Cap. 31: Otro domingo de Mayo (Parte 2)

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Lo miré y no lo creí. Suspiré y no me calmé. Me crucé de brazos esperando que se fijara en mí, pero no volteó. Estaba petrificado frente a la reja en forma de arco, asimilando el lugar en que fue a parar por seguirme persistentemente desde la papelería.

Si no lo conociera, seguro pensaría que me estaba acosando; pero no, Félix solamente es metiche y le gustaba involucrarse en donde no lo llamaban. No tenía remedio.

Esperé un par de segundos a ver si reaccionaba y se percatara de mí, pero no lo hizo. No tuve de otra que acercarme por detrás y, tomándolo del hombro, girarlo hacia a mí, obligándolo a enfrentarme.

—Se puede saber, ¿en qué estás pensando? —Le pregunté.

Él, adueñado del pánico, se echó tres pasos hacia atrás y juntó sus dientes.

—Lop... Yo... —Volví a cruzarme de brazos, muy impaciente, y se encogió en su lugar.

Lo menos que siempre hacía era escuchar sus razones, pero en ese instante no me encontraba totalmente pasible para esperar lo que se tarda en formular sus palabras. Lo que él notó y se puso realmente serio, haciéndome centrarme y entrar en razón.

—Perdón... —Tomé aire y me descrucé, desviando la mirada al suelo por un segundo—. Sabía que estabas siguiéndome, no quise asustarte.

—No... Yo... —Se aclaró la garganta y dejó de jugar con sus manos para mirarme directamente—. Quería hablar contigo, pero oí algo en la papelería y bueno... —Miró la reja del arco—. ¿Qué haces aquí...? —preguntó con temor.

—Oh, no sé —Se me salió la ironía, contagiándome de una mueca sarcástica—. ¿Qué hacen las personas cuando visitan un cementerio, Félix?

Sé lo hice sentir como un tonto y luego me sentiría mal por ello. Me miró con cierta pena y sonrió culpable, metiendo las manos en sus bolsillos mientras se pensaba como continuar. A este punto solo podía imaginarme dos de sus respuestas: una en donde se callaba, asentía y esperaba que yo hablara, y otra en que se atrevía a exigirse saber.

—Pero... ¿En un día como hoy? —Dupliqué mi mueca, acertando en mi predicción.

"Creo que no tengo opción". Pensé, asintiendo en silencio y acercándome a su lado. Él no hizo la intención de alejarse, con la incomodidad surgida se olvidó por completo de lo nervioso que solía ponerse.

O eso creí por un segundo, hasta que me percaté que repentinamente exhaló con urgencia y sus ojos volvieron a pestañar; es decir, se había congelado con mi cercanía. Antes de que tomara el mensaje equivocado me apresuré y tomé su muñeca, dándole la espalda para guiarlo conmigo al interior del cementerio. Con suerte lo entendería al verlo por sí mismo.

Caminé en silencio con su rígido cuerpo siguiéndome el paso. El ruido de las hojas siendo frotadas entre sí por el viento, adornaban la tranquilidad del lugar. Me sabía el camino de memoria, anduve con gran seguridad sobre el sendero de concreto, perdiéndome en la guía de mis recuerdos hacia la tumba que buscaba.

—¿Lop...? ¿Falta mucho?

La inseguridad en su voz me delató lo poco agradable que encontraba el lugar. Estando de espaldas, no hice el intento de ocultarlo y sonreí de lado; era tierno incluso sin quererlo.

—¿No te gustan los cementerios, Félix?

Me burlé, tentada al voltear solo para ver si lo había avergonzado; aunque ya sabía la respuesta, él a veces era impredecible.

—No es eso... —Su voz tembló y sonreí triunfante; sí, era eso—. Me llevas a ciegas, ¿por qué tanto suspenso?

—Ya verás... —Reafirmé mi mano sobre su muñeca. Lo sentí tensarse—. Y lo siento de antemano...

—¿Qué? —Era entendible su desconcierto—. ¿A qué viene eso? No me has vuelto a besar de la nada —Se rió de su propio mal chiste.

Lo miré con inercia sobre mi hombro, deteniéndome, y rápidamente lo lamentó. Le sonreí para tranquilizarlo, aunque no me hiciera gracia su burla sé que lo hizo para cortar el hielo.

Por un momento pensé en reírme. Mientras más rápido olvidáramos y nos riéramos de ese asunto, sería mejor.

—No, pero sabrás que te mentí —confesé sin vacilar, devolviendo mi vista al camino y retomando el andar.

—¿Mentir de qué?

—De esto.

La crudeza nos dejó en el preciso momento delante de la tumba que todos los años visitaba. Sin mirarlo, me hice a un lado y lo dejé observar, entendiendo su incomprensión mediante fue leyendo el grabado de la piedra.

Lyla Harrison Easom

1981-2011

Hija, esposa y Madre

"You are my inmortal"

—¿Quién es? —preguntó temeroso. Lo miré de reojo.

—Mi madre biológica —Sus ojos se agrandaron.

—¿Qué? —También me miró—. Pero si tu madre... Hace poco...

—Es mi tía, Indiana —Miré la lápida.

—Eso quiere decir que tú...

—Sí...

Me acomodé la mochila de modo que se me hiciera fácil sacar de su interior mi compra de esa tarde: mi regalo, una hoja de calcomanías. Me agaché frente a la tumba y la miré con algo de tristeza. Como pasa el tiempo.

—Se puede decir que soy huérfana —Completo con desganas.

—¿Se puede decir? O sea... ¿No lo eres?

—No del todo —Tomé la hoja y despegué uno de los tulipanes pegándolo junto al resto. Había uno por cada año de su partida.

Volvimos al silencio, como lo esperé ha quedado perturbado. Pensé que tal vez no debería contarle, pero, conociéndolo, igual me lo preguntaría en otro momento, y lo más seguro que para entonces ya me habré arrepentido.

—¿Quieres oír una historia...? —Lo miré de reojo, su cuerpo seguía rígido, pero igual logró asentir.

—Pero... Solo si tú quieres... —agregó, bajando la mirada al grabado. Sonreí de lado.

—Creo que es obvio, pero... —Volvió a mirarme ante mi suspenso—. Te advierto, no tiene un final feliz.

—Ya me hago una idea —Intentó sonar con confianza, pero nada más verme sus ojos decayeron de nuevo.

Igual que un pastor viendo a un cordero degollado...

—Bien... —Miré la calcomanía que había puesto—. Lyla me tuvo cuando era muy joven, ella y yo tal vez tengamos similitudes físicamente, pero en cuanto a personalidad ella era mucho más rebelde, problemática y sobretodo desinteresada; lo cual terminó atrayendo a muchos tipos de personas, incluyendo a los padres de Henri y... mi padre.

—Él las abandonó, ¿No...?

Su memoria siempre ha sido buena, no me extrañó que lo recordara. Dibujé una sonrisa culpable en mi rostro y negué con los ojos cerrados, ¿qué tenía este chico que me obligaba a ser sincera con él?

—¿Qué tan irracional crees que podemos ser por amor? Creo que lo suficiente como para no darnos cuenta hasta que ya es muy tarde —Recité aquella lección de vida—. Mis padres se enamoraron, tuvieron sus aventuras, limitados como amantes en un juego peligroso que, al fin de cuentas, deberían haberle dado un fin antes de empezar.

—¿Por qué...? —inquirió inseguro.

—Porque los secretos no lo son sino puedes guardarlos, Félix —Me levanté del suelo y sacudí mi pantalón—. Las cosas se descontrolaron y mi madre salió embarazada. Él no podía cuidarnos porque... —Solté mi respiración—. Porque él estaba casado.

—¿Qué?

—Sí, y su esposa se enteró.

—¿Y tu madre sabiéndolo todavía...?

—Ya entiendes mi punto —Sonreí de lado—. Con mucho dolor Lyla lo entendió y se tuvo que alejar de él; desapareció sin dejar rastro, pero él nunca dejó de pensar en ella.

—¿Cómo lo sabes? —Arrastró con un ápice de rabia.

Sonreí, esperaba no llegar a esa parte.

—Cuando tenía cinco me conoció. Mi madre le había ocultado que estuvo en cinta antes de desaparecer, pero descubrió fácilmente que era su hija. Incluso si ella se casó con alguien más tiempo después las fechas no coincidían, exigió hacerse cargo de mí y empezó a transferirnos una pensión cada mes.

—Dime que ya pasamos la peor parte... —Negué lentamente.

—Como dije: nunca se olvidaron del otro —Sonreí con cierta melancolía—. Se volvieron a enredar y mi hermana menor llegó a nuestras vidas. Él, mi padrastro con el que se casó, cinco años después lo descubrió todo: que no era su hija, que ninguna de las dos lo era, que nunca lo amó y que le había sido infiel; y eso lo enloqueció... —Llegada a esta parte mi tranquilidad empezó a doblegarse y sentí un escalofrío en mi cuerpo. Me abrigué con las manos y me abracé sutilmente a mí misma—. Atentó contra nosotras.

—¿Qué? —Su incredulidad y miedo era mucho más notorias.

—Intentó matarnos: a mi hermana, a mí, luego pensaba ir contra mi padre; solo quería a Lyla, iniciar de cero con ella.

—¿Estaba loco? —Su tono asustado me causó ironía, más por la pregunta, y solté una risa seca.

—Era un alcohólico de mierda y al investigarlo la policía descubrió que también ingería drogas. Mi madre no se dio cuenta de ello o al menos eso quiero creer... —Miré la lápida—. Pero son preguntas que nunca podré hacerle...

—No me digas que tu padrastro... —Asentí y su respiración se agitó—. ¡Pero dijiste que quería estar solo con ella!

—Y así era, pero... —Un nudo empezó a formarse en mi garganta—. Ella... se metió en medio.

Félix tragó saliva, empezando a entender.

Por mi cabeza pasaron las imágenes de ese fatídico día: cuando corrí intentando escapar, los sollozos de mi hermana, las pisadas de él, el cuchillo clavándose en la carne...

—¿Recuerdas cuando me salvaste de los ladrones en Houston? —Asintió con miedo, esperando lo peor—. Pasó exactamente lo mismo esa noche...

» Indiana llamó diciéndole asustada que mi padrastro había llegado a su casa buscándola a gritos, amenazándonos de que iba a matarnos. Llegó a casa y empezó a discutir con mi madre, preguntó por mi hermana y por mí; yo jugaba con ella y al escuchar los gritos salté a protegerla, pero entonces él entró. Mi madre gritó que corriera lejos, que me fuera de ahí con Cornie, pero tenía mucho miedo. Solo podía abrazarla y temblar —Tragué saliva, como si aún pudiera sentirla en mis brazos.

» Entonces, cuando trató de atacarnos... —Lo miré de reojo, estaba expectante y muy asustado—. Lyla recibió el daño... Hasta él quedó impactado, pero no le dio tiempo de nada porque la policía que llamó mi tía llegó.

—¿Y ella?

—El cuchillo le dio de lleno en el pecho, no pudieron salvarla... —Hice de mis manos unos puños.

Murió casi al instante.

Todavía podía ver su sonrisa cuando vio que pudo llegar a tiempo. Sus últimas palabras no existieron, solo una mirada de alivio al saber que estábamos vivas.

—No puede ser... —Miró muy impactado la tumba.

—Sin tan solo hubiera corrido cuando me dijo... —murmuré para mí y Félix volteó estupefacto.

» No pude verle la cara a mi tía un tiempo, y mucho menos a mi padre, pensé que me odiarían —Sorbí aire y apreté los ojos, sintiendo levemente cercano el recuerdo—. Por ley debí irme con mi padre, pero... No soportaba la idea y convencí a Indiana que tomara mi tutela; pero en cuanto a mi hermana... Se la entregué a su ex esposa, quien, por cierto, acudió también al hospital al oír lo sucedido.

—Que... diablos... ¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste? ¿Qué hacía ella ahí? —preguntó como si la idea hubiera sido una locura y así fue.

—Porque fue alguna vez la mejor amiga de mi madre... —Se quedó mudo—. Estaba segura de ella se la daría a mi padre y así fue —argumenté, intentando no romperme a llorar—. Ella solo tenía cinco años, necesitaba de una familia. Mi tía no podía hacerse cargo de ambas, tuve que elegir...

Félix negó repetidas veces, por una cosa sí y por otra cosa también; no creyendo lo que escuchaba.

—¿Y qué hay de ti? ¿Qué hay de tu familia, Lop? —Lo miré seriamente, dándome media vuelta hacia él.

—Indiana es mi familia —dije con seguridad.

—No, ¿por qué no se separaron en vez de unirse en un momento tan delicado? —La vi sorprendida—. Sí, hizo estupideces, pero regresó más de una ocasión para arreglarlas...

—Y cometía otras.

—¡Pero las amaba, Lop! ¡No las abandonó ni cuando la mujer que amó perdió la vida! —abogó con tanta confianza que me dio la impresión como si hubiera estado ahí.

Inhalé hondo, quería y necesitaba resistir. Me prometí que no volvería a llorar. No me haría decirlo.

—Por eso le entregué a Cornie y yo me fui con mi tía.

—¿Y tú qué? —preguntó de nuevo. Me hacía la desconcertada, pero sabía a qué se refería.

—No lo entiendes.

—No, no lo entiendo, ¿crees que de verdad te odie tanto como para no verte nunca más? —Fue tan directo que movió todo dentro de mí—. Incluso asustada no soltaste a tu hermana, tu madre solo hizo lo que cualquier madre haría y es proteger a sus hijos, incluso si le costó la vida.

Incluso afectada, mi mirada no cambió, pero tampoco la postura él. Me miró como si le doliera tanto como me dolió a mí en ese momento, desesperado por entenderme.

—No puedo creer que te culpes... —dijo herido—. Tú no tienes la culpa de nada... No la tienes, Lop.

—No lo hago, Félix —murmuré sin dejar de verlo—. Ya no.

Félix solo volvió a negar.

—De verdad, nunca sé lo que piensas, pero en serio trato de comprenderte —admitió y yo apreté los diente, sabiendo muy bien que era así—. Si no te sigues culpando de su muerte, dime una sola razón para no ir en este momento y buscar a tu padre.

—He huido de ellos por más de siete años —Remarqué lo obvio, dejando de abrazarme y mirándolo con la rabia retenida—. ¿Por qué debería ir ahora?

Félix entreabrió la boca, entendiendo todo.

—Tienes miedo, Lop.

—Sí, lo tengo.

Se acentuó su entrecejo.

Me callé, era suficiente.

No sé en qué momento se había aproximado, pero estábamos tan cerca que ahora solo el silencio nos separaba. Empezaba a arrepentirme de haberle contado, los ojos de Félix son tan sinceros y expresivos que podían abrumarme, nunca me sentía preparada para ellos. A veces me costaba mirarlos por demasiado tiempo así que los desviaba a su nariz, sus cejas y su cabello; todo para no echarme atrás, pero ni eso me estaba funcionando.

No podía apártale la mirada, algo en sus ojos se sentía diferente; no me miraban con lastima, ni compasión, ni prejuicio. Me gritaban que no se movería de ahí hasta hacerme entender, pero al mismo tiempo susurraban tantas otras cosas que me ponían nerviosa.

¿Qué estaba pasando? De repente sentí que me faltaba el aire.

No sé cuánto tiempo me hubiera quedado viéndolos de no ser porque de repente escuché un grito alarmante:

—¡Vamos, papá, pareces un caracol!

—¡Ya no soy tan joven! Espera un poco...

Apreté los dientes y miré detrás de Félix. Al comprobar lo que creí, no le di tiempo de reaccionar y lo jalé conmigo a un punto ciego detrás de una tumba, diciéndole con la mirada que el momento para preguntar se acabó y que ahora solo debía cerrar la boca.

Mi rostro se ensombreció y mi cuerpo adoptó la misma rigidez de hace un año, cuando pasó exactamente lo mismo y casi me descubren. Delante de nosotros llegaban dos personas: un hombre de alrededor de cuarenta años y una jovencita de doce.

Había logrado esconderme de ellos por muchos años, incluso llegué a pasar por su lado una vez y no me reconocieron; sin embargo, no quería arriesgarme y me agaché lo más que pude detrás de la lápida. Félix intentó preguntar qué pasaba, pero con un dedo en mi boca le rogué que se quedara tranquilo.

—¿Uh? Mira, hay otra calcomanía —Señaló la niña.

Un escalofrío me recorrió, recordando ese pequeño detalle. El rulos me leyó la mente y, al contrario de mí, cayó en la tentación y miró con cuidado detrás de la lápida.

—Un tulipán —Rió suavemente el hombre—. Sea quien sean quien las pone, debe ser alguien que conoció muy bien a Lyla.

—¿Ah sí? ¿Por qué? —inquirió dulcemente.

—Le gustaba las flores, pero odiaba los ramos. Irónico, ¿no lo crees? Cuando intenté darle uno me dijo: si quieres darme flores dámelas en calcomanías, de lo contrario no seré tan amable y te las pegaré en la cabeza —Volvió a reír, logrando contagiarme.

"Con que aún lo recordaba...". Sonreí de lado, muy nostálgica.

—Mamá era excéntrica, ¿no lo crees?

—Tienes doce años, Cornie, doce, ¿te molesta tanto hablar como tal?

—Me han saltado de año dos veces, no puedes obligarme ahora —No la veía, pero sabía que hizo ese típico gesto de sacarle la lengua cerrando un ojo.

Volví a sonreír, era igual que mamá.

—Cornie —La intentó regañar.

—Vale, seré de doce años y me taparé por dos minutos los oídos para que hables de cosas más profundas con ella.

—¿Qué? ¡No, espera!

—Uno... Dos... —Empezó a contar y desde mi puesto pude sentir como empezó a caminar sobre el concreto.

Paso, arrastre. Uno, otro, y se detuvo, dejándolo a un metro de distancia y, a mí, la vista suficiente para verla de reojo sin salir de mi escondite. Éramos muy diferentes y al mismo tiempo, idénticas: su cabello con el sol se veía más claro y brillante, lo tenía suelto y bien peinado, se lo había cortado recientemente. Llevaba sujetado con una hebilla su flequillo para que no le estorbara la vista, sus cejas eran delgadas y marcadas, sus pestañas delgadas y largas, tenía una pequeña y linda nariz y unos labios cereza. Vestía una blusa de color blanco con líneas amarillas, una falda con pliegues y zapatos negros. Se veía adorable.

—Es igual a ti, ¿no lo crees? —Asentí, aunque no me lo preguntara a mí—. Vaya, ya son siete años, que rápido pasa el tiempo, ¿no te parece? Cornie tiene doce, pero ya va en secundaria, es muy inteligente y estoy muy orgullosa de ella —Tomó aire—. También son siete desde que no la veo, hablo de Lop... —Sentí un golpe en mi estómago—. Si lo pienso, ella tenía la edad que tiene ahora su hermana cuando se fue, pero ya debe tener diecisiete, ¿hace poco no fue su cumpleaños?

Su risa fue suave y sincera, pero también muy triste.

» Creo que Cornie le hizo algo con algunas fotografías que encontró en mi computadora. La extraña demasiado, ¿sabías? Lo he intentado, pero ella e Indiana se mudaron y no sé dónde encontrarlas; admito que estoy preocupado y que también me gustaría verla... —Su tono bajó—. No temas, la seguiré esperado...

Tragué fuertemente saliva.

—Ya estás —dijo de vuelta ella, cortándole con la misma nostalgia y tristeza—. ¿Terminaste?

—¿Eh? Sí... Vamos.

—Ella... —Lo interrumpió—. Ella si regresará, ¿verdad?

—Seguiré intentando para que sea así, lo prometo.

Dicho esto, oí sus pasos alejarse. Rato después, vi como sus cuerpos se asomaron entre las tumbas del otro lado, comprobándome así su salida del cementerio y el regreso de la conciencia sobre mis movimientos.

Escuchar a mi padre hablar de esa manera de mí, sin darme cuenta me hizo encerrar mi cabeza entre mi cuerpo mientras abrazaba mis rodillas.

"Seguiré esperando". "Seguiré intentando". "Ella si regresará".

¿Cuándo empecé a llorar?

—Lop... —susurraron sobre mi cabello.

Saqué asustada mi cabeza y miré a Félix. Me olvidé por completo de él. De seguro me veía lamentable, porque él nunca me vería con tanta pena; sin embargo, no me importaba, tampoco hubo tiempo para que así fuera. En el momento en que iba a decir cualquier cosa, sus brazos me rodearon y me abrazaron contra él.

Mis ojos se ocultaron en su hombro y mancharon su camisa de lágrimas. En ese momento entendí porqué no le pedí que se fuera cuando descubrí que me seguía.

Realmente, por una vez, no quería estar sola.

—Vámonos de aquí... —murmuró suavemente, pasando por un lado su brazo para tomar mi mochila y, sin soltarme ni por un segundo, me sacó del cementerio.

. . .

Éramos los únicos en el autobús a esa hora. La observé por el reflejo de la ventana. Flotó su dedo índice sobre los orificios de su nariz, sorbiendo aire por ellos; sus ojos enrojecidos hacían ver su piel incluso más pálida y que antes, dándole una apariencia lamentable y tal vez enfermiza.

No había hablado en todo el camino, tampoco la he obligado a hacerlo; mientras el bus conducía su ruta, el silencio en nuestros puestos era igual al de dos extraños.

Solo que yo no era un extraño, era todo menos eso; había escuchado de su propia boca más de su vida de lo que imaginé en algún momento oír y eso, sobre todo eso, me tenía muy preocupado.

El sol se veía a lo lejos entre los edificios, pronto atardecería. En este momento lo lamentaba por mi familia, pero no llegaría a la merienda de esa tarde. Incluso al montarme envié un mensaje para decirles. No quería y no podía dejarla sola, mucho menos ahora que sostenía mi mano como si fuera lo único que se pudiese aferrar; aunque creo que lo hacía inconscientemente o no se había dado cuenta de ello, pero no importaba demasiado cuál de las dos, yo no pretendía soltarla.

—¿Félix? —Me llamó y recién me percaté de que me miraba por su reflejo. Asentí para hacerle entender que estaba ahí y que la escuchaba—. ¿Cuál es tu parada?

Eso me desoló.

Estaba loca y pensaba decírselo, pero entré en razón a tiempo y cerré la boca, desviando la mirada al asiento delantero.

—¿Félix?

—Lo siento... —murmuré, reprimiendo mis ganas de decirle otra cosa—. ¿Dónde te quedaras tú? ¿Irás a tu casa? —Negó.

—Supongo que ya te habrá dicho algo, después de todo estuvieron juntos temprano... —Su voz estaba irreconocible—. Henri se encargó de insistir mucho este año, aunque salí temprano del trabajo no me dará tiempo de ir a arreglarme. Así que iré directamente a su casa.

—Bien... —Asentí, aunque no me gustara mucho la idea, lo mejor era que estuviera rodeada de personas que la querían ahora.

Como no la veía, solo podía sentir su respiración pesar y suspirar. Por eso mismo, me agarró desprevenido cuando me sujetó el rostro con sus manos y me obligó a mirarla. Me sonrojé ante la similitud del momento con el del beso y ella al notarlo me soltó de inmediato, al fin de cuenta ya tenía mi atención.

—Escucha, lo que pasó... —La voz le salió débil, aún no parecía estar preparada para hablar.

—Esos... Eran tu familia, Lop...

Busqué mis palabras, pero no encontré ningunas mejores que no fueran las primeras que se me vinieron a la mente. Pedí disculpas con la mirada por mi crudeza y percibí como los ojos de Lop se aguaron. Como me lo temí, aún estaba muy sensible por lo ocurrido.

—¿Lo sabías? —pregunté, dejándola desconcertada.

—¿Qué?

—¿Sí lo sabías? ¿Sabías que ellos te esperaban?

Vi como tragó saliva y seguidamente se quedó callada. Aunque entendía que era un asunto fuerte no me callé esta vez; si quería ayudarla tenía que ser lo más sincero posible, ser sincero por ambos.

—No... —Tembló, trataba de reprimirlo, pero se notaban sus ganas de llorar—. Pero lo suponía...

—Por eso no querías verlos... —Asintió—. Por Dios, Lop.

Ahora entendía, no era solo miedo...

—Mi tía me dijo un par de veces que se encontró con mi padre en la calle y le habló de mí, pidiendo verme —Se encogió en su asiento, sosteniendo con fuerza mi mano—. Me negué hasta ahora en creerlo...

—Pero... ¿Por qué...?

—Félix no lo sé... —Se pasó su mano libre por la cabeza y la deslizó hasta su mejilla, dejándola al final sobre su regazo—. A nadie le gusta hablar de lo que no acepta...

—Precisamente por eso tienes que afrontarlo.

Me miró un tanto incrédula y un tanto sorprendida; creo que no se esperaba que le contestara tan serio y, tal vez, un poco cortante y autoritario. La verdad yo también me sorprendí, pero llegando a este extremo no me eché para atrás y di un apretón en su mano, rectificándole mis palabras y apoyo.

—Tienes que hablar con ellos... —susurré lo más lento y seguro que pude.

Siendo sincero, estaba muy nervioso yo también...

No recibí respuesta; sin embargo, tampoco esquivó la mirada, se lo estaba pensando. Cerré los ojos y tragué saliva, decidiendo ser más directo.

—Penélope... —Volcó mi corazón al mismo tiempo que entreabrió sus labios. Yo nunca la llamaba por su nombre completo—. ¿Qué es lo que te detiene finalmente? ¿Rencor hacia tu padre por haberlas dejado con ese lunático? ¿Miedo a enfrentar a tu hermana tras dejarla?

—Nada de eso... —respondió al fin, decayendo su mirada—. Mi padre nunca dejó de visitarnos. Fueron momentos desafortunados y problemas de fuerzas mayores lo que los obligaron a estar separados, sé muy bien que se amaban, tú viste como le hablaba a la tumba de mi madre —Suspiró, fingiendo que no le afectaba mencionarla—. Mi hermana me preocupa, sé que podría odiarme, pero no me importa porque no deseo otra cosa que su felicidad...

—Pero no lo será del todo hasta verte de nuevo...

—Tenía cinco años, probablemente ya no recuerde nada de mí...

—Según lo que oí, está dos años adelantada a su curso. Es tan inteligente como tú —Le sonreí con cariño, recordando el día en que me confesó que una vez estudió en el GWLA y lo impactado que quedé.

Ella captó mi indirecta y sonrió de lado también, asintiendo mínimamente dos veces. Estaba seguro de eso, de que estaba muy orgullosa de esa noticia y de su hermana menor.

Pero había algo más... Algo que seguía molestándola y no le permitía sonreír de nuevo sin aguarse sus ojos.

—¿Es por tu madre...? —Se me salió la pregunta y su mirada se endureció.

—No es por ella —dice firmemente—. Lo admito, hace mucho me culpaba de esa tragedia, pero ya no...

—¿Entonces qué es...? —insistí y otra vez se suavizan, amenazando por romperse.

—Por mí... Después de tanto tiempo... —Una lágrima se le escapó—. Después de tanto tiempo, de no verlos, de huir de ellos. Ellos lo saben, que he sido yo que no he querido. ¿Cómo piensas que puedo ir como si nada? ¿Con que derecho? Dime... ¿Con que derecho les reclamo que quiero ser parte de su familia? —El dolor y el veneno que se lanzaba a sí me estaba matando y al mismo tiempo abofeteando.

¿Desde cuándo? ¿Desde hace cuánto ha tenido que pelear así de horrible consigo misma?

Apreté su mano, más que enfadado conmigo.

—No es solo «su» Familia... Es tuya también, eres parte de ella. Sin importar cuantos años pasen sin verse, singuen siéndolo, no tienes que reclamar nada.

No lo soporté y a la siguiente lagrima que brotó de sus ojos, solté su mano y la limpié con la manga larga de mi camisa, así mismo con el resto de su rostro hasta dejarlo seco y un poco rojizo. Era un poco brusco, pensaba, pero luego me di cuenta que en realidad Lop era quien estaba sonrojada.

Me hice hacia atrás y bajé mi mano, avergonzado de mí. Por un momento pensé que se veía adorable y, ¡por favor, no era momento! Si recuerdo por lo que la seguí en primer lugar, pero... ¿En qué estaba pensando?

—Fel... —Me sorprendí de que usara mí apodo—. Eres realmente pesado a veces, Felixiano.

Negué divertido.

—¿Es tan malo decirme gracias? —Sonrió de lado, burlándose de mí—. Eres mala, te dije que dejaras de llamarme así.

—Tómalo como un trueque —susurró levantándose de su asiento.

—Espera...

—Estamos cerca de mi parada —Me interrumpió, pasando sobre mí para salir de nuestros asientos.

Por un segundo planeé en levantarme, pero al darme cuenta de en donde podía acabar mi cara si lo hacía, retrocedí y me encogí en mi lugar, mirando hacia otro lado hasta que ella estuviera en el pasillo y yo pudiese seguirle. Me miró una vez estuve de pie.

—¿A dónde vas?

—¿No es obvio? Contigo.

—Cre-creo que ya has hecho suficiente por hoy... —Me extrañó su tartamudeo.

"¿Acaso la puse nerviosa?". Pensé y a los tres segundos lo descarté. No puede ser. "No está ebria esta vez, Félix, está triste joder".

—Pero...

—Es el día de las madres —Me recordó débilmente, esquivando mis ojos—. Deberías ir a celebrarlo con ella.

—¿Y tú...?

—Ya te dije —Sonrió, muy segura de sí—. Henri ya hizo planes para todos.

Un nudo se me hizo en el estómago al oír el nombre del asistente del conserje. Era cierto, debía ir con él. Casi lo olvidé.

Sonreí de lado, tratando inútilmente de esconder mi decaída. Ella estaría bien.

—¿Es mucho si te pido que me mandes un mensaje cuando llegues...? —pregunté temeroso.

Sus ojos asombrados me hacen arrepentirme. Agaché la vista en consecuencia, pero es impedido por su propia mano, que extendida me ínsita a mirarla de nuevo; me estaba sonriendo y me invitaba a estrecharla.

Pero no era suficiente eso para mí...

Cerré la boca, que en algún momento entreabrí, y tragué saliva, preparado para lo que pensaba hacer. Rápidamente, antes de arrepentirme, tomé su mano y en el preciso momento en que bus se detuvo, Lop se echó para delante y terminó de nuevo entre mis brazos. Me sostuve con una mano para no caerme y con la otra me aseguré que ella no le pasara lo mismo, mientras la refugiaba contra mi cuerpo y me despedía al mismo tiempo con un pequeño beso en su cabeza.

Sentí como un par de personas ingresaban al vehículo y la solté, esperando con todas mis fuerzas que aquel impulso no la haya hecho molestar. Afortunadamente solo me miró agradecida y negó con una leve sonrisa. Un gesto que me mató.

Sin nada más que decir, se dio la vuelta, despidiéndose con un ademán antes de pasar su tarjeta y bajar de bus.

Me sostuve de nuevo frente al siguiente arranque, y mientras el bus iba avanzando yo veía por la ventana como cada vez se alejaba más la silueta de la chica del rincón.

Mis preocupaciones sobre ella se quedaron con el último roce que sentí de su cuerpo.

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¡Holiwis, mis distantes!

No tienen idea el nivel de emoción y los HORRORES que me costaron esta parte :'v

y es que deoz DUELEEEEE

Lop, mi cora </3

¿Cuáles son sus opiniones sobre la historia de sus padres?

¿Algo que decir sobre las decisiones de Lop?

¿Alguien más desea darle un abrazo?

1 capítulo para el final

No estoy lista, pero allá vamos :'3

los quieroooo

att: Keni

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