12. Ni un beso, ni un favor.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

—No se hubiese molestado —hablo con gentileza fingiendo una sonrisa amigable, que por la expresión que pone el hombre sé que me salió a la perfección.

—No es ninguna molestia. —Baja la mirada hasta su cartera y saca algunos billetes para entregárselo a la mujer del servicio que trajo el vestido. Una vez que la señora se va gira a verme nuevamente—. Puedes darte una ducha, si gustas.

En contra de lo que me ordena mi subconsciente no rechazó su oferta y asiento con la cabeza sin verme tan tímida aunque por dentro este muriendo de los nervios. No lo conocía, no sabía qué clase de persona era y estaba aceptandole la invitación para que me duche en el baño que tiene en su despacho. Robert, el hombre que había conocido hacía unos minutos, camina hasta un pequeño mueble y poniéndome en cuclillas unos segundos toma una toalla.

—Nuevamente muchas gracias —insisto aceptándole la toalla y el vestido.

—No hay de que, nunca dejaría que una hermosa mujer se fuera en esas fachas. Mira si te resfriabas, ni pensarlo mejor. —Se cruza de brazos, sonriéndome—. En el baño está lo necesario para que te duches, yo solía ducharme aquí de vez en cuando así que deduzco que aún sigue equipado. —Le da una mirada al reloj que tiene en su muñeca y suspira—. Tengo que verme con un cliente, así que aquí me despido.

Retengo el aire en mis pulmones cuando se acerca y sonriéndole acepto el beso en mi mejilla antes de que se aparte. Veo como sale del pequeño despacho y cuando estoy sola vuelvo a suspirar relajando cada uno de mis músculos antes de dejar todo lo que me había dado en el sofá. Con esperanzas de que tenga lo que busco aquí me acerco a su escritorio y comienzo a hurgar en él con apuro.

Lo sé, estoy convirtiéndome casi o prácticamente en una ladrona, pero mi lema es no deberle nada a nadie y ahora lamentablemente estoy en deuda con el señor Carter. Llevo mi mano hacia mi nuca y la deslizó hacia mi cabello en busca de mi invisible. Siempre es útil, así que la traigo conmigo en todo momento. Me la quito cuando la encuentro y me siento en la silla detrás del escritorio para poder llegar a la altura. Levantó la mirada hacia la puerta para corroborar que siguiera cerrada y con apuro meto la invisible en la cerradura del cajón.

Cuando lo logro agradezco en silencio a Idaly por haberme enseñado esta técnica y abro el cajón observando lo que hay dentro. ¿Por qué los hombres siempre tienen la manía de guardar armas en sus escritorios? Lo sé, es su privacidad, pero no es la primera vez que veo esto. Preferiría mil veces ver condones y no armas, pero no soy quien para hacérselos entender a hombres con poder bajo su cargo.

Apartó el arma que está arriba de los papeles y los tomó, echándome hacia atrás para leerlos. No entendía de qué se trataban, es más no sabía qué era lo que estaba buscando, por eso decidí buscar el apellido de Tae para saber que era el indicado. Arrugo mi nariz al sentir el olor húmedo que desprende mi ropa y gesticuló una mueca de disgusto, lo mejor sería que me tomará una ducha pronto.

Dejó los papeles dentro del cajón nuevamente y lo cierro sin preocupación porque sé que no volverá a trabarse después de haberlo manipulado. Aprovechando la soledad del despacho tomó el vestido junto a la toalla y colocándolos en mi antebrazo me acerco al pequeño baño que está en la parte derecha. Un mal presentimiento se instala en mi vientre cuando veo que la puerta no tiene seguro, pero no me dejo y trato de asegurarla con lo que puedo.

Me quito la ropa, la dejó en la tapa del váter y antes de meterme a la ducha recojo mi cabello cerrando la cortina cuando ya estoy adentro. Enciendo la ducha, suspiro al ver que los jabones están empaquetados y tomó uno de ellos verificando que estén en buen estado. Mientras el agua caliente golpea mi espalda tarareo la parte de mi canción favorita dejándome envolver en el vapor que inunda las paredes del baño y comienzo a lavar mi cuerpo buscando desprenderme de la tensión y el mal olor de la humedad.

Abro mis ojos dispuesta a darme la vuelta para refrescar mi rostro, pero la presencia de alguien más en la ducha me hace dar un salto de sorpresa haciéndome pegar a la pared cubriendo mi desnudez. Tae eleva una de sus cejas sin dejar de observar cada centímetro de mi cuerpo y se acerca cubriendo mi boca cuando alguien toca la puerta.

— ¿Estás ahí, preciosa? —habla la voz del hombre detrás de la puerta. Tae hunde sus cejas observando mi expresión cuando pongo mis ojos en blanco antes de morderle la mano.

—Sí, ya termino. —Trago saliva—. Me entretuve, ¿necesitas algo?

Tae muerde su labio inferior sin deshacer su entrecejo arrugado mientras observa mi cuerpo sin pudor.

« ¿A este que le sucede? Obviamente que le cobraré la vista.»

—No, solo venía a buscar unos papeles. Tranquila, tomate tu tiempo.

Aquello parece sacar a Tae de sus pensamientos, que no quiero saber, haciéndole retroceder hasta chocar con la otra pared. No nota que está empapado de agua, aunque presiento que tampoco le importa al oír aquello. Creo que ya era un poco tarde para recuperar aquellos papeles.

Apago la lluvia cuando lo veo nuevamente en sus pensamientos y sin vergüenza salgo de la ducha para poder secarme. No me molestaba que me vea, ya había estado desnuda delante de tantos hombres que para mi era normal. Bajo su mirada seco mi cuerpo sin tocar la más íntima por higiene y me coloco el vestido cuando veo que mi ropa interior aún está húmeda. Tomo mi ropa después de colocarme los tacones y me acerco a la puerta antes de que Tae me tome del antebrazo.

—A mi no me detengas. —Me zarandeo de su agarre sin importar su mirada juzgadora—. El único que está aquí sin ser invitado eres tú.

Suspiro cuando abro la puerta y no veo a nadie dentro del despacho. La tranquilidad relaja mi cuerpo aunque no lo demuestre y me acerco hasta el sofá donde veo una bolsa de cartón para meter mi ropa sucia. Tomo lo que hay adentro para dejarlo en el sofá, pero al leer lo que dice el papel que sostengo lo dejo a un costado antes de sacar lo demás y dejar mi ropa sucia ahí.

— ¿Qué haces aquí? —Escucho que dice detrás de mí. Por el tono de su voz se que va a decir una estupidez así que me preparo—. ¿Trabajando desde temprano?

—Si piensas que vas a herirme o algo parecido con ese comentario desde ya te recomiendo que ahorres saliva. —Tomó el papel, me giro y cuelgo la bolsa en mi hombro. A comparación de él, no bajo mi mirada cuando percibo que está sin camiseta.

—Solo preguntaba. —Se encoge de hombros—. ¿Es un delito ahora?

—No, pero es bochornoso que alguien de tu edad se ponga a estas alturas en el papel de soltar comentarios estúpidos sabiendo que a lo largo de mi vida lo he escuchado más veces de lo que tú has contado dinero.

Tae se ríe, negando con su cabeza.

—Es gracioso ver cómo crees que lo que haces me importa.

Muerdo mi labio inferior atrapando una sonrisa.

—No he dicho eso, solamente dije que me parecían patéticos sus comentarios. —Le resto importancia, dando un paso hacia adelante—. Espero que esta sea la última vez que nos veamos. Realmente deseo que sea así.

Tae asiente, estando de acuerdo conmigo.

Antes de que pueda decir algo me adelanto y comienzo a caminar hacia él. Cuando estoy bastante cerca finjo una sonrisa y sin que se lo espere me inclino robándole un beso fugaz apoyando el papel, que saqué de la bolsa, en su pecho con brusquedad.

—Ni un beso, ni un favor —murmuró—. Ya no te debo nada, así que desaparece de mi vida.

(...)

Aprieto mis labios cuando nuevamente siento el impacto en mi mejilla que me hace girar la cabeza.

— ¡¿Qué has hecho toda la noche?! —grita, llevándose una mano al cabello cuando da unos pasos hacia atrás.

Cuando el club no habría y teníamos que reunirnos por tema de dinero, siempre lo hacíamos en la mansión de Oscar. Irene, la amante a quien frecuentaba Oscar, niega con su cabeza apenada de verme en esta situación y como las demás, empuña sus manos conteniéndose para no meterse.

Oscar tenía una amante por año, con ellas frecuenta a tener sexo todo un año entero aunque ellas no estuvieran de acuerdo, por eso mismo verla aquí no me sorprendió. Aparte de prácticamente abusar de ellas, él le daba privilegios únicos como acompañarlo en todo o no trabajar. Irene era una más de tantas a la que solo le tocaba fingir que le gustaba estar a su lado porque no tenía otra opción o sí, pero ser su amante y negarse a algo por parte de él se pagaba con un castigo. Eso lo supimos cuando antes de elegir a Irene, Oscar mandó a "ocuparse" de la anterior borrandola del mapa o tal vez eso nos hizo creer.

Llegar sin dinero que le pertenecía también se pagaba con algo y eso eran golpes. Uno peor que otro.

Muerdo mi labio inferior tratando de no soltar un quejido cuando aprovecha que estoy en el suelo y comienza a patearme la parte izquierda de mi costilla. Apoyó ambas manos sobre el suelo cuando siento un dolor insoportable y mis ojos se llenan de lágrimas, asegurándome que posiblemente me la rompió. Me dejo caer hacia atrás rendida a la idea de poder salir ilesa y dejo que me golpee, subiéndose arriba mío para tener el control de mi rostro.

— ¡Vas a matarla! —Escucho que grita Irene, logrando que por pocos segundos Oscar baje la intensidad de sus golpes para poder girarse a contestarle.

— ¡Tú cállate, idiota! —responde, cegado por la furia.

No siento la fuerza de mi rostro y posiblemente esté por perder la consciencia, así que cierro mis ojos rezando en mis últimos momentos que Idaly se ocupe de Estrella por cualquier cosa. De camino a mi visita para ver a Diosito dejo de sentir la presión de su cuerpo arriba del mío, si no escuchara a la lejanía tantos gritos pensaría que se tratara de mis últimos segundos, pero cuando unas manos me recogen del suelo y me siento elevada sé que tengo una nueva oportunidad para ocuparme de Oscar en otro momento.

《Ese estúpido se arrepentirá de haberme tocado, lo juro.》

— ¿Qué haces? ¿Eres idiota? —reprende la voz desconocida de la persona que me sostiene.

—Esa estúpida me hizo perder demasiado dinero, la prefiero muerta que servirá mejor.

Quiero levantarme, golpearlo hasta mancharme las manos de sangre y bailar sobre su tumba cuando consiga mi mayor deseo, pero el peso de mi cuerpo dormido no me deja por lo adolorida que estoy. La voz desconocida del hombre que me sostiene le vuelve a responder, esta vez no sé qué porque no le doy tanta importancia. Oscar sigue insistiendo en que perdió dinero y que ya no le sirvo, hasta que una voz desgraciadamente conocida rompe el silencio que se crea cuando el hombre que me sostiene no puede defenderme.

—Yo pagaré cada dólar que te hizo perder —masculla, el tono de su voz es tan duro que hasta la persona que me sostiene se sorprende—. Pero lo que le acabas de hacer ahora es algo que me debes tú y lo pagarás de la misma forma.

Jodido Tae Carter.

¿Qué parte de desaparece de mi vida no entendiste?

Por favor Dios, regálame algunos segundos más de vida para, aparte de asesinar a Oscar, hacerle meter cada fangote de dinero a ese estúpido que piensa que dependo de él, donde no le da el sol.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro