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Debo confesarlo, desde que entré al servicio del capitán Drake había quedado deslumbrado por su valentía y tenacidad, aunque en ese entonces solo era un chiquillo de 15 años, uno de los tantos huérfanos de los embarcaderos ingleses. En esa época él acababa casi de convertirse en capitán de su propia nave, se podría decir que crecimos juntos.

Poco tiempo después de que entrara a su servicio recibimos la patente de corso directamente de la reina, de manera que teníamos paso libre para poder arrebatar a los navíos españoles los tesoros que traían de aquellas nuevas tierras.

De eso hace más diez años, ahora Drake es uno de los corsarios más temidos y yo he escalado hasta convertirme en su mano derecha. En el mar no importan los títulos ni las familias, lo que importa es tu fuerza, tu valentía y tu valía para con tu gente y tu capitán.

En estos mares el peor pecado es la debilidad, no puedes mostrarte débil ante nadie so pena de ser traicionado por aquellos más fuertes que tú.

Aunque a estas alturas eso es lo último que nos podría preocupar, tanto Drake como yo hemos desarrollado nuestra musculatura y altura junto con nuestras habilidades marítimas y de combate. Es necesario pues ya no solo atacamos a los españoles, nuestro nombre ha ganado fama y algunos valientes creen que pueden derrotarnos y llevar nuestras cabezas a su rey, muy trágica su decisión claro pues nunca podrán ganarnos.

Bueno, al menos no lo habrían podido hacer de manera directa, el problema claro es que estos malditos tramposos sacan cada jugarreta con tal de vencernos.

Recién habíamos estado siguiendo la pista de un prometedor buque mercante, al parecer estaba tan lleno que su línea de flote estaba más baja de la línea del mar.

Y el barco guardián que lo acompañaba no fue demasiado conflictivo, no tardamos demasiado en abordarlo y someterlo. Mientras Drake se encargaba de los oficiales un grupo de mis mejores hombres nos lanzábamos contra el botín principal conmigo a la cabeza.

En cuanto caí en la cubierta me vi rodeado por el estruendo de los mosquetes y el choque de las espadas, aunque pronto me di cuenta de que nuestros hombres estaban ganando la batalla rápidamente, casi como si los soldados y los marinos no tuvieran la fuerza suficiente para hacernos frente, la mayoría caía ante los primeros embates además y algunos huían ya en los botes salvavidas.

Ya casi habíamos acabado con todos sin ninguna baja de nuestra parte que yo alcanzara a percibir, Confiado me dirigí entonces a la bodega cuando sonó la primera explosión, el casco de nuestro Pelican humeaba, mientras observaba otra de las pequeñas (Barquitas) de escape se estrelló contra el barco y explotó con formidable fuerza, tal explosión, así como el humo negro me indicaron que las barcazas estaban repletas de pólvora. El movimiento arrojó a los hombros que aún estaban abordando al mar.

—¡Maldición! —mascullé observando la escena.

Pero entonces algo más atrapó mi atención, me había quedado a medio entrar cuando el primer estallido había desviado mi atención, pero ahora que había vuelto la vista me di cuenta que aquella bodega, que debería estar llena con nuestros tesoros prometidos estaba en realidad atascada de barriles de pólvora.

Y gracias a la luz que entraba por la puerta recién abierta me di cuenta del camino de mecha ya quemada que rodeaba casi toda la habitación, solo quedaban aproximadamente cuatro pulgadas de cuerda antes de que ésta se introdujera en uno de los barriles más alejados.

—¡Que todos los hombres salten al agua! ¡Debemos hundir esas bombas flotantes y matar a los malditos remeros! —ordené antes de lanzarme dentro de la habitación para intentar arrancar la mecha antes de que tocara la pólvora.

Pero estaba tan concentrado con eso que no me di cuenta de maldito leproso que salió de entre las sombras para clavar su puñal contra mi costado, a la vez que me empujaba hacia atrás. Gritaba como poseso y a duras penas me di cuenta de lo que ocurría cuando logró que ambos cayéramos por la borda.

El golpe contra el agua fue frío y brutal, pero aun mientras me hundía con aquel endemoniado fiambre aun prensado a mí, pude ver por encima de mi la feroz explosión del barco principal, estallando este en miles de escombros que volaban hacia todas partes e incluso se introdujeron en el agua debido a la fuerza.

En medio de la confusión sentí de pronto un golpe en el brazo izquierdo que me recorrió el hombro, además de la herida que me había abierto aquel engendro que se negaba a soltarme, mis pulmones se esforzaba por respirar un aire al que no tenían acceso y mi cerebro se negaba a aceptar lo que estaba pasando.

Estaba a punto de darme por vencido cuando vi aquella conocida figura pelirroja nadando hacia mí, Drake llegó hasta mí y con un par de patadas logró alejar al español que me sujetaba, con lo cual ambos pudimos nadar de regreso a la superficie.

Al salir aspiré con una gran bocanada el oxígeno que tanta falta me había hecho. Drake salió justo a mi lado

—Una emboscada ¡Una maldita emboscada!

—Endiablados y cobardes españoles traidores. Jamás pudieron con nosotros de frente así que tienen que recurrir a estas fraudulentas jugarretas.

—¡Maldita sea, debí haberlo supuesto!

—No puedes culparte Drake, esos malditos son unos traidores.

—Como sea...

Nadamos un poco pero no había ningún otro sobreviviente, llegamos hasta un escombro lo suficiente grande para que nos pudiéramos subir, lo importante era además encontrar uno que no estuviera ardiendo de lo cual no había casi ninguno, nos tardamos bastante hasta que encontramos una gran puerta que los dos podíamos ocupar para flotar sin cansarnos.

—¡Por allá! Hay tierra por allá, debe ser de donde venían los bastardo. —exclamó Drake señalando hacia el oeste.

Me costó algo de trabajo y más entre el humo y los restos de los barcos, pero en efecto sobre la línea del horizonte podía percibirse una muy delgada línea oscura.

—Será tardado llegar... —susurré, intentando calcular la distancia que nos separaba de una posible salvación.

—Solo tenemos que alternarnos para que no nos quedemos sin energía y no nos desvíe la corriente.

—¡Como ordene capitán! —dije medio en broma.

Para cuando iba a ponerme en la parte de atrás y comenzar a nadar él me detuvo del brazo.

—Yo tomaré la primera ronda Logan , tú necesitas descansar primero y recuperarte. —Señaló hacia la pequeña mancha rojiza que se difuminaba en mi costado.

—No es nada Drake, puedo nadar así...

—No desobedezcas las ordenes de tu capitán, Logan, o te tiraré por la borda... cuando tengamos borda de nuevo.

Suspiré, en realidad no había mucho que pudiera hacer, además de que en efecto comenzaba a dolerme no solo el costado herido, también el hombro donde me había golpeado. Cuando me subí y me recosté en la tabla el dolor ya era más considerable, pero era más mi preocupación por Drake.

—De acuerdo, pero solo un momento, en cuento te canses cambiaremos de lugar.

Me hice un vendaje improvisado y aún mojado en el costado, luego me recosté en completamente, tapando el sol con mi brazo sano me quedé profundamente dormido. Tan así que no supe cuánto tiempo pasó hasta que me desperté.

Drake había recargado ambos brazos en la tabla y su empuje consistía únicamente en su portentosa patada, lo que me hizo estremecer fue que al hacerlo su rostro había quedado bastante cerca del mío. Había dormido a muy pocos centímetros del rostro de mi capitán.

Me incorporé para que él no se percatara del rubor que apareció en mi rostro al verlo tan cerca. Preferí desviar mi atención a mi alrededor, aún a lo lejos podía verse el humo de donde habíamos partido, ademàs la isla ahora parecìa más clara, una franja café y verde que prometía el descanso y la recuperación.

—¿Cuánto tiempo ha pasado?

—Un par de horas a lo mucho.

—¿Qué? Drake, habíamos hecho un acuerdo.

—Lo sé, que cuando me cansara te despertaría para cambiar de lugar, bueno pues no me he cansado.

—Mientes.

—¿Qué forma esa esa de hablarle a tu capitán? —me arrojó agua salada sobre el rostro..

—La forma del segundo al mando que lo quiere proteger de su propia estupidez.

Me arrojé al agua, el contacto con el agua hizo que la herida me escociera un poco pero no era nada preocupante, ya había sufrido muchas más heridas en altamar. Digamos que la vida de un corsario jamàs ha sido demasiada fàcil pero sí divertida.

Al salir de nuevo Drake ya estaba subiendo al madero, su respiración agitada me indicò que mentía con respecto a su cansancio.

—¿Por qué te nombre como segundo? —me preguntó fingiendo indignación.

—Porque soy el mejor y no podrías vivir sin mi a tu lado.

Me contestó solamente con un bufido antes de acomodarse para intentar dormir igual que yo.

Así avanzamos un buen rato, en realidad la velocidad a la que íbamos era bastante para que fuera solo por mi patada, supuse pues que alguna corriente nos estaba ayudando a llegar. Solté un suspiro de alivio, el mar podía ser bastante traicionero pero al parecer hoy estaba de nuestro lado, al parecer era cierta esa leyenda que decía que Drake era "El hijo predilecto del mar"

Como fuera, no tenía que esforzarme demasiado más allá de corroborar que no nos desviáramos del camino hacia tierra. Pude centrar mi atención mejor en mi testarudo capitán, revisarlo pues sabía que si estaba herido no lo aceptaría de buenas a primeras.

Sus chinos pelirrojos aún estaban apelmazados por el agua salada del mar. Se habìa quitado la camisa y los zapatos para poder nadar mejor, cosa que yo tambièn habìa hecho, y por lo que alcanzaba a ver no habìa ninguna herida en su tostado torso, tampoco en su rostro o en las piernas más allá de unos cuantos golpes que no parecían serios, así que podìa continuar sin preocupaciones.

Calculo que no había pasado ni una hora desde que se había dormido cuando de pronto se enderezó de golpe con la vista fija en la isla, fue tan sorpresivo que me hizo soltar la tabla.

—¿Qué es eso? —gritó

Al notar lo mucho que se alejó la tabla me di cuenta de la verdadera fuerza que llevaba la corriente. Asustado tanto por eso como por el grito de Drake, nadé de regreso hasta nuestro salvavidas improvisado, pero no podía ver nada más que la isla.

—¿De qué hablas Drake? Ahí no hay nada más.

Me miró, guiñando los ojos un par de veces, luego volvió la vista hacia nuestro destino.

—No... lo sé...

—Creo que estabas soñando.

—Sí, es probable...¿Qué haces? —me preguntó al ver que me subía también a la "balsa"

—Ya debes haberte dado cuenta, estamos en una corriente que nos está llevando hacia la isla. Y por la velocidad que va tomando sospecho que la energía la necesitaremos pero para salir de ella.

Por un momento Drake solo asintió, observando la isla y la estela que dejábamos atrás alternadamente.

—Hay algo raro —me dijo sin mirarme, casi podía escuchar su mente trabajando.

—¿A qué te refieres? —le pregunté.

En realidad yo también lo podía presentir, había algo extraño y maligno en todo aquello, aunque yo intentaba ignorarlo pensando que se trataba solo del resultado de todo lo que nos acababa de pasar.

Pero Drake no me contestó, en lugar de eso se quedó observando lo que ahora sabía era una isla a la que nos acercabamos con creciente velocidad. Nos dirigíamos en concreto hacia una pequeña bahía rodeada por altísimos peñascos.

Escuché suspirar pesadamente a Drake y supuse que pensaba lo mismo que yo.

—Lo sé, será difícil entrar sin estrellarnos y aunque lo logremos no alcanzo a ver ningún lugar donde podamos "desembarcar".

De nuevo no obtuve respuesta y cuando me volví para verlo descubrí una mirada estúpida en sus ojos verdes. Observaba atentamente la base de los riscos, donde podía ver algunos reptiles que se movían.

Llegó hasta mis oídos entonces un chirrido bajo y agudo que no había escuchado antes, y por lo que alcanzaba a percibir eran aquellos extraños reptiles quienes lo producían. Pero había algo que no terminaba de encajar, quizá era la manera en que se aferraban a las rocas sobresalientes o el cómo sus ojos parecían inteligentes mientras observaban cómo nos acercabamos.

—Ahora estamos a salvo Logan, ellas van a salvarnos. —La voz de Drake me sobresaltó en medio de mi estudio de aquellas criaturas.

—¿Ellas?

—Sí, aquellas bellas mujeres ¿Y cómo se nos ofrecen? anda Logan, vayamos con ellas. —Señaló hacia la bahía.

Pero allí no había más que aquellos horribles reptiles, unos cinco o seis por lo que alcanzaba a contar. Y el sonido se hacía más intenso conforme nos acercabamos.

No entendía nada, pero todo aquello estaba mal, estaba muy muy mal. Estaba a punto de arrojarme de nuevo al agua para alejarnos de ahí cuando me di cuenta que otros dos de aquellos horribles seres nadaban debajo de nosotros y de hecho eran ellos los que guiaban el gran tablón.

Tenían la piel verde y escamosa en su totalidad, una gran cola como las de las ballenas igual de verde, aunque parecían tener el torso y los brazos de una esbelta dama, su piel y sus garras no dejaban de engañarme. Además de aquella cabeza pelona, con su pequeña aleta e a lo largo de la parte superior, unos ojos completamente negros y, lo peor, una boca con el sin fin de dientecillos afilados de un tiburón.

Todas las piezas terminaron por hacer click en mi cerebro.

—¡Sirenas! —exclamé echándome hacia atrás.

—Son hermosas... anda, debemos alcanzarlas... —Drake intentó tirarse al agua, tuve que utilizar toda mi fuerza para detenerlo.

—¡Drake estás loco! ¿Qué no ves que no son mujeres? ¡Son monstruos!

—No es necesario que te pongas así Logan, hay suficientes mujeres para que podamos compartirlas, déjame ir.

El sonido se hacía cada vez más estruendoso y Drake no dejaba de forcejear, comenzaba a volverme loco y cada vez estábamos más cerca de la bahía.

—¿Es que acaso no oyes su hermoso canto? Nos están llamando para ir con ellas Logan, quieren que vayamos...

¿Hermoso canto? Recordé entonces las leyendas, Las sirenas volvían locos a los hombres con su canto. ¡Ese canto debía ser el maldito chillido agudo que no dejaba de horadar mis tímpanos!

En lugar de seguir mis instintos y tapar mis propios oídos me moví para cubrir con las dos manos los lados de la cabeza de Drake, él me miró aún con esa mirada perdida y no dejó de forcejear. No tardaríamos en pasar entre los altos peñascos.

Sin saber qué más hacer atraje más a Drake y le planté un beso en los labios, un beso tan apasionado y desesperado como el que seguramente él le había dado a cualquier mujer.

Y es que en este punto debo confesar dos cosas, la primera es que desde siempre me han gustado los hombres más que las mujeres y creía que esa era la razón por la que aquellas sirenas no habían conseguido hechizarme,

En segundo lugar, que desde que entré al servicio de Drake me ha gustado mucho al grado que poco a poco desarrollé un profundo amor por él, claro está que no podía llegar más lejos pues como ya dije la debilidad no se perdona en el mar y muchos de los tripulantes verían de esa manera una relación entre dos hombres, por lo cual me conformaba con poder permanecer a su lado como amigo y segundo al mando.

Pero ahora eso no importaba, si no hacía algo él se arrojaría al mar y aquellas viles criaturas lo devorarían con toda seguridad.

Para mi sorpresa Drake solo se resistió un poco más antes de fundirse con mi beso, entregándose por completo entre mis brazos. Ni en mis mejores fantasías me había imaginado algo así, aquella portentosa boca tan diferente a la maleabilidad de una femenina. Y como buen capitán pronto tomó el mando del beso.

Pude escuchar el golpeteo del agua, por lo que supuse ya habíamos entrado en la bahía, pero para cuando una de sus manos se enredó en mi cabello y me lo haló con cierta fuerza cualquier pensamiento racional se esfumó de mi mente.

Ni siquiera me di cuenta cuando llegamos a la cueva a la que entraba la corriente, en un momento estaba perdido entre los brazos de Drake y al siguiente los dos terminamos lanzados contra las rocas.

Caí entre un montón de maderos y escombros, seguramente era todo lo que había atraído la corriente.

—¿Drake?

Había quedado más lejos de la playa, aún seguía tendido en la arena, pero me di cuenta de que se cubría los oídos con las manos, estaba vivo y sano.

Pero el problema inmediato eran las tres sirenas que se arrastraban fuera del agua hacia nosotros, seguían emitiendo su horrible chillido por entre los dientes y se acercaban contoneándose. Intenté quedarme lo más inmóvil que podía, como su estuviera paralizado por el miedo o por el deseo, pero con mi mano derecha rebusque entre los escombros en los que había caído.

Las criaturas sonreían con aquellas monstruosas bocas mientras se acercaban, la más grande y voluptuosa llegó frente a mí y se incorporó sobre su cola, tuve que contenerme para no alejarme horrorizado mientras su rostro se acercaba; esperé hasta que estuvo lo suficientemente cerca para no poder errar el golpe.

En cuanto su escamosa mano tocó mi mejilla utilicé toda mi fuerza para levantar el fierro que había logrado sujetar y que para mi mayor suerte se trataba de un arpón, de manera que pude clavarlo en el pecho de la maldita sirena. Ella se retorció alrededor del arma, solo un par de estertores antes de que se quedara completamente inerte.

Las otras dos se quedaron mirándome con rencor, el silencio que se produjo entonces era casi ensordecedor luego del chillido de las criaturas. Solté el arpón pues con la criatura atravesada me sería de muy poca utilidad, pero cuando me di la vuelta para buscar una nueva arma el dolor en la herida del costado me atacó, esa pequeña dilación instó a las otras sirenas a atacarme.

Intentando sobreponerme al dolor tomé un palo largo y grueso con el que golpeé a una de las criaturas, pero la otra me derrumbó, cayó sobre mi y me clavó los dientes en el hombro izquierdo ya de por sí golpeado.

Grité adolorido, con cualquier intento de soltarla solo lograba que sus dientes rasgaran más mi piel. Solo entonces la figura de Drake apareció frente a mí, clavó el arpón ahora libre en la cola de la sirena, logrando que me soltara. En cuanto lo hizo utilicé el madero para golpearla también en la cabeza.

Cayó inmóvil en la arena y pronto una sustancia azulada y viscosa comenzó a brotar debajo de ella, estaba muerta.

Me puse de pie para revisar la escena, los tres monstruos muertos a nuestro alrededor y ni rastro de las otras criaturas, Drake en medio de todo aquello con el arpón en la mano, un hilillo de sangre bajando por su frente, pero intacto por lo demás.

Y detrás de nosotros un tesoro de objetos perdidos, incluyendo una pequeña barcaza que había sobrevivido a diferencia de sus propietarios. Había incluso más arpones, espadas y otras armas ahora inservibles por el agua.

—Podremos salir de aquí... —susurré revisando la pequeña embarcación, grande para llevarnos a los dos y que pudiéramos manejarla sin mayores problemas,

Al darme la vuelta choqué con Drake, él me rodeó con uno de sus brazos y con la otra mano levantó mi barbilla, quedé tan impresionado que no me moví.

—Y todo gracias a ti, te debo la vida Logan. —Volvió a besarme con la misma pasión que antes, logrando que todo mi cuerpo se derritiera—. Lamentablemente, no puedo responderte como quisiera...

Me alejé un poco de él.

—Basta Drake, me hablas como si no conociera yo la vida en altamar ¿Por qué crees que hasta el momento no te había dicho nada? No tienes que hacer nada, con que podamos seguir como hasta ahora me conformaré. —Volvió a atraerme.

—Podemos aparentar frente a los otros, pero no podemos seguir como hasta ahora, no cuándo sé lo que ahora sé.

Mi corazón se comprimió en mi pecho al pensar lo que seguiría.

—Dime de una vez qué quieres hacer, si lo que quieres es que deje la tripulación lo haré en cuanto salgamos... —volvió a interrumpirme con un beso—, ¿Qué diablos quieres entonces?

—Quiero, en primer lugar, que te calmes. Luego de eso quiero que permanezcas a mi lado, como mi segundo frente a los otros y como mi amante solo frente a mí.

—¿Hablas en serio?

—¿Estarías tú de acuerdo con ese trato?

—Es lo que siempre he deseado, no quiero dejar de ser corsario ni alejarme de ti.

—Está decidido entonces, salgamos entonces de aquí para volver a nuestra tierra.

La barcaza era suficiente para llevarnos por un corto tramo, fue lo suficiente para alcanzar un pequeño galeón italiano que fácilmente pudimos abordar. Y así pude continuar mis aventuras al lado del "hijo predilecto del mar".

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