Capítulo 2

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Desordenada y empolvada, con ropa sucia en el suelo, y libros y vasos descartables esparcidos por el escritorio...
Realmente detestaba mi habitación.

Me acosté en la cama sobre lo que sentí fue una chaqueta. La tomé y la tiré a un costado de la cama, justo en dirección a ese estúpido cuadradito de madera.
Observaba ese cajón con dolor y esperanza, mirando el pomo, quizá lo único limpio de la habitación

Me había prometido no mirar dentro nunca más, pero eso no lo hacía más fácil de ninguna forma, y aunque sabía que solo empeoraría...
Seguía queriendo hacerlo.

Quería abrir ese cajón porque era como un ancla, algo que siempre estaría ahí. Una fuente de esperanza constante que no se movería del desastre que era mi habitación. Sin embargo, pensaba que a lo mejor, tener esperanza era algo que no necesitaba en estos momentos. Por eso me auto-convencía de que ya no me quedaba más, y como estúpido volvía a encontrar un poco cada vez que miraba ese cajón.

Entonces, mientras pensaba, recordé su sonrisa, que me pegaba como un infierno; porque los demonios son hermosos y esa sonrisa era el mío, y todo porque no me pertenecía.

Pensé en lo mucho que dolía mientras me volteaba hacia el otro lado.
Mi cabeza reposando en la sábana y mis pies sintiendo el vacío del borde de mi cama.
¿Por qué dolía tanto?

Recordé aquella mirada... aquella mirada llena de un dolor que yo mismo había causado. Recordar aquello era como recordar que te habías robado demasiados dulces del mostrador de ese local, y luego pensar en lo ricos que esos dulces estaban. La culpa era mucha, porque no solo había hecho a Joy sentirse mal, sino que también lo había hecho por un motivo puramente egoísta.
Lo había elegido a él por una razón, ¿cierto? Porque lo amaba, él la “amaba” y así terminaba la historia.
Qué grandísimo imbécil que soy.

Me lamentaba mientras mis ojos se humedecían, odiándome más cada vez que sentía el impulso de soltar una lágrima, como si el Bon de secundaria volviese a darme una cachetada en la cara, mientras el Bon presente me daba otra cachetada por dejar que esto pasara, sin objeción.
Que perfecto estúpido que era.

Tan lamentable que por enésima vez en la semana; lloré. 
Lloré antes de quedarme profundamente dormido.

Abrí los ojos, sintiendo ardor en ellos.

Mis piernas pesaban y el nudo que se hospedaba en mi garganta añadía más kilos a mi peso total.
Aun así me levante, obligándome a seguir con lo que debía, no había preparado ningún plano y el hecho de que mañana me tocaba trabajar solo empeoraba la situación

Caminé hasta el baño, mirando un avión de un verde papel en mi polvorienta alfombra.

Me miré en el espejo; a pesar de no haberme rasurado desde hace un largo tiempo, una leve pelusa recién comenzaba a hacerse presente.
Todo hacía que no tener navajas cerca fuese la mejor opción, y por fin de lo que tanto me quejaba en mi adolescencia trabajaba a mi favor.

Fuí a la cocina y tomé un usual café.
Me había acostumbrado a tomarlo para evitar comer, y mantenerme despierto a la vez; Bastante funcional, aunque cualquiera sano diría; destructivo.

Cuando todavía estaba en el colegio solía cocinarme el almuerzo y jamás me saltaba la merienda, todo cambió al mudarme, ahora tenía suerte de poder hacerme un puré de papa, y el anterior entusiasmo que tenía al cocinar estaba perdido.

El nudo en mi garganta se aprieta. Hoy tampoco tenía ganas de cocinar.

Pensé entonces en la mudanza de los Muños, y me decidí en ir a la farmacia algún día de estos. 
Debería comprar gotas para los ojos antes de que se fuesen, y si era posible, unas pastillas para dormir para esos días fuertes o algún té de esos relajantes que tenían un efecto psicológico bastante potente.

Me fui de vuelta a la habitación, pasando por la sala de estar, tentado de mirar tele un rato en el sillón, evitando hacer algo útil, dejando todo el resto a alguien más. Cuando recién me mudé ni siquiera tenía una tele, quería evitar caer en un pozo y no hacer nada. En algún punto Netflix fue más fuerte que yo. Decidido a que esta vez no sea así, pasé de largo, evitando pensar; enterrarme en el trabajo era más fácil, porque enterrarme en planos, hojas y libros me daba una mayor sensación de validez, y tenía un sentido más lógico.

Me senté en la silla frente a mi escritorio viendo otro avión de papel. Eso saltó una idea, una sensación de que ya había visto algo así, uno verde, en mi alfombra. Quizá con los muñoz justo al lado y más activos que nunca tras todo el rollo de la mudanza forzada, un avión no era inusual, sin embargo…

Este avión era de color pastel; un azul celeste muy lindo e inmaculado, a excepción de una mancha de tinta en el ala derecha. Decido desarmarlo.

"Empiezo a sospechar que ignoraste el otro mensaje"

Y así tras leer eso, fue como decidí revisar el otro avión.

"¿Me pasarías las llaves? Me quedé encerrado en mi balcón."

Esto comenzaba a ser raro.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro