Cap. 21: Servicio a la caridad

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Me levanté de madrugada, la noche pasó sin darme cuenta y me sentía renovada del viaje. Durante las siguientes horas me las pasé leyendo. Luego de lo que pasó en la biblioteca y en el partido, me había encontrado con Ana en más de una ocasión en los pasillos. Sabiendo que me gusta la lectura, me compartió varios de sus libros favoritos y ahora tenía bastante con que entretenerme.

Ya sabía que era muy agradable, incluso si se le zafaba un tornillo cada vez que hablaba de libros que le gustaba, es una chica muy amable, inteligente e interesante. Me alegré al enterarme que los miembros que le recomendé anónimamente se interesaron en unirse a su club y se la estaban pasando en grande. A Ana le brillaron tanto los ojos que no pude evitar sonreírle cuando me lo contó.

Amaneció y llegó la hora de subir, asearme y hacer el desayuno; unos simples sándwiches de mantequilla de maní y jalea de mora azul, favoritos de mamá; aunque aún era muy temprano para ella, se lo serví, tapé la suya y me senté en el mesón a comer el mío.

No pasó mucho e Indiana salió de su habitación arrastrando las sabanas hasta el baño, donde estuvo un par de minutos y después salió más despierta a buscar su plato y sentarse conmigo a comer. Antes de dar el primer mordisco me habló:

—¿Cómo dormiste?

—Bien...—Tragué la comida y la miré—. Soñé con Cornie y Lyra... Antes de que ocurriera...

—Lo imaginé, te vi con su foto en manos al llegar —Sonrió sin muchas ganas, no era el favorito de sus temas.

La entendía de sobremanera, ambas habíamos perdido a una hermana.

—Como sea —Comí lo que restaba de mi desayuno, mastiqué y tragué—. Me voy.

—Tienes el almuerzo en el refrigerador, caliéntala antes de salir.

Asentí e hice lo ordenado; en menos de diez minutos ya estaba lista y en camino a la puerta cuando Indiana me detuvo:

—Trata de ser amable hoy, es un buen día para convivir —dijo y se metió de nuevo a su cuarto.

La miré con extrañeza, ¿buen día para convivir? Si sabía con quién hablaba, ¿Verdad? Convivencia y yo muy inusualmente encajaba en la misma frase. ¿Se referiría a Félix o a Henri? Podría ser.

—Aja... —susurré y me fui.

Mi ingenuidad fue grande en ese momento, mi desconocimiento, o más bien mi memoria estropeada del cansancio, me hizo ignorante al recuerdo de que ese día Houston tenía un evento especial: el anual a la caridad. Nada más fue llegar y distinguí a varios de los alumnos de preparatoria usando las camisas de uniforme de gimnasia, en el que, en la parte de atrás, bien grande, se veía el logotipo de la institución, previstas para ese día. Maldecí internamente, lo había olvidado por completo.

Este evento es una tradición para todos los Houstonbers, cada año la institución se ponía de acuerdo, dividían a los de preparatoria y secundaria en dos grupos, uno se quedaba en Houston y hacían del plantel un tipo de feria, plantaban una temática, vendían chucherías, dulces, daban entretenimiento, entre otras cosas; es lo que llamamos el fortín. Mientras eso pasa, la otra mitad no es como si se fuera de fiesta, los llevaban en bus hasta un punto de reencuentro, se dividen también en pequeños grupos, normalmente de cuatro a seis personas, y luego nos llevan a diferentes establecimientos: tiendas, cafeterías, y otras. Nos ponen un horario de trabajo. Con todo esto, el dinero que se gana se va un 70% para la caridad y un 30% para hacer mantenimiento la siguiente semana a la institución. Lo que significa, que no tenemos clases y no nos quedamos con las manos vacías, además del ofrecimiento de puntos acumulativos en asignaturas que necesitemos.

Es todo un proceso y a muchos les molesta, pero luego recuerdan que al final dormirán hasta tarde una semana y se les pasa. Por otro lado, es obligatoria la asistencia y no se puede negar a ir, al menos que traigan constancia de reposo medico (que muchos se inventan). En lo personal, es divertida la situación, es para una buena causa y a su mayoría le emociona la participación por la música y las actividades que inventan, que siempre, siempre, son al gusto de los estudiantes. La organización es larga, desde los puestos que habrá en las instalaciones hasta el listado de los locales que cooperaran a la causa, por lo que lo informan dos meses antes de la fecha y dos semanas lo recuerdan para estar atentos y ya ir armando todo el ajetreo que conlleva. No sé cómo es que pude pasar por alto algo así.

Este año me tocó ser del grupo que va a los locales y siendo sincera no estaba entusiasmada; el año pasado fue pasable pues llegué de primera al bus, salí de ultima, tuve un grupo tranquilo que les importaba nada mi presencia.

Pero esta vez, después del post de Chif, Chris y mi mala fama como bruja; temía por lo que llegara a suceder, considerando que los de mi sección eran varios que seguían al dúo Z, incluyendo a Paula, la sequita de Christina. Estaba claro, no iba a ser nada fácil.

—¿Harrison, Penélope?

Había llegado mi turno de pasar, mostré mi identificación de estudiante a la profesora Danielle, cuya regresó de su reposo, y me señaló el autobús a la derecha. Al entrar varios voltearon por auto reflejos y luego de identificarme hicieron toda clase de señas a quienes estaban a un lado, haciéndome el centro de atención.

Suspiré internamente y contuve la respiración, abriéndome a paso seco por el estrecho pasillo al último puesto del final. Pude sentir la mirada de todos sobre mí, haciéndome sentir incomoda; varios hacían burlas y comentarios ofensivos, y uno hasta obstruyó mi paso, poniendo su pie para hacerme caer. Afortunadamente, no ocurrió y logré mantener el equilibrio, ignorándolos hasta el llegar a mi asiento, donde pude escuchar claramente decir a un trío detestable:

—¿Esa no es la bruja?

—¿Qué hace ella aquí?

—¿También vendrá? Que desgracia.

Primero en los vestidores y ahora aquí. Tengo la sensación de que me enfrentaré a ellas en algún momento. Me recosté del asiente, viendo a la ventana con esto en mente cuando por el bus entró el ultimo alumno y muchas chicas chillaron de alegría al verlo, cambiando drásticamente el ambiente.

Tomas, uno de los elefantes y un gran amigo de Félix, pasó sin problema poniéndose la camisa de gimnasia sobre otra que traía abajo, paró para ver donde sentarse y en cuanto me vio se tensó. Me daba la impresión de que le daba miedo, por lo que me sorprendió un poco cuando aun así corrió un lugar y se sentó a mi lado, saludándome amablemente. Recuperándome, solo asentí y luego ignoré por él resto del viaje.

No era que no me agradara, Tomas era una persona muy pacifica en cuestión y era fácil hablar con él, le gustaba de todo, pero en la posición que estaba, no podía darme ese lujo. Él al parecer lo entendió luego de notar que muchas me querían tres metros bajo tierra. Lo dejó estar hasta llegar al punto de encuentro, en donde esperó como yo a que salieran todos para hablarme:

—Que no te molesten, ellos ignoran tu situación.

—¿De qué hablas?

Afinqué los ojos sobre los suyos, esa última parte sonaba a que el chico sabía más de lo que debería y él se dio cuenta luego de que me escuchara, sonando sus dientes en una mordedura.

—No es nada —mintió y miró a otro lado—. Sólo digo, muchos te odian ahora que el castigo que le pusieron a Chris no es secreto, te tienen miedo y buscaran la manera de molestarte.

—Que novedad, no es como si ya no lo hicieran.

—Lo sé, por eso me senté contigo —Sonrió apenado, extendiéndome una mano—. Si quieres puedo ayudarte a mitigar el asunto, el equipo en realidad...

—Se cuidarme sola —dicté firmemente y salí del transporte.

Tal vez sonó un poco engreído de mi parte y entendía su buena intención, pero no lo quería ligar a mis problemas y tampoco quería su lastima. Él y Claus aun intentaban empatizar conmigo y ante los ojos del alumnado de Houston eso ameritaba una condena perpetua, no me apetecía ir a juicio con ellos.

Sabía que muchos ya planeaban algo contra mí, ha sido muy evidente luego de estas semanas, he recibido burlas altas y bajas, empujes en los pasillos, choque de comida "accidental" sobre mi ropa y lo último fue una mezcla de contenido viscoso desconocido echado en el interior de la tapa de mi casillero. Tuve que limpiarlo yo misma, puesto a que si Henri se enteraba era capaz de montar un FBI y buscar al culpable para que pagara personalmente de su mano. Hasta el momento lo he pasado por alto, si actuaba y daba un paso en falso estaba segura de que me atacarían y ya bastantes problemas tenía ya para eso.

Solo miré por encima una vez al salir del bus y encontré muchas no amables. La ignoré y me situé a un lado, esperando a que me nombraran con un grupo para ir al local asignado. Fui parte del ultimo y escuchadas mis plegarias, ninguno resultó ser seguidor o de Chif o del dúo Z.

—A ver, chicos —Llegó la profesora a nuestro grupo—. Son el grupo dieciséis y su lugar de trabajo será en... —Revisó su lista y sonrió a la expectativa, parecía ser que nos tocó un buen lugar—. Una cafetería muy prestigiosa donde hacen dulces de otro mundo: Ely Blue's se llama, les aguardan delicias.

Creo que festejé demasiado pronto. Si no pude reaccionar bien no podía culparme, la última vez fui por accidente y recibí una advertencia, no podía poner pie en esa tienda y tampoco es que lo quisiera, al contrario del grupo, que se entusiasmó y empezaron a hablar de sus pasteles y demás, mientras que por mi parte aproveché el distractor y corrí al alcance de la profesora.

—Profe Danielle —Se giró—, ¿Me permite un segundo? Tengo un... inconveniente con el local.

Al principio no me creyó lo que le hice saber, creía que era sólo una excusa, pero por fortuna el profesor Carobi pasaba a supervisar y nos encontró en la discusión, ayudándome a convencerla.

—¿Me dice que ella en serio tiene tal infortunio? —De nuevo, no nos creía.

—Sorprendente, ¿verdad? Tuve la misma impresión el año pasado cuando conocí la historia, pero es verdad, señorita Danielle. Penélope no puede acercarse a nadie de la familia Blues y Blue's Company —dijo el profesor.

—Pero es que...

—Acusada y liberada del reformatorio con una orden de alejamiento como condición —hablé yo estaba vez, los dos me miraron. La profesora, sobre todo.

—Esto de verdad...

—Profesora Danielle, entiéndalo —intervino Carobi, interrumpiéndola—. Puede que no parezca real, pero lo es, ¿no puede agregarla a otro grupo? Luego si lo desea discute el asunto con Morales tal como lo hice yo, ahora diga, debemos dar una vuelta a los muchachos pronto o sospecharan que pasó algo.

Danielle tardó un rato en analizar la situación y concluir que no se trataba de ninguna broma. Carobi se quedó en suspenso parejo al mío mientras esperábamos la respuesta de la profesora. Finalmente asintió y miró entre las hojas de su carpeta:

—Está bien, tengo una idea, esperemos que esta alumna no haya cambiado de opinión. Sígueme, Harrison. Adelántese, profesor Carobi, la llevaré y lo alcanzo.

Ambos seguimos sus órdenes y nos dispersamos, Carobi se fue en opuesto y yo seguí a Danielle hasta una bonita floristería, Exótica se llamaba y era humildemente impresionante, exhibían flores de todos los tipos y colores, tanto afuera como adentro del local.

Ya en el interior solo podía mirar fascinada, al contrario de Danielle que pasó de largo anunciando por lo alto que la esperara ahí mientras se dirigía a otra alumna que tecleaba en su teléfono, sentada en un extremo del lugar. Cruzaron un par de palabras y luego la profesora pasó por la puerta con el letrero de «solo personal». La alumna me vio y su disgusto floreció, guardando su teléfono en su bolso se levantó y caminó hasta a mí.

Su melena oscura que normalmente traía suelto y expuesto hasta su cintura iba recogido en un moño alto y trenzado, como las bailarinas, maquillada suavemente en los ojos y fuerte en los labios, con la camisa de gimnasia, unos jeans ajustados y unas plataformas negras que, no negaba que le quedaban increíbles, pero me preguntaba como pensaba trabajar, ¿es que la otra mitad del dúo Z pensaba hacer de la caridad un desfile de modas?

—Vaya, vaya, miren quien llegó —Sonrió con hipocresía—. ¿Te perdiste? Este no es tu grupo.

—Bueno... —dije sin prestarle mucha atención, no me interesaba lo que dijera ella.

—¿Dijiste algo?

No respondí y giré un cuarto hacia un grupo de flores azules que si mal no recordaba se llamaban nobilis, o algo parecido, disponía de seis a sietes pétalos, su azul iba variando, tirando a uno más claros que otros, eran pequeñas y con un centro amarillento verdoso y pelusas en los extremos antes de los pétalos. Me parecían muy bonitas y me distraían de lo que sea que Paula Wade estuviese diciendo, y que seguía insistiendo en que oyera rato después de ignorarla.

—¡Oye! —La miré fastidiada—. No soy como Chris con quien haces lo que quieres, yo...

—¿Cerraras la boca y dejaras en paz a la humanidad? Que linda, ese es un gran detalle.

La boca de Paula se desprendió de sus cavarles y sus ojos explotaron en furia, asesinándome con la peor de sus miradas. Escuché una pequeña risa de otro extremo, pero no presté atención y fijé la vista sobre la pelinegra, que se recomponía con facilidad y se enderezaba para volver a atacar.

—Ya sé que tramas...

—¿Ah sí?

—Sí, pero no lo lograras. Nuevamente, no soy como Christina, al contrario, yo siempre gano —Sonrió con orgullo.

—Esto se volvió una competencia ya veo, ¿cuál es el premio? ¿La liberación de Chris?

—O por los cielos, ¡no! Ella está donde corresponde, usando su trasero como trapo para los pasillos.

—Qué fuerte —Hice un falso gesto de pena y luego simulé asombro—. ¿No eran amigas?

—Paso. Tal vez antes de que mostrara la perdedora que es, ahora ya no tiene credibilidad en mi circulo.

—Veo que la perrita faldera soltó su correa... —Me burlé en voz baja, pero sabía que pudo escucharme y sonreí al comprobarlo.

—Perrita faldera tu vieja...

—Cuidado por cómo te refieras a mi familia —Amenacé con un tono helado que la hizo tragar saliva—. Son mucho más honradas que tú.

—Ay, bruja, yo no tengo nada que perder contra eso.

—¿Qué no? —Volví a sonreír—. Dices que siempre ganas, cuéntame —Me acerqué a su rostro— ¿También ganaste cuando ese chico...?

—¡Cállate! —chilló, empujándome y separándome de ella.

La piel de paula era bronceada, pero ni eso intervino que el rojo ascendiera por sus mejillas, consumida de la vergüenza y la culpa de ese mal recuerdo.

Había escuchado muchas cosas de ella, la mayoría rumores tan estúpidos como los míos. Pero en todos los rumores, siempre hay algo de verdad que los inició y en el caso de Paula Wade solo había una cosa: era una persona insanamente cruel.

Zoo Vileza, por ejemplo, un grupo extraño del que todos pensaban que el dúo Z pertenecía. Chris era una malevolente Zorra que se la tomaba de astuta, Paula era la perrita faldera que la seguía a todas partes. Juntas han hecho cosas de que si se terminaran de enterar sus mayores la expulsión sería lo de menos.

O eso es lo que había escuchado, ni siquiera yo tenía detalles al respecto. Con el castigo, había hecho lo imposible por alejar a Chris de ese camino; pero no soy una heroína y Paula parecía que, sin Chris estorbando, de a poco se salía de control.

—¿Cómo sabes...?

—¿Completo la pregunta?

Finalmente se mordió la lengua y se calló, desviando la mirada a otro lado. Pensé que con eso dejaría de molestarme, pero volvió mirarme y sonrió otra vez, era siniestro.

—Lo de bruja no es en vano... —susurró—. Ok, tú ganas este encuentro.

Estaba por agregar algo más, pero entonces la puerta atrás se abrió y salieron la profesora Danielle y otra mujer. Tuvimos que cortar nuestra conversación.

—Está todo listo, por un pequeño error mío confundí lugares, Paula te vienes conmigo a la cafetería Blues y tú, Penélope, te quedaras aquí, ¿estamos? —Asentimos—. Vámonos entonces. Chicos, compórtense.

Acto seguido, Danielle sale del local con Paula detrás, cuya antes de cerrar la puerta me vio y me dedicó una hermosa mueca que pretendía asustarme. No hice caso y volteé hacia el lugar donde pasaría una semana en vez de la preparatoria, fijándome en la que suponía era la dueña. Ella me sonrió y extendió su mano como saludo.

—Mucho gusto, soy Sonia Cavalet, la dueña de la floristería. Bienvenida a Exótica, Penélope —Se presentó la señora—. Entre nosotras me salvaste de oír: Ay me rompí una uña; de la otra chica. Aunque suene mal, agradezco que estés en su lugar.

No dije nada y sonreí. En eso me percaté de tres alumnos más observándonos con curiosidad. Reconocí a Francisco, uno de los jugadores del equipo de básquet, y a los otros dos no recordaba haberlos visto antes hasta ese año, por lo que deduje que eran de los de nuevo ingreso. Éramos cuatro alumnos presentes, faltaban dos.

—¡Fran, mueve el trasero y ven a ayudarnos! —clamaron unos gritos desde el fondo.

La otra chica, aparte de mí, corrió al socorro de las voces que avanzaban hasta la puerta al aula principal de la floristería y la abrió, dejando que Fran y el otro chico ayudaran a los otros dos que traían un saco con tierra (o fertilizante) y otro con palas pequeñas, guantes y un par de regaderas, todo guindando de los brazos que no tenía.

—Gracias, chicos —agradeció el que traía los instrumentos de jardinería, poniéndolos con la ayuda del otro chico nuevo en el piso.

—No te esfuerces mucho, Fel. Recuerda la condición que te pusieron tus padres —dijo Francisco y me sorprendí al ver como al rulos le daban espacio para enderezarse y comprobar su hombro.

—Ya lo sé, me lo recuerdan cada cinco minutos —dijo él y di un suspiro al cielo.

"Debe ser una broma, es como si el mundo nos quisiera juntos". Pensé y puse una mano sobre mi cintura, mirando hacia el piso cuando oí de nuevo los más que reconocibles gruñidos de Claus. Caminé hasta ellos y tomé un extremo del saco, ayudándolos a llevar hasta el sitio que guiaba el capitán del equipo, lo bajamos y luego fue el momento de que me vieran.

—¿Lop? —Me preguntó Claus.

Hice un simple saludo. Sentí la mirada del resto en mi espalda y luego me percaté de la cara de Félix asomarse con la boca abierta. Se puso en frente de nosotros.

—¡Que sorpresa! ¿Qué haces aquí?

—Un momento... ¿Y Paula?

—Hubo un pequeño error en el listado. Lop es de este grupo y en su lugar se fue Paula, que, como saben, no estaba contenta de estar aquí —explicó la dueña y todos entendieron sin problema.

—Fiu... De la que nos salvamos —expresó Claus con alegría y todos cómplices estallaron en risas.

Miré divertida la escena y caí en la mirada de Félix, juntos sonreímos y miramos a los demás.

Bueno, esto no sería tan malo como pensaba.

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¡Holiwis my loffes!

¿Qué hace Keni actualizado un miercoles por la tarde?

Verán, estoy terminando el primer corte y ya sé que esto se va a poner muy feo

Así que decidí subir el capítulo hoy porque no creo que el viernes de esta o la próxima semana me alcance la vida para publicarlo :'v

Así que espero que lo hayan disfrutado :'3

Porque, chales

¿Orden de alejamiento?

¿Lop cometió algún crime?

¿Cuál es el drama que esconde con la familia Blues?

Y Paula...

Manita arriba porque esto se está poniendo algo turbio

¡Prepárense que ahora es que empiezan las revelaciones!

Todas sus preguntas ya serán respondidas, calmaos

En el próximo capítulo hablaremos de rosas negras

Pero antes para calentar motores:

¡Nos vemos dentro de poco!

¡Bye, bye!

Att: Keni♥

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