14. ¿Piensas seguir corriendo sola?

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L A C I E

Suspiro tratando de controlar la sensación de malestar que me invade y abro los ojos echándome hacia atrás de brazos cruzados. Sin evadir la mirada de Tae lo observó con atención, maldiciendo mentalmente por su hipocresía.

—Sé que acostumbras a hablar con esas palabras pero sería un favor que aquí no las usaras —dice, dejando detrás suyo el vaso con tranquilidad—. Estamos en una casa de familia, si no te has dado cuenta.

Le sonrió con falsedad. Nunca había sentido tanta irritación en mi vida, muchas veces me había encontrado con personas que sacaban mi lado más inhumano, pero la reacción que tenía mi cuerpo con Tae era completamente otra cosa. No lo toleraba, odiaba cada vez que estaba cerca de mí y pensaba que con su dinero podría mejorar todo.

—Lo siento, no acostumbro a hablar con palabras de Dios, si es a lo que te refieres.

Tae se ríe y niega con la cabeza.

—No específicamente tienes que hablar así, solo con que evites decir palabras fuera de lugar estaría contento. —Me guiña uno de sus ojos, provocando que nuevamente tenga ganas de golpearlo.

—Oh, ¿era para dejarte contento a ti? —Me enderezo elevando ambas cejas—. Entonces jodete, Carter.

—¿Por qué es tan difícil tratar contigo? —pregunta, tratando de analizarme con su mirada. Más de una vez había visto aquella acción por parte suya, tratando de estudiar las acciones y expresiones de los demás pero para su mala suerte yo sabía esconderlo con facilidad.

—Tal vez sea porque eres un idiota y no sabes tratar conmigo. —Me encojo de hombros.

—Siempre estás a la defensiva.

—¿Haremos una terapia de psicología? Porque estoy extrañando algo que no hay aquí, un hombre que sepa preguntar lo que tiene que preguntar en el momento exacto si no quiere ganarse un golpe.

—No, no estaría tan demente como para gastar horas de mi vida escuchándote. —Se despega del mesón con intenciones de irse.

—No, claro. Lo tuyo es ir e investigar sobre la vida de uno, ¿no? —me atrevo a preguntar—. Gastar dinero en alguien que te resuma toda mi vida en tres papeles que a los días dejará en tu escritorio.

—No sé de lo que hablas, ¿estas acusándome de algo? También soy muy malo como para captar acusaciones falsas. —Chasquea su lengua—. Solo que, antes de que sigas, quiero decirte que puedo denunciarte.

—Típico de un nene de bien —murmuró riéndome.

—¿Un nene de bien? —Lo ignoro—. ¿Sabes? Ya me estoy cansando un poco de esto, te vas de moralista y siempre estás atacandome porque tengo dinero. Ni siquiera te has tomado dos minutos en tratar de conocerme, solo juzgas lo que ves y buscas la mínima cosa para liberarte de mi presencia insultándome.

—Tal vez si dejaras de aparecer en mi vida todo esto acabaría. —Sonrío irónicamente—. ¿No lo habías pensado antes?

—¿Te tengo que recordar que estas en la casa de mi familia?

—¿Te tengo que recordar yo a ti qué Estrella y Thomas son amigos? —Me levanto del taburete de un salto, colocándome delante de él—. ¿O te tengo que recordar que fuiste tú quien le pregunto a Amelie si yo iba a venir? —Sonrío al ver su expresión—. Un nene de bien es todo lo que tú eres.

En cierta parte Tae tenía razón, pero es que mi cuerpo actuaba como autodefensa cada vez que él estaba cerca. No era de juzgar a alguien solo por como se veía, pero es que él tampoco me había demostrado lo contrario. Un nene de bien era lo que él me demostraba, una persona que estaba dispuesta a comprarse el mismísimo sol con tal de satisfacerse, uno al que no le importaban las cosas que no fueran superficiales.

—¡Tío tate!

Me aparto del camino cuando escuchó el grito de Thomas detrás de mí y giro fingiendo una sonrisa. Amelie nos observa con atención, tratando de descubrir qué fue lo que sucedió entre los dos al percibir el ambiente tenso.

—¡Lacie! —Estrella corre hacia mí—. La mami de Thomas nos invitó a cenar.

Elevo la vista nuevamente hacia Amelie y esta vez la encuentro sonriendo.

—Si te parece estaría encantada de que se quedaran —afirma las palabras de mi pequeña.

Me pongo en cuclillas para estar a su altura y acaricio su mejilla.

—Ahora tengo cosas que hacer, pero después puedo traerte.

—Puedes dejarla si estarás ocupada, Estrella no molesta y Thomas estaría encantado de seguir jugando con ella —propone Amelie.

—Me harías un gran favor, tengo una entrevista de trabajo y no quiero molestar a mi hermano en sus estudios para que cuide a Estrella solo unos minutos.

Escucho como Tae se ríe detrás de mí. ¿De qué se ríe este idiota?

—¡Claro que sí! Ve sin ningún problema, aquí te esperamos. —Estrecha sus brazos cuando Estrella corre hacia ella—. Tae, ¿puedes llevarla tú?

Rápidamente intenté negarme, pero él me ganó.

—Acabo de llevar, puedo darle para el taxi. —Sonrío y me contengo a poner los ojos en blanco.

—Descuida, tengo con que ir, muchas gracias de todas formas. —Amelie me regala una sonrisa avergonzada por el comportamiento de su hermano y luego lo observa a él cuando me acerco a Estrella—. Compórtate, ¿Si? Yo traeré el postre.

—¡Trae helado!

—Claro que sí, pero pórtate bien.

Beso su frente y soltando un suspiro me reincorporo para poder acercarme hasta la puerta principal. Sin mirar hacia atrás y con unos nervios consumiéndome entera, cierro la puerta a mi espalda antes de comenzar a caminar fuera de la mansión.

No mentía, realmente tenía una entrevista de trabajo que me había conseguido una compañera del club. Según lo que me había dicho no pedían títulos así que tendría que intentar tomar el puesto. La paga no era mucha y los horarios eran demasiados, pero después de pensarlo bien llegué a la conclusión de que era mejor que seguir manipulándome por Oscar.

Tenía esperanzas de que todo saliera bien, tal vez porque creía que tenía una segunda oportunidad en esta vida. Quería poder cambiar y no por mí, sino por Estrella. Este no era el ejemplo que le quería dar.

Cuando logró llegar a las calles principales de la ciudad sacó el pequeño papel donde tenía la dirección anotada y me voy guiando por los letreros de las calles. Después de unos veinte minutos logró llegar a mi destino. Suspiro guardando el papel en mi bolsillo del pantalón y cuando siento las manos húmedas las paso por mi camiseta.

Observo desde afuera la cafetería que ahora está solitaria y nerviosa decido entrar para no perder más tiempo. Cuando lo hago el sonido de la campanilla alerta a la chica que está detrás del mostrador y a medida que me voy acercando me sonríe.

—Buenos días, bienvenida a Tree Mazze, ¿qué desea llevar? —pregunta sin desdibujar la sonrisa que tiene en sus labios.

—Buenos días, he venido por el anuncio de empleo —respondo con la misma gentileza.

—¿Tenías alguna cita?

—Sí, justamente hoy. —La chica asiente y toma el móvil que está detrás de ella.

Me aparto un poco del mostrador y giró para observar el lugar. Es más pequeño de lo que se ve por fuera y como el lugar es reducido hay pocas mesas. La decoración es lo que más me llama la atención, es demasiado retro con cuadros de algunos personajes famosos de películas relacionadas a la estética como Grease.

—¿Señorita? —Inmediatamente giró cuando escuchó que habla detrás de mí. Ella vuelve a sonreír—. Acompáñame, por favor.

Asiento con mi cabeza sin ser capaz de ocultar mi sonrisa y comienzo a seguirla desde atrás. Pasamos por un pasillo pequeño que conduce a los baños y al fondo hay otra puerta. Ella me deja ahí y después de tocar la puerta se va. Me tambaleo nerviosa en mi lugar cuando escuchó pasos desde el otro lado y después de unos pequeños segundos un hombre la abre. Sonrío y así tan rápido como lo hago la sonrisa se me va.

« ¿Qué hace él aquí

Oscar eleva el pequeño vaso de whisky que tiene y sonríe aún más cuando ve mi rostro lleno de confusión. No sé en qué momento me moví de mi lugar, incluso puedo apostar que no fui yo quien lo movió, pero cuando ya estoy dentro escucho la puerta cerrándose detrás de mí.

El hombre no está más, solo estamos Oscar y yo en una habitación completamente solos.

—No sé que me da más risa. —Rompe el silencio y le da una calada al habano que tiene en la otra mano—. Saber que serías capaz de traicionarme de esta manera o ver tu ilusión apenas se abrió la puerta.

—Eres un hijo de puta —masculló, viéndolo borroso cuando mis ojos se llenan de lágrimas.

—Igual que tú, cariño. —Le da un trago a su bebida, deja el vaso en la mesa y se levanta de su lugar guardándose una mano en el bolsillo mientras sigue fumando del habano—. Te di de comer, un trabajo, ¿y pensabas traicionarme? Supongo que son las consecuencias de tener a perras como empleadas. —Se ríe sin gracia—. Nunca sabrás cuándo será el día en que te van a morder la mano.

—¿Qué ganas haciendo esto? —preguntó, apartándome las lágrimas con agresividad. No me muevo de mi lugar y desde aquí veo cómo él va acercándose.

Oscar le da una calada al habano.

—¿Sinceramente? Nada, solo disfruto de romper tus ilusiones. Llámalo como alimentar mi ego, el saber que las tengo agarradas de los tobillos mientras intentan escapar arrastrándose me da mucho placer. —Se detiene delante de mí, soltándome todo el humo en el rostro—. Yo soy tu peor pesadilla, Lacie.

—Vete a la mierda.

—El día que me vaya a la mierda te arrastrare conmigo, eso tenlo por seguro. —Saca su mano libre del bolsillo y aparta un mechón de mi cabello, dejándolo detrás de mi oreja—. No te golpearé porque tengo una reunión importante y no quiero ir con los nudillos jodidos, pero créeme que habrá consecuencias.

—Entonces si no me golpearas déjame ir, tengo cosas importantes que hacer.

—Si, por supuesto. —Sonríe nuevamente y mira detrás de mí cuando la puerta se abre—. Después de hacer tu trabajo.

Siento la presión de alguien detrás de mí, unas manos que acarician mi cintura y después de eso, me veo recostada sobre el escritorio. La respiración del hombre me golpea la espalda y con los ojos llenos de lágrimas observó a Oscar mientras el hombre me desnuda.

—Cuando intentes correr, yo seré más veloz que tú. Cuando tengas una pequeña ilusión, yo te la robaré. Seré tu oscuridad y tú serás mi caso perdido. —Empuño ambas manos cuando el hombre me penetra sin pudor—. No podrás librarte de mí, recuérdalo.

(...)

Me apoyo contra la pared del callejón vacío y me deslizo hacia abajo sosteniendo la bolsa blanca en mis manos. Me muerdo el labio inferior cuando un sollozo me amenaza con salir y enfurecida conmigo misma saco las pastillas de la bolsa. Cuando terminó de tomarla dejo tirada las demás en el suelo y me levantó llevándome ambas manos al cabello para arreglarme.

Le doy un golpe a la pared cuando recuerdo lo que había sucedido en aquella habitación y esta vez no me detengo, me saco el dolor que me quema por dentro. El callejón se llena de mis gritos, de mis jadeos, pero como nadie transita este lugar no hay nadie que pueda detenerme.

Cuando mis nudillos se cansan de golpear la pared la araño con lo poco que tengo de uñas, lastimándome los dedos sin piedad. Me siento tan desprotegida y rota que no soy capaz de pensar con claridad. No puedo y no quiero.

Nuevamente me siento en el suelo, esta vez dejando que la lluvia pasajera se mezcle con las lágrimas en mis mejillas. Minutos después, cuando me recupero de la pelea que tuve conmigo misma me levanto dispuesta a ir a casa para pedirle a Idaly que busque a Estrella.

Aunque todavía es de día no hay nadie en las calles, deduzco que por el tiempo nublado y la gran lluvia que nos está arrasando. Me cruzo de brazos para esconder mis manos lastimadas y en silencio busco el camino a casa.

—¿Qué se supone que estás haciendo? —Escuchó cuando el coche que me venía siguiendo se detuvo junto al cordón. Ignoró su presencia mientras sigo caminando bajo el agua y miro hacia al frente en todo momento—. Lacie, estoy hablándote. No me hagas bajar del coche.

Nuevamente lo ignoro y esta vez solo escucho como el motor del coche se apaga, la puerta cerrándose con agresividad y unos pasos acercándose desesperados. Tae logra tomar mi antebrazo para detenerme y cuando lo consigue las lastimaduras no pasan desapercibido para él.

—Suéltame.

Me zarandeo de su agarre y por su distracción logro soltarme. Giró nuevamente y me cruzo de brazos para volver a caminar. Tae se coloca delante de mí.

—Amelie me pidió que viniera por ti, no puedes ir así —dice.

Carraspeo mi garganta y asiento.

—No pensaba ir.

—¿Y Estrella?

—La buscara una amiga, ¿Me dejas ir?

—Claro.

Cuando pienso que me dejara marchar Tae me toma por el abdomen y me arrastra hacia atrás. No pongo resistencia porque no tengo fuerza y cuando ya estoy en su coche solo suspiró echando la cabeza hacia atrás.

Tae enciende el motor nuevamente cuando ingresa y en silencio conduce. No le prestó atención al camino porque sé que no me llevara a mi casa, así que solamente observó las pequeñas gotas deslizándose por el vidrio de la ventana.

Minutos después ya está estacionado afuera del edificio en donde vive. Bajo sin que él me lo pida y acariciando mis brazos lo sigo por detrás mientras vamos ingresando. Nos detenemos en el ascensor, el silencio es tan incómodo que ninguno de los dos se atreve a romperlo, solo esperamos que las puertas se abran con impaciencia.

—¿Quieres algo para comer? —pregunta cuando apenas abre la puerta de su departamento.

—No.

—Perfecto, porque tampoco tenía nada. —Enciende las luces—. Sígueme, te daré un poco de ropa antes de irnos.

Me contengo a decir algo y una vez más lo sigo. Esta vez nos detenemos en la puerta que está al fondo, un poco lejos de la puerta del baño donde estuvimos aquella vez. Tae hace lo mismo, entra y enciende la luz antes de dejarme pasar. Busca en su placard ropa y cuando gira deja sobre la cama una camiseta junto a unos short.

—Te esperaré en la sala, apúrate.

Cuando apenas cierra la puerta comienzo a cambiarme, dejando la ropa en el suelo para no mojar la cama. Cuando terminó limpio el piso mojado con la alfombra que está en la punta de la cama y tomé la ropa dispuesta a irme. Tae está en el sofá de su sala, al igual que yo, él también se cambió. Tiene las mangas de su camisa blanca arremangadas hasta los codos, un pantalón negro y va descalzo. Su cabeza está apoyada en el borde de la cabecera y en su mano tiene las llaves de su coche.

—¿Tienes algo para poner la ropa mojada? —Llamó su atención cuando me coloco delante de él. Tae no evita repasarme con su mirada antes de parar en mi rostro.

Veo como se inclina un poco y yo me aparto. Toma una bolsa que hay debajo de la pequeña mesita del medio y me la da. Inmediatamente pongo mi ropa dentro.

—¿Qué te sucedió en las manos? —pregunta una vez que nos quedamos en silencio.

—¿Ya nos vamos? —Me cruzo de brazos.

—¿Puedes dejar de estar a la defensiva solo un momento? Estoy tratando de entenderte, pero realmente me lo pones difícil. —Bufa.

—No quiero hablar de esto —respondo—. Ni mucho menos contigo.

—¿Piensas seguir corriendo sola? Tuve que aguantar que me secuestraras, hablaras de mí, me juzgaras por tener dinero. —Veo como suelta las llaves y se endereza en su lugar—. Solo quiero saber si detrás de eso está Oscar, ¿es muy difícil?

Aprieto mis labios cuando recuerdo nuevamente lo de la habitación y una vez más siento ganas de sacar el dolor que me consume por dentro golpeando algo. Tae nota como mis ojos se nublan de lágrimas y me odio al verme tan frágil delante de él, pero no me resisto cuando toma el dobladillo de la camiseta suya que tengo puesta y me arrastra hacia él.

Me sorprende cuando me recuesta sobre su pecho y yo lo sorprendo cuando lo abrazo mientras que en silencio comienzo a llorar.

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