49. Un beso bajo la lluvia.

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L A C I E

Idaly me reprende con la mirada cuando ignoró por completo las preguntas de la enfermera y sintiéndome toda una niña arrugó mi entrecejo fastidiada. Claro, como no era a ella a quien le toqueteaban las heridas y la hacían dormir boca abajo en una camilla incómoda, era fácil opinar al respecto.

Yo ya estaba harta, cansada de que me toquen las heridas, de que me las cubran, de dormir boca abajo, de las cremas, de las inyecciones, de ella en principio y de la descarada manera que había tenido para coquetear con Tae en la puerta de la habitación.

Aun sabiendo que estaba escuchándolos fue capaz de darle su número, papel que fue a parar a mi mano cuando se lo pedí a Carter apenas estuvimos solos. ¿Qué se pensaba? ¿Qué se lo dejaría así de fácil cuando el bombón a mi me costó caro? Estaba loca, completamente loca.

Como no, ahí estuvo el señor Carter para reírse de mí lo que transcurrió de visita porque si antes era estúpida, ahora no tenía filtro y estrené mi primera escena de celos con la chica de pechos perfectos que tenía como enfermera.

¡Es qué...ugh! Si ustedes la vieran me entenderían. No soy estúpida y se me da muy bien admitir las cosas buenas, la chica es muy hermosa. Pero de hermosa por donde la vieras, por donde te gustaría criticarla, por todos sus ángulos. ¿Y yo? Bueno, no estoy pasando por mis mejores momentos pero tuve los míos.

—No se ven tan mal —habla llamando la atención de mi mejor amiga que aún seguía tratando de interrogarme con su mirada—. El doctor vendrá más tarde, pero deduzco que para mañana ya te puedes ir.

—Muchas gracias —responde Idaly sonriéndole. Suelto un suspiro acomodándome las mangas de la bata y elevo la mirada.

—Dejaré que te ocupes de ponerle la crema, pero por favor higienízate las manos antes de tocarla. —Le entrega la pomada que en muchas ocasiones ella me puso, por lo menos esperaba que Idaly fuera más considerada conmigo—. El horario de visitas ya terminó, así que cuando acabes acércate hasta la secretaría para firmar unos papeles.

—Con gusto, muchas gracias —insiste. La chica morena nos sonríe despidiéndose y cuando la puerta se cierra Idaly vuelve a reprocharme con su mirada—. No tienes porque ser así, es una buena chica.

—No soy tu hija —respondo molesta. Ella no sabía porque no me agradaba su presencia y tal vez tuviera razón pero estaba celosa, ¿okey?

—No, claro que no. —Ríe acercándose hasta el baño de la habitación—. Solo quiere ayudarte y sé que le tienes fobia a esa palabra, pero no tienes por qué atacar a las personas.

—No ataco a las personas —me defiendo indignada—. Las atacó cuando se toman el privilegio de coquetear con mi chico en la puerta de mi habitación.

Me quedo en silencio cuando escucho mis propias palabras e Idaly estalla en carcajadas dentro de la habitación llena de eco. Ruedo mis ojos restándole importancia porque no veía nada de malo tener celos, no como expresarlo con el odio que estaba sintiendo.

¡Vamos! Que a cualquier persona le molestaría que sabiendo de nuestra presencia otra más intente coquetear con la persona que te guste ¡En tus narices! Que no fue a unos pasos lejos de la puerta, ni en el ascensor, ni en el pasillo, ¡Fue ahí! ¡Ahí en la puerta!

¿Qué fue lo que hizo Carter? Bueno, pobre. Él tiene el coeficiente suficiente para comprar ropa en Chanel o realmente estaba en otro mundo porque la indirecta fue tan directa que pensé que el coqueteo fue para mí.

Cuando le pedí el papel con su número él frunció su entrecejo y me preguntó para qué lo quería si la enfermera tenía que hablar con él acerca de si yo necesitaba algo. ¿Sospechoso? Un poco, también admito que no reaccioné bien y desde esa noche no he vuelto a verlo.

¿Me arrepiento? Cada vez que veo a la enfermera y recuerdo porque estaba enojada.

—¿Estás celosa? —pregunta estúpidamente saliendo del baño. Se seca las manos aún riéndose de mí y toma la pomada.

—Como si fuera tan gracioso, me gustaría verte a ti en ese momento.

—Antes que nada si yo tuviera a un Tae Carter en mi vida, primero me hubiese casado con ese ser vivo. Llámame loca, pero si llegase a perder el tren de ese bombón sería como tú, una estúpida.

—No pues, re linda es tu amistad —ironizó.

—¡Vamos, Lacie! Sé que piensas lo mismo que yo, aunque sea en el fondo, eres consciente que en tu vida vas a conseguir por segunda vez semejante hombre. —Arruga su nariz enseñándome sus dedos—. Primero se derrite de lo sexy que es, ¿tienes ojos o eres estúpida? Segundo, tiene una manera de ser que ¡ufff! Amiga, mis bragas. Y tercero, como si no fuera poco tiene un corazón tan hermoso e irónicamente para el colmo de todo esto, es solo tuyo.

—Exageras.

—No sabes lo que me arrepiento de no habérmelo quedado yo —bromea, acercándose—. Aunque no hubiese sido la misma química, hubiésemos tenido sexo de puta madre.

—Cállate la boca, tonta.

—No seas agresiva con la madrina de tu relación —canturrea pasándome la crema por la herida de la espalda—. Mi trabajo con ustedes triunfó, ahora me toca el otro Carter.

—¿Hank?

—¡Uhg, no! Hablo de Thomas, ese pequeño va a ser un rompe corazones. —Suspira.

—Espero que el de mi hermana no.

—Yo me encargaré de eso, no te preocupes.

—Ni siquiera lo pienses Idaly, son unos niños —insisto.

—¡Lo sé! Pero cuando sean grandes tal vez...

—No.

—Que agua fiesta eres. —Bufa.

Después de ponerme la crema Idaly cumple con las palabras de la enfermera y se despide porque también su horario de descanso en el trabajo terminó. Hace unos días cuando llegó a la visita me había comentado que Audrey le ofreció mi ex puesto en la cafetería luego de enterarse sobre lo que sucedió.

Me pidió, al igual que Jarvis, que del dinero no me preocupara porque si seguían así podríamos conseguir un departamento pronto. Chico, pero uno en fin. Estaban ocupándose del colegio de Estrella, de sus cosas, Jarvis aportaba con la comida y también seguía yendo a la universidad. Idaly solo se ocupaba de la niña y Evolet de la casa, eran un equipo increíble.

Yo seguía insistiendo en que podía ayudar, en lo que sea, pero quedarme sin hacer nada cuando siempre me moví por dinero no era mi vida, así no era yo. Pero como siempre, ambos me lo impidieron. Carter no quiso opinar porque no era su vida y se lo agradecí, solo me pidió que no pensara en retroceder los pasos que había conseguido avanzar estos días.

Con eso quiso decir, que esperaba no verme en las calles o trabajando para Oscar nuevamente y aunque lo pensé, mi trabajo ahí terminó. Estuve mi tiempo acordado, devolví el dinero porque tenía testigos de que lo había hecho y mi estadía junto a él... se acabó, como tuvo que ser desde un principio.

No supe nada de él, Idaly tampoco quiso decirme nada al respecto y muy en el fondo se lo agradecí porque me seguía doliendo todo lo que me había hecho, porque me seguía doliendo haber sido tan sumisa cuando claramente no lo era.

Amelie fue otra de las personas que no veía hace unos días, Carter me había dicho que era la única que estaba ocupándose del trabajo y por eso estaba desaparecida, así que no insistí porque seguramente estaba colapsada de cosas. Sí había oído por mi mejor amiga que Estrella estaba compartiendo tiempo con Thomas en la mansión de ellos cuando Idaly trabajaba las primeras horas y Jarvis aún seguía en la universidad.

A la fuerza todos tuvieron que cambiar sus rutinas y adaptarse a una nueva por mi culpa, eso también me tenía inquieta. Todos ahí afuera estaban dándolo todo y yo seguía aquí, sintiéndome inservible.

Lo único que me tenía un poco más aliviada era que ayer cuando Audrey vino a verme me prometió que del trabajo no tenía que preocuparme porque Edward soluciono mi problema con su prima y ahora tenía un puesto en la barra temporalmente. Peor era nada y se lo agradecí eternamente.

Apoyó ambas manos en el borde de la cama y cuando mis dedos tocan el frío piso gesticuló una mueca de disgusto. Los colocó dentro de las pantuflas que Idaly me había traído y me bajo tomando el tubo del suero para ir hasta la ventana.

Según el reloj colgado en la pared aún no era de noche pero como llovía y estaba nublado, afuera ya todo estaba oscuro. Desde mi altura tengo vista del estacionamiento abajo y al frente la de los edificios. Apartó la cortina para tener mejor vista desde la cama y cuando giró para volver veo el pomo de la puerta girando.

Aferró mi mano sudada en el tubo del suero y con el corazón agitado observó asustada la silueta que entra a la habitación hasta que puedo verla con claridad. Suspiro.

«Estúpido y sexy Tae Carter.»

—El horario de visita terminó —aviso, desajustando mi agarre en el tubo.

¿Estaba peleándolo cuando habían pasado dos o tres días sin verlo? Sí. ¿Estaba siendo injusta con él? Probablemente. ¿Lo había extrañado? Vamos, ¿qué pregunta de mierda era esa?

Carter, como no, aprovechándose de su anatomía goza en vestir un conjunto de pantalón negro con un suerte del mismo color. Lleva unas botas de combates grises y una chaqueta del mismo color que se saca de a poco mientras me analiza con su mirada. Sí, esa grisácea dispuesta a quitarte las bragas con un mínimo escaneo de ese calibre.

Ahora entendía a la enfermera, yo hubiese hecho lo mismo.

Tae es una persona que físicamente atrae demasiado, eso lo supe la primera vez que lo vi. Alto, de ojazos grises, cabello negro opaco y con unos rasgos digno de un modelo sacado de una revista. Aunque él físicamente sea divinamente precioso, la realidad es que para las personas que no lo conocen él suele ser un poco... irritante.

Cuando lo conocí me atrajo por cómo era físicamente, pero a la hora de hablar resto diez mil quinientos puntos, tal vez por eso tardé en caer a sus pies. Y eso me preocupaba. Que una persona tuviera el mismo privilegio que yo y conociera su corazón, conociera esa parte que lo hacía ser Tae Carter y estaba lejos de ser su físico.

Él es muchísimo más hermoso por dentro que por fuera y me daba pavor que otra persona pudiera darse cuenta. ¿Mi ventaja? Carter no era una persona sociable.

—¿Todavía sigues enojada? —cuestionó frunciendo su entrecejo. Terminó de sacarse la chaqueta y la colgó en su antebrazo antes de cruzarse de brazos.

—No lo sé, dímelo tú.

—¿Qué se supone que debería decirte?

—Como me ves.

Él se encoge de hombros, escaneándome con su mirada completamente. Pongo mis ojos en blanco y bufo.

—Como siempre, Lacie —responde tranquilamente—. Sigues siendo un fuego.

Como respuesta nerviosa, le saco mi dedo del medio.

—¿Qué haces aquí tan tarde? —Huyó de su mirada y me acerco a la camilla arrastrando el tubo de suero conmigo.

—No me juzgues, pero a mis quince años descubrí mi interés por ver cómo esta conformado una habitación de hospital por dentro y un día a la semana vengo a corroborar cada una de ellas, es como un hobby —comenta con sarcasmo, yo sin una pizca de gracia me lo quedo viendo—. ¿Cómo que, qué hago aquí?

Presiono mis labios sin saber que decir y él aprovecha para acercarse hasta la camilla y sentarse delante de mí. De cerca se ve más caliente que de lejos, puta vida.

—Tal vez vienes a recuperar algo que se te perdió —insinúo solo para provocarlo. Tae arruga su nariz unos segundos y se aparta un mechón de cabello que cae en su rostro.

—Vengo por ti y no te perdí, ni quiero recuperarte, vengo a verte —aclara—. Así que si vas a seguir con tus juegos de niña por unos celos de hace...realmente no sé desde hace cuánto, entonces me iré. No he venido con el plan de que peleemos.

—Sino hubieran peleas entonces no seríamos Tae y Lacie.

—Entonces no estaría deseando tus curvas. —Me guiña uno de sus ojos—. Dime, cariño, ¿vas a seguir arruinando nuestro momento con tus celos adorablemente insoportables o vas a aprovechar la noche conmigo?

Golpeo su brazo.

—No son insoportables.

—Claro que lo son. —Eleva ambas cejas—. Llámame idiota, pero realmente entendí que el número era para que pudiera preguntarle algo sobre ti. No entiendo las indirectas, culpa a mi edad si quieres o porque jamás he tenido la necesidad de jugar así.

—¿Y a qué sabes jugar?

—A nada, Lacie. Solo quiero aprovechar el tiempo contigo, ¿puede ser?

Me muerdo el labio inferior indignada con mi comportamiento y asiento con la cabeza ganándome una sonrisa por su parte. Se levanta de la cama y da pasos hasta la puerta de la habitación para tomar una bolsa blanca que no había visto. Cuando está de pie al lado de la camilla me la extiende.

La abro curiosa y de ella saco ropa.

—¿Dónde iremos? —pregunto. Tae toma un piloto negro y menea su cabeza hasta la bolsa.

—Cámbiate.

Solo para compensar mi mal comportamiento decido obedecer sin emitir nada a cambio y me acerco hasta el baño con el tubo de suero. Me pongo un pantalón de mujer ancho aprovechando que mis heridas de abajo están curadas y con cuidado una camiseta con la espalda descubierta. Me recargo en la pared apoyando solo mi trasero para ponerme las botas de lluvia y al acabar despeino mi cabello, se ve mejor así por lo menos.

Nuevamente en la habitación Tae se acerca hasta donde estoy y verifica el suero que está casi vacío. Le extiendo mi mano cuando me lo pide y con cuidado me saca la aguja provocándome un leve dolor.

—No te preocupes, pregunte antes si podía sacártelo —aclara—. Eleva tus brazos.

Accedo nuevamente y los elevo, dejando que me ponga su chaqueta con cuidado. Cuando termina se coloca el piloto arriba del suéter y toma el otro para ponérmelo también.

Finalmente toma mi mano entrelazando nuestros dedos y salimos de la habitación apagando las luces. Caminamos hasta el ascensor y Tae presiona el último piso. Aún confundida arrugo mi frente e intento no moverme para que la chaqueta no se me deslice de lo grande que es debido a que si abusó un poco más seguro mi herida de la espalda comenzara a doler y no me quería arriesgar.

Con una sonrisa en su rostro toma la capucha del piloto poniéndomela y también lo hace con la de la chaqueta. Desliza las yemas de sus dedos fríos por mis mejillas calientes y se acerca unos segundos para dejar un beso en mi frente antes de que la puerta se abra.

Nos detenemos al frente de la puerta de la azotea y ansiosa lo observó abrirla dejando que el aire de afuera golpee mi rostro con una ráfaga. Lleva consigo mi cuerpo aún con las manos entrelazadas debajo de la llovizna y nos acercamos hasta el centro de la azotea.

—¿Qué hacemos aquí? —pregunto entrecerrando mis ojos para ver mejor.

—Ven.

Se detiene a unos cuantos pasos considerables del borde y me pone delante de él para rodear mi cuerpo debido a las ráfagas de viento. Al principio no comprendo qué quiere enseñarme, el cielo está oscuro y aún sigue lloviznando, pero como si hubiese estado preparado las luces de los edificios alrededor comienzan a iluminarse dejando una increíble vista desde estas alturas.

Mientras más lejos estén, el paisaje es mejor, es más llamativo, es espectacular con la llovizna mezclándose con nosotros en medio de una zona poblada de edificios sensacionales con luces que solo provocan fascinación.

Con cuidado me presiona contra su pecho y apoya su mentón en mi cabeza.

—Es hermoso, Tae —admito.

—No solo es eso —responde en el mismo tono, quedándose en silencio.

Dejo que pase unos segundos para que siga hablando, pero cuando no lo hace me obligó a girar sobre mi lugar para verlo. Tiene el rostro igual de mojado que yo, pero aún así mantiene su misma sonrisa reconfortante. Frunzo mi entrecejo y rodeo su torso en un intento de protección.

—¿De qué hablas?

Se queda observándome sin decir nada, solo detallándome con tiempo, mientras roza sus dedos por mi piel fría. El corazón se me acelera cuando sus dedos llegan hasta mi labio inferior y lo acaricia con la misma tranquilidad, guardándose cada parte de mí.

—Quiero que me des mi primer beso bajo la lluvia —confiesa al final.

No pudiéndolo evitar, sonrío como idiota.

—Los besos no se piden, Carter. —Subo una mano de su cintura hasta su mejilla—. Los besos se dan.

Lo siento ensanchar más su sonrisa cuando presiona sus labios contra los míos y contagiada lo imitó. Ni siquiera nos estamos besando, solo sonreímos con los ojos cerrados, consumiéndolos con el tiempo procedente a nuestro alrededor.

Tomó la iniciativa y cuando dejó de sonreír envuelvo nuestros labios, besándolo como muchas veces él lo hizo conmigo. Apoya sus manos en mi cintura y adueñándome de su piel acaricio su mejilla junto a gran parte de su cuello. Dejó que su lengua se reúna con la mía y con fogosidad me responde como siempre suele hacer, dejándome a millas de lejanía que él.

Carter tiene una forma de besar que increíblemente te hace saber que nadie, literalmente nadie, en esta vida te besará como él. Es una forma de adueñarse de todo, de dejarte sin espacio, sin escapatoria. Está lleno de fogosidad, de sentimientos, de adrenalina, de precisión, es un beso que ni en mil años encontraría en otra persona.

Tae Carter es la única persona capaz de hacerme vivir entre el cielo y el infierno. Y eso me encantaba.


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