Capítulo IV: Una difícil decisión

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng


- Sube a la camioneta

Tai hablo con un tono grave y peligroso. Sora había oído que era policía en Odaiba; su voz manifestaba una incuestionable autoridad. Pero a su sobrina no pareció impresionarla

- No.

Sora sabía que ese momento era el adecuado para entrar en la discusión y decirle a Hana que debía marcharse con su tío. Pero ella no era ninguna santa y sentía una pequeña satisfacción al ver cómo el hombre que la había lastimado años atrás sufría a manos de su sobrina cabezota. Al igual que él cuando eran niños.

De hecho, Sora tuvo que reprimir una risa el ver la cara que puso él. Estaba claro que lo único que deseaba era agarrar a su sobrina y meterla en la camioneta. Todo su rostro reflejaba su irritación. A otro hombre le hubiera restado carisma, pero no a Tai: parecía un guerrero.

Y aun así, bajo aquella máscara de fiereza, Sora percibió algo sorprendente: él estaba absolutamente desconcertado. Puede que pareciera que tenía todo bajo control, pero estaba totalmente perdido en lo relacionado con su sobrina.

"Dile a Hana que se mache con su tío", se ordenó a sí misma. Quería a Taichi fuera de su espacio vital, cuanto antes mejor. Por otro lado, no tenía especial interés en hacerle la vida más fácil. Podía quedarse a un lado y dejar que entre los dos solucionaran su disputa. No lo hacía con mala intención, sólo quería divertirse un rato.

- No puedes quedarte aquí con una completa extraña dijo él-. Además, no has sido invitada y yo tengo que ir a trabajar. Así que, andando

- Ella no es una completa extraña – respondió Hana

Apenas sabía nada de ella, pero Sora podía afirmar que Hana no era de esas chicas a las que se les podía decir "andando", pero no hizo ningún comentario.

- No sé nada de ella – le explico Tai que empezaba a perder la paciencia

- Claro que sabes algo de ella: sabía dónde vivía, sabias su nombre, ella sabía como te dicen tus amigos, incluso ella sabía...

- Nada importante – la interrumpió él, exasperado

- ¿Cómo qué? – le preguntó Hana, desafiante.

Los ojos de Tai reflejaban su debate interno: ¿razonar con ella o dejarla sin argumentos? La razón se impuso, pero no por mucho margen. Era evidente que no estaba acostumbrado a que se cuestionara su autoridad.

- Ni siquiera sé si está casada, No sé cómo se gana la vida – contestó

¿Por qué le importaba saber eso?, se preguntó Sora. Ella no se había cuestionado si él estaba o no casado. No llevaba anillo, pero había algo más que lo definía como soltero. Tenía todo el aspecto de un hombre alérgico a las relaciones, con su propia independencia como un escudo. Sora casi se atrevería a decir que su ración más exitosa era con la motocicleta que tenía en el instituto.

- No está casada - afirmo Hana-. ¿has visto algún signo masculino en la casa? ¿Botas llenas de barro en la puerta trasera? ¿Platos en el horno? ¿Restos de cerveza en la cocina?

- Vale, vale, te hemos entendido – le cortó Taichi

A pesar del deseo de Sora de divertirse al verlo incómodo, estaba un poco avergonzada por aquella inesperada intromisión en los detalles de su casa. Pero Hana aún no había terminado:

- Y seguro que su bañera no se queda con un círculo de hollín alrededor

- ¿Mi bañera se queda con un círculo de Hollín? – preguntó, mirando a Sora avergonzado

- Cada vez que revisas tu espantosa motocicleta –afirmo Hana

- Mi Harley no es espantosa – respondió él desafiante-, es un clásico. Y volviendo al tema que nos ocupa, no he mirado el horno de Sora, como si eso diera algún rasgo de su personalidad. Y desde luego no me he fijado en su bañera

Los planes de Sora de mantenerse a distancia empezaban a desmoronarse. De hecho, conocer aquellos detalles de la vida personal de Taichi Yagami le parecía fascinante. Pero sólo, se defendió, porque su vida no se parecía a la que ella le hubiera supuesto: Capitán de uno de los mejores equipos de futbol que hay, rodeado de miles de admiradoras, un jacuzzi y ningún rastro de cerveza, si acaso champán.

- Bueno pues si miras en su horno – le informo Hana -, veras que no tiene platos dentro, no como en tu casa

- Nuestra casa – la corrigió él

- Lo que sea – respondió ella con total indiferencia.

Sora pudo ver lo que le dolió a Taichi aquella indiferencia. ¿Por qué lanzo una mirada de reojo a ella? ¿Acaso le importaba lo que ella pensara acerca de dónde apilaba él los platos sucios? Parecía que si, por la mirada severa que le dirigió su sobrina.

- Hana – dijo – hablar contigo es como jugar soccer en un partido de uno contra once. Da la impresión de que cambias de tema constantemente, desviando la atención de lo que se está tratando. No estamos hablando de bañeras; no conozco lo suficiente a la señorita Takenouchi para dejar que te quedes aquí con ella. Y además no te ha invitado.

- ¿y no te sirve para quedarte tranquilo el mirar a tu alrededor? – replico Hana -. Tu mismo has dicho que este lugar era como un paraíso. ¡Alguien del que no te puedes fiar no viviría en un lugar así!

- ¿has pensado en hacerte abogada? – gruño él -. Eso ya lo se

Sora vio que le lanzaba otra mirada. El estaba totalmente avergonzado por no poder controlar a su sobrina. Sora sintió que sus planes se venían abajo. Sentía pena por aquel hombre.

- Aunque este sea el lugar más tranquilo que haya en el mundo ella no te ha invitado

- ¿no la he invitado? – repitió Sora. Su pena se había agotado – ¿Puedo recordarte que fueron ustedes los que se aparecieron por aquí esperando un milagro? ¿Qué más referencias necesitas de una persona que crees que puede hacer milagros?, además ¿no fuimos los dos juntos al instituto?

A pesar de su promesa de mantenerse al margen, Sora había explotado, y sentía un enorme deseo de golpearlo.

- No es nada personal – se disculpó él-. Mi trabajo me convierte en un cínico

- Este no es el típico lugar donde vive un asesino- le dijo Hana-. Estoy segura de que vive de la jardinería, ¿me equivoco?

- Soy jardinera es cierto – confirmo Sora

- ¿por qué eres tan desconfiado? - continuo Hana, dirigiéndose a su tío- ¿Poner multas por exceso de velocidad y comer Donas y esos cigarros que tanto te gusta fumar te han convertido en un experto de asesino?

Tai se quedó callado. Sora podía verlo apretando la mandíbula y supo que estaba contando hasta diez. Parecía que Hana se había dado cuenta de que estaba yendo demasiado lejos, pero su tono agresivo sólo se suavizo un poco.

- ¿te preocupa que cultive Marihuana entre los girasoles y las rosas? ¿Vas a enfocarla con una luz en los ojos y a comprobar si tiene las pupilas dilatadas? – pregunto volviéndose hacia Sora-; sabes que me hizo eso una vez.

Sora sabía qué mostrarse de acuerdo hacia Hana era un error, pero su enfado hacia Tai le nublo el juicio.

- ¿de veras? – respondió indignada-. Eso es horrible.

Tai la fulmino con la mirada y después volvió a centrar su atención a Hana. Sora empezó a admirar el autocontrol que estaba demostrando el castaño en esos momentos a diferencia de cuando iban en el instituto ya que ella siempre tenía que calmarlo cuando alguien lo provocaba, aunque solo bastaba con mirarlo a los ojos.

- Ya te dije que siento mucho haberle hecho eso. ¿es que no me vas a pasar ni una? – le pregunto

No si podía usarlo en provecho suyo, comprendió Sora. Encontraba la disputa muy reveladora, pero estaba furiosa consigo misma por su escasa habilidad para mantenerse al margen. Aquella era una amenaza para su tranquila vida. Además se daba cuenta de que Tai estaba equivocado. Hana no era el tipo de chica que aceptaría su autoridad sin cuestionarla, ¿Llevarían con aquel tipo de luchas de poder desde el principio?

Entonces Hana cambió su táctica. De repente sonrió dulcemente, agarró a su tío del brazo y lo miro:

- Por favor, tiito, déjame quedarme. No seré un estorbo: ayudaré, dormiré en el suelo. Tengo que estar con Kerry, tengo que hacerlo

Sora no pudo contenerse esta vez. Sabía que no era adecuado tomar partido, y que aún era menos adecuado un lazo con Tai. Pero había escuchado la verdadera necesidad de Hana: necesitaba estar junto con su cachorrito.

Y ella tenía que ayudar a que sucediera lo correcto. Si ella había sido herida por la vida y por el amor, y algo de aquel dolor se le podía atribuir al hombre que tenía delante. Pero no iba a permitir que sus heridas la convirtieran en una mujer que diera la espalda a una niña necesitada.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro