59. Con mucho amor.

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Abrí la puerta con cuidado sintiéndome aturdida por el repiqueteo de mi corazón acelerado. Cuando estuve afuera de la habitación metí mis pies dentro de las pantuflas que encontré y de camino a la puerta principal me coloque la bata fina que estaba al alcance. No recordaba si le había colgado la llamada a Anne, ni siquiera podía detenerme a pensar en lo que estaba haciendo, solo sentía como mis piernas se movían por el pasillo con intenciones de conducirme fuera del departamento.

—¿Sale, señorita? —Cerré mis ojos de golpe al recordar al hombre que estaba cuidándonos. Trague saliva sin saber qué decir, tenía muchas ganas de mentirle y enfrentarme sola a todo lo que estaba ocurriendo, pero tomar aquella decisión no me dejaría lejos del papel egoísta que cometieron mis padres.

No podía pensar en mí, en cómo me sentía con todo esto. No podía ponerle importancia al hecho de que no me gustaba tener a una persona detrás de mí todo el tiempo, cuidándome las espaldas, no me gustaba porque siempre me defendía sola. Porque cuando la noche llegaba quien me protegía era yo misma y jamás necesité de nadie, entonces desprenderme de eso, de lo que todo este tiempo alimente, me molestaba y me dolía.

Me hacía sentir una persona vulnerable, inservible, incapaz de hacer algo tan simple como cuidarse. Viví en la calle, no en lo que conlleva la palabra literal, pero mi trabajo era permanecer en un mundo donde tenías que ingeniártelas para sobrevivir y tenerlo a él incomodaba, pero no pretendía poner por encima lo que sentía para ponerme en peligro sabiendo que lo único que le quedaban a mis hermanos era yo.

Lo que sentía, lo que quería, lo que debía ser, pasó a ser otra opción innecesaria cuando comprendí que la imagen referente que tenían ellos dos, era yo. Que no existía nadie más, que no había otra persona que los quisiera con la misma magnitud que yo, que no habría otros brazos para recibirlos con tanto amor como estaba dispuesta a hacerlo una y mil veces, entonces una vez más me trague todo lo que sentía y pensé en ellos, en que ahora más que nunca también me necesitaban.

—Sí, saldremos —corregí.

El hombre asintió y dándose la media vuelta ingresó a la sala para salir segundos después colocándose una chaqueta. Abrí la puerta del departamento saliendo y cuando él lo hizo procure cerrarla. Subimos al ascensor absorbidos en un gran silencio que ninguno de los dos se atrevió a romper, solo observábamos los números de los pisos que íbamos bajando, oyendo nuestras propias respiraciones.

Cuando las puertas se abrieron él se adelantó a salir y me guío por el estacionamiento hasta un coche aparcado en un costado. Agradecía que el edificio fuera solamente de Tae y que pocas personas lo habitaran, sino para salir de este lugar en este momento sería un infierno. Solté un suspiro una vez adentro y encendí el móvil para enviarle un mensaje a Anne.

"Estoy en camino, intenta relajarte."

Anne no era de enviarme mensajes, en realidad jamás lo hizo. Actualmente ella compartía el rol de acompañante para Oscar, era la que se mantenía junto a él y compartían una clase de "amorío" aunque ella seguía trabajando. Él era de hacer siempre lo mismo, escogía mujeres que le gustaban y la hacía tener una clase de relación perversa que duraba meses.

Nunca entendí porqué lo hacía, Idaly muchas veces aseguro que era para seguir controlándome. Decía que haciéndome sentir insuficiente me mantenía junto a él, porque no conocía otro sentimiento que lo que Oscar me daba. Entonces recurría a eso, y más allá de darme celos, lo hacía porque quería hacerme entender que aún queriéndome él iba a seguir con el curso de su vida.

Para entender la cabeza de una persona psicópata como lo era él, me costó muchísimo y aún creo que no termine de descifrarlo. Me costó porque en el proceso me era inevitable no compararlo con la persona que yo conocí, con esa que no volví a ver jamás. Luego de que se convirtiera en aquel monstruo, su lado perverso y tóxico aumentó, no iba en decadencia.

—¿El señor Carter sabe sobre esta salida nocturna? —pregunta con cuidado, tanteando la zona de peligro. Abro mis ojos sin saber realmente cuando los cerré y niego.

—No y no quisiera que lo sepa por el momento, tiene que descansar. —No sabía si la respuesta fue para él o para recordármelo a mí.

Él se quedó en silencio y yo con la mirada perdida en las calles vacías mientras los recuerdos iban de a poco traicionándome. Los ojos me lagrimearon cuando recordé todas aquellas noches en las que iba a beber café a mi antigua casa y esos pequeños momentos en los que me había hecho creer que era otra persona.

Esta noche no había muerto Oscar para mí, había muerto el hombre que me enamoró y me traicionó aquella vez.

(...)

Me bajo del coche cuando apenas estaciona y observando la soledad de afuera aumento la velocidad de mis pasos. Anne todavía no había llamado a la policía y no sabía si eso era bueno o malo considerando que nos estábamos metiendo en una escena complicada. Antes de que pueda llegar al porche de la mansión de Oscar, observó el cuerpo de Anne salir y me detengo. Su aspecto no era nada bueno, estaba con un vestido corto en color dorado y con su cabello rubio hecho un lío, descalza y con su rostro hinchado de tanto llorar.

Subí los escalones del porche cuando su mirada me encontró y me reuní con ella abrazando su cuerpo que no dejaba de temblar. Cerré mis ojos intentando controlar el huracán de sentimientos que estaba embargándome y acaricie su espalda cuando comenzó a sollozar con fuerza.

—Me prometió que no lo haría —pronunció con dificultad, resignada y destruida.

—Todo va a estar bien.

No quise prestarle atención al hecho de que a Anne le dolía de sobremanera la muerte de Oscar porque aquello me subiría a un juego del cual no iba a poder tomar el control, entonces me concentré en consolarla, aunque la verdad es que estaba buscando tiempo para calmar a mi corazón.

Me separé de ella con cuidado y sin preguntarle nada al respecto me armé de valor para ingresar a la mansión. De pronto un frío que jamás sentí en mi vida me fundo en un abrazo, sentía el ambiente tenso y un silencio tan sepulcral que heló completamente mi sangre. No sabía ni si quisiera donde estaba, pero sentía una fuerza que me impulsaba a seguir avanzando en dirección al despacho donde las puertas estaban abiertas.

Un paso, dos pasos, a esos se le sumaron algunos más cuando el hombre se posicionó detrás de mí. Tome aire y sin pensármelo una vez más, ingrese. La escena que había delante de mí me hizo reaccionar de una manera que no espere, fue como si algo que dormía dentro de mí se despertara de mal humor y arrasara con fuerza cada parte de mi cuerpo.

Al principio sentí como mi corazón se oprimió causándome muchísimo dolor, fue una punzada tan dura que me hizo encorvar en busca de aire para aliviar aquella zona que no sabía porque dolía. Luego, cuando mis masajes sobre el pecho ayudaron a disminuir aquella aparición repentina de la punzada, renació un resentimiento que jamás había pensado que existía en mí.

Apreté ambas manos formando unos puños que canalizaban mi rabia, todo el fuego que iba recorriéndome. Quise gritar y abalanzarme sobre el cuerpo para descargar aquella adrenalina golpeándolo, pero el hombre que estaba detrás no me lo permitió. No pregunto, rodeo con su brazo mi cintura al ver mi intento y me retuvo ejerciendo fuerza.

—Eres un maldito...—gruñí moviéndome entre el brazo en mi cintura—. ¡Cobarde!

—No puedes tocarlo —comunicó como si no lo supiera, solamente era la ira la que me cegaba y la cual quería hacer cosas que solo me meterían en problemas—. Está muerto.

Fue la afirmación que necesitaba para que mi cuerpo se detuviera y flaqueara. Él estaba muerto. Oscar fue capaz de acabar con todo antes de enfrentarlo, él realmente se había ido así sin más, sin pagar todas las deudas que tenía conmigo. Quise llorar y no porque me doliera verlo así aún cuando mi corazón sentía la presencia de viejos recuerdos, sino porque sentía que todo lo que había tenido que pasar por su culpa no me fue recompensado de la manera en la que quería, no aliviaba el dolor de las heridas que aún tenía abiertas.

Oscar se suicidó. Lo había hecho cortándose las venas. Había acabado con los problemas de todos sin darnos la compensación que nos merecíamos, simplemente huyó de todo lo que nos debía y eso me molestaba y me dolía.

Entonces todas las noches que trabaje pensando que estaba pagando la deuda cuando él solo me retenía a su lado, entonces todos los golpes, entonces todas las desgracias, entonces la muerte de nuestro hijo había quedado retenido en un baúl dentro de mi corazón. Entonces su muerte, como muchas noches la desee, no había sido la paz que necesitaba para perdonar y para perdonarme.

—La policía está en camino —aviso Anne llegando al despacho. Apreté mis labios cuando sentí las lágrimas perderse por ellos y me tragué el nudo de mi garganta queriendo gritar todo lo desconocido que amenazaba mi cuerpo.

—Es mejor que salgamos de aquí.

Le dediqué una última mirada. El cuerpo de Oscar seguía en la silla detrás de su escritorio recostado y con su brazo extendido del cual aún brotaba sangre. Su mirada estaba perdida en alguna parte del despacho, ya no tenían vida y aunque aquello fue un mimo para mi corazón, aún el resentimiento no me dejaba saborear la noticia.

Me trague un sollozo, sin darle oportunidad a mis recuerdos de doblegarme y alzando el mentón di media vuelta con intenciones de dejar mi pasado atrás, aunque sabía que aquello no terminaría ahí. Los tres salimos de la mansión nuevamente y en conjunto nos sentamos en los escalones del porche esperando oír el sonido de las sirenas acercándose.

—¿Él te dijo que lo haría? —pregunte apoyando los brazos en mis rodillas. Anne elevo la mirada perdida hasta la mía.

—No —musito—. Lo deduje.

—¿Lo dedujiste?

Anne asintió, sollozando nuevamente.

—Mi hermano se suicidó hace dos años atrás —confesó. Quise abrazarla, se veía tan desprotegida que me rompió el corazón, pero no podía. No podía porque incluso queriendo abrazarla sabía que yo también me iba a desmoronar—. Lo vi antes de que lo hiciera, tenían la misma expresión. Esta noche en el club se lo pregunté, le dije que presentía que algo no estaba bien y él me prometió que no lo haría y que todo estaba bien.

Asentí, mordiéndome el labio inferior. Jamás pensé en que llegaría a ser algo así, él quien supuestamente lo tenía todo controlado, él quien supuestamente tenía poder, el que se dejaba ver como una persona fuerte, egoísta y manipulador, había terminado siendo un cobarde, aunque tal vez siempre lo fue.

Trague saliva cuando sentí a la lejanía el sonido de las sirenas acercándose y alce la mirada hasta el hombre que estaba en silencio observando la calle vacía. No deberíamos de estar aquí, ni siquiera haber entrado porque solo nos meteríamos en problemas, pero no iba a dejar a Anne sola con todo esto cuando no era su deber.

Nos levantamos del porche al verlos aparcar en la orilla del cordón y bajando nos reunimos con ellos, quienes caminaron sigilosos analizándonos. Suspire, esta sería una larga noche.

(...)

Tenía la mente nula, no podía pensar en nada. Sentía solo como mi cuerpo se movía al ritmo de mi respiración, relajado. Con la mirada en mis manos temblando observe el brillo que desprendían, estaba sudando. No me había percatado de la reacción que estaba teniendo mi cuerpo hasta que todo comenzó a dar vuelta a mi alrededor y algunos puntos negros aparecieron queriéndome robar la conciencia, aún así no se lo permití.

Habíamos pasado exactamente dos horas declarando lo que habíamos visto, lo que sabíamos y aunque al principio pensé muy bien que decir, termine relatando solamente mis últimas horas. Según parece no éramos sospechosas, ni mucho el hombre que estaba protegiéndome. La policía estaba investigando todo con detalle, pero al parecer solo se trataba de un suicidio.

Cuando salí de declarar me senté en uno de los sofás que había en la sala de espera, sola y con un gran silencio abrumándome. El hombre apenas terminó de declarar me aviso que llamaría a Tae, que ya era suficiente para ocultarle cosas y que ese era su trabajo, quiso excusarse pero lo entendí y aunque quise, simplemente me quedé en silencio.

Después de ahí todo se volvió oscuro, más silencioso. Deje de percibir a las personas que estaban dentro de la comisaría, el sonido que hacían y el aire rozándome. Simplemente estaba en paz conmigo misma, me hallaba en un lugar donde no tenía preocupaciones, solo respiraba y me dejaba ir con cada suspiro.

Hasta que una fuerte presencia invadió aquella tranquilidad en la que me encontraba, aún sin haber levantado la mirada sentí como una fuerza mayor me robaba el alma o simplemente ella salía corriendo en busca de alguien más y cuando la eleve, pude ver de quien se trataba.

Con un semblante aterrorizado, preocupado y somnoliento Tae recorrió la sala de espera hasta que me encontró en uno de los sofás. Me puse de pie al mismo tiempo que él llegaba a mi lado y cuando sus brazos me rodearon volví a sentir el sonido a mi alrededor, los colores, a percibir a las personas, a sentir el aire rozándome. Aspire su aroma, cerré mis ojos y apoyé mi cabeza en su pecho sintiéndome a salvo, en casa. Él era mi hogar.

—¿Por qué no me despertaste? —cuestionó con voz ronca y agridulce, molestando y doliéndole el hecho de no haberlo despertado antes de que sucediera todo esto.

—Tuviste un día complicado, no quería molestarte —respondí de la misma manera, porque aunque lo necesite entendí que Tae ya tenía sus problemas.

—Nada que tenga que ver contigo va a molestarme, rubia —murmuró cerca de mi oreja, convirtiendo aquello en una conversación más íntima. Mis vellos se erizaron al sentirlo y me apreté contra su cuerpo en busca de su calor—. No quiero que pienses eso, quiero estar contigo en todos los momentos que me necesites.

—Lo siento.

—¿Cómo te sientes? —Se separó de mi cuerpo y me acompañó al sofá nuevamente. Me encogí de hombros observando las revistas en la mesa del centro y gesticule una mueca.

—No lo sé —confesé—. A una parte de mí le duele, le duele porque se aferra a la idea errónea que tenía de él y otra parte está furiosa porque cree que todo lo que viví no fue compensado como quería.

—¿Cómo hubieses querido que terminaran las cosas?

—Con él pagando todo el daño que me hizo. —Fui sincera viéndolo a los ojos, en ellos descubrí que él también pensaba lo mismo—. Lo hizo fácil, se desprendió de los problemas y me los dejo aquí. —Señale mi corazón—. Y me duele.

Tae intentó sonreír, pero solo consiguió gesticular una mueca. Estiró su mano y la apoyó sobre la mía que protegía aquella zona.

—Prometo que lo repararé.

Apreté mis labios cuando mis ojos se cristalizaron.

—¿Cómo?

—Con mucho amor —susurro, escondiendo un mechón detrás de mi oreja. Cubrió mi mejilla y repartió pequeñas caricias circulares con su dedo pulgar—. Con todo el amor que te tengo te prometo que lo sanaré.

Acerco mi rostro al suyo cuando mis labios temblaron y beso mi frente, sosteniéndome mientras me desarmaba lentamente en silencio, confiándole mi corazón ciegamente. Él no se alejó, permaneció ahí, acariciándome y dejándome que me libere poco a poco de todo el odio, resentimiento y dolor que llevaba dentro, prometiéndome en silencio que jamás se iría y que pronto, muy pronto, volvería a sentirme libre en sus brazos.


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