46. Sin un bucle de violencia.

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Me sacudo del agarre que consigue obtener Bera desde atrás cuando me siento volar entre los pasos rápidos que doy hasta la puerta principal del hospital. No siento el sonido de las ambulancias cuando me encuentro junto a ellas y aturdido por mi propio odio caminó hasta el coche gris de Bera que está en el estacionamiento general aparcado en las primeras filas.

Giro cuando llegó y observándola correr con sus tacones altos extiendo una de mis manos apenas logra llegar.

—¿Qué crees que estás haciendo? —pregunta desesperada en un intento por recuperar su respiración. Alisa su falda sin apartar la mirada de la mía y me presiona con su ceño fruncido para que responda.

—Estoy pidiéndote las llaves —le hago saber bruscamente. Zarandeo mi mano para que me las entregue pero ella niega nuevamente.

—No te las daré.

Aprieto mis labios cuando mi mal humor encuentra mi boca y ladeo la cabeza hacia un costado buscando paciencia para no descargármela con ella. Bera no tenia la culpa de que me sintiera como un estúpido, culpable de todo lo que había ocurrido y herirla como mi desesperación me lo ordenaba no era justo, no se lo merecía. Así que reprimí todas aquellas palabras que le hubiese dicho a cualquier otra persona y deje que la brisa de la noche se tomara la libertad de abrazarme.

—Necesito ir —confesé. Cerré mis ojos cuando nuevamente los sentí nublándose de lágrimas y giré la mirada hacia ella—. Necesito dejar de sentirme como me siento y hacer algo. Necesito sacarme esta agonía que me está matando.

—Las cosas no se solucionan de la manera en la que tú quieres —responde dando un paso hacia adelante—. Te lo dice una persona que ha intentado solucionar los problemas de esa manera y no le sirvió para nada. Tae, que tú te descargues a golpes no hará sentirse mejor a Lacie, no volverás el tiempo atrás.

—Por lo menos aliviare un poco el dolor que estoy sintiendo. —Bera niega deteniéndose delante de mí.

—No —murmura tomándome ambos brazos—. El dolor se quita llorando, no golpeando. Se más inteligente que Oscar y no te conviertas en lo que él quiere, porque subiéndote a ese coche lograrás cumplir con su cometido. A veces la justicia por mano propia no suena tan bien como uno lo dice y te deja un sentimiento tan extraño de satisfacción que en realidad no termina siendo tan satisfactoria. Tú no eres así, ¿y sabes por qué estoy tan segura de eso? —Sube una mano hasta mi mejilla cuando siento el deslizar de una lágrima—. Porque cuando me encontraba en la misma situación fuiste tú quien me frenó y me hizo recordar cuales eran mis principios. Así que aquí estoy yo. —Me atrae hasta su cuerpo abrazándome—. Llora si quieres hacerlo, la mejor forma de liberarte del dolor es enfrentándote a tus propios miedos.

Apoye mi frente en su hombro cuando me quedé sin fuerzas para seguir manteniéndome firme y sintiendo sus caricias alentadoras en mi espalda me tome el privilegio de llorar en silencio despojándome de todos aquellos miedos que estaban torturándome el alma.

No era mi culpa que ella estuviera ahí, pero cuando oía el susurro de mis propios miedos se sentía tan real que me lo creí. Creí que debía ser yo el castigado por haberla dejado sola cuando sabía que estaba en peligro, creí que fue mi culpa irme en un día inoportuno, creí que los golpes más dolorosos vinieron de mi parte cuando le solté la mano.

Y yo jamás lo había hecho. Me cegué por segundos por culpa del dolor que estaba sintiendo porque creí que no habría otra cosa para liberarse de él que creerme sus propios cuentos.

Sentía tanto odio, tanto rencor y dolor que iba a olvidarme de la persona que era creyendo que tal vez la solución de todo esto sería una justicia divina por mano propia. Que su liberación seguía estando en el bucle de violencia, que me convertiría en alguien parecido a lo que ella estaba huyendo y no podría contenerla sabiendo que no era leal ni siquiera conmigo mismo.

Lacie me necesitaba porque en una caída como esta ella no iba a poder comprender el grado de la situación y yo no me perdería estar junto a ella solo para mancharme las manos con alguien que no valía la pena.

Entonces entre el silencio del estacionamiento y su oscuridad llore en silencio apoyado en el hombro de la mujer que nunca creí que ahí estaría. Lloré porque mi vida antes de ella ya era un problema, lloré por todas esas veces que me hicieron sentir inútil, por mi proceso de cambio para hacerme creer que era una persona más fuerte. Lloré porque ahora más que nunca sentía aquellas palabras que Lacie me había dicho aquella vez en mi departamento y porque aunque quería de su compañía nuestros caminos no estaban juntos.

Lloré porque no era para ella, porque al final tendría que soltarla, porque aunque la amaba la forma más perfecta que había era dejarla volar y yo no estaba preparado para eso.

(...)

Ya habían pasado algunos días desde que le dijeron a los demás qué Lacie estaba fuera de peligro y después de estar bajo observación debido a sus quemaduras y fracturas, finalmente hoy sería el día en que la trasladarían a una habitación personal.

No nos la habían dejado ver solo porque compartía la sala con más personas. Hoy dejarían de sedarla con la cantidad en la que lo hacían para que no sintiera sus lastimaduras y estaría consciente para que podamos verla.

La noticia era algo que nos tenía contentos, pero como su amiga no podía expresarlo en su totalidad porque lo cierto era que cuando Lacie caía siempre se levantaba de maneras diferentes. Siempre manteniendo su fuerza intacta.

Tenía una sensación de malestar porque sabía que yo sería una de las personas que ella no querría ver, tal vez para protegerse, por vergüenza, seguramente para creerse que no necesita a nadie en estos momentos y no saber como entrar en su núcleo para sentarme con ella a compartir el dolor me ponía inquieto.

Apartó la mirada del ventanal con la gran tormenta detrás y observó a Amelie ingresar al despacho con varios documentos en sus manos. Idaly había dicho que las visitas comenzaban a las tres y terminaban a las cinco, que si todo salía mal probablemente la vería hoy, pero si todo salía bien lo seguro es que se quedaría ella junto a sus hermanos.

Su amiga tenía la misma sensación, le temía al reaccionar de Lacie.

—¿Por qué los hombres no pueden quedar embarazados? ¡Es tan injusto! —chillo sentándose en uno de los sofás al frente de mí. Suspiró acomodándose un mechón de cabello haciéndome sonreír—. Claro, ustedes nos engatusan diciéndonos que sin condón es mejor y cuando terminan ¡Lo hacen dentro! ¿Después qué? ¿Así de fácil es su trabajo? ¡Por qué nosotras cargamos con un bebé nueve malditos meses! No tan malditos en realidad, siempre suelo aprovecharme de los antojos a decir verdad.

—¿Por qué te enloqueces cada vez que estás embarazada? —pregunto curioso, ella me aniquila con la mirada.

—¡¿Estás llamándome loca?! —Se abanica con una mano—. Estoy hiperventilando, tráeme helado.

—No exageres Amelie, solo tienes semanas.

—¡Son semanas!

Pongo mis ojos en blanco.

—¿A todas las embarazadas les viene esa bipolaridad temporal?

—No tengo bipolaridad temporal.

—No, claro —bromeó. Elevo una de mis cejas cuando se me queda viéndome en silencio—. Suéltalo, Amelie.

Desde que habíamos vuelto no había dejado de tratarme como si cada vez que mencionara lo ocurrido con Lacie me pusiera a llorar. Tuve mi momento con Bera que sirvió para calmar mi desesperación y todo el problema de emociones que estaba sintiendo, pero no lloraría de nuevo.

Amelie aún sabía la mitad de la historia, ella sabe que Oscar golpeó a Lacie pero no sabe el porqué y aunque me jure no decírselo porque no iba a ir contra la privacidad de la rubia, algo me decía que ella ya lo sabía.

Desde que éramos pequeños estuvo enamorada del idiota, siempre por suerte fue un amor platónico no correspondido porque Oscar comenzó con la mala junta desde muy temprano como para tomarse el tiempo a darle atención a una niña como lo era Amelie.

Desde que lo vio golpeándola no hablamos sobre el amor que a "escondidas" le tenía, ella no quiso decir nada al respecto fingiendo que nada sucedió quedándose con sus propias hipótesis y yo no toque el tema por miedo a oír que aún seguía enamorada.

—¿Irás a verla? —pregunta después de un largo silencio. No dejo de sonreír para que sepa que no me afecta hablar sobre ella y sigo jugando en la silla.

—Idaly me iba a avisar si podía ir. —Me encogí de hombros despreocupado aunque por dentro me estaba muriendo de nervios—. ¿Cómo salieron las cosas en Miami?

Amelie suspira acomodándose en su lugar y me extiende las carpetas que traía.

—Excelente, pudieron comprender nuestra ausencia y aceptar que estuviera virtualmente sin ti —comienza a contar—. No pude ocuparme sobre las cosas de finanzas porque no es mi especialidad, pero vi los primeros planos de los edificios y los imprimí para tomar una decisión en conjunto antes de la semana que viene.

—Ocúpate tú, confío en ti. —Amelie sonríe.

—Lo haré. —Aparta la mirada hasta su móvil y luego vuelve a verme—. ¿Sabes algo acerca de Hank?

La verdad es que no sabía nada de él desde que regresamos de viaje. No pregunté por él y no me interesaba saber sobre él porque tenía la certeza de que todo lo que sucedió lo involucraba de alguna manera.

Al parecer Hank también pensaba de la misma forma porque no había aparecido y yo sabía que si él no tenía nada que ocultar no hubiese desaparecido de la forma en la que lo hizo. Entonces algo ocultaba y decidió no acercarse por el momento porque aunque tenía principios para no buscar a las personas y golpearlas, si las cruzaba no iba a detenerme por nadie en este mundo. Absolutamente nadie.

—No y no me interesa —confieso—. Ya me iré, tú también tendrías que irte.

—Trevor pasará a buscarme, iremos a hacer mi primera ecografía. —Sonríe enseñándome sus dientes cuando lo dice—. Te imprimiré una.

Sonrió sin decir nada y antes de que vuelva a hablar veo como mi móvil arriba del escritorio se enciende con un número desconocido. Trago saliva remojándome los labios y me estiro hasta tomarlo con cuidado. Me quedo observando la pantalla algunos segundos y cuando veo el entrecejo fruncido de Amelie decido atender.

—¿Sí?

—Salió como esperaba —murmura con su voz entrecortada detrás de la línea—. Ven.

(...)

Estaciono el coche en el estacionamiento general del hospital y bajo dándole una mirada al reloj que tengo en la muñeca izquierda. Eran las tres y media de la tarde, solo quedaba un poco más de una hora para verla. Tomó una gran bocanada de aire y expulsándolo con exageración comienzo a acercarme hasta la puerta principal con pasos pesados.

Al ingresar detectó el cuerpo de Idaly cerca de la recepción esperándome mientras hablaba por el móvil. Cuando me ve cuelga la llamada y me espera en su sitio secándose sus lágrimas.

—¿Qué sucedió? —pregunto metiéndome al ascensor cuando la alcanzó. Se apoya contra la pared y se lleva una mano a la frente.

—No lo sé, no ha querido hablar conmigo. Ni siquiera con Estrella, solo me pidió algunas cosas y tuve que sacar a la niña de ahí porque comenzó a comportarse como siempre.

—¿Cómo siempre? —Frunzo mi entrecejo confundido. El ascensor se abre y ella se separa de la pared.

—Vela por ti mismo.

Sin saber qué quiso decir la sigo por detrás mientras me guía el camino a su habitación. Afuera logro ver el cuerpo de una mujer de avanzada de edad con Estrella y las saludo con una sonrisa antes de que Idaly me abra la puerta.

Doy un paso hacia adelante con temblor buscando la presencia de la rubia por toda la pequeña habitación pero no consigo encontrarla en ningún rincón. En silencio comienzo a dar cortos pasos hasta la puerta en donde provienen algunos ruidos y me detengo en el umbral observando todo con lentitud.

Trago saliva y comprendo todo cuando la veo. Lacie estaba comportándose como siempre, como hace cada vez que quiere olvidarse de algo y piensa que hacer como que nada pasó va a servir. Está ahí, como un robot mientras se sube el cierre de sus botas altas con dificultad mientras suelta pequeños jadeos de dolor.

Está herida y eso ni siquiera le importa. Subo la mirada por sus piernas blancas cubiertas por moretones hasta la falda corta que tiene puesta. Aunque tiene una camiseta angosta se notan las vendas que la rodean y sus brazos al igual que sus piernas están marcados.

Como Bera me había dicho tiene el cabello corto, mucho más que a la altura de sus hombros y en su cabeza también lleva puesto una venda blanca casi cubriéndole la mitad. Empuño mis manos cuando gira sobre sus talones y aunque sus ojos estén intactos su decorado no me agrada.

Tiene demasiadas heridas como para contarlas, su rostro está hinchado y su mirada está tan perdida que me quedo en silencio sin saber que decir o hacer.

Verla así me hizo revivir los viejos recuerdos de cuando la conocí, de cuando solo éramos unos desconocidos y me veía de esa manera. Sin dudas esta no era la Lacie de la que me enamore.

—¿Qué se supone que estás haciendo? —me atrevo a decir en un murmuro. Pone sus ojos en blanco indiferente y toma su neceser con maquillaje antes de salir del baño.

Me quedo de pie aún en el marco y la veo caminar hasta la cama con un pequeño espejo en la otra mano. Se sienta y rebusca entre sus pinturas sin prestarme atención.

—Estoy hablándote, Lacie —insisto. Abre su lápiz labial y sube el espejo hasta su rostro.

—Me maquillo —responde.

—Vas a hacerte mal, tus lastimaduras aún están abiertas. —No me hizo caso, entreabrió sus labios y comenzó a pintarlos—. Lacie... ¿por qué haces esto?

—¿Hacer qué? —Cierra el lápiz labial y busca otra cosa en el neceser solo para no coincidir con mi mirada.

—Esto...—La apunte aunque no me viera—. Tratándote de esta manera.

—¿De qué manera?

—Como alguien que no eres. —Finalmente consigo llamar su atención. Su mirada cargada de odio coincide con la mía y deja de buscar.

—¿Cómo alguien que no soy? —repitió—. Esto soy yo, Tae. Esta persona que estás viendo soy yo. —Volvió con su búsqueda de maquillaje—. Y como no me llueve el dinero aunque esté en un deplorable estado debo ir a buscarlo para mantener a mis hermanos. Esa es mi prioridad.

—Tu prioridad ahora mismo es que estés bien.

—¿Y mientras tanto qué? —Eleva una de sus cejas viéndome—. Me quedo aquí acostada, recibiendo atención, comiendo, viendo la tv, mientras mis hermanos no saben a donde ir, con qué comer y como vestirse. ¿Estás escuchándote? Claro, para ti es muy fácil hablar porque chasqueas los dedos y tienes el mundo a tus pies. Bueno, mi vida no es así. La mía consiste en esto, en tener que sonreír para sobrevivir y no puedo permitirme quedarme aquí mientras se que no tengo nada para dar.

Reuniendo fuerzas doy un paso hacia delante y ella niega.

—Que irónico que estés hablándome de dinero cuando fuiste tú quien me dijo a mí que lo que importaba era la compañía. —Me detengo al final de la cama apoyando ambas manos—. ¿Y con qué se quedan tus hermanos si a ti te pasa algo, Lacie? ¿De qué va a servir todo lo que haces si vas a terminar dejándolos solos? Estás siendo egoísta, porque no solo tú estás sufriendo.

Lacie ni siquiera parpadea, solo esboza una sonrisa a medias.

—Al parecer cambie de parecer, ahora sí importa el dinero.

—Entonces yo te lo doy.

—Las cosas no funcionan así.

—No te daré el dinero gratis —respondí al instante—. Te lo daré a cambio de algo.

—¿A cambio de qué? —La vi tragar saliva.

—A cambio de que la dejes libre. —No deje que su mirada se escapara de la mía, sosteniéndola sin poner fuerza en una lejanía considerable—. Y no estoy hablando contigo Lacie. Estoy hablándole a esa parte de ti que se empeña en creer que tu destino sigue estando ahí afuera en la calle, estoy hablándole a la Escort que una vez conocí. A ti te voy a pagar y lo voy a hacer con la única condición de que dejes libre a la Lacie de la cual me enamore.

Aprovechó su guardia baja para deslizarme en el colchón y sentarme al frente de ella. Lacie aprieta sus labios provocando ese puchero adorable como hace cada vez que quiere llorar y yo le sonrío animándola a que lo haga como Bera hizo conmigo.

—Ya es momento de dividir caminos y que sueltes esa parte de ti que te hace ser quien eres. Esa parte que ama descontroladamente a sus hermanos y que está de acuerdo conmigo cuando le digo que está siendo egoísta. A esa parte que no dejaría a su mejor amiga llorando afuera y no desperdiciaría ni un solo momento sin abrazar a Estrella. —Se aparta una lágrima tan rápido como baja—. A la persona que he visto sonreír, a la luchadora y vencedora, a la que cuando estaba cegado me abrió los ojos. Quiero y necesito que liberes esa parte de ti por la cual estoy completamente enamorado.

—Yo...yo...

—No tienes que decirme nada Lacie, solo tienes que cumplir con tus palabras. Con esas palabras con las que te prometiste ser alguien mejor.

—¿Y qué hago ahora? —susurra entrecortado bajando la mirada—. Perdí todo.

Apoyó un dedo en su mentón y elevo con cuidado su cabeza.

—No has perdido todo, aún me tienes a mí. —Deslizó mis dedos por su mejilla y la acarició con delicadeza—. Y te juro por mi vida que te sacaré de donde estés, así eso sea lo último que haga.

—No sé qué sentir —confiesa—. Me siento vacía.

—Ojalá pudiera reconstruirte, ahora solo puedo quedarme aquí.

—¿Vas a quedarte aquí?

Asiento con mi cabeza.

—Aquí estaré —le susurro observándola a los ojos. Deja que las lágrimas bajen por sus mejillas y cuando chocan en mi dedo pulgar las borro deslizándolas con caricias—. Te amo, Lacie.

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