Capitulo X: Una cita hacia el desastre.

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Una semana después, se lamentaba tremendamente de su decisión. La cita estaba fijada. Sora estaba realmente nerviosa sin saber que ponerse para ese día. Hana estaba tumbada boca abajo en la cama de Sora, hojeando las páginas de una revista femenina que Sora detestaba por ser para mujeres demasiado superficiales.

Hana le había avisado que probablemente su tío la lleve a uno de los restaurantes más lujosos de Tokio, probablemente al Joel Robuchon Restaurant, un restaurante francés cerca de la estación Ebisu.

- ¡con un simple Ramen hubiera bastado! – Se quejo Sora.

Ahora Hana estaba viendo todo su vestuario. Contemplo la propuesta actual y puso los ojos en Blanco.

- ¡Sora! ¿un traje color melocotón? ¡no eres una monja en vacaciones!

- Oh, Voy mejorando - contestó ella sarcásticamente -. Creo que "monja de vacaciones" es mejor que "Bibliotecaria en una conferencia" y que "Solterona en el club de Corazones solitarios" ¿no lo crees?

Hana solo río y eso hizo que todo el calvario tuviera algo de sentido.

- ¿podemos ir de compras? – le rogo la chica -. No nos gastaremos mucho, lo prometo. Te ayudare a elegir.

Debería haber recordado que por su ayuda ahora estaba en esa situación, pero era difícil resistir al brillo en los ojos de la muchacha. Era algo habitual que una adolescente quisiera ir de compras, y sin embargo, al ver la ropa que tenía Hana la cual ya comenzaba a quedarle pequeña supo que no había ido de compras desde hacía mucho tiempo.

- De acuerdo – aceptó -. Pero éste es el trato: si yo compro algo tú también.

- No lo dudes – respondió Hana -. El tío Tai me ha dejado su tarjeta de crédito.

- ¿habías planeado esto?

- ¿Quién, yo? – replico inocentemente.

Y así las dos comenzaron a reír a carcajadas como cómplices.

Tai contempló la ropa que estaba sobre su cama: un par de pantalones negros, un cinturón de cuero negro y una camisa gris sport con un discreto emblema en el pecho. Lo cual revelaba que era ropa cara. Y que también que no era su ropa. Inmediatamente supo que su sobrina había tenido que ver con eso. De por si ya era suficientemente malo que lo obligara a reservar en Joel Robuchon Restaurant cuando el hubiera preferido ir por Ramen o por una Hamburguesa. ¿y ahora iba a ser víctima de un cambio de imagen.

- ¡Hana Takaishi¡ – grito - ¿puedes explicarme esto?

Ella entro a la habitación.

- ¿la ropa? Es un pequeño regalo de mi parte.

- ¿un regalo de tu parte? – repitió el, abandonado las ganas de ponerse serio con ella.

Algo maravilloso le estaba sucediendo a su sobrina, y él estaba tan ciego que casi no lo había visto. Era la primera vez en semanas que ella estaba en la casa.

Estaba radiante. Tenía las mejillas sonrosadas y los ojos brillantes. Llevaba maquillaje, pero muy suave y tenía su pelo recogido en una hermosa cola de caballo. Puede que haya sido por rescatar al cachorro de una muerte casi inminente, puede que sea por trabajar en el jardín todos los días, puede que fuera por su ropa. Pero el resultado era que estaba preciosa: unos pantalones cortos rojos, una camiseta blanca; algo que llevaría una chica feliz de trece años.

Él sabía que la auténtica razón de aquella transformación: en su mayor parte era por su amistad con Sora. Desde que él trabajaba en el estanque, las lograba ver trabajando juntas en el jardín o jugando con el cachorro. Oía el tono alegre de sus voces y sus carcajadas repentinas.

Entonces recordó las palabras que le había dicho su amigo el otro día: "Hana se ha encariñado mucho con Sora, así que trata de no echarlo a perder esta vez"

- ¿Eso también es nuevo? – preguntó Tai, refiriéndose a su ropa.

Hana río

- No te fijes en esas cosas tío

- Déjame decirte que cualquier cambió diferente del negro me llama la atención.

- ¿y te gusta lo que compre para ti?

- Me gustan los pantalones de mezclilla azul y las chaquetas de cuero. ¿Cómo has conseguido pagar esto? Creo que tu mesada no da para tanto.

- He pedido prestado. De tu tarjeta de crédito. ¿recuerdas? Me la dejaste para ir de compras.

- Pero era para que te compraras ropa para ti.

- No te preocupes tío que te lo pagare. Es mi regalo

- ¿y como piensas pagármelo? Debe haber por lo menos cien dólares en ropa.

- ¿no te lo he dicho? – preguntó ella -. Sora me está enseñando a hacer arreglos florares. Llevé algunos al mercado de la esquina, ¡y los compraron todos! Ya he ganado 3000 yenes.

Tai tuvo que girar la cabeza para esconder sus sentimientos. Su sobrina estaba ganando dinero con su primer y modesto negocio ¿y quería gastarlo en él?

- Quiero ver como se te ve la ropa – dijo ella - ¿estas feliz?

Este simplemente esbozo una sonrisa para acariciar el cabello de la castaña.

- Mucho cariño – comento -. Bueno sal de aquí que debo prepararme.

Se puso la ropa y miró su imagen en el espejo. No era su estilo, más bien parecía de aquellos niños ricos jugando al golf. Pero no tenía el valor para comentárselo a su sobrina, la cual le estaba dando las ultimas instrucciones en su camino hacia la puerta.

- Recuerda que debes retirar la silla de la mesa donde se siente. Y no hables de tu motocicleta, tu camioneta o de lo genial que quedo el nuevo sistema de bombeo del estanque.

- Tranquila, actúas peor que tu abuela.

Pero tenía que admitir que sentía como si fuera la primera vez. Se sentía como de diecisiete años, vergonzoso y tímido. Como si no supiera lo que tenía que hacer.

Odiaba esa sensación. ¿Por qué le pasaba eso a él? Para cuando llegó a la casa de Sora, había ido alimentando su propia inseguridad.

Debía haberle llevado flores, algo tras lo que esconderse, pero un ramo hubiera sido ridículo ya que ella tiene un jardín lleno de flores. ¿Y una caja de chocolates? ¿Por qué Hana no había pensado en eso? Ya que tal parece que si pensó en todo lo demás...

Sin otra opción se acercó lentamente a la puerta. Se sentía como un niño que va por primera vez a la escuela: atrapado asustado y de mal humor.

Llamo a la puerta. Oyó mucho ajetreo y luego nada. Volvió a llamar y esta vez observo que la mirilla se abría y se cerraba rápidamente.

- ¿Sora?

Oyo el taconeo de unos zapatos por el suelo de madera. La puerta se abrió ligeramente y ella asomo la cabeza.

- Lo siento, pero no puedo hacerlo – Murmuro y cerró la puerta.

El oyó que sus tacones se alejaban.

Era un sueño hecho realidad, Ella tampoco quería hacerlo. Podría haber dado media vuelta, pero en vez de eso, coloco su mano sobre el pomo de la puerta y la abrió lentamente.

- ¿Sora? – Preguntó, pero no obtuvo respuesta.

Entró a la casa. Era la primera vez que usaba aquella puerta. Aunque estaba oscuro podía sentir el acogedor ambiente: suelo de madera, estanterías con libros, alfombras tejidas a mano.

- ¿Sora?

Sus ojos fueron adaptándose a la oscuridad y la vio sentada en el sofá, con los brazos rodeando sus rodillas desnudas. Se quedo con la boca abierta. No recordaba haber visto algo tan hermoso.

Sora estaba ahí sentada, concentrada en sí misma y llena de resentimiento, con un impresionante vestido color turquesa que le dejaba un hombro desnudo y se adaptaba a sus deliciosas curvas. Llevaba una fina gargantilla de oro que revelaba su pulso acelerado.

- Estás preciosa– dijo el con voz ronca, acercándose lentamente a ella.

- Menos mal, porque me siento como una idiota. Soy demasiado mayor para esto. Deje atrás el sueño de Cenicienta hace mucho tiempo.

- Mejor, poque entre tú y yo ... - comenzó él, sentándose al lado de ella en el sofá – No soy ningún príncipe azul, incluso aunque me beses.

Ella abrió mucho los ojos, se fijó en su boca y desvió la mirada.

- Bueno no tienes por qué preocuparte. No pienso besarte por que no pienso salir de este lugar.

- ¿Por qué no?

- Tan solo quería hacer feliz a Hana – le confesó -. Pero ya he recuperado el sentido. No puedo usar mi vida para hacerla feliz. Además, no creo que funcionara.

- La verdad es que a mí también me convenció.

- ¿no habíamos tenido esta conversación antes? La otra vez termine con una jarra derramada encima de mí,

- Bueno la verdad es que, si quería salir contigo, ¿pero qué hay de ti? créeme que ningún hombre quiere oír que una mujer hermosa accede a salir con él solo por hacer feliz a su sobrina.

- No digas eso Tai, yo no soy hermosa – replico ella estirándose el vestido -. Esta no soy yo

- No – afirmó él dulcemente -, pero esta Sora sí.

Le comenzó a acariciar la mejilla. Ella tembló con su tacto. Lo que le recordó a él que tenía un don para romper cosas frágiles. así que retiro su mano

- No te preocupes – dijo ella -. Yo no soy ninguna princesa. Y, entre tú y yo...los zapatos de cristal me hacen daño.

Él observo sus pies. Eran pequeños, y los zapatos era de tacón, muy delicados, y la hacían parecer una diosa. Había algo en sus pies, tanto si estaban dentro de unas zapatillas de cristal o descalzos o mancados de tierra, Que lo dejaba sin aliento.

- Mira no soy buena para estas cosas, ¿Qué te parece si me cambio, me pongo una blusa vieja, unos vaqueros y unos tenis para ir a comer algo de ramen? – propuso ella

- ¿vas a fallarle a Hana?

- No, no soy tan valiente

- Yo Tampoco.

De repente tenía ganas de llevarla a donde ella quisiera y no porque se lo hubiera pedido su sobrina. Si no por que en verdad quería pasar un rato agradable con ella.

La vida le daba una segunda oportunidad para hacer lo correcto. Además, si alguien se merecía soñar con ser como Cenicienta era ella.

así que finalmente le acercó al codo.

- Mon chéri, permítame escoltarla a su carruaje.

- ¿desde cuándo sabes francés? – pregunto ella con una leve sonrisa.

- Hay cosas de mí que no sabes.

Ella dudó, sacudió la cabeza con arrepentimiento y se agarró de su brazo. Se tambaleó un poco sobre los tacones mientras atravesaban el salón. Se apoyó en él, y de nuevo él se quedó sin aliento al sentir la suavidad de su hombro desnudo junto a su brazo. Pero entonces ella pareció recuperarse y, para cuando llegaron a la camioneta había recobrado la confianza en ella misma.

Sora sonrió al ver la camioneta.

- Parece más una calabaza que un carruaje.

- Una calabaza último modelo – agrego él con una sonrisa – la compre para llevar a Hana a la escuela. Además, soy más sapo que príncipe ¿recuerdas?

- No, no lo eres Tai.

Esas palabras tan simples y la sinceridad con la que las dijo lo cambiaron todo. En un abrir y cerrar de ojos, él pasó de querer ofrecerle la mejor noche de su vida a querer salir corriendo.

Llegaron al restaurante, y estaba seguro de que a ella le había encantado. Tenía una gran vista de la ciudad. La decoración interior era sutil y cara. Tai no pudo evitar darse cuenta de que muchas personas se le quedaban mirando, algo de lo que ella no parecía ser consciente.

Se sentaron en la mesa, estudiaron el menú y pidieron el vino. Cuando les quitaron las cartas ella lo miro con arrepentimiento.

- ¿y ahora qué? – preguntó.

- Hablemos – respondió él

- ¿sobre qué?

"Háblame de ti" "cuéntame todo de ti", pensó per no se atrevió a pedírselo. Después de todo sabía que ella no quería que él se metiera en su vida después de haber estado ausente quince años. Pero quería saberlo todo. Que había hecho después de que se cambiara de Instituto, Donde había estado todo ese tiempo, Cual de las flores que plantaba era su favorita, y en que pensaba antes de dormir.

Pero el ya sabía algunas cosas de ella. Después de todo al ser su mejor amiga en la infancia prácticamente se contaban todo. Sabía que siempre se tomaba su tiempo para tomar cualquier decisión, que siempre se preocupaba por los demás sin importar que sucediera y lo más importante había visto la gran relación que había entablado con Hana.

- Qué tal si te cuento un poco de mi trabajo – Hablo finalmente él.

Ella se inclinó hacia delante, como si creyera que tenía algo que decir. Algo importante, o profundo. Pero no tenía ninguna de las dos cosas. Así que le conto estúpidas historias del trabajo que le hacían parecer mucho más insensible y macho de lo que en realidad era. Tai vio que Sora sujetaba su copa de vino demasiado tensa, y podía ver en sus ojos que lo estaba examinando. Entonces él supo que, si había alguien capaz de conocerlo era ella.

Pero ¿estaba preparado para eso?

La estaba decepcionando. Lo sabía y tenía que cambiar de táctica. Intento cambiar el tema de conversación con ella, pero en el fondo de su alma sabía que no iba a funcionar.

Y entonces, cuando estaba seguro de que la noche no se podía poner peor, algo le demostró que se equivocaba Por que vio por encima del hombro de Sora que en la mesa justo detrás de ellos, un anciano se llevaba la mano al pecho y se caía de la silla.

Tai se levantó bruscamente que derramó el vino. Con su visión periférica vio el vino cayendo encima del vestido de Sora y la mirada de estupefacción en su rostro cuando él paso corriendo junto a ella.

"Es mi Don, mi maldición". Se dijo a sí mismo, mientras llegaba al hombre junto al suelo "Todo lo hecho a perder, y me lo merezco"

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