Cap. 31: Otro domingo de mayo (Parte 3)

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Abrí y cerré la puerta, generando un chasquido sordo con la entrada a mi casa. No me moví y bajé la frente hasta pegarla de la madera, sintiéndome de repente muy cansado y con ganas de recostarme. Ya era de noche por lo que asumía que la merienda ya había acabado y podría descansar hasta el día siguiente. Posiblemente recibiría un regaño por desaparecer, pero ¿qué más daba?

—Félix —Me llamaron por detrás.

Reconociendo su voz, me di la vuelta y la confronté. No bastaron ni dos segundos para que se me cerrara la garganta y me dieran unas ganas inmensas de abrazarla.

—¿Qué pasó contigo hoy? Tu padre llegó confundido porque te habías bajado del coche sin decir nada. Te estábamos esperando y ¿de repente nos envías un mensaje diciendo que no llegaras?

—Mamá... —Traté de sonreírle, pero me era inútil.

Entre los días que no la vi y la historia de esa tarde, ahora más que nunca la extrañé. Ella siguió hablándome, regañándome por haber desaparecido sin más y preocuparlos, pero entonces se dio cuenta de la tristeza que traía encima y la incertidumbre adornó su rostro.

—Hijo, ¿qué tienes...? —Se acercó a mi nerviosa.

Intenté sonreír de nuevo en vano, terminando de darme la vuelta para verla mejor y, en cuanto la tuve cerca, jalarla suavemente por su muñeca y abrazarla. Lo necesitaba desde antes y ahora me daba cuenta de la suerte que tenía por si poder hacerlo.

—Perdón... —susurré con la voz ronca.

La apreté un poco, acaricié su cabello y le di un beso en la frente, asegurándome de que estaba ahí mientras retenía el deseo de soltar un par de lágrimas; al final no pude y la respiración se me agitó. Había sido demasiado para mí; en lo único que pensaba era que, si así era conmigo, no me quería imaginar cómo se sentía Lop y que estaba haciendo ahora que no la veían.

—Fel... Cariño... ¿Qué ocurrió, tesoro...? —preguntó, acariciando mi espalda para calmarme.

Siempre lo hacía y se lo agradecía. Me sentía mal por dejar que me viera en ese estado, pero no podía evitarlo. No había nada como los brazos de una madre, son muy reconfortantes.

—Te quiero mucho, es todo... —susurré de vuelta, tomando algo de aire para separarme y volverle a besar su frente.

—¿Estás seguro...? Te noto algo triste... —dijo en su intento de ser sutil y comprensiva.

—Sí... —Volví a intentar sonreír, esta vez lográndolo—. Solo necesito descansar, subiré y... Al rato hablamos.

Obviamente era mentira, pero tampoco podía contarle algo tan íntimo y delicado como la historia familiar que Lop me confió; mucho menos ahora con mi pulso tan sensible como el de un niño al que le rompieron su juguete favorito.

Antes de que volviera a protestar, de nuevo besé su frente y me alejé para subir a mi habitación. Me recosté de espaldas en mi cama y dejé que mi mente se nublara unos minutos al cerrar los ojos.

La paz solo duró eso: segundos.

—¡Félix! —gritaron de pronto y me reincorporé asustado.

Mi hermana entró y cerró con agilidad usando su bastón, no permitiéndome reaccionar siquiera. Se acercó rápido a mi cama y miró entre la nada y mi rostro, molesta.

—¿Qué te pasó? ¡Faltaste a la merienda que tú mismo propusiste!

—Sí, lo siento —Me pasé una mano entre mis cabellos, esperando el resto de su sermón.

—¿Sabes lo molesto que se puso papá cuando mandaste ese mensaje diciendo que no llegarías? —Ahora si me puse nervioso. Ella asintió—. ¡Exacto, mucho! ¡Lo canceló todo!

—¿Qué? ¿No hicieron nada? —Esperaba estar entendiendo mal.

—Es lo que trato de decirte: no tenía sentido si no estaba toda la familia y uno de sus hijos faltaba. Mamá estaba muy desilusionada y, por cierto, ¿qué hacías? Me mandó a ver como seguías, está preocupada porque llegaste llorando.

—No tan así, pero...

—¡Hermano! —Alzó la voz, regañándome.

Diablos, que carácter. Me sentí patético, era increíble que estuviera siendo sermoneado por mi hermana menor, pero aún más increíble es que yo me estaba dejando.

—Un momento, ya —La hice suavemente hacia un lado—. Acepto mi error, pero no es para tanto, no debieron cancelarlo. Es decir, no fui a comprar todas las cosas desde temprano para que pasara esto, créeme.

—Entonces, ¿por qué faltaste?

—Eso no importa ahora.

—Vale, está bien, entonces te diré algo y, por favor, esta vez no lo arruines —Asentí para que prosiguiera y relajó su postura—. Por esto subí: Papá tampoco está contento con su decisión y, ahora que llegaste, me mandó a avisarte que te duches y te arregles. Saldremos a cenar para compasárselo a mamá.

—¿Qué? Y, ¿por qué no cenamos aquí? ¿Qué pasará con todo lo que preparamos desde ayer y el pastel de frutas?

—Supongo que lo comeremos en otro momento.

—¡Ni hablar!

No podía creerlo. Me levanté de golpe de la cama y, a objeciones de Mely, bajé de mi habitación y busqué desesperadamente a mi tía. Afortunadamente la vi desde la sala entrar con mi mamá a la cocina. Corrí hasta ellas y las detuve.

—¿Cómo que iremos a cenar afuera teniendo todo aquí para hacer algo todavía?

—Fue idea de David. Yo tampoco estoy de acuerdo —Se excusó mi tía, viendo de reojo a mi madre—. Pero no es mala idea tampoco, algo debemos hacer.

—Mamá —Le supliqué con la mirada y encontré la suya decaída.

—Sé todo lo que trabajaron, pero...

—¡Félix, ya! —Sin darme cuenta había llegado mi hermana a detenerme. Me sostuvo del brazo con fuerza—. Tampoco es el fin del mundo.

—Pero ibas a tocarle a mamá...

—Sí, pero... —Intentó buscar una excusa, pero al no hallarla agitó su cabeza y negó—. Ya encontraré otro momento, no importa.

—Todos ya aceptamos, sobrino... —Trató de consolarme mi tía y mis ánimos decayeron.

No quería que pasara esto. No me hubiera molestado que hicieran la merienda sin mí, lo que quería era que le llevaran a cabo una atención a mi abuela y mi madre; no tenían que haberlo cancelado.

Debía haber una manera de arreglar el desastre que provoqué...

"Espera...". De repente sentí como si una bombilla se hubiera prendido sobre mi cabeza. Lo tenía, la había.

—¿Félix? —indagó mi madre al ver que pasaban los minutos y yo permanecía callado.

—¿Qué está pasando? —preguntaron detrás de nosotros y volteamos algo sobresaltados.

Era mi padre.

Aunque era obvio que no estaba contente de verme, y yo de escuchar lo que quería hacer; sonreí y negué, restándole tensión al ambiente y confundiéndolo.

—¿Está todo bien?

—Sí, pero... Papá, ¿te molesta si elijo dónde comer?

. . .

Al pensar en cómo podía estar, me encontraba mejor. El ambiente se hacía más ameno a medida que la conversación y los chistes entre la familia nos envolvía.

Con los Blake siempre nos hemos llevado bien, cuando era niña le hicieron el favor a Lyla de cuidarme mientras ella trabajaba; cumplía con dos empleos en esa época, y todo para asegurarse de conseguir el dinero suficiente para comprarnos una casa propia.

Recuerdo que la señora Elena solía recibirme en su panadería antes del atardecer, me dejaba jugar con Henri las veces que era dejado después de clases y no se lo llevaba JJ con él al puesto. Las otras veces me esforzaba en ayudarla en lo que pidiera en la panadería, todo después de hacer mi tarea; mataba el tiempo y le era de utilidad antes de que cerraran y nos fuéramos a casa a cenar con el resto de la familia.

Me recogían a la mañana siguiente para llevarme a la escuela, desayunábamos en el camino, iba a clases, luego mi padrastro salía de su taller y me recogía; la mayor parte del tiempo me dejaba en casa de mi abuela, luego Lyla iba por mí y me dejaba en la panadería. Llegué a tener un pequeño armario con mi ropa en la casa de los Blake donde me quedé a dormir muchas veces; era como tener una tercera casa, luego del departamento de madre y la casa de mi abuela. A pesar de ser tiempos duros, ellos nos ayudaron mucho y aun lo seguían haciendo; les debíamos demasiado.

Cuando se enteraron de que Lyla murió, fueron los primeros en acudir. Presenciaron en vivo y directo el momento en que le rogué a Indiana que se hiciera cargo de mí, así como al mismo tiempo en que le pedía perdón por lo sucedido; ellos entendían mejor que nadie lo fuerte fue el asunto para mí y por ello y más me tratan como si fuera parte de su familia.

No tenía duda de que mi tía es quien más se lo agradecía; estaba tranquila pensando que si le llegara a pasar algo no me quedaría sola y tendría el apoyo suficiente para salir adelante de nuevo.

Era enternecedor y triste...

—¿Lop?

"Hablando de Roma". Miré a mi madre, parecía preocupada y supuse que me había quedado demasiado tiempo callada o hice algún gesto extraño.

—¿Sí? —Me hice la desconcertada.

—¿Estás bien? —Sonreí, había acertado.

—Sí, no te preocupes.

Me miró un par de segundos buscando indicios de mis mentiras; me conocía demasiado bien, estaba segura de que se había dado cuenta de que no quería preocuparla y solo por ese día me dejó pasar. Asintiendo, volteó y presto atención a la entrada de la señora Elena en la sala, quien venía sosteniendo una olla con un guiso. Me tensé un poco cuando me observó fijamente y ladeó la cabeza, confundida.

—Cariño, ¿qué es esa carita? —Me dijo extrañada y sonreí débilmente, haciendo que negara—. Ven aquí, anda, ayúdame a servir.

Como sabía cómo se pondría si me hacía esperar, solo negué fingiendo gracia y me levanté del sofá para acompañarla a servir, seguida de Indiana que se negaba a quedarse tranquila. Entonces, entrando a la cocina, vi como Henri miraba su teléfono con mala cara.

—¿Qué tienes, Hen? —preguntó la señora Elena y Henri abrió los ojos como si hubiera salido de un trance, levantando la mirada y dándose cuenta de nosotras.

—¿Qué? Nada —Lo acusé con la mirada y eso lo hizo gruñir—. ¡Yo no dije nada!

Se alejó enojado; su mal humor acentuaba sus oscuras cejas y marcaban su entrecejo. Lo volvía un concentrado en exceso, pero no se daba cuenta de lo que hacía y casi tropezó con una de las sillas cuando pretendía ir a la sala. Mi tía y su madre reprimieron una risa y volteó a verlas, desviaron las miradas y fingieron como si nada hubiera pasado; él suspiró y se fue.

—Alguien no está muy contento —Me permití bromear y mi madre asintió, ahora mirando a Elena.

—¿Le sucedió algo?

—Hasta hace un momento estaba feliz porque Lop vino, no entien...

—¿Mamá? ¿Puedes venir?

La señora Elena nos miró, girando los ojos hacia la puerta y se rió en silencio, diciendo un suave: «Ya voy»; mientras se secaba las manos de su delantal. Miré a mi mamá y se alzó de hombros, igual de confundida que yo.

—¿Qué? —Casi grita la mamá de Henri del otro lado, asustándonos.

Volteé la vista hacia la puerta de la sala y solo pude ver la sombra del hijo mayor moverse, con los brazos en «L» y las manos alzadas en el aire; explicándole algo a su madre que al parecer era muy repentino.

De repente, se escuchó el timbre y el grito de un niño se alzó sobre los murmureos de sus parientes. Me adelanté a los acontecimientos y me acerqué a la sala, en donde Henri miraba el techo con las manos en la frente. Busqué a su madre, pero esta había desaparecido —seguro en ida al ver quien tocó—, así que volví con él y este, igual que en la cocina, no parecía muy feliz.

—¿Qué te pasa? —pregunté, hartándome de que me mirara de esa manera sin razón aparente.

—Nada —respondió cortante y desapareció vía la cocina.

Quedé desconcertada, él no suele comportarse así, y menos conmigo, al menos que esté extremadamente molesto. ¿Qué habrá pasado? No lo entendía.

—¡Lopilop, ven aquí! —Me llamó Jav, sacándome de mis pensamientos.

—¡Voy! —respondí y emprendí rumbo.

En eso, entraron la señora Elena y JJ. Repentinamente, la primera me detuvo con una mano y me pidió que diera la vuelta hacia la cocina para ayudarla. La miré sorprendida ante su explicación: de pronto la cena se decidió hacerse afuera. Henri fue mandado a buscar las mesas desarmables que usaban para el puesto. El pobre puso una cara de terror y apretó los puños mientras iba con JJ al depósito por ellas.

Yo aún algo sorprendida por el repentino cambio, me dispuse a hacer lo que me pedían y la ayudé a llevar la gran olla con el guiso, mientras que ella se encargó de la tasa con la ensalada y el arroz saborizado. Por último, mi tía se llevó una bandeja con los cubiertos y el jugo de fresas.

—¡A un lado! ¡Mesas pasando! —gritó un fastidiado Henri cuando entramos a la sala.

Les dimos paso mientras una de tres de nosotras no aguantó la risa. Vi a la señora Elena y esta se encogió de hombros, pretendiendo no saber nada, pero que por la conversación de antes me aseguraba que era todo menos eso.

Hice caso omiso de mis suposiciones un rato y nos encaminamos a las afueras de la casa; frente al puesto ya estaban colocadas las mesas, de forma que hacía una sola muy larga, y unas personas dejaban varias cosas en ellas, como bandejas y envases con comida adentro. Mis ojos se expandieron cuando reconocí a dos de ellas, casi tropezando cuando sentí que algo se me pegó a un lado, abrazándome.

—¿Qué-qué? —Fue lo único que pude articular ante la sorpresa.

Una dulce niña de risos rubios me sonrió mientras el pequeño Jav a su costado estallaba en risas.

—Pe-permitirme ayudarte —dijeron del otro lado, quitándome las ollas de mis manos.

Ante el roce tímido y las personas a mí alrededor ya me hacía una idea de quién podía ser; sin embargo, cuando volteé no pude más que mirarlo con la boca abierta. Luego de esa tarde me imaginé que luego podría hacer algo para asegurarse que estaba bien, pero una vez más me hacía ver que podía ser muy impredecible cuando quería.

Antes de que pudiese decir una sola cosa, Félix esquivó mi mirada y llevó el guiso a la mesa con el resto de la comida. En pocos minutos todos se juntaron. Mely y Jav me arrastraron a una de las esquinas junto a Henri, el cual que no reprimía su mal humor ni ante los insistentes llamados de su hermano menor y JJ, mientras se armaba el festín familiar.

Me sorprendió ver que la señora Elena y la que parecía ser la madre de Félix se llevaran tan bien de inmediato, hasta parecían amigas de toda la vida; pronto comprendí que se conocían de antes, ya que empezó a preguntarle a la señora Larbi sobre cuando había regresado, entre otras cosas.

La señora Ericsson, por otro lado, le hizo el relevo a la tía de Félix en mirar a los niños; como un regalo cuando vio que se habían entretenido con Indiana y hablaban amenamente de cómo había preparado el pastel. Se veía delicioso, estaba en espera para cuando todos acabaran su comida.

Todo transcurría de forma tranquila y divertida; gracias a JJ hasta el señor Larbi, que parecía ser el más serio de la cena, terminó riendo y relajándose entre el whisky y las mil y unas anécdotas sobre sus clientes.

El único rincón que permanecía callado era el del Henri y Félix; con los más pequeños a su lado, los dos varones parecían una pareja de funeral. Mely incluso que permanecía callada, pero expectante, reía más mientras escuchaba las mini aventuras de Jav pequitas Blake.

¿Quién lo diría? Esos dos niños eran uña y carne desde antes y yo no lo sabía. Durante su conversación, pude enterarme que incluso el inquieto hermano de Hen había asistido y sorprendido en la competencia con su madre para animar a Mely. Ya entendía porque luego el mayor había desaparecido, fue arrastrado por los niños y sus madres a comprar el helado de la victoria y luego se quedó con su familia.

Reprimí una sonrisa, eran muy tiernos; Jav exageraba sus gestos en algunas partes como si de verdad hubiera vivido una experiencia salvaje, y la pequeña Mely, aún sin ser consciente de ello, sabía cuándo impresionarse de más solo con oír el tono de su voz.

Ya no tuve que preguntarle a Henri que le pasaba, se le notaba que no le simpatizó la idea del rulos en venir con toda su familia hasta ahí, para celebrar el día de las madres entre todos. Gracias a él no me atreví a mirar demasiado a Félix, por muy ansiosa que estuviera por hacerle un par de preguntas.

—Cielos, olvidé los platos pequeños —anunció apenada la señora Elena.

—No te preocupes —La tranquilizó la señora Larbi, haciéndole un gesto con su manos y ojos para acompañarlas a buscarlos.

Y no fueron los únicos. JJ aplaudió recordando algo, y con su característica risa le contó al señor Larbi de un vino que tenía adentro que podía ir fantástico con el pastel. Ante un par de insistencias, el señor cedió soltando unas cuantas risas y fueron a buscarlo.

Como si la mesa se hubiera vuelto aburrida, las siguientes fueron Indiana y la tía de Félix, quienes notaron que ya había muchos platos sucios y empezaron a recogerlo, pidiéndole una pequeña ayuda a Henri cuando vieron que eran muchos para ellas solas. Tras tenerlos todos, se encaminaron adentro junto con el resto de los adultos.

Ahora las risas estaban dentro de la casa, de ahí no iban a salir en un rato. Quedábamos los más pequeños, que seguían siendo vigilados por la abuela, y Félix y yo. No me hubiera importado seguir en silencio el resto de la noche como ya tenía planeado hacer; sin embargo, por una vez la que no pudo quedarse callada fui yo y, a la primera oportunidad, tomé un gran trago de mi vaso y me dirigí hacia Félix.

—Entonces, ¿me dirás? —pregunté de la manera más casual que podía.

—¿Qué cosa? —Se hizo el desentendido, aunque se notaba su nerviosismo.

—¿Me dirás de donde salió todo esto? —Señalé el alrededor con la mano en que tenía el vaso. Se puso rojo enseguida.

—Pues... —Se enderezó y aclaró su voz—. Había comida hecha. Mi familia y la de Henri se conocen gracias a esos dos —Señaló a los niños—. Se canceló el plan original. Querían ir a cenar. Recordé que harían ellos y dije, ¿por qué no? Llamé a Henri y aquí estamos.

—Pero... ¿Por qué? —Por un segundo me sentí nerviosa yo también, tenía una teoría y eso me asustaba.

—¿La verdad?

—La verdad.

—La verdad será —Curveó su cabeza hacia un lado, haciendo un intento de sonrisa—. Lo hice por ti —confesó directamente, devolviéndome la mirada por primera vez desde que le hablé—. Lo hice por ti, yo... Estaba preocupado, mucho. Creo que si no fuera el día que es, yo... Yo me hubiera quedado contigo.

En primer instante estaba tranquila, pero luego me sentí tensa. Estábamos frente a frente, con la mesa como único medio de separación y las bebidas como distractor; la diferencia era que, como él no pudo tomar del jugo por ser alérgico a las fresas, había tomado más del coctel que Elena había preparado.

No podía asegurarlo, pero si bien recordaba Félix no era precisamente resistente con el alcohol. Yo, por el contrario, bebí jugo al principio hasta hace un rato empecé a ingerir un poco del coctel también, uniéndome a él y a Henri.

—Estás loco, ¿lo sabías? —dije, desviando la mirada de la suya a mi vaso, tratando de parecer tranquila incluso si sus palabras me habían hecho acelerar un poco.

—¿Quieres escuchar algo más loco? —Se rió suavemente y casi de inmediato sentí que mis mejillas se calentaron—. Antes, cuando te seguía, pensaba hablar contigo sobre algo. No me esperé que sucediera lo que pasó... —Sonrió un poco—. Puede parecer cruel y tonto de mi parte, pero agradezco que terminara así.

—¿Por qué? —pregunté, intrigada por el tema que empezó a plantear.

Él me miró de nuevo y fue como un golpe en el estómago, parecía confundido y desalentado.

—Porque lo piense por donde lo piense... Iba a cometer una gran estupidez.

—¿Por qué dice eso? —Bajó la mirada, arrepentido.

—No sabía qué día es para ti, Lop —respondió tras un minuto de silencio—. Me siento como un idiota...

—No podías saberlo, Félix, no tienes que culparte —Intenté consolarlo y me sonrió de lado aun con la mirada en su vaso—. Anda, ¿qué ibas a decirme?

—No importa, ya no lo recuerdo... —Rió de nuevo, intentando desviar el tema—. Bueno, si hay algo.

—¿Qué?

—¿Recuerdas lo que hablamos en el autobús? —Asentí, ¿como olvidarlo?—. Quiero que sepas que... Que cuentas conmigo para lo que sea. Incluso si quieres estar sola, insistiré para quedarme a tu lado.

Una onda de calor me invadió, no tenía que pensar demasiado para saber que me había sonrojado de nuevo y las palabras de Félix habían cavado fondo en mi cuerpo. En un impulso, empecé a menear el hielo de mi vaso y, ante la fuerza, sin querer un poco de su contenido salió disparado hacia mi ropa.

Me levanté de mi asiento y Félix me imitó, alargando su brazo por la canastica con servilletas que habían puesto con la cena. Las tomé de su mano sin verlo demasiado, estaba avergonzada, nunca me había pasado eso, siempre tomaba con calma.

Cuando el papel dejó de funcionar lo dejé a un lado y tomé otro. Lo empeoré, claro estaba, pero al menos eliminé el exceso. Al ver la batalla perdida, tomé las servilletas mojadas y saqué mi silla para salir a botarlas dentro de la casa.

En eso, sin querer tropecé con la mesa y casi caí de boca sino fuera que Félix, me atajó a tiempo del brazo y mi cintura, y me ayudó a incorporarme, quedándome de frente y muy cerca de él.

Escuché cómo tragó saliva y sentí a su cuerpo tensarse, seguro pensando en lo mismo que yo. Avergonzados, me soltó y se hizo a un lado para que pasara y regresara a mi tarea; no me hice esperar y fui a botar las servilletas, sentándome al volver en silencio.

Al poco rato, por fin regresaron los adultos y se continuó la reunión; sin embargo, cuando iban a picar el pastel, me di cuenta que faltaba Henri. Le pregunté a la señora Elena y ella me contestó que había dicho que estaba cansado y se fue a dormir. Me extrañó un poco, pero luego de pensar todas las tareas que tenía por día no me resultó tan extraño y lo dejé estar, dándole ahora mi atención en Mely, quien nos reclamaba alzando su flauta sobre las voces de la mesa.

Sonreí enternecida, por el día de las madres la pequeña preparó una pequeña canción. Era la tercera vez que la oía tocar y no sé si era por el alcohol, pero sentí que fue la más especial; tal vez porque estaba su familia reunida, tal vez porque estaba Jav, tal vez porque estábamos todos. Como sea, fue una hermosa interpretación y no me contuve cuando terminó y llegó nuestro momento de aplaudir.

Lo admito, me sentí algo celosa después que hizo reverencia y fue a abrazar a su mamá.

Como los demás se habían levantado también para felicitar a las madres, hice lo mismo y abracé con fuerzas a Indiana, agradeciéndole en un susurro por cuidarme desde aquel incidente, recibiendo el mismo afecto junto con un beso en respuesta.

Cuando llegó la hora de despedirse ya era más de media noche, los niños hacían planes para verse pronto y los adultos hacían chistes sobre que aquella relación podría convertirse en algo más en algún futuro. Jav los oyó y, enrojecido, empezó a discutir con ellos diciéndole que solo eran amigos.

"Ya veremos en unos años". Pensé con una sonrisa, imaginándome de paso como se verían Henri y Félix en una situación en que sus hermanos menores terminaran siendo una pareja. Sin duda era una escena muy jocosa.

—¿De qué te ríes? —preguntaron a mí lado y mi sonrisa se ensanchó.

Casi al mismo tiempo cuando me hice espacio para que no notara mis desenfrenados latidos por aparecerse tan de repente...

—No es nada.

—Ajá... —Miró como las bromas seguían y sonrió de lado—. Creo que no fue tan mala idea después de todo.

—Sí... —Sonreí con él—. Gracias, por cierto.

—No tienes porque, aunque pensé que te enojarías.

Reí un poco, guardándome el hecho de que no podría estar molesto con él, aunque quisiese. Félix rió conmigo.

—Me alegra que estés mejor.

—Me la he pasado genial, tienes una familia muy bonita.

—Tú también.

Sonrió de lado y juntos miramos al grupo de adultos hablar. Entre ellos pude notar que divisó a mi tía y sus cejas bajaron, convirtiendo su mirada en una de tristeza.

—Y muy fuerte... —Agregó, mirándome de reojo—. Ya entiendo un poco de donde viene tu carácter.

—¿Ah sí? —Enarqué una ceja hacia su lado.

—Sí —Asintió, muy convencido de lo que pensaba—. Tal vez no la conocí, pero te aseguro que estaría orgullosa de ti.

—Todos dicen eso, pero esa es otra cosa que nunca lo sabré —se escapó de mis pensamientos y él soltó una leve risa.

—¿Y? Pueden intuirlo.

—¿Cómo? —Di un paso para mirarlo mejor.

—Porque ella lo está —Señaló a mi tía, ladeando medio cuerpo hacia mí—. Además, ¿te cuento un secreto? No he dudado ni un segundo desde que te conocí de que eres grandiosa. Al menos puedes estar segura de ello.

Esta vez no pude disimular mi sonrisa. Me hablaba con una dulce mirada y me veía como un superhéroe, era demasiada ternura junta; me gustaba eso de él, de que tenía la capacidad de hacerme ver las cosas desde su ángulo y creer en ellas.

—Félix si quieres te dejamos —dijo alto el señor Larbi con una socarrona sonrisa, sonando sus llaves mientras se dirigía a la camioneta junto a su esposa, quien me veía con mucha curiosidad.

—¡Ya-ya voy! —gritó ya advertido. Me miró—. Ya es hora de volver...

—Buenas noches y gracias de nuevo.

Asintió muy satisfecho.

—¿Hablamos luego? —Sugirió elevando su teléfono. No me lo pensé y asentí.

—Claro, te veo mañana.

Ante mi positiva respuesta sonrió reluciente y, luego de guardar su celular, se acercó disimuladamente a mí, tomándome desprevenida cuando me plantó un beso en la mejilla. Enrojecida, observé como se despidió agitando su mano en el aire mientras corría al alcance de su familia, arrancando y desapareciendo en la carretera.

—Vaya, vaya —Se cruzó de brazos el pequeño Jav a mi lado, sonriendo pícaramente.

—¿Sí? —indagué ante su insinuante tono.

—Parece que mi hermano y yo tenemos competencia —Me codeó el costado—. Irala, que traviesa, Lopilop. No está mal, no está mal.

—¿Qué dices? —Puse mi mano sobre su cabeza y lo despeiné—. Ya ha pasado tu hora para dormir, andando.

Reí un poco y me di la vuelta para entrar en la casa.

Como cuando era niña, pasaríamos la noche ahí. Me entró algo de nostalgia antes de cerrar los ojos y quedarme dormida, pero no sentí temor en tener pesadillas, pues sabía que, esa noche en especial, tenía muchas razones para tener otros tipos de sueños.

Sin que me diera cuenta, estaba aceptando un cambio en mi vida. Y ese cambio empezaba con un encantador chico de rulos rubios que tenía la habilidad de hacerme sonreír de nuevo.

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¡Holiwis, mis distantes!

El que no lloró aquí... Chales, fracasé como escritora :'v

Pero ajá, muy sentimental, muy tierno, muy bonito todo :'3

La verdad yo si eché mis lagrimas :'v sobre todo en la primera parte cuando Fel se encuentra con su mami y ay deoz :'v

¿Alguna declaración?

Yo solo puedo decir que amo el #Lopix <3

Y amo a quien quiera que sea el autor de la foto que encontré para la multimedia :'3 tiene tanto significado que PEGA y FUERTE

La verdad, la encontré de casualidad cuando buscaba la foto del cap anterior y dije ESTA ES

Ya bueno, en serio, ¿no hay nadie llorando conmigo? :'v

Qué sad :'v

Me estoy desviando, lo sé, ¿pero me culpan?

La próxima parte es el epílogo we

Ayuda, no estoy lista :'v

AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAh

Ahí nos vemos

ATT: KENI

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