7. Hospital.

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L A C I E

— ¡Lacie! —grita la voz desesperada de Idaly sacudiéndome de los hombros. Sin comprender ni siquiera en donde me encontraba fruncí mi entrecejo observándola—. Estrella tiene fiebre, mucha fiebre.

Sin dejar que mi cerebro asimile la realidad me levanto de la cama apenas esas palabras salen de su boca y sosteniéndome de lo primero que veo cuando me mareo consigo llegar de todas formas hasta la habitación de Idaly ya que esta noche la pequeña Estrella quiso quedarse a dormir con ella. Escuchándola hablar detrás de mí me acerco a la cama y me siento al lado de ella dedicándole una sonrisa cálida que me corresponde al instante con una expresión bastante decaída.

—Buscaré el termómetro, tú ponle un paño de agua fría en la frente —digo cuando apenas apoyó la mano en su frente y su temperatura me asusta. Sin ver a mi amiga salgo de la habitación e ingreso a la mía para poder buscarlo en el lugar que lo había dejado la última vez.

Intentando no entrar en desesperación lo encuentro debajo de mi ropa en el primer cajón y con pasos apresurados vuelvo a la habitación donde están. Idaly le coloca el paño de agua fría y al verme rodea la cama para dejarme sentar a su lado. Sin demostrarle el agobio que siento intento sonreírle para que sepa que está todo bien y le pido que levante su brazo para colocarle el termómetro en su axila derecha.

Soltando un leve suspiro apartó la mirada hasta la pared de la habitación cuando Estrella cierra los ojos y tragó saliva sumandonos al silencio de las tres que se rompe por el leve sonido del termómetro cuando ya está. Nos observamos con Idaly unos breves segundos y después de sacarselo veo lo que indica. Pasó saliva por mis labios ansiosa.

—Es mucha, Idaly. —Nuevamente volteo a verla—. Vamos a llevarla al hospital.

Idaly no espera que agregue nada más, se levanta de la cama y busca sus pantuflas, un abrigo y yo la imito corriendo hasta mi habitación. Le tomé una chaqueta a Estrella, un poco de dinero, las llaves de casa y topándome con ellas en el pasillo de casa salimos las tres juntas en busca del coche. Mi amiga se encarga de sentarla en su sillita en la parte de atrás y después de asegurarse que estuviera con el cinturón rodea el coche para conducir.

Nunca me iba a acostumbrar al hecho de que Estrella pudiera enfermarse, siempre trataba de sobreprotegerla tanto que me daba pavor que algo tan simple como un resfrío le afectará. Su propio doctor me había recomendado que no lo hiciera porque no dejaba que sus autodefensas se desarrollaran y así cualquier cosa podría enfermarla, pero desde pequeña verla tan frágil era mi peor pesadilla.

Cuando mamá trabajaba y me tocaba cuidarla, a veces por días sin que ella apareciera, recuerdo que Estrella solía enfermarse seguido y como no entendía mucho de la vida adulta en muchas ocasiones tuve que tenerla en casa sin poder tratarla como correspondía, hasta que una noche ocurrió lo que más temía. Estrella era bebé aún y como estaba resfriada se estaba ahogando con su propio mucosidad, en ese entonces era tan inocente que no comprendía que le sucedía pero mi instinto fue más grande que yo y en la duda de saber si estaba bien o no recuerdo haber abrigado a Jarvis y a la bebé antes de comenzar a caminar juntos los tres al hospital en la madrugada.

Sin tener la necesidad de decírselo, Idaly apoya una mano sobre la mía tratando de calmar mi ansiedad. Giro a verla y sin corresponderme con la mirada debido al poco tráfico que hay, ella me sonríe prometiéndome que todo estará bien. Cinco minutos después veo las luces del hospital a unas calles de lejanía y cuando estacionamos fuera de el cargo a Estrella en mis brazos caminando apresuradamente.

—Hola, buenas noches, ¿en qué puedo ayudarlas? —pregunta la recepcionista con demasiada paciencia para mi gusto.

—Mi hermana tiene la temperatura muy alta —respondo, atropellando cada palabra.

—Muy bien, ahora llamare a un enfermero para que la venga a buscar así podremos atenderla —dice, bajando la mirada para marcar en el teléfono fijo que tiene cerca—. Mientras tanto necesitaría los datos de la pequeña y de quien está a cargo.

Cierro mis ojos y suspiro. « ¡¿Por qué esta mujer tiene tanta paciencia?!»

Idaly se da cuenta de que estoy a punto de estallar e interviene.

—Yo me encargare, ve con Estrella —murmura cuando la vienen a buscar. Yo solamente asiento agradeciéndole en silencio y sigo al enfermero.

(...)

Por suerte lo que estaba ocurriendole a la pequeña no era nada grave, solo se había tratado de un principio de resfrío que los enfermeros pudieron atender y bajar la temperatura en cuestión de minutos, aún así por pedido de su doctor Estrella tenía que quedarse bajo observación toda la noche para despejar cualquier duda.

Observó nuevamente el reloj de la habitación y al ver que son las cinco de la mañana suelto un suspiro, todavía faltaban dos horas para que le dieran el alta finalmente y así podríamos volver a casa con un día de reposo. El doctor había dicho que no era estrictamente necesario, pero que sí podía hacerlo sería genial para que su cuerpo recuperara un poco de energía.

Al otro lado de la camilla Idaly suelta una maldición con la atención puesta en el juego de su móvil y yo sin tener otra distracción me acomodo en el sofá observando la oscuridad de afuera por la ventana. En unos días sería el cumpleaños de la pequeña Estrella y aunque al principio mi idea era hacerle una fiesta sorpresa para que disfrutara con sus amigos, la sorpresa me la lleve yo cuando en una entrevista con su profesora ella me confesó que mi hermana era una niña que no se vinculaba con los demás más que con el niño llamado Thomas.

Por desgracia nuestra familia, sobre todo por parte de mi madre quien eran los únicos más allegados, luego de su muerte habían decidido culparnos de su decisión alegando que éramos un error que la llevó a su muerte y ambos, Jarvis y Estrella, crecieron sin ellos así que tampoco teníamos muchas personas a quienes invitar.

Me levanto del sofá llamando la atención de Idaly y después de decirle que iría por cafés para poder sobrevivir aquellas dos horas sin dormir, salgo de la habitación en la que estamos sin hacer mucho ruido para que la pequeña siguiera descansando. Antes de ir a la cafetería decido pasar por el baño y me detengo delante del espejo para observar mi aspecto. No había dormido mucho antes de que Idaly me despertara porque solo hacían minutos que había llegado de trabajar y las ojeras debajo de mis ojos eran realmente notorias.

Tenía pequeños rastros que deje en mi intento de desmaquillarme cuando llegue a casa y en el baño aprovecho para sacarlos antes de que me siguieran delatando. Acomode mi cabello en un moño desarreglado y lavando mis manos para pasarlas por mi rostro en busca de despabilarme, salgo cerrando la puerta detrás de mí.

—Dos cafés dobles para llevar, por favor —pido apenas llegó a la cafetería. El chico detrás del mostrador asiente y se da media vuelta para comenzar a prepararlos.

Cuando veo que está por terminar tanteo la zona de mis bolsillos y al notar que no traía el dinero que pensé que tomé de mi habitación en medio de mi desesperación, suelto un suspiro y elevo la mirada hasta el chico que se acerca al mostrador.

—Lo siento, voy a tener que cancelarlos. —Por su mirada veo que aquello no le agrado ni un poco, pero antes de que me obligara a pagarselos una voz femenina habla detrás de mí.

—Olvídalo, yo lo pago —Giro cuando reconozco su voz y la mujer que había encontrado en el estacionamiento del jardín de Estrella se acerca a pagarlos con una sonrisa cálida en sus labios.

La mujer realmente era guapa, tanto que hasta el pobre chico había quedado embalsamado con su belleza. Tenía un cabello tan largo y oscuro que perderse entre sus hebras era demasiado fácil, aún así el contraste que hacía con el tono blanquecino de su piel traía viejas imagenes de Morticia, solo que sus rasgos eran muchísimo más finos, como si fuera tallada a mano a la hora de haberla procreado. Literalmente esa mujer había sido creada con una máquina, sino no encontraba lógica a tanta perfección.

—No era necesario, no tengo mi cartera y no podré pagártelo —aviso arrugando mi nariz con disgusto al estar en aquella situación. La chica toma los cafés y me los extiende.

—No es nada, solamente son dos cafés. —Sonríe, sacándose los lentes de sol y poniéndoselos en su cabeza cuando le acepto los vasos de cafeína.

¿Quién en su sano juicio usa lentes de sol por la noche? Mejor dicho, en la madrugada.

Hundo mis cejas con disimulo. «Wow, es muy hermosa.»

—Bueno, muchas gracias. —Elevo ambas cejas, sorprendida ante su generosidad.

No estaba acostumbrada a tales gestos, sobre todo de personas desconocidas. Trabajar de Escort me había ayudado a ganarme la mala mirada de muchas personas y sus pensamientos limitados al contexto que ellos querían, así que, que me juzgarán tampoco era una sorpresa.

Aún así mucho no me importaban, no le hacía mal a nadie trabajando de prostituta y conseguía el dinero suficiente para poder darle a mis hermanos todo lo necesario para que no siguieran mis pasos, así que los comentarios o las miradas de los que no sabían sobre mi vida era lo de menos.

—Te estaba buscando, no pensé encontrarte aquí sinceramente. —Suspira, apoyando una mano en el mostrador y otra en su cintura.

— ¿A mí? —Hundo mis cejas confundida.

—Sí, quería hablar sobre el cumpleaños de Thomas. —Le da una mirada al chico que está embobado con su presencia y hunde sus cejas, apartando su mano del mostrador—. ¿Te molestaría irnos de aquí?

—No, está bien.

—Bueno, como te había dicho, el cumpleaños de Thomas se hará en unos días —comienza a hablar una vez que me coloco al lado suyo fuera de la cafetería—. Y como Estrella no podrá ir, me gustaría poder invitarlas a nuestra casa al otro día ya que le organizaremos algo más privado —Gira su cabeza para verme sin dejar de caminar—. Sé que esto podría verse muy apresurado debido al tiempo que nos conocemos, pero por la felicidad de Thomas haría lo que fuera y créame, que Estrella vaya para mi bebé significa demasiado.

—Lo sé, Estrella me comentó que es su amigo. —Asiento con mi cabeza desviando la mirada dubitativa, no es que no quisiera que fuera pero confiar en las personas cuando se trataba sobre mis hermanos me costaba.

— ¿Entonces qué dices? —pregunta ansiosa, con una sonrisa desesperada en sus labios.

Tal vez que Estrella no socializara mucho también era un poco mi culpa por sobre protegerla mucho todo el tiempo. Me costaba pensar en alguien más cuidandola o entrando a su vida para lastimarla, las personas llegaban a nuestras vidas pintandonos todo tan lindo para lugar arrastrarnos al infierno y de eso tenía suficientes pruebas, pero tampoco podía basar mis experiencias y mi mala suerte en su comienzo de vida social.

Para Estrella aquel niño era tan importante como ella para él, eso lo podía ver en su mirada las veces que hablábamos de camino al jardín, realmente la pequeña estaba ilusionada con aquella amistad y arrebatarle aquella felicidad sería la peor decisión de mi vida.

—Está bien, la llevaré —accedo, detrás de un suspiro.

La chica chilla de la emoción como si acabara de ganar una lotería y como si fuera poco, se acerca y me envuelve con sus brazos.

—Te dejaré mi tarjeta, mi dirección está ahí y mi número también. —Al separarse rebusca en su bolso con rapidez.

《¿Quién tiene tarjetas con su número de teléfono y la dirección de la casa? Esta mujer goza del peligro.》

—Bueno, muchas gracias. Esto también es importante para Estrella, así que gracias. —Le sonrió tomando la tarjeta cuando la encontró y me la extendió emocionada.

—De nada, nos vemos ese día, adiós —se despide, acercándose para dejar un beso en mi mejilla.

Cuando veo que se aleja guardó la tarjeta en el bolsillo de mi pantalón maniobrando con los cafés y subiendo al ascensor marcó el piso en donde está la habitación de Estrella. Al llegar, Idaly abre sus ojos y me sonríe antes de estirarse para tomar el café que le extiendo.

— ¿Por qué tardaste? —me pregunta dándole un sorbo a su café.

—Me encontré con la madre de un compañero de Estrella y nos quedamos conversando.

— ¿Con la madre de Thomas? —Hunde sus cejas, Idaly también conocía a Thomas y en muchas ocasiones llegaba a molestar a Estrella con él.

—Sí, ella. —Suspiro y me estiro en mi lugar—. Muero del sueño.

—Yo también. —Eleva su café con intención de poder brindar con el mío a la distancia—. Súper poder de mejores amigas.

Sonrío.

(...)

— ¡¿Puedes mover tu trasero, Idaly?! —grito desde la sala, acomodándole el vestido a Estrella.

— ¡Aquí estoy! —Alza ambos brazos en forma de rendición cuando entra a la sala.

Me levanto al ver que ya está preparada y tomo mis cosas de la mesilla. Antes de que podamos acercarnos hasta la puerta principal, el timbre suena por toda la casa llamando nuestra atención. Idaly se ofrece a abrirla y cuando lo hace, una cabellera rubia se deja ver en el marco de la puerta.

— ¡Jarvis! —grita Estrella corriendo hasta su encuentro cuando Idaly se aparta.

Jarvis se pone en cuclillas para abrazarla cuando se acerca y deja el paquete que tiene en brazos en el suelo.

—Hola, preciosa. Feliz cumpleaños, pequeña. —Besa su mejilla, regalándole una sonrisa—. Te traje un obsequio, espero que te guste.

Idaly pone sus ojos en blanco y entra a la cocina conteniendo sus ganas de largar un comentario fuera de lugar. Por mi lado, solamente observó cruzada de brazos como Estrella abre el paquete donde está la cocina de juguete que tanto quería.

Aprieto mis puños. Las noches que me pase desvelada armándole una muñeca no valieron de nada al ver aquel obsequio costoso. Suspiro, relajando mis manos.

—Ya nos tenemos que ir —aviso, ganándome la atención de Jarvis.

— ¿Dónde van? —pregunta curioso y hasta me atrevería a decir que interesado.

—Con Idaly la llevaremos a una feria. —Me encojo de hombros.

— ¿Puedo ir?

Vuelvo a encogerme de hombros, ¿Quién era para impedirle pasar el día con nuestra hermana?

—Como quieras.

— ¡Sí! —chilla nuevamente Estrella.

Llamó a Idaly cuando ambos salen de casa y soltando un suspiro, ella me regala una sonrisa antes de tomar las llaves de su coche. En el observo de reojo por el espejo retrovisor a Jarvis y Estrella quienes conversan animadamente.

Aprieto mis labios. Últimamente no he tenido suficiente tiempo para ella. Al parecer algo andaba mal en el bar y Oscar había despedido a todos los empleados, con eso me refiero a solamente los barman. Por eso, ahora no solamente teníamos que trabajar con sus clientes, sino también atender la barra luego de cumplir nuestro horario.

Había días que no veía con frecuencia a Estrella y eso me ponía de mal humor. No quería dejarla sola con nuestra nana, pero tampoco quería que le faltara nada y saber qué extraña a Jarvis también es una puñalada a mi tonto corazón. Desde que mi madre murió y mi padre desapareció, dejé de ser una mujer frágil. Pero ahora, con saber que tal vez todo lo que hacía no era suficiente para ella, un nudo lleno de preocupación se instalaba en mi garganta.

Tenía ganas de llorar, sí, lloraba. Como una persona normal, aunque no lo haga con frecuencia. Sentía que perdía a mi pequeña con cada acción mala que hacía y pensaba que tal vez lo que hacía no era necesario si yo no estaba para ella. Qué quedarme noches de madrugada haciéndole una muñeca porque no me alcanzó el dinero para un regalo caro después de pagar los impuestos sin comunicárselo a Idaly, no valió la pena después de todo.

Ganaba dinero para pagar cuentas y mantener a mis hermanos, no para consentirle la vida a Estrella o a mí misma y eso en cierta parte también me dolía.

Cuando llegamos, Jarvis y Estrella se fueron inmediatamente hacia la feria sin esperarnos mientras Idaly estacionaba el coche. Absorbida en mis pensamientos me remuevo en mi sitio cuando Idaly me da un empujón para comenzar a caminar ya fuera del coche.

— ¿En qué tanto piensas? —pregunta, cruzándose de brazos mientras seguimos a los otros dos.

—Pague las cuentas —confieso, bajando la mirada. Idaly no dice nada, pero sé que está enojada conmigo—. Lo siento.

—No te disculpes si realmente no lo sientes —suelta con molestia—. La condición de irme a vivir contigo fue que íbamos a pagar a medias todo.

—Lo sé, es que no lo puedo controlar. —Bufo.

Ya me había acostumbrado a ingeniármela para hacer todo sola, había vivido un largo tiempo sin ella y sin nuestra nana. Aún recuerdo el primer día que trabajé y dejé a mis hermanos solos en casa. Solamente eran unos niños. Aprieto mis ojos cuanto siento algunas lágrimas asomándose.

—Lacie, si no mejoras eso no podrás mejorar tu vida. —Suspira—. Te castigas tú misma con la idea de que aún estás sola. ¡Por Dios! Me tienes a mí, la tienes a Evolet quien no necesita el dinero que le estas dando y puede esperarte toda la vida para que le pagues. Incluso no dudaría que lo haga por amor y no por dinero.

—Ellos son mi responsabilidad, no tuyos o de ella.

—Sí, lo sé a la perfección. —Asiente con su cabeza—. Pero ahora yo vivo contigo y mi responsabilidad es ayudarte a mantener la casa en donde vivimos. Ambas. Así que como respeto tus responsabilidades, tú respeta las mías, por favor.

—Está bien, lo siento.

—Si quieres que te perdone, acepta el dinero que gastaste por mí. —La observo—. Mi parte y no acepto un no como respuesta si no quieres permanecer toda una vida conmigo enfadada. Créeme, no sería nada bonito.

Sonrío y asiento.

—Está bien.

—Perfecto, ¡Ahora sí, a celebrar el cumpleaños de la pequeña Estrella!

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