno contarle, pero tampoco es que fuera a hacerlo.

Escuchó el suspiro de Riveria, que parecía haber previsto esta respuesta de su parte. Entonces, mostrando una sonrisa que desprendía tristeza, dijo suavemente.

-- No está permitido repetir halagos.

-- ¿Eh, había una regla como esa?

-- No exactamente, pero si yo digo que no está permitido, no lo está.

-- ....

Ah, ella está enojada; pensó Bell.

Era natural, y bastante ligero según lo esperado, pero no dejaba de ser inquietante lo poderosa que podía volverse su voz cuando su temperamento alcanzaba el tipo: "Llévame la contraria y te congelaré".

-- ¡Ejem...! Bueno, entonces... tus labios.

-- ....

Las mejillas de Riveria volvieron a pintarse de un lindo rosa suave. Nunca esperó un halago tan directo desde el inicio.

-- Son... suaves.

-- ....

-- T-También tienen un lindo color, y cuando se curvan en una sonrisa, no puedo evitar pensar que son hermosos...

-- Ya... veo.

Riveria apretó sus manos en puños. Le fue difícil contener los latidos de su corazón resonando dentro de su pecho.

¿Él la miraba tanto? También estaba el vergonzoso hecho de mencionar la suavidad de sus labios, que solo le hacía recordar los besos que habían compartido hasta ahora.

Riveria apretó sus labios, tratando de esconderlos por la vergüenza. Si no fuese ella, que siempre pensaba en soluciones rápidas, realmente hubiese sido su derrota.

-- Tus ojos.

Reafirmó su voluntad y miró a Bell directamente.

Los ojos rojo rubí se ampliaron y brillaron momentáneamente, reflejando el rostro sonrojado de Riveria.

-- Mi madre me regaló un rubí cuando era pequeña, y cada vez que te veo a los ojos, recuerdo ese momento. Me gustan porque no me dejan olvidar un recuerdo importante para mí...

-- ....

Bell guardó silencio.

Por supuesto, tuvo ganas de parar todo esto porque, de lo contrario, pensaba que su corazón explotaría en cualquier momento. Pero también estaba molesto porque su segundo cumplido eran los ojos de Riveria.

"¿Por qué no lo dije antes? ¡Era mejor opción que sus labios para evitar que me vea como un pervertido!".

Bell aclaró su garganta antes de mirar a Riveria en busca de algo que señalar, pero donde fuera que mirase, había problemas.

Su pecho.

"Si digo eso definitivamente me va a congelar".

Su trasero.

"Me matará".

Sus piernas largas y sus muslos gruesos.

"Me arrancará los ojos".

Su entre—

"No, si digo eso, el Dragón Negro será la menor de mis preocupaciones".

Anteriormente la había visto desnuda en varias ocasiones, y como debía ser para un adolescente, eran imágenes que no podía sacar de sus pensamientos incluso si se abría la cabeza y destrozaba su cerebro.

Era un hecho para Bell que el cuerpo de Riveria podría fácilmente ser retratado y ser llamado una obra de arte maestra. Incluso si fuese una escultura, el resultado no cambiaba.

Presumía una belleza divina, y él no era un ciego para negar o pasar por alto ese hecho.

Lo único que podía decir sin repetir los elogios de Riveria o terminar en estado de coma o muerto era—

-- Tus orejas.

-- ... ¿Qué?

-- B-Bueno, son lindas. ¿No te has visto al espejo cuando te avergüenzas? Las puntas se pintan de un lindo rosa y...

-- ....

Bell detuvo sus palabras al ver a Riveria, que prácticamente echaba humo desde la cabeza y le miraba con ojos vueltos remolinos.

-- ¡¿Q-Qué clase de elogio es ese, pervertido?! ¡¿T-Tienes un fetiche por las orejas, degenerado?!

-- ¡N-No es lo que parece! ¡¿Por qué me miras así?! ¡No soy ningún enfermo!

Riveria cubrió sus orejas, protegiéndolas del peligro llamado Bell Cranel.

Estaba tan avergonzada que quería morirse. ¿Realmente había dicho eso de entre sus tantos dotes físicos como mujer? Incluso si él decía algo como su pecho, Riveria hubiese suspirado antes de darle un zape y dejarlo libre.

¿Pero sus orejas? El nivel de enfermedad de su "esposo" resultó estar en uno que ella no creía posible.

Porque, si bien Bell no lo sabía, Riveria era consciente de que sus orejas eran bastante sensibles.

Si el extraño escenario de concebir al último héroe se daba, Riveria temía que Bell fuese a por sus orejas debido a sus extraños y poco éticos gustos sexuales.

"¡T-Tengo que irme de aquí o realmente lo voy a congelar!"

Justo cuando se puso de pie, Riveria se detuvo en seco.

Regresó a mirar a Bell por encima del hombro, y al verlo suplicar perdón con la cara roja, Riveria recordó que si se marchaba de aquí, entonces significaba su derrota.

"No, eso realmente no importa ahora. Solo... solo quiero hacerle sentir la humillación que me ha hecho sufrir".

No era justo que solo ella mostrara un lado tímido y vulnerable, así como fuera de control. Por lo menos, incluso si perdía, estaba determinada a arrastrarlo con ella.

-- Ujum. Bueno, es mi turno.

Se sentó nuevamente y aclaró su voz mientras hacía todo lo que podía para calmar el ardor de su cara.

 -- No puedo decirlo con certeza, ya que solo he visto el tuyo, pero...

-- ¿Eh? ¿Qué quieres dec—?

-- ¿Supongo que es bueno que sea grande?

-- ....

Bell se quedó en silencio por un tiempo.

¿Grande? ¿Suyo?

¿A qué se refe—?

-- ¡¿E-Ehhhhh?!

Riveria entrecerró los ojos, sintiendo el latir acelerado de su corazón. Aún no era suficiente, debía avergonzarlo más.

-- Es... grueso, largo y tiene un color aceptable.

-- ¡Detente, detenteeee!

La respuesta por reflejo que Bell dio fue un grito al mismo tiempo que intentaba ponerse de pie para alejarse, sin embargo, al tener prisa, la mano que intentó usar de apoyo resbaló de la posadera del sillón.

Sin mucha sorpresa, Riveria lo vio caer al suelo con una sonrisa satisfactoria.

Finalmente, después de todo lo que pasó, había ganado este juego.

Incluso si su ataque fue una hoja de doble filo que también le había cortado a ella, lo cual se notaba en el rojo carmesí en toda su cara, el resultado fue lo suficientemente bueno para valer la pena.

-- ¡¿P-Por qué mencionas eso tan de repente?! —gritó Bell desde el suelo —¡¿Qué tiene que ver mini Bell con esto?!

-- ¿Qué? ¿Mini Bell...?

-- Ah...

La vergüenza desapareció de Riveria como si nunca hubiese existido en primer lugar, y ahora solo miraba con una expresión de "patético" a Bell.

¿Le decía "mini Bell" a eso? ¿Qué tenía de mini? Si Riveria fuese ciega y le hicieran tocarlo diciendo que era una espada, realmente pensaría que era una espada.

Una espada larga.

-- Con esta dinámica, puedo comprobar que conocía muy poco de tus pensamientos e inclinaciones perversas, Bell.

-- N-No lo digas así! Tengo sentimientos, ¡¿sabes?!

-- Si, me da igual. Y bien, ¿te rindes o dirás el último cumplido?

-- ...

Riveria era consciente de que sus intenciones originales se habían esfumado hace mucho, que eran buscar un acercamiento entre ella y Bell.

Por supuesto, seguía queriendo que se unieran más y hubiese más confianza entre los dos, pero ahora solo podía pensar en escapar antes de que todo escalara aún mas alto.

No obstante, Bell se puso de pie mientras se sacudía suavemente. Sus ojos no mostraban la mirada de alguien que estaba por rendirse.

Era todo lo contrario, brillaban con una fuerte determinación a ganar ahora que había sido humillado y exhibido como un degenerado. (Aunque no lo era).

Aclaró su garganta y habló firmemente viendo a Riveria a los ojos.

-- Tu trasero.

-- ....

-- ....

Bell comenzó a sudar frío bajo la mirada sin luz en los ojos de Riveria, que le miraban como la peor basura del mundo.

Aún así, no se echó para atrás.

-- Tiene una forma redondeada, es terso y suave al mismo tiempo mientras mantiene un volumen moderado. Ni exageradamente grande ni exageradamente chico. Es... bueno, perfecto.

-- ....

-- ....

¿Por qué no decía nada? Que se quedara en silencio era aún mas aterrador.

¿Debía seguir? Por supuesto, no, pero Bell lo hizo.

-- Las nalgas definen una silueta perfectamente curveada, dando una imagen ancha y abundante. Su color blanco pintado de tintes rojos le da una belleza simplemente divina, y si añado el lindo lunar entre la línea que separa tus piernas del trasero, puedo decir que es una obra maestra.

-- ...

-- ... Si alguien pudiera hacer almohadas así, definitivamente compraría una—

-- Bell.

-- ¿Eh, si?

-- ¿Quieres morir?

-- ... ¿Eh, no?

Riveria eliminó la poca distancia que los separaba y tomó a Bell del cuello, acercándolo hasta el punto donde sus narices y respiraciones chocaban.

Los ojos de Riveria liberaban un claro instinto asesino, y Bell, por supuesto, temblaba de miedo entre las garras del dragón de jade.

-- ¿Enloqueciste? ¿Por qué diablos comenzaste a describir mi trasero tan cómodamente y con aires de grandeza? ¿Te crees un maldito catador de traseros, eh? Te voy a matar. ¿Cómo es que sigues recordando la apariencia exacta de mi trasero, enfermo? Realmente te voy a matar.

-- ¡E-Espera, Riveria! E-Esto es parte de la dinámica, ¡¿no?! Se supone que debo halagarte, ¡y eso hice! ¡¿Qué culpa tengo?!

-- Eso es una cosa y esto otra. Lo habría dejado pasar si te hubieses detenido con solo decir mi trasero, ¿pero por qué describirlo a tal punto y con esa expresión tan irritantemente molesta? Ah, te quiero matar justo ahora, conejo pervertido.

-- ¡R-Respira un poco! ¡Aún no puedo morir! ¡L-Lo siento! ¡Tal vez me pasé un poco por querer vengarme! ¡¿N-No mencionaste algo bastante vergonzoso sobre mí?! ¡¿No puedes considerarlo como un "estamos a mano"?! Por favor, esposa, ¡ten piedad de este tonto ignorante!

-- ....

Algo que Riveria debía concederle, era la capacidad que tenía Bell para rogar por su vida. Ni siquiera ella, que había sido humillada con una descripción inusualmente acertada sobre su trasero, tenía el descaro de desvivir a un pobre conejito pidiendo clemencia.

Más aún cuando sus ojos rojo rubí brillaban tan tiernamente, al igual que los ojos de un cachorro.

-- Huff, está bien, supongo que yo también crucé la línea. Te perdono.

-- ¡Esposa...!

-- ¡Deja de llamarme así solo cuando te conviene, intento de marido!

-- ¡S-Sí, lo siento!

Tomó algo de tiempo para que las cosas se calmaran, ya que incluso se tomaron un descanso para enfriar sus cabezas.

Riveria fue por algo de agua y jugo, y realizó una auto oxigenación para recuperar algo el control de sus pensamientos.

"¿Por qué tenía que decir eso de entre todas las cosas? Casi muero de la vergüenza".

No dejaba de recrear en su cabeza la imagen de Riveria describiendo su miembro, cosa misma que no lo dejaba pensar correctamente.

En cuando a Riveria, estaba tardando en la cocina por la misma razón. Recargó su cuerpo sobre la barra mientras presionaba su pecho y mordía sus labios. El intenso sonrojo de sus mejillas y orejas contrastó perfectamente con el brillo acuoso de sus ojos, que rebosaban de un sentimiento mezclado entre timidez y vergüenza.

"¿Realmente me ha mirado así todo este tiempo? Creí...".

Su respiración era pesada, y los latidos de su corazón no cesaban en ningún momento.

"Creí que no le importaba en absoluto y solo tenía interés en su entrenamiento, pero... en realidad me ha observado tan a fondo...".

El sentimiento que la invadía le hacía sentir rara. ¿Era posible sentir estar entre las llamas, quemándose hasta las cenizas, y al mismo tiempo ser acariciada por una brisa fresca? No era algo como sentir mariposas en el estómago, si no ser la mariposa misma, agitando sus alas libremente, revoloteando de arriba a abajo.

-- Haah, aproveché esta oportunidad porque hace tiempo que no se queda en casa debido a esa niña y la pelea que tuvimos. Supongo que la situación se me fue de las manos...

La razón por la que Bell se había quedado hasta noche aparte de las clases de magia, fue para informarle a Riveria sobre la exploración que harían próximamente con el objetivo de llevar a Wiene a un lugar seguro.

Naturalmente, Riveria no era consciente de la existencia de los Xenos.

"¿Cuánto tiempo tiene que no pasábamos tiempo así? Hasta ahora, se limitó a guardar silencio en las clases de magia, simplemente escuchándome y tomando nota para después irse sin despedirse...".

Desde ese día hasta ahora, Riveria no había podido apaciguar el tormento y la ansiedad que consumían tanto su mente como su corazón. Se sentía mal por ser tan severa con Bell, a quien se suponía debía apoyar.

Sus justificaciones eran mas que aceptables, pero el sentimiento de culpa no se iba por mas que se dijera que sus acciones fueron las correctas.

Por eso, si tan solo pudiera acercarse nuevamente a Bell...

-- Debo terminar lo que comencé.

Riveria tomó del vaso del agua y llevó el de jugo hasta Bell, que ya se miraba mas tranquilo en comparación de antes. Al igual que ella, había controlado sus sentimientos a escondidas.

-- Toma.

-- Gracias...

Bell bebió rápidamente el jugo y puso el vaso sobre la mesa de centro. Allí, su mano chocó con la de Riveria, que intentaba tomar el libro para continuar con la dinámica de parejas.

-- L-Lo siento...

-- No, está bien...

Riveria se encogió tímidamente con el libro entre sus manos y tomó asiento a un lado de Bell. El silencio era incómodo, pero ninguno se atrevió a romperlo.

Solo el sonido de las hojas siendo ojeadas reverberó por unos segundos, atrayendo la atención de Bell.

-- ¿Vamos... a continuar?

-- ... ¿No quieres?

La suave pregunta de Riveria hizo que Bell tragara saliva. Su actuar tímido le resultaba tan lindo porque no era algo que viera con mucha frecuencia en alguien como Riveria, que solía ser fría y serena.

-- No, no dije que no quería...

-- Bien...

Riveria terminó de hojear al llegar al siguiente paso. Sus ojos se abrieron, temblando mientras leía el penúltimo paso del libro.

Cuando notó el silencio prolongado, Bell preguntó suavemente.

-- ¿Está todo bien?

-- Eh, ah, no... es solo que, bueno...

Riveria levantó el libro para que Bell lo viera, y al mismo tiempo, lo usó para cubrir la parte baja de su cara. Solo sus ojos acuosos se podían ver, que miraban para otro lado mientras hablaba.

-- El siguiente paso es... un beso.

-- ....

Bell sonrió y sacudió la cabeza. Esto era suficiente.

No quería hacer que Riveria hiciese algo contra su voluntad, y tampoco quería hacerlo por sus sentimientos por otra mujer.

Al momento que se puso de pie y se dispuso a cocinar algo para desayunar, sintió un ligero jalón en su camisa.

Regresando su mirada, vio cómo Riveria le sujetaba.

-- Deberíamos... intentarlo.

-- ....

-- No es como si fuese el primero, y si esto ayuda a mejorar nuestra relación, bueno... supongo que no me molesta.

-- Riveria... eso es...

-- Lo sé. Amas a alguien más, ¿cierto? Está bien, tampoco estoy diciendo que me gustes. Solo... estoy cumpliendo mi papel en esta relación. Nada malo pasará si nadie se entera, ¿no?

-- ....

Básicamente, así lo era. Las palabras de Riveria tenían sentido al mismo tiempo que no lo tenían. Si no fuese por la expresión en su cara, entonces realmente le creería.

Pero si ella le mentía tan descaradamente, ¿Significaba eso que realmente lo quería? Alguien como Bell, que era un cobarde cuando se trataba de afrontar los sentimientos de alguien mas, se convenció a sí mismo de que no era una mentira, sino la verdad.

-- Sí, creo que tienes razón...

-- ...

Riveria tomó un respiro. Su pecho sintió una punzada, pues a sus ojos, Bell estaba mintiendo tan descaradamente como ella.

¿Tal vez esto era lo que en realidad hacía una pareja de casados? Mentiras tras mentiras que tenían que verse como verdades para que todo fuera en completa armonía.

Al verlo de esa forma, fue consciente de la realidad una vez mas.

Que la relación de casados entre Bell y ella era una farsa.

-- Sí, la tengo...

Y si era una farsa, entonces las acciones que tomaban dentro de ese matrimonio también lo eran. Así que, incluso si avanzaban mas allá de un beso, no había problemas.

-- Entonces...

-- Sí...

Lentamente, eliminaron la distancia entre los dos.

Primero tomaron sus manos. Era esencial para hacerse sentir que esto realmente estaba bien, pues la calidez del otro parecía absorber la farsa de cada uno.

Luego sus labios. Poco a poco, mientras mas se acercaban, el sonido de sus respiraciones susurraba y acariciaba sus pestañas, tal cual una brisa sacudiendo el pasto de una parcela.

Hacía cosquillas en sus caras, haciendo que sus párpados temblaran cuando cerraron sus ojos. Cuando todo se tornó oscuro, fue la calidez de sus manos entrelazadas la que formó una antorcha en medio de la oscuridad y los guió.

Llevó por el camino correcto a sus labios, que finalmente, como si fuese una larga travesía en busca de un tesoro oculto, se encontraron.

En un inicio, la sensación que les llenó a ambos fue una humedad fresca, pero mientras mas mezclaban sus labios, la frescura se convirtió en un sentimiento ardiente que, por mas que quemara, no les hacía querer separarse.

La distancia seguía siendo un problema.

El cuerpo de Riveria actuó por sí mismo, instigado por la emoción de algo que solo había experimentado con Bell, y se le subió encima.

El calor de sus piernas atraparon las de Bell, y el peso de su cuerpo, que apenas y era cubierto por una camisa de botones temblando tentadoramente para ser sacados de sus huecos, lo empujó contra el respaldo del sofá mientras el ardiente intercambio de fluidos continuaba.

Una niebla apareció en sus mentes, cegando sus pensamientos y raciocinio.

El sonido atronador de sus labios cada vez que se cruzaban entre ellos actuaba como una melodía hipnótica que no les permitía salir del trance infinito en el que se encontraban.

Similar a volar dentro del agua o nadar entre las corrientes del aire; nada tenía sentido para ellos, que se sumergían en la sensación cautivadora de una ilusión creada por la suavidad y calidez de sus labios.

No eran ellos mismos, sino bestias que, hasta ahora, fueron enjauladas y encadenadas.

Ahora que probaban la libertad, no podían detenerse y mirar atrás.

La atracción que existía entre géneros del sexo opuesto podía tener una importancia en su actuar, o tal vez, simplemente eran los deseos de cada uno, que encajaban perfectamente entre ellos.

Similar a un hilo que los conecta, una vez juntos, no podían separarse.

-- ¡Haah, haah...!

-- Riveria... esto es...

-- Solo... solo un poco más...

Las suaves manos de Riveria alrededor del cuello de Bell actuaron como una argolla de esclavitud, quitándole la libertad y fuerzas para negarse a sus demandas.

Así mismo, los brazos de Bell tomando la cintura de Riveria le instigaban a continuar. No le permitían bajar de él, tampoco retroceder.

A pesar de querer detenerse, no podía hacerlo.

Mucho menos cuando su boca era invadida por la lengua húmeda de Riveria de manera tan asertiva y seductora, enrollándose con la suya en una danza repleta de lujuria y deseo.

No era algo que pudiera rechazar.

Casi 100 años de reprimir su curiosidad sobre un tema en específico, o mas bien, por el hecho de que sintió esa curiosidad casi 100 años tarde. Todo eso le era echado encima junto con la calidez del cuerpo suave de Riveria.

Encontrar un vaso de agua fría en medio del desierto era algo que no podía rechazarse. Solo te quedaba agradecer a los cielos y beberlo gustosamente.

Lo mismo pasaba al encontrar un plato de comida caliente en medio de una hambruna, solo podías comerlo con un apetito voraz.

-- Riveria...

-- Está bien, solo un poco más...

Para alguien como Bell, que estaba cruzando la pubertad, Riveria era ese vaso de agua frío a mitad del desierto, así como ese plato de comida caliente en medio de una hambruna.

Solo podía beber sus fluidos gustosamente y tomar su cuerpo con un apetito voraz.

Ambos jadearon pesadamente, pero no detuvieron la acción de sus labios chocando uno con el otro constantemente, creando el sonido similar a cuando una gota caía sobre un charco.

-- Riveria, mi cuerpo... se siente caliente.

-- Es... porque estamos en verano. Tranquilo, solo un poco más.

-- Sí...

El ritmo contagió las acciones de Bell, y las manos que antes tomaban suavemente las caderas de Riveria, ahora acariciaban su trasero.

Era suave y elástico, tal como lo llegó a imaginar la primera vez que lo vió. El pantalón holgado que vestía seguía siendo insuficiente para hacerle perder su forma redonda y curva.

-- N-No... no puedes tocar...

-- Lo... siento...

El pecho de Riveria subía y bajaba.

Finalmente habían dejado de besarse, y ahora Riveria frotaban su frente con la de Bell en un intento de apoyarse por la falta de fuerzas.

Cada vez que bajaba al respirar, sus labios tocaban ligeramente los de Bell, lo que le hizo respirar cada vez mas rápido y así sentirlos con mas frecuencia.

"Debo detenerme...".

Era igual a la vez que Bell cayó encima suyo en aquel estanque de Riveria y por accidente de besaron. Una vez lo probaba, quería seguir haciéndolo por la eternidad.

Un sentimiento así no lo sentía con nadie mas que con Bell, que justo ahora estaba debajo de ella, mirándola con ojos perdidos y una respiración humeante.

"¿Es esto simple lujuria reprimida o... es amor?".

La duda le quitaba el sueño, y cuando lograba conciliarlo, siempre eran sueños impropios de una dama. Desde el primer sueño húmedo, constantemente era asaltada por sueños similares.

Por eso su cambio repentino de vestimenta, por eso su deseo de querer acercarse mas y el anhelo de tener la confianza absoluta de Bell.

Para Riveria, vivir con él era una tortura desde el incidente del pergamino que les hizo besarse. Porque desde entonces, su curiosidad sexual por Bell comenzó a crecer.

-- Eh, uh... me bajaré.

-- Sí...

Bell estaba lo bastante avergonzado como para ver a Riveria a los ojos. Allí estaba él, que en un principio decía cosas sobre amar a alguien más y ahora daba lo mejor de sí para cubrir su entrepierna.

Riveria fue consciente ya que segundos atrás estaba encima de él, y que por lo tanto pudo sentirlo acariciando su vientre.

Aún así, tuvo la cortesía de fingir no haberlo notado.

-- El siguiente y último paso es...

-- ¿V-Vamos a continuar...?

Riveria asintió al momento que tomaba el libro y comenzaba a ojearlo. Ni siquiera se molestó en leer la importancia de los besos, ya que lo habían experimentado de primera mano.

Ninguno se miró a los ojos. Riveria tomó el libro mientras Bell escondía su erección, y un segundo después, se vio obligado regresar su atención a Riveria cuando esta misma se quedó congelada y con los ojos dando vueltas.

-- ¿Q-Qué pasa...?

-- B-Bueno, el siguiente paso es...

Esta vez, Riveria no cubrió su rostro sonrojado con el libro, sino que lo recargó entre su regazo y pecho ante la falta de fuerza.

Señaló con el dedo tembloroso la línea donde estaba escrito el último paso, y con una sonrisa rota, murmuró débilmente.

-- S-Sexo...

-- ...

Algo que Bell notó antes de poder procesar las palabras de Riveria, fue que, al ser la última hoja de contenido, en la esquina inferior estaba escrito: Hecho por Hermes.

-- ¡Tira eso!

-- ¡Sí, eso pensé también! ¡Ja, ja...!

-- S-Sí...

Al final, el libro fue quemado.

Bell y Riveria se dieron un baño frío por separado antes de comenzar a cocinar el desayuno, y no hacía falta decir que la interacción entre los dos el resto del día fue bastante incómoda.

To be continued... xd.

N.E: Break next week.

N.A: Hasta acá se te ve el nopal


En efecto, Bell le tuvo miedo al éxito. Dijera loki, tremendo filete servido en bandeja de plata y se lo deja a las moscas.

Bien bien, espero les haya gustado este breve cachondeo entre un adolescente hormonal y una mujer mayor desesperada xd. Bueno, al menos así lo veo.

Hay datos importantes escondidos entre el fan service, los cuales no deberían ser difíciles de notar. También escribí esto porque hay varios que piden mas momentos hot entre  Bell y Riveria xd, así como mi interés en plasmar las convivencias que tienen fuera de los problemas maritales.

Es todo, me despido.

Buzón de sugerencias: 🧐🍷

Buzón de halagos: 😎👊🏻

Buzón de quejas: 😔👊🏻

Buzón de amenazas: 💀

Buzón de dudas: ❓❓

Arribaderchi 👋🏻

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