43. Confesiones.

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T A E

La empujo con mi cuerpo dentro de la habitación y sin dejar que se detenga la acercó hasta la cama. El rose de su piel caliente contra la mía hace que mi piel se erice y retuerce mi estómago cruelmente. La apretujo contra mi para sentir sus pechos desnudos contra mi cuerpo y llevó una mano hasta la parte trasera de su cabeza con miedo a que sus labios se escapen de los míos.

No era el único que tenía el corazón latiéndole tan rápido que dolía y eso me retorcía en un sentimiento que hasta el momento desconocía. Cuando nos separamos de a poco sus ojos volvieron a ser míos, cubiertos por un brillo inigualable, uno del cual aseguró adorar por siempre. Me sonríe como si ambos estuviéramos compartiendo un gran secreto y de apoco se va alejando provocando que los latidos de mi corazón se desesperen.

Mi cuerpo se pone frío por la distancia que pone entre ambos, pero quieto en mi posición la veo sentarse desnuda en la cama deslizándose hasta el centro. Y verla recostarse entre las sábanas negras, que la hacían resaltar completamente, comprendí que función tendría de ahora en más mi cama. Verla ahí era una imagen que no se me iba a ir con facilidad.

Lacie sabía de sobra que era lo que ella podía generar en mí y sin apiadarse jugó con mis reacciones como una experta. Atraído por su sensualidad y sus ojos deseosos me acerqué recién cuando mi cuerpo comprendió que bajo sus manos iba a perder cada vez que ella se lo propusiera. Así de mal me tenía.

Me quedo en el borde de la cama y al ver su descarada invitación abriéndome las piernas ladeo una sonrisa media llena de coquetería. Estiro mis brazos hasta rodear sus muslos y la atraigo hasta mi cuerpo. Mi miembro ya erecto toca la suave piel de su muslo izquierdo y se lo restriego provocándola.

—Estás jugando con fuego, Carter... —susurra, elevando su mirada nuevamente hasta la mía. Le sonrío.

—Probablemente no me creas, pero hasta esta noche no me había dado cuenta de lo que me gusta quemarme si es solo por ti.

Lacie me penetra con su mirada sin escrúpulos, siguiéndome cuando de a poco comienzo a arrodillarme delante suyo. Término de atraerla a la orilla de la cama y ella se incorpora en sus codos. Acerco mis labios a la pálida piel de su muslo y tomándola desprevenida la muerdo antes de pasar mi lengua recorriéndola.

Beso con profundidad cada parte del camino que me lleva hasta su centro rojizo debido a la acción anterior en el sofá. Recordarlo me hace sonreír e inconscientemente acerco mi nariz para embriagarme con su olor. Lacie al sentirme se mueve en su lugar provocando que mi agarre en sus muslos se ajuste y pase mi lengua entre sus pliegues sin más.

Mi lengua no tiene problema en deslizarse sobre ella debido a su humedad y mientras la escucho gemir me dedico a torturarla justo como ella había hecho anteriormente. Subí hasta su clítoris y aprovechándome de su sensibilidad chupé, mordí y jugué con él rudamente, provocando gritos de su parte que no hicieron más que satisfacerme.

Sonrío entre sus piernas cuando las siento temblar a mí alrededor y las manos de Lacie se apoyan contra ellas intentando mantener más fuerza. Esta vez, ayudándome con uno de mis dedos, me guio hasta su entrada y lo meto de a poco. Cuando está dentro de ella siento como se mueve buscando alguna reacción de mi parte y complaciéndola vuelvo a acercarme hasta su clítoris moviendo mi dedo dentro de ella.

No me alcanzaría el tiempo para poder explicar porqué estar entre las piernas de Lacie era el paraíso o realmente explicar porque había creído eso, ya que cuando la vi sonreír entre una nube de sensaciones tan consumida en su propio placer no encontré nada más perfecto.

—Tae...—gimotea.

Su mano busca desesperadamente mi cabello y encontrándolo aferra su agarre sin ejercer mucha fuerza. Abre sus ojos cuando la siento contraerse e incorporándose en sus codos nuevamente observa cómo obtengo todo lo que está dispuesta a darme. Su espalda vuelve a tocar mis sabanas cuando su orgasmo acaba y entre respiraciones pesadas se queda observando unos segundos el techo de la habitación en silencio.

Aún recuerdo la primera vez que la vi desnuda y todas aquellas noches que había soñado con aquel momento. Tenía un serio problema y hasta me había sentido mal levantarme con una terrible erección por culpa de un sueño que apenas podía recordar al despertar. Supe en el instante que Lacie comenzó a ser protagonista de ellos que no solo iba a desear sus curvas, iba a desear algo más profundo y del cual ella no estaba dispuesta a darme.

—¿En qué piensas? —pregunta en un murmuró, apartando su mirada del techo. Se incorpora en sus codos y eleva una de sus cejas.

—No tiene importancia.

Y era la verdad. ¿Qué iba a decirle si ella sabía que estaba enamorado? ¿Qué esperaba algo más que una sola noche? ¿Qué hasta el momento no me había dado cuenta de lo mucho que deseaba más de ella? ¿Qué mi sueño era tener un amor correspondido solo si provenía de su parte?

—Ya veo, ya veo...—canturrea, sonriéndome lobunamente—. ¿Ya te cansaste?

Elevo una de mis cejas al oír su atrevimiento.

—¿Por quién me tomas? —exclamó ofendido y divertido.

—No te sientas mal, diez de cada cien hombres suelen ser precoz o poco activos en la cama...—Se encoge de hombros—. Tampoco voy a burlarme de ti, es naturalidad de la cual un hombre tiene que convivir y a veces...

No dejo que termine de hablar como cada vez que se pone en la misma faceta y tomó la parte izquierda de su cuerpo hasta hacerla girar. Lacie divertida, ya esperando mi reacción, gatea hasta el centro de la cama y la atrapo entre las sábanas sin dejar que se levante.

—¿Diez de cada cien? —inquiero, presionando ambas manos a su costado. Roso mi erección en su trasero y con mi pierna ayudó a que una de las suyas se abra.

—Sigues siendo sexy así precoz y poco activo...—sigue con su juego. Frunzo mi entrecejo y presiono más mi erección contra su piel.

—Acabas de meterte en un gran problema, querida Lacie —masculló.

—¿Sí? ¿Dañe tu pequeño ego, querido señor Carter?

—No te das una sola idea de lo caliente que se escucha de tus labios el apellido Carter.

—¿Y junto a mi apellido?

—Deja de jugar, Lacie...—gruño.

—Lo hubieses pensado antes de meterte conmigo —responde atrevida como siempre. Sonrío por lo real que son aquellas palabras y dejo un beso en su espalda.

—Ese es el problema, Lacie —susurro cerca de su oído—. Ni siquiera lo pensé, solo me metí.

Tomó con una mano mi erección y la guió hasta sus pliegues para rozarla. El cuerpo de la rubia se estremeció debajo de mi y se contrajo un poco cuando comencé a meterme de a poco, acabando en una estocada profunda que la hizo mover su cuerpo.

Me acomodo arriba suyo y sin dejarla levantar de las sábanas apoyó las palmas de mis manos en el colchón comenzando a moverme dentro de ella. Como la primera vez sus paredes me reciben gloriosamente, adueñándose de cada extremo hasta el final. No sabía muy bien si mi droga era estar dentro de ella o lo que me provocaba hacerlo porque era un conjunto de sensaciones inimaginables, suponía que eso era estar con una persona que realmente se ama.

Lleve una mano hasta su cintura semi levantada y aferre cada uno de mis dedos en su piel tomándola con más posesión. Consumido por el placer me dediqué a tomarme unos segundos cerrando los ojos mientras seguía moviéndome con precisión y profundidad dentro suyo. Mordí mi labio inferior al oírla gemir sin ningún tipo de control y ahogado con mis propios gemidos los liberé acercándome hasta la parte alta de su espalda para besarla.

Subí hasta donde estaba esparcido su cabello y lo moví hasta el otro extremo dejándome libre su rostro consumido por placer. Mantenía los ojos cerrados y su boca abierta mientras la penetraba sin frenesí. Volví a morder mi labio inferior al descubrir su ceño fruncido y lo adorable que se veía acalorada.

—Eres tan...perfecta. —Al oírme Lacie abrió sus ojos antes de sonreírme.

Contuve mi respiración al verla alzarse en sus manos hasta incorporar la mitad de su cuerpo. Aún seguía con su rostro pegado a las sábanas de mi cama, pero la parte de su cintura esta vez estaba elevada. Aproveche su descarada invitación y tome su cintura entre mis manos después de acomodarme detrás de ella.

Volví a penetrarla de una sola estocada sin delicadeza y guíe una mano hasta su cabello aún en el lugar en donde lo deje. Dejo que tome de él sin ejercer mucha fuerza y tironee lo suficiente para aumentar mis movimientos dentro de ella.

—¡Sí, sigue así! —murmuró fuera de sí.

Oírla gemir es aún más fascinante de lo que una vez me pude haber imaginado. Es aún mejor que oírla pelear todo el tiempo. La manera en como resaltaba en la oscuridad de las sábanas me había dejado fascinado, realmente descolocado. Era tan pequeña, tan adictiva que mis roses en su piel provocando su enrojecimiento era algo alucinante.

Aparté mi mano de la cintura solo para comprobarlo y sonreí. Tome su cuerpo nuevamente entre mis manos y sin moverla de su lugar la incorpore aún dentro de ella. De rodillas en el colchón, deje que se quede encima de mí para que se aproveche todo lo que quisiese. Y cuando lo hizo, tal como lo espere, supe que iba a perder contra ella lo que me restaba de tiempo.

Rodee su cuello solo para tenerla más cerca de mí y apoyada contra mi pecho de espaldas comenzó a moverse sin remordimiento. Apoye mis labios en su mejilla compartiendo cada uno de mis gemidos e imite su acción de cerrar los ojos porque nada de lo que estaba sucediendo había podido levantar mi autocontrol.

Lacie era experta en romper mis límites, eso estaba más que comprobado.

—¿Vas a venirte para mí, Carter? —Abro los ojos al oírla. Frunzo mi entrecejo al verla tan relajada, suponía que así se sentía tener el control de todo. Yo ya estaba perdido desde la primera vez que la vi.

Jadee al sentirla apretarse alrededor de mí apropósito y cerré mis ojos recibiéndolo nuevamente. Quería que me viniera solo para comprobar sus palabras y yo deliraba tanto que no podía retenerme. Era odioso y curioso el poder que tenía contra mí.

—No sigas haciéndolo —siseo.

—¿Por qué?

Vuelvo a verla solo para comprobar que está jugando conmigo y al darme cuenta de su gusto por hacerlo aparto mi mano de sus pechos bajándolo hasta su centro. La sonrisa de Lacie se borra cuando mis dedos se mueven sobre su clítoris sumándose a sus movimientos.

—¿Ahora no te mueves? —murmuró al sentirla detenerse. Se muerde el labio inferior y me busca con la mirada—. ¿Ahora no juegas?

Me las ingenio para moverme debajo de ella y aceleró el movimiento de mis dedos dejándola sin ninguna escapatoria. Apoya sus manos en mis muslos cuando comienza a contraerse a mi alrededor y sin apiadarme al recordar cada uno de sus juegos me sigo moviéndome sin detenerme.

Vuelvo a empujar su cuerpo contra el colchón y esta vez la doy vuelta metiéndome entre sus piernas. Lacie abraza mi cintura antes de que me meta dentro de ella y yo bajo hasta sus pechos para meterlos dentro de mi boca. Siento como cada vez llega al límite y ella siente como mis movimientos comienzan a ser torpes de apoco.

La escucho decirme cosas que me erizan la piel solo en segundos, pero estoy tan concentrado en que se venga que no le presto atención. A los segundos Lacie deja de luchar y se viene justo unos minutos antes que yo. Me detengo al sentirme liberarme dentro de ella en el condón y suspiró cerrando mis ojos unos segundos.

Me aparto de ella cuando recupero la respiración y me bajo de la cama para ir hasta el baño de la habitación. Tiro el condón en el cesto de basura y me coloco un bóxer antes de salir. Mi sonrisa se borra cuando la veo subirse el vestido que llevaba puesto y tomar sus zapatos del suelo antes de girar sobre sus talones con rapidez.

Iba a irse, lo supe cuando su mirada se encontró con la mía.

—¿Dónde vas? —preguntó, cruzándome de brazos.

—A mi casa, me están esperando. —Barre con sus ojos la habitación como si verificara que no se estaba olvidando nada y cuando se vuelve a encontrar con la mía me preparo mentalmente para sus siguientes palabras—. ¿Me vas a pagar ahora o después?

Mentiría si dijera que aquello no me causo dolor, pero tampoco me comporte como un idiota como ella esperaba que lo fuera. Ahora sabía que sus arrebatos se debían al sentirse intimidada, desprotegida y saber que se sentía así me dolía más que sus palabras.

Lacie no era una persona fácil de llevar, lo supe la primera vez que la vi en la habitación del hotel alegando que habíamos tenido una noche juntos. Su seguridad, la manera tan cínica de jugar con mis sentimientos desde la primera vez, supe que detrás de esa fachada había alguien refugiándose.

Siendo consciente de mis sentimientos por ella aún seguía sintiéndose lejos de casa, como si fuera a herirla de alguna manera. Mantenía su cuerpo firme, estaba sin ningún tipo de expresión, pero sus ojos a la hora de mirarme podían desnudarla completamente.

—No vas a seguir lastimándome, eso ya no funciona así —anuncie con seriedad, porque ya estaba curado de penas y cansado—. Si quieres irte, sabes el recorrido hasta la puerta principal y si quieres quedarte en mi cama siempre va a ver un lugar.

Me sostiene la mirada unos segundos hasta que finalmente decide rendirse y suelta sus zapatos con fuerza. Está enojada porque sabe que perdió contra mí y eso me hace sonreír. Lacie toma aquel gesto como una amenaza y se acerca hasta donde estoy para empujarme con ambas manos.

Doy un paso hacia atrás pero logró tomar sus muñecas y la atraigo hacia mi cuerpo. Capta mi intención al momento y poniéndose de puntas logra atrapar mis labios en el camino. Esta vez, diferente a las anteriores, nos besamos con lentitud mientras se sube a mis pies para mantener la altura.

Aprovechó aquello para comenzar a moverme y llevarla conmigo nuevamente a la cama. Se tira hacia atrás cuando estamos en el borde y al verla rebotar con una sonrisa encantadora mi corazón se enciende lleno de ternura. La veo deslizarse hacia arriba y subiéndome a la cama comienzo a seguirla hasta llegar al centro.

—¿Comemos un postre con...—muerde mi labio inferior tirándose hacia atrás. Gimo en su boca siguiéndola para que no siga doliendo—: chocolate...fresas y nueces?

Frunzo mi entrecejo y me tiro a su costado llevándome una mano hasta el labio inferior.

—Eres un monstruo.

Lacie se sube a mi regazo.

—Y eso te encanta.

Sonrío y la atraigo nuevamente hasta mis labios. Lacie se acuesta a mi costado y con la respiración agitada se queda viendo el techo de la habitación al igual que yo en un completo silencio hasta que estallamos de risa.

Habíamos acabado de tener sexo, una pelea, yo estaba en ropa interior, ella con el vestido a medio prender y nos reíamos de nada mientras observábamos el techo de la habitación.

¿Existiría algo mejor que esto?

—¿Qué va a suceder después de esto? —pregunto. Cuando las palabras salen por mis labios me arrepiento al instante. Probablemente la había cagado, pero me daba ansiedad no saberlo.

—Me gustas, Tae —confiesa. Giro a verla sorprendido—. Pero a veces hay que aceptar que las personas no están destinadas para siempre. Me encantaría poder ser adulta y mirarte a los ojos para decirte que sí, que podré superar todos mis tormentos para seguir adelante pero te estaría mintiendo. No voy a salir de donde estoy porque no quiero, porque no puedo y porque no es fácil.

—¿Por qué dices que no es fácil si nunca lo intentaste?

—Nunca lo intente porque aprecio mi vida —murmura. Cierra sus ojos y suspira—. Estoy metida hasta el cuello de mierda, no sabes todo lo que conlleva salir de ahí.

—Yo puedo ayudarte...—Sonríe irónicamente—. No me importa si estamos juntos o no, solo quiero que estés fuera de eso. Vas a sentir paz cuando seas libre pero mientras tú no quieras no vas a poder seguir adelante. ¿Realmente te ves en un futuro ahí?

—No entiendes...

—Quiero entenderte —murmuró—. Te juro que no te juzgaré.

Lacie cierra sus ojos apretándolos con fuerza y frunce su entrecejo quedándose en silencio. No dejo de observarla ni un solo segundo hasta que la veo soltar una lágrima pero antes de poder moverme ella abre sus ojos nuevamente.

Sé que le está costando abrirse delante de mí así que le doy su tiempo mientras la observo en una lejanía llorar en silencio. Tiene el ceño fruncido y las lágrimas se caen por sus ojos una detrás de otra. Me dolía tanto el corazón verla así pero sabía que si la tocaba iba a volver a cerrarse.

Lacie esa eso, esa persona que estaba viendo. Era esa persona sin aquel papel de bravucona que tenía, esa fuerte y llena de emociones. Le estaba doliendo tanto ser ella que su cuerpo le correspondía de la misma manera, se desplomaba mientras Lacie iba soltando todo con cada lágrima derramada.

Oí un sollozo cuando cubrió su boca y mi cuerpo no pudo aguantar lo que estaba viendo así que la atraje hasta mí. La abrace con tanta fuerza que pensé en romper lo poco que tenía para reconstruirla nuevamente. Se aferró a mi torso con la misma intensidad y sollozó con fuerza mientras me dedicaba a acariciarle la espalda.

Cuando la sentí calmarse y su cuerpo dejó de temblar el silencio volvió a rodearnos, esta vez en un aura más cómoda que el anterior. No aparté mis brazos de ella hasta que por sí sola decidió separarse. Me prepare para verla partir, pero lo único que hizo fue ponerse de pie, sacarse el vestido y sentarse en la cama justo al frente de mí.

Tenía los ojos hinchados de haber llorado tanto pero seguía estando tan escandalosamente hermosa que no pude evitar sonreír. Ella me la devolvió.

—Mi familia siempre fue de bajos recursos —comenzó a decir. Quise decirle que no era necesario pero vi en su mirada que necesitaba contármelo, necesitaba desahogarse así que me quedé en silencio—. Solo alcanzaba para nosotros tres. Así mismo eso no los detuvo para traer a otro bebé al mundo y eso le costó tener que conseguir otros empleos con más horarios. —Frunció su entrecejo, seguramente recordándolo—. Cumplí el papel de madre desde muy pequeña. Tuve que dejar el colegio para cuidar del bebé y dedicarme completamente a ese rol porque mis padres debían traer dinero a casa.

Recordé aquella vez que hablamos en el baño de mi casa y la discrimine por no haber estudiado. Ahora me sentía imbécil, demasiado.

—Yo...yo no tenía otra elección. A los años llegó otro, ese fue de total sorpresa y aunque ya era grande para conseguir dinero, seguía sin tener estudios. Así que ocupe el mismo rol criando a mis dos hermanos mientras mis padres trabajaban. —Su mirada se endureció—. Un día llegué de hacer compras con ambos como mi mamá me lo había pedido y mientras los chicos aprovechaban el lindo día afuera yo fui la única que ingresó. —Cerró sus ojos y negó con odio—. Estaba ahí, Tae. Estaba ahí colgada. Se había suicidado. Mi mamá nos había dejado.

Trague saliva con dureza y aunque quise acercarme no lo hice. Lacie no estaba llorando, había más odio en su mirada que tristeza y no podía comprender muy bien porqué.

—¿La querías? —me atreví a decir. Lacie elevo la mirada con rapidez, meditando un poco sus palabras.

—Me quito mi niñez, mis estudios, una posibilidad de ser alguien mejor. ¿Sabes lo que se sentía ver por la ventana a todos los niños jugar mientras estaba encerrada adentro atendiendo a hijos que no eran míos? La mejor parte de mi vida era cuando me escapaba por las noches con un balón y jugaba sola...porque claro, ya no había nadie. —Su voz se quebró—. Y así mismo la amaba. Mi madre nos dio todo, mi única condición era cuidarlos y yo lo hice. Pero haberme dejado sola tan chica fue...demasiado.

—¿Y tú padre?

Lacie sonrió irónica.

—Nos abandonó cuando cumplí los diecinueve. Por lo menos tuvo consideración —bravo enojada—. En realidad ni siquiera es mi padre.

—¿Qué...?

—Hace poco supe que la razón por la que mi madre se suicidó fue porque mi supuesto padre se enteró que no lo era. —Baja la mirada chasqueando mi lengua—. Unos días después de que se fuera mientras divagaba por las calles vendiendo cosas conocí a un hombre. Me enamoré, hasta el último mechón de mi cabello. —Cuando sube su mirada veo sus ojos cubiertos de lágrimas hasta que se deslizan por sus mejillas—. Él era tan atento, me ayudó tanto económicamente...no sabes la inmensidad de mi amor por él.

—¿Qué sucedió?

—Sucedió el amor no correspondido. —Se encogió de hombros—. Sucedió que jugó conmigo, así que lo dejé.

—Qué imbécil.

—Es un imbécil —reconoció, asintiendo—. Un día llegó a mi casa después de meses de acabar con la relación y me exigió el dinero que había invertido en mi casa. Era demasiado, no tenía dinero porque mi único trabajo era el de vender cosas en la calle para alimentar a mis hermanos. Él no cambió de idea y tuvimos una gran discusión. —La veo estirarse hacia atrás y en la parte baja de su abdomen logro ver una cicatriz—. Me apuñaló.

—¿Cómo...?

—Como si no fuera tan malévolo me curó él para que no le denuncie y mientras seguía consciente comenzó a contarme sus planes. —Aprieta con fuerza su mandíbula—. Se aprovechaba de las mujeres de la calle para prostituirlas y si no cedían o él no las veía aptas para el trabajo, entonces las enamoraba como a mí.

—¿Estás hablando de Oscar?

—Comencé a trabajar para él solo para pagarle lo que le debía, pero luego comenzó a ser una entrada fácil de dinero y me quede ahí. Unos meses después de que mi multa concluyó según mis cuentas, supe que él jamás se la había pagado y se aprovechó de mí dejándome en una deuda infinita. —Rasca la parte izquierda de su cabeza cerrando sus ojos—. La deuda comenzó como un juego y luego dejó de ser personal, ahora no solo nos involucra a los dos, sino a sus demás socios también. Me hizo su prostituta favorita, la Escort más codiciada y vengo trabajando más para ellos que para mí. —Cuando vuelve a verme me estiro y la tomó de la mano empujándola hasta mí. Ver su mirada perdida y el sollozo que expulsó solo provocó que mis ojos se llenaran de lágrimas—. No voy a poder escapar.

—Claro que sí, claro que lo harás —respondo, besándole la mejilla. Cierro mis ojos cuando siento mis lágrimas resbalarse y acaricio su espalda—. No me importa lo que digas, voy a sacarte de ahí cueste lo que cueste.

Lacie no respondió y tampoco espere que lo hiciera. La mecí contra mi pecho mientras nuevamente se dedicó a llorar y en silencio la imite. No me importó haber llorado cuando me prometí a mi mismo no volver a hacerlo nunca más, por nadie, pero la chica que lloraba entre sollozos había tocado cada fibra dentro de mí desde que la vi por primera vez.

Desde que comencé a pensarla de más, cuando comencé a imaginármela más de una vez, cuando comencé a desear sus curvas y su corazón también. Me había prometido no debilitarme nuevamente, no poner a nadie más por encima de mí, pero las promesas estaban para romperse y eso había hecho cuando Lacie entró a mi vida.

Si horas atrás me hubiesen preguntado que deseaba, seguramente hubiese respondido que lo único que quería era tener un amor correspondido por Lacie, ahora lo único que quería era liberarla de todos los demonios que tenía acuchillándole la espalda.

No me importaba si era con ella a mi lado, detrás o adelante, que iba a suceder o si ponía todo lo que tenía en peligro, Lacie me había enseñado que la compañía era lo más importante y la suya valía por mil.

La quería como aquella noche que no olvidaré. Libre, suelta, cantando y con los ojos brillando de alegría mientras me observaba solo a mí. Y juraba que lo iba a conseguir.

(...)

Apartó la mirada de la laptop cuando siento el timbre del departamento y le doy una mirada al pasillo. Me había mantenido toda la noche en silencio para que nada la despertara y realmente me iba a enfurecer que un estúpido timbre lo haga. Cuando no siento nada desde la habitación me levanto y me acerco a la puerta principal antes de que puedan volver a tocar.

—¿Qué haces aquí tan temprano? —murmuró bloqueándole el ingreso. Se saca sus lentes de sol y se lo pone en la cabeza observándome con una resaca extrema.

—¿Estás hablándome en serio? Tengo una resaca de los mil demonios, lo último que necesito es que me vengas con tus putas bromas. Abre el camino, imbécil. —Intenta empujar mi cuerpo pero no se lo permito.

—No puedes hacer ruido —le advierto. Amelie eleva ambas cejas.

—¿Funciono?

—¿Qué funcionó? —Frunzo mi entrecejo. Pongo mis ojos en blanco cuando entiendo de que habla y la observó con enojo—. ¿No te quedaste sin DJ, cierto?

—¡Hay, por favor! —exclamó soltando un bufido—. ¿Realmente crees que planeé todo esto para que se acostaran? —Elevo una de mis cejas—. Bueno sí, pero no sabía que iba a funcionar.

—Tu amistad con Lacie tiene sus horas contadas, pasa y haz silencio.

—¿Qué? No...—La dejo en la puerta y me meto a la sala nuevamente—. ¿No puedes pedirle que no se enfade conmigo?

—Eres grande, soluciona tus problemas —bromeó—. Baja la voz he dicho.

—¡Qué sí, pesado! —susurra sentándose en el sofá.

—¿Me vas a decir que haces aquí?

—Tenemos un viaje de negocios qué hacer, ¿cómo que, qué hago aquí? —Cierro mis ojos y dejó caer la cabeza en el respaldo del sofá.

Lo había olvidado completamente. Después de la conversación que había tenido con Lacie y se durmió, me dediqué a contactarme con mi abogado y el detective de confianza que conocía por nuestra familia. Estuvimos hablando toda la madrugada porque estaban en distintos lugares y tenían otros horarios. Movimos y protegimos cuentas, concretamos una cita para hablar mejor y aproveche para terminar cosas pendientes que tenía.

—¿No puedes ir tú sola?

—¡Claro que no! —La aniquiló con la mirada cuando grita—. ¡Perdón! Decía que no, es importante que vayas porque te quieren ver a ti también. Tampoco puedes dejarme sola en la reunión de Miami.

—Lo sé, lo sé, solo estoy con otras cosas en mi cabeza...—Cierro la laptop—. Me cambiaré e iremos.

—Te espero aquí, bombón.

Me levanté del sofá y caminé hasta mi habitación. Sonrío al verla aún dormida y me acerco hasta su cuerpo en ropa interior debajo de las sabanas. Dejó un beso en la piel de su espalda y al verla removiéndose me apartó hasta mi placard.

Sacó la maleta y sin pensarlo mucho tomó algunos trajes tirándolos adentro. No eran muchos días pero sí muchas reuniones. Cuando terminó tomó una prenda más cómoda para viajar y me doy la media vuelta encontrándome con Lacie despierta.

Está sentada en la cama con una pierna flexionada aún debajo de las sábanas. Su cabello está revuelto y solo puede mantener un ojo abierto antes de frotárselo.

—¿Te vas?

—Viajes de negocios. —Me saco la camiseta en el borde de la cama. Había aprovechado la mañana para ducharme así que me apresure en vestirme.

—¡Ohhh! —Apartó el pantalón chándal de mi cuerpo y me coloco el otro de vestir bajo su mirada—. Yo también me iré.

—Hazlo cuando quieras, te dejaré las llaves de todas formas. Abajo hay un guardia, le diré que eres la única que puede ingresar así que despreocúpate. Ahí...—Apuntó un cajón de mi cómoda—. hay una tarjeta de crédito, úsala. Para lo que sea. —Elevo la mirada y al verla con el ceño fruncido sonrío—. Sé que no lo harás, pero si tienes una urgencia no dudes en hacerlo. No me molesta para nada.

—No hace falta todo esto.

Cuando termino me inclino hasta donde está y le dejó un casto beso.

—Que te quede claro que me importa una mierda lo que digas. Si necesitas dinero, ahí lo tienes. Si me extrañas, aquí está mi departamento. Eres orgullosa, hasta mis huevos, pero realmente no me molesta Lacie.

—Lo tendré en cuenta. —Su expresión no cambia—. ¿Te vas muchos días?

—¿Extrañándome ya?

Pone sus ojos en blanco.

—Quiero saber para devolverte las llaves, me daré una ducha antes de irme.

—En el mismo cajón hay una libreta con números, llama a Bera y ella te facilitará la ropa.

—¿Bera? ¿Me dará su ropa o qué?

—Es modista, Lacie. Te dará ropa para que no vayas con ese vestido. —Chasqueo mi lengua y tomó la maleta—. La llamaré yo, eres tan orgullosa que seguro te irás en ropa interior.

Lacie sonríe. Me acerco hasta donde está sentada y me inclino para poder besarla. Une sus labios con los míos en un muy corto beso y después se tira de espaldas en la cama.

—¿Puedo llevar tu cama a mi casa?

—Ven a dormir aquí. —La miro desde la puerta—. Me harías un gran favor al cuidarla.

—Lo pensaré, eso no te saldrá gratis. —Me guiña uno de sus ojos.

—Eso lo veremos, Lacie.


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