5. Tae Carter.

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L A C I E

—Creo que deberías hablar con él —opina Evolet, nuestra nana.

Ya había pasado un mes desde que había decidido echar a Jarvis de casa, ya sabiendo que Evolet lo recogería en la suya. No soy idiota, él después de todo es mi hermano y se merece una segunda oportunidad, desgraciadamente esta no será en casa. Jarvis había aceptado su segunda oportunidad en la universidad demasiado bien y yo se la seguía pagando aunque había dicho que no. Obviamente que él no lo sabía y la parte de mi dinero que gastaba en él, se la daba a Evolet que lo tenía en su casa.

Hasta hace unas semanas eso no había sido un problema, sino que, hace algunos días Jarvis comenzó a llegar a la casa de nuestra nana golpeado y bebido entre otras cosas que no resultan ser tan graves como las anteriores. Evolet dice que tiene nuevos amigos y que justamente esos "amigos" no son como la palabra lo describe. Aunque no es mi asunto y debería de no interesarme, ya que Jarvis es lo suficiente grande para manejar su vida, había hablado con uno de sus mejores amigos sin que nadie lo sepa.

Jarvis no asistía a las prácticas de fútbol en donde recurría frecuentemente con él y mucho menos se le acercaba en la universidad, así que él ha dado por finalizada esa amistad después de haber encontrado, hace unos días, a Jarvis besándose con su novia.

—No es mi asunto, Evolet —respondo, dándole una mirada a Estrella que está desayunando en la sala observando con atención la televisión.

No sé porque Evolet insistía en que tenía que hablar con él para mejorar su actitud, dado a que nuestra relación de hermanos desde hace mucho no es agradable y amigable. Jarvis es muy reservado en lo que a su vida se trata y yo realmente pasó de estar en una situación en la que ambos no queremos, aparte de que tengo otra responsabilidad importante cómo cuidar de una pequeña que si depende de mí al cien por cien.

Si Jarvis decidió arruinarse la vida así, yo no podía hacer nada al respecto. Jarvis sabe donde vivo, si quiere ayuda vendrá por mí.

Idaly tampoco estaba de acuerdo conmigo, dice que Jarvis aún tiene la mentalidad de un adolescente aunque su edad diga lo contrario. Que está en la misma situación en la que estuve hace años y que aunque yo no tuve la oportunidad de que alguien me ayude en aquel entonces, aproveche y lo ayude a él. En algunas cosas tenía razón. Tuve que comenzar a hacerme cargo de Jarvis desde que tenía quince años porque mis padres trabajaban y casi nunca llegaban a casa.

No ingresé a la secundaria y me convertí en madre por segunda vez cuando mi madre quedó embarazada de Estrella. Luego, como egoísta, decidió suicidarse porque no podía darnos lo necesario, dejándonos solos con un hombre que no supero el suicidio de su mujer y en mi cumpleaños número diecinueve decidió abandonarnos.

No tenía estudios, tenía a dos personas bajo mi cargo y aunque no importara, un corazón roto después de una decepción amorosa. Gracias a aquello ultimo pude encontrar un empleo donde los estudios no parecían ser lo más importante y le entregue mi vida a personas que comenzaron a pagar por mí para tener sexo.

Contaría las infinidades de veces que me odie al verme delante de un espejo, pero valió la pena con saber que Jarvis y Estrella tenían con qué alimentarse, vestirse y poder estudiar. Justamente todo lo que a mí no me habían podido dar.

Jarvis ahora no está solo como lo estuve yo. No tiene que salir a buscar un empleo para poder mantener a dos personas que dependen de él. Tiene una carrera pagada, le doy sus gustos, hasta hace un mes le estaba dando una casa y cosas que había comprado rompiéndome el alma. Jarvis no era como yo, si él necesitaba apoyo aquí estaba yo, pero no iré a buscarlo cuando él sabe que si tiene a alguien que está dispuesta a abrazarlo después de todo.

Le doy una mirada de reojo al reloj y cuando veo que solamente quedan minutos para llevar a Estrella, me levanto del taburete y me acerco hasta mi habitación. Me cambio con la ropa que había dejado en la cama y entrando al baño me lavo el rostro y los dientes.

—Oscar quiere llevarnos a una fiesta esta noche —me avisa Idaly, apoyándose en el marco de la puerta—. ¿Quieres ir de compras? Dice que tenemos que ir de elegancia.

—Tengo el vestido que use en mi fiesta de quince, no es exagerado y es elegante. —Me encojo de hombros saliendo del baño—. En unos días es el cumpleaños de Estrella y quiero hacerle una fiesta para que invite a sus compañeros.

—Muy bien, ¿y tú? —Se cruza de brazos, elevando ambas cejas.

— ¿Yo qué?

— ¿Cuándo será el día en que te des tus gustos?

Bufo y pongo mis ojos en blanco.

—Tengo que pagar el departamento, a Evolet, darle dinero para Jarvis, los útiles y las necesidades de Estrella. —Pellizco mi brazo izquierdo nerviosa al verla fruncir su entrecejo—. Su cumpleaños, impuestos, seguir pagando la mitad de todos los muebles que hay en esta casa...

—Son excusas, Lacie. —Se interpone en mi discurso con un tono rudo—. Yo te ayudo con el departamento, con los muebles y si quieres podría ayudarte con lo que quieras, solamente que piensas que todavía te tienes que hacer cargo de todo esto tú sola. Ya deja de castigarte y déjate ayudar, yo estoy aquí y no pienso irme por más carácter que sea el tuyo.

—Gracias. —Suspiro, mordiendo mi labio inferior—. Pero realmente no lo necesito.

—Perfecto, si no quieres que te ayude está bien. —Se encoge de hombros antes de dar media vuelta y salir de la habitación.

Tomo mi móvil que estaba cargando en la mesita de noche y mientras recojo mi cabello, me acerco hasta la sala para tomar las llaves de Idaly. El camino al jardín no es tan largo, así que cuando logró llegar a tiempo bajamos tomadas de la mano y mientras Estrella tararea una canción nos acercamos hasta las chicas que están esperando a los pequeños. Me pongo en cuclillas para darle un beso y luego de eso, Estrella sale corriendo hasta un chico de cabello oscuro que está apartado de los demás.

— ¿Tu eres la madre de Estrella? —Me sobresaltó al estar entretenida mirando a los dos pequeños alejados de los demás. Me giro hacia la mujer y me sorprendo al ver lo elegante que va a las ocho de la mañana.

—La hermana —corrijo, devolviéndole la sonrisa.

—Oh, mi hijo últimamente estuvo hablando mucho de ella y me gustaría poder invitarla a su cumpleaños. —Rebusca algo en su bolso y luego me entrega una invitación—. Perdón por mi descortesía, mi nombre es Amelie Carter, ¿Tu nombre es...?

—Lacie —respondo, leyendo la invitación—. ¿Es la próxima semana?

—Sí, ¿hay algún inconveniente?

—No, ninguno, solamente que también es su cumpleaños. —Gesticulo una mueca de disgusto, a Estrella le hubiese gustado ir al primer cumpleaños que le invitaron.

— ¡Oh! —exclama sorprendida—. Es una lástima, Thomas siempre habla de ella y pensé que sería lindo que su única amiga vaya, pero bueno en otra ocasión será.

—De todas formas gracias. —Le regalo una sonrisa sin despegar mis labios—. Adiós.

(...)

Suspiro recogiendo mi cabello y abro mi placard para ver que tengo de elegancia para esta noche. Saco los pocos vestidos provocadores que uso para trabajar, las faldas, tops y pijamas, encontrándome con nada. Genial. Tomó los vestidos que tengo nuevamente para ver cuál de los tres es el más decente y al final escojo el rojo que tiene una abertura en la espalda.

— ¡Llegó por quien llorabas, bebé! —grita Idaly entrando a mi habitación con bolsas en sus brazos.

— ¿Dónde estabas? En dos horas ya tenemos que estar en el club.

—Estaba de compras. —Se encoge de hombros, acercándose. Me extiende una bolsa que tiene en mano y me anima a tomarla zarandeándola—. Eso es tuyo.

—Te he dicho que no quería nada, no lo necesito. —Bufo sin ni siquiera verlo.

—Has dicho que no querías gastar o que no tenías, no lo recuerdo. —Rasca su ceja pensativa antes de volver a encogerse de hombros—. De todas formas es su regalo de mon para vous.

—Deja de fingir que hablas francés cuando solamente sabes esas palabras —me burlo, provocando una expresión rara en su rostro.

—Rompiste mi coeur. —Sonríe con arrogancia—. No es la única palabra que sé, también puedo decir ¡Oh, dame duro! Oh, eso no es en francés.

Me carcajeo al oírla.

—Eres tan idiota.

—Pero te hago reír. —Sonríe con autosuficiencia—. Mi trabajo aquí terminó y oh, te recomiendo que te pongas ese vestido si no quieres que venga a ponértelo yo. —Me guiña uno de sus ojos antes de irse.

Niego con la cabeza cuando sale de mi habitación y suspiró antes de ver la bolsa que tengo en manos. Tratar con Idaly es imposible. Tomó una bocanada de aire nerviosa y abro la bolsa para poder sacar el vestido que hay dentro, soltando un jadeo lleno de sorpresa al ver tal belleza. Es largo, rojo y apretado. Sencillo y con una abertura en la parte de mi pierna izquierda. Es simple, pero bellísimo. Idaly dice que el rojo hace resaltar a la perfección la palidez de mi piel y mi cabello rubio, ella dice que el rojo es mi alma gemela.

Al ver que no tengo tiempo decidido aceptar el vestido y después de la fiesta pagárselo. No acepto regalos caros porque creo que no es necesario, aparte de que jamás me dieron uno, ni caro, ni nada. Es más, este es el primero y realmente aunque no lo demuestre, me emociona.

Entro al baño con apuro al ver la hora y antes de ducharme decido poner un poco de música. Dejo que mis músculos se relajen con el agua caliente y después de unos segundos comienzo a ducharme para poder apresurarme. Al terminar rodeo mi cuerpo con una toalla y tomo lo necesario para dejarle el baño libre a Idaly, quien entra de inmediato tirándome un beso.

Me meto a mi habitación dejando las cremas en la cama y dubitativa decido no ponerme ropa interior al ver lo apretado que es el vestido. Antes de ponérmelo me seco y pasó crema en mis piernas, abdomen, brazos, cuello y manos. Busco unos tacones no tan pesados y al encontrarlos los dejo en la cama antes de ponerme el vestido con delicadeza. Me sorprendo cuando se desliza en mi cuerpo y cómo se adueña de mis curvas a la perfección. Es muy lindo.

—Ayúdame. —Idaly entra corriendo descalza. Se da media vuelta y la ayudó con el cierre de su vestido.

—Apúrate —le pido cuando sale corriendo.

Me pongo los tacones y saliendo de la habitación me acerco hasta el baño para poder maquillarme. No exagero y solamente me pongo lo necesario para no estar tan demacrada. Al terminar suelto mi cabello recogido y lo cepillo antes de poder secarlo. Idaly entra al baño con apuro y apartándome del espejo comienza a maquillarse.

Entró nuevamente a la habitación y esta vez me pongo un poco de perfume, tomo mi móvil que estaba cargando, mi bolso de mano con lo necesario y salgo justo cuando Idaly entra corriendo a la suya.

—Por favor, que se acueste temprano —le pido a Evolet caminando hasta la cocina con ella detrás—. Compre helado y alquile unas películas. Mi número está en la nevera como siempre y antes de que se acueste que no se olvide de cepillarse los dientes.

—Tranquila, todo estará bien. —Nos sonríe cuando Idaly entra a la cocina—. Por favor, cuídense.

Ambas asentimos y recibimos su beso en la frente como siempre antes de salir con apuro hasta el coche de Idaly. Íbamos bien con el tiempo, pero Oscar siempre exageraba cuando éramos impuntuales, cosa que sucedía casi siempre. En el coche, pongo un poco de música y bajó la ventanilla para que nos llene de aire puro antes de poder llegar.

Ambas comenzamos a tararear la canción que están pasando por la radio y yo debes en cuando voy retocándome los labios que están pintados con rojo muy fuerte. Cinco minutos después bajó la música cuando vemos el cuerpo de Oscar hablando por el móvil cerca de la orilla y estacionamos en el estacionamiento que solamente está para nosotras.

Al bajar Oscar se despide de la llamada y suspirando se va acercando.

—Hasta que llegan, ya vámonos que llegamos tarde. —Menea su cabeza en dirección a su coche—. En la fiesta estarán dos amigos y necesitan de sus presencias para que finjan ser sus acompañantes.

— ¿Solamente eso? —Idaly hunde sus cejas.

—Hasta ahora sí, lo que quieran luego será otro precio —nos avisa, poniendo en marcha el coche nuevamente.

Luego de unos minutos más de viaje, los cuales pasamos en silencio, observo cómo nos alejamos de los edificios y nos vamos alejando por una carretera que desconozco. Oscar estaciona en una mansión cuando llegamos y sin inmutarse a abrirnos las puertas, se acomoda el traje esperándonos.

Idaly le da una mirada venenosa y cuando comienza a caminar lo seguimos por obligación. La gran puerta está abierta, así que él solamente le muestra la invitación y al entrar, nos hacemos hacia un costado en busca de sus amigos. Sobre la barra, vemos cómo dos hombres mucho mayores que nosotras levantan sus brazos y él se acerca con una sonrisa de superioridad en sus labios.

—Anthony y Edward, ellas son Idaly y Lacie —nos presentan, colocándose detrás de nosotras para darnos un empujoncito.

Contengo mi respiración cuando se acerca y besa mi mejilla, expulsándolo cuando está lejos de mí aunque sea centímetros. Oscar le explica cuál es nuestro trabajo y que si recibimos más de lo que se pagó, tendrán un grave problema. Ellos asienten inmediatamente y quedan en llamarlo si necesitan algo más.

Edward decide llevarse a Idaly cuando apenas Oscar se va y a comparación, Anthony me invita a beber algo para poder sacar la tensión que hay entre los dos. En ningún momento dejó de sonreírle y mientras finjo que su vida me interesa como un psicólogo asiento con mi cabeza bebiendo.

—Eres preciosa —dice y yo finjo sonrojarme bajando la mirada—. Y me gustaría mucho pasar la noche contigo. No me malinterpretes, solamente me gustaría conocerte. —Bebe de su copa—. No suelo pagar para tener sexo, sería una vergüenza que haga esas estupideces a mi edad, pero como no tenía acompañante y mis colegas sí, tuve que recurrir a lo fácil.

«Oh, ¿Me estaba llamando fácil?»

—Oh, que bien.

Él sonríe y niega con su cabeza.

—No planeo tener sexo contigo esta noche, ni nunca si es que tengo que pagarte. —Se encoge de hombros—. Dinero me sobra y dignidad también, no te haría eso, tranquila.

¿Debería de creerle? Tantas personas me habían dicho lo mismo y después resultaban ser todas mentiras para poder entrar en confianza. Había perdido mi inocencia luego de mi primer año trabajando como Escort. Había dejado de esperar a mi padre todas aquellas noches de insomnio y me había arriesgado a vender mi cuerpo. Inocencia era lo que menos tenía en esta vida.

Asiento con mi cabeza ante sus palabras sin darle tanta importancia y cuando quiero responderle, una presencia detrás de él llama mi atención. Reconocería su cabello rubio incluso si está a kilómetros de distancia y al verlo tomando el brazo de una mujer, mucho mayor que él, la sangre se me congela.

— ¿Me darías unos minutos, por favor? —le ruego, sonriéndole. Él asiente y yo suspiro bajándome del taburete.

Con confianza comienzo a acercarme hasta aquel cuerpo, esquivando varias personas. Su sonrisa se borra cuando me encuentra con la mirada y se disculpa con la señora antes de que yo llegue.

— ¿Qué haces aquí?

—Eso debería preguntártelo a ti, Jarvis —masculló enojada—. ¿Qué haces aquí con esa mujer?

—Eso a ti no te interesa. —Sonríe con frialdad—. Ahora, si no te molesta, debería volver a trabajar.

No dice nada más y cuando se gira para volver con la señora, empuño mis manos tratando de tranquilizarme. Cierro mis ojos unos segundos para encontrar mi paciencia y al obtenerla, giro para volver con el hombre cuando un cuerpo me detiene.

—Demonios —murmura al ver que la bebida cae en su traje. Furioso eleva su vista hacia donde estoy y al reconocerme hunde sus cejas—. ¿Tú...?

—Oh, aquí estabas. —Anthony llega a rescatarme, aunque parezca absurdo. Le da una mirada de soslayo al hombre que nos ve curioso y se sorprende—. Tae Carter, que gusto verte aquí.

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