11. No duermo con nadie sin dinero.

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L A C I E

Muy pocas veces había dudado de mis decisiones, sobre todo porque desde un principio me había prometido no solo que ellas se basaran en nuestro bien económico, sino que también fuera leal conmigo misma. Tenía un instinto bastante desarrollado que muy pocas veces me defraudaba, como ahora. Haberme subido al coche de Tae sirvió para no morir de pulmonía como él me aseguro, pero dejó de ser una buena decisión cuando no se interesó por mi dirección y condujo en silencio después de recibir una llamada.

De todas formas, estaba realmente cansada de mi que destino caprichoso se cruzará con el suyo tanto que si tuviera fuerzas me tiraría del coche en marcha y como él llegó a deducirlo, tampoco podía hacerlo porque se aseguro de trabar las puertas. En pocas palabras, podríamos decir que estaba siendo secuestrada por un estúpido multimillonario. ¡Qué ironía!

De camino a vaya a saber donde me dedique a conservar la paciencia, el silencio y a observar como la lluvia caía con más agresividad. No lo iba a admitir, pero si seguía estando en la calle con esta diminuta ropa mojada realmente iba a morir así que en secreto agradecía que Tae se haya cruzado en mi camino esta noche.

Eso no quitaba el hecho de que mi huida del puesto y del castigo traería consecuencias. Oscar era de golpear a las mujeres, no era secreto o sorpresa para nadie, pero el peor castigo que él tenía era mandarnos a trabajar a la calle donde cualquiera podía pagar por nosotras, sometiendonos a cualquier peligro y eso no terminaba ahí, sino que también teníamos la obligación de darle todo el dinero después.

Luego de aquel encuentro yo había asumido toda la responsabilidad, no le había dicho que fui porque Estrella era amiga del hijo de la chica que vivía ahí y él tampoco estaba interesado en oírlo. Por suerte Idaly había quedado afuera de esto y se había librado del castigo quedándose a trabajar dentro del club.

Cierro mis ojos esperando que el coche llegue a su destino para ir a casa y en silencio comienzo a recordar todos los gastos que tenia esta semana y que tenia que posponer gracias al estúpido castigo que Oscar me había puesto. Idaly iba a tener dinero, con eso íbamos a poder pagar la luz y el agua, tal vez también nos alcanzaría para los alimentos, pero la televisión y el colegio de Estrella iba a tener que esperar.

No sabía cuando se terminaba este periodo de castigo y saber que Estrella o Jarvis podrían perder el año de estudio me molestaba demasiado, sentía como si de alguna forma yo les estuviera fallando.

Cuando siento que el coche se detiene y se apaga su motor, abro los ojos e inmediatamente bajó dejando que la lluvia me reciba de golpe.

— ¿Piensas irte? Porque aunque no conozco tu dirección presiento que queda muy lejos —habla detrás de mí, haciéndome apretar mis puños. Si estaba lejos de casa era por su culpa porque se ofreció a llevarme y yo de estúpida accedí pensando que sería a casa.

—Tomaré un taxi. —Comienzo a alejarme de él después de haberme sacado los tacones.

— ¿Tienes dinero?

« ¿Por qué le interesaba si tenía o no?»

—Tengo mis encantos. —Me encojo de hombros, sin girar a verlo o detenerme.

— ¿Serias capaz de tener sexo con un desconocido solo para que te den un aventón?

Aquella pregunta y con el asco que la pronuncio terminó de culminar mi paciencia. Giro sobre mis talones y vuelvo a acercarme a él.

— ¿Quién crees que eres para juzgar mi vida? —Suelto los tacones antes de empujar su pecho—. ¡Deja de meterte en ella y desaparece de una vez!

Intento volver a golpear su pecho pero él se adelanta y atrapa mis muñecas.

—Me das pena —confiesa, pausando cada palabra.

Siento como mis ojos se llenan de lágrimas cuando la rabia me consume, pero negándome a llorar comienzo a forcejear desesperada para que me suelte. Lo odiaba, no lo conocía y ya lo odiaba como si fuera mi peor enemigo. Nunca nadie había sentido pena por mí, por lo que hacía y por eso jamás había sentido la sensación de vergüenza que me embargaba. Vergüenza porque no quería su pena, porque por primera vez me estaba sintiendo desnuda y no me gustaba para nada.

Siento la liberación de mis manos y cuando quiero golpearlo él se inclina y me toma de los muslos antes de dejarme en su hombro. Ni siquiera peleó cuando veo que no me soltara y resignada me desvanezco observando cómo se adentra al hotel en donde estaciono su coche.

Tae le da su reserva al chico que está detrás del mostrador y cuando se da la vuelta le pido al chico con una señal de mano que llame a la policía. Veo como hunde sus cejas sin entender lo que quiero decir y antes de que las puertas del ascensor se cierren le saco mi dedo del medio.

«Maldito imbécil.»

Observó por el reflejo del espejo lo empapada que estoy, como mi maquillaje está escurrido por mi rostro y mi cabello pegado también. Cuando las puertas se abren Tae le sonríe a la pareja de ancianos que sube y nosotros salimos, dejándome a mí ver como ambos nos observan horrorizados.

«Ni que fuéramos unos fantasmas.»

Escucho como la puerta suelta un pitido cuando Tae la abre con su tarjeta y después de cerrarla a su espalda me deja en el suelo. Sin decir nada al respecto comienza a desprenderse la camisa y la escena termina cuando ingresa al baño. Enojada por su comportamiento y haberme traído aquí abro el maletín de cuero que había dejado sobre la cama y sacó los papeles que había antes de romperlos. No me detengo a pensar si son importantes y cuando termino de romperlos me acerco a la puerta con intenciones de huir.

Algo estúpido, lo sé.

— ¿Qué hiciste? —Escucho que dice detrás de mí. Giro solo para poder defenderme de cualquier cosa que pueda hacerme y lo veo observando todos los papeles rotos en el suelo con sorpresa—. ¿Te das cuenta de lo que acabas de hacer? —Eleva su vista hacia la mía—. Acabas de romper un importante contrato.

Me encojo de hombros inmediatamente. Si pensaba que iba a arrepentirme estaba completamente equivocado. Él me había, prácticamente, secuestrado hasta aquí. No obtuvo mi consentimiento y había mencionado que me tenía pena.

《¿Pena de qué o por qué? Yo no necesitaba su pena.》

Veo cómo su rostro comienza a transformarse en uno muy enojado y cuando percibo su primer movimiento comienzo a correr por la habitación y por mi vida. Me subo a la cama y bajó de ella cuando Tae también la salta persiguiéndome sin detenerse o decir algo al respecto.

— ¡Ya! ¡Detente! —grito, riéndome de la situación.

Siento como algo detrás de mí cae y cuando subo a la cama nuevamente observo como Tae se retuerce en el suelo sosteniendo su rodilla.

—Maldigo el momento en que te traje —gruñe, cerrando sus ojos.

—Opino lo mismo. —Me bajo de la cama de un salto y me acerco hasta la mesilla donde dejo la tarjeta—. Ahora si me permites, me iré.

Camino hacia la puerta y cuando intento abrirla siento un tirón en mi tobillo que me hace girar para no caer de cara contra el suelo.

—No, no te irás a ninguna parte —murmura reincorporándose. Se pone en cuclillas encima de mí y sonriéndome me quita la tarjeta—. Ya veré como me las pagaras, ahora vete a dormir.

—Eso haré, solo ábreme la puerta.

Tae se ríe y niega con su cabeza.

—No, tú dormirás aquí.

Elevo una de mis cejas sorprendida.

—No duermo con nadie sin dinero.

—Siempre hay una primera vez —alardea—. Pero esta no será, así que despreocúpate y acuéstate en la cama que yo dormiré en el sofá.

—No te conozco, pero se nota que no eres un hombre amable, ¿qué escondes, Tae?

—Duérmete, mañana lo sabrás.

Pongo mis ojos en blanco y cuando veo que mete la tarjeta de la habitación en el bolsillo delantero de su pantalón ingresando al baño nuevamente aprovecho para sacarme la ropa mojada y entrar a la cama con la lencería húmeda. Si moría o enfermaba era cuestión de segundos solamente, de todas formas eso no me impidió acostarme en la cómoda cama, taparme hasta la cabeza y dormirme a los segundos.

(...)


—Hazme el favor. —Me remuevo en mi lugar buscando una postura más cómoda—. Trate de ver si tengo una copia guardada pero no la encontré.

¿Estás llamándome a las seis de la mañana para que busque un contrato hecho hace meses? —Suspiro y refriego mi rostro—. ¿Qué has hecho con el otro?

Abro mis ojos, hundiendo mis cejas cuando me encuentro con la oscuridad de la habitación que no conozco.

—No sé si eres realmente idiota o qué, pero te informo solamente por si da la casualidad de que a tu satélite no le llegue, está lloviendo y no puedo atravesar el hotel con mi coche para no mojarme.

Odio tu estúpido humor.

—Y yo a ti. —Suspira. Me acomodo en la cama y refriego mis ojos nuevamente—. Si consigues el contrato te lo agradecería, en unos minutos tengo la reunión.

¿Tan temprano? De todas formas, no lo tengo. La otra copia la debe tener Albert. Si lo consigues sin que se dé cuenta podrías sacarle una fotografía y aquí te lo imprimo.

—Podría, aunque dudo que lo tenga aquí.

Y no imbécil, pero cuando llegue aprovéchalo y trata de hacer tiempo.

—Lo intentaré, aunque no te aseguro nada.

Bien, avísame.

Cuando Tae termina la video llamada lo veo fruncir su ceño tecleando algo en su computadora hasta que nota mi presencia. Pone sus ojos en blanco al ver que me desperté y vuelve a concentrarse. Antes de poder abrir mi boca el sonido de un aparato llama mi atención y descubro mi ropa colgada en el borde de un sofá mientras un aparato extraño la seca.

—Puedes irte si quieres —habla sin mirarme.

— ¿Ahora sí? —Hundo mis cejas.

—Ya no llueve tanto y tu ropa debe de estar seca —Se encoge de hombros—. Toma el dinero que hay en la mesita y pídete un taxi.

Pongo mis ojos en blanco sin comprender su bipolaridad, bajo de la cama sin importar estar en lencería y me acerco hasta la ropa que efectivamente está seca. Una vez cambiada me acerco a la mesa, tomó la tarjeta y despreciando la invitación de su dinero salgo de ahí tirándole la tarjeta en la cama una vez que se abre. Me apoyo contra la pared del ascensor una vez que estoy dentro y masajeandome las sienes balanceo mis tacones en la cama buscando calmar el dolor de mi cabeza.

Me separo de la pared cuando las puertas se abren y decidida comienzo a caminar hasta la puerta principal. Apoyó ambas manos en la pesada puerta y cuando lo logró un cuerpo se interpone en mi camino. Doy un paso hacia la derecha para apartarme, pero el señor me imita sin querer hacerlo. Vuelvo a dar un paso esta vez hacia la izquierda y él vuelve a imitarme.

—Bueno, se ve que el destino no quiere que nos separemos —bromea, sin apartarse de mi camino.

—Qué lindo. —Finjo una sonrisa—. Ahora dile a tu destino que el mío le manda un saludo.

Trato de irme pero esta vez él a propósito se pone nuevamente en mi camino.

« ¿Si le doy una patada en el miembro será mucho?»

— ¿Alguien te trató mal ahí adentro?

— ¿Te importa?

Se encoge de hombros.

—Soy el dueño, debería saberlo para despedir a la persona que se atrevió a tratarte mal.

Trato de poner mis ojos en blanco al ver su piropo gastado pero me contengo cuando recuerdo la conversación de Tae.

— ¿Robert? —Sonrío.

— ¿Nos conocemos? —Hunde sus cejas, sin dejar de sonreír.

—No, pero me gustaría conocerte.

Bien Tae Carter, es hora de devolverte el favor.

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