Capítulo 9

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Sky

Llego a la casa después de clases.

Ha sido un día agotador. 

La frase que me ha dicho Daemon no para de dar vueltas en mi cabeza.

No sabía en que estaba pensando.

Quizás no pensaba, quizás siente el mismo hormigueo que yo cuando sus ojos se posan en mí.

¿Por qué tememos a nuestros sentimientos?

Evito la cena junto a mi novio, en cambio me oculto en el área de descanso en el fondo de la casa junto a mi móvil y una botella de vino que robe de la cocina, como en mis primeros días aquí, esta vez sin gafas de sol, copa o algún libro.

Me siento en una de las esquinas ocultándome tras la pantalla de mi teléfono.

Mientras paso las fotos de instagram dándoles like con dos toques en la pantalla sin prestar atención a sus contenidos, pienso en Ángel, hoy no lo he visto en la universidad, tampoco he recibido ningún mensaje de él.

Agito la cabeza de un lado a otro acomodando mis pensamientos mientras recuerdo: Regla número dos, tienes prohibido tontear o coquetear mucho menos mantener una relación con otro hombre, no me imagino como se pondrá la prensa si me eres infiel

La cabeza me da vueltas por tanto tomar, no es bueno beber sin tener nada en el estómago.

Pienso en ir por algo a la cocina que llene mi estómago y aplaque el mareo, pero con solo imaginar encontrarme con Daemon desecho la idea.

Me acuesto en el mueble buscando una posición más cómoda, minutos después sin percatarme caigo en los brazos de Morfeo.

Despierto en la suave cama, cubierta por una sabana y en ropa interior.

Oculto la satisfacción de imaginar a Daemon cargando mi cuerpo a mitad de la noche, preocupado por donde paso de noche, desvistiéndome para luego arroparme en la cama.

Oculto mi sonrisa tapando mi cara con la sabana y dando vueltas en esta hasta hacerla un rollo a mi alrededor.

Unos golpes en la puerta hace que me sobresalta dando un giro de más y cayendo al suelo.

—¡auch! —Chillo.

—¿Señorita, está bien? —habla la inconfundible voz de Martha.

—Sí, no se preocupe.

—Solo venia a advertirle que se le hace tarde.

—Enseguida bajo.

Levantó mi cuerpo adolorido del frió suelo.

Entro en un aula vacía en busca de paz, necesitó tener unos minutos de tranquilidad. Mi cuerpo aun duele por la caída y mi cabeza por el vino.

Cierro los ojos y tomo una gran respiración. Disfruto del silencio que me rodea, este es interrumpido por mi móvil el cual empieza a vibrar.

Esbozo una sonrisa, mientras rebuscó rápidamente en mis bolsillos.

Que sea de Angel —pienso, es un mensaje.

Donde estas tenemos que hablar

Es Daemon, inmediatamente envió mi respuesta quedando en vernos fuera de la escuela.

—¿Quién es? —Comienza diciendo.

—¿De qué hablas? —Lo miro confundida, mi cuerpo esta tenso, su mirada me intimida.

Me muestra una foto mía y de Ángel, en la fiesta

—Un conocido.

—No me mientas —Aprieta la mandíbula, está enfadado.

Suelto una carcajada.

—No puedes decidir quién es mi amigo y quién no. Dijiste nada de relaciones, no nada de vida social —Niega con la cabeza mientras analiza mis palabras.

—Hablamos en casa.

Se retira en su lujoso coche, miro a mi alrededor varias estudiantes nos observaron discutir, algunas nos tiraron fotos.

Por eso se marchó.

Para cuidar su estúpida imagen.

El viaje a casa después del gimnasio es más largo de lo normal, quizás por el hecho de que no puedo dejar de pensar en la foto de Ángel y mía.

¿Quién pudo haberla tomado?

Eso es lo de manos, el daño ya está hecho, por que esa era la intención del que la hizo, dañar.

¿Cómo la humanidad puede ser así?, gozando del sufrimiento ajeno.

Envidian un lugar que yo ni siquiera deseo, solo quiero abrir los ojos y que todo sea una pesadilla, extrañó bailar en el club, ir de fiesta con Kelly, los domingos de películas junto a Sam.

Mis queridos amigos, cuanto los necesito en este momento, pero no puedo involucrarlos, he firmado un contrato, este hombre me posee, soy una especie de marioneta, y el que controla mis hilos es un hombre frívolo que no mira más allá de él y su imagen, su estúpida imagen de hombre perfecto.

Todas babean por él, incluso yo no he podido evitar sucumbir, su gélida mirada enciende algo en mí, algo que odio, no quiero ser débil pero tampoco puedo evitarlo si lo tengo en frente.

El auto se detiene, bajo sin esperar a que Eduard me cubra con la sombrilla que tiene en sus manos para mí.

El cielo solloza.

Me lo hace saber cuándo los fluidos de sus lágrimas golpean mi piel, los árboles están de luto porque no encuentro la felicidad, el viento roza mi piel en un vano intento de darme consuelo.

Desde uno de los ventanales sus ojos me retan, una oscuridad me persigue aclamándome que la deje poseerme.

Camino a paso calmado en dirección al interior de la casa, la forma en la que me miraba hace un momento Daemon no sale de mi cabeza, me atormentan sus ojos, su olor, él.

La habitación está inundada con su fragancia, lo buscó pero, no está —A donde ha podido ir—. Mi corazón late con fuerza, tomo una ducha, al salir del baño la habitación continua como antes, nadie ha entrado, nadie ha salido.

Camino silenciosa entre las sombras en busca de Daemon, la luz de su oficina se encuentra encendida y la puerta entre abierta, entro sin llamar, esos ojos se posan nuevamente sobre mi logrando que por todo mi cuerpo recorra un escalofrío.

—¿Qué haces aquí? —Antes de responder examino el lugar, decorado con muy buen gusto moderno y minimalista, sostiene un vaso, podría asegurar que contiene alguna sustancia alcohólica.

—Querías hablar —Se tensa, su mirada me recorre, llevo pantalones cortos y una blusa escotada sin sostén.

—Estoy ocupado —Tomo asiento en una de las sillas frente al escritorio y cruzo los pies acomodándome.

—No veo en que —bebe del vaso que aun sostiene en su mano, mis ojos se atreven a retarlo.

—Si estas aburrida, puedes entretenerte con tu amiguito, el de la foto —Daemon Sheridan se encuentra celoso, una sonrisa no puede evitar escapar de mis labios, una danza interna da comienzo en mi cuerpo.

—Me divierto más contigo —Comenzamos un combate de miradas, esto no terminara bien.

Daemon toma aire, pero no responde
¿por qué no responde?
Dejó mi asiento para acercarme a él, retrocede.

—¿Por qué me compraste? —la pregunta escapa de mis labios.

—Ya sabes el motivo... —Iba a continuar, pero lo interrumpo.

—¿Por qué me elegiste a mi entre tantas chicas? —Me escabulló de la habitación sin esperar respuesta, no quiero que me la responda a mí, quiero que él mismo se la responda.

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