Capítulo 7:

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Olivia:

"Dupont Corporations"

Recorro con la vista las enormes letras color platino brillante que adornan la parte más alta del edificio que se alza implacable ante mis ojos. El nombre hace eco en mi mente, sé que lo he oído en alguna parte, pero al ser un apellido tan común en esta zona no puedo recordar exactamente de dónde lo conozco.

Acomodo la bufanda que decora mi cuello. Los zapatos de tacón lastiman mis pies como si intentaran recordarme que tengo que aguantar esta tortura durante el resto del día. La falda que traigo puesta me impide caminar con rapidez. Me estreso. Sin embargo sonrío, yo nunca me dejo vencer ante la adversidad, todo lo contrario, me hago amiga de ella y la derroto en su propio juego, sobretodo cuando se trata de modo.

— Disculpe, señorita, ¿hacía dónde se dirige? — una voz aterciopelada me detiene en mi camino hacia el ascensor — No puede entrar si no tiene un pase aprobado por la gerencia.

— Qué tonta — me río de mi misma mientras camino hacia ella — .Estoy buscando a Sébastien Dupont.

— ¿Tiene cita? — pregunta a la vez que revisa algo en el ordenador que se ubica frente a ella.

— Sí, eso creo.

— ¿Cree o está segura? — levanta la vista mirándome por encima de sus gafas de pasta. Las arrugas que se marcan en su rostro revelan los golpes que la vida le ha dado, donde antes había un pelo castaño ahora se vislumbran algunos mechones blancos, no obstante aquí está, reparándome con evidente altivez.

— Estoy segura.

Juego con la punta de unas revistas de marketing digital que se encuentran colocadas de forma apilada sobre el escritorio, mientras que la secretaria general, como dice el papel que cuelga de su camisa, habla a través del teléfono que se encuentra a su lado.

— Puede pasar, último piso a mano derecha — indica, entregándome un pase de visitante que coloco sobre mi blusa de encaje blanco.

— Mercy — musito sonriente.

— Es una empresa reconocida internacionalmente, aquí todos hablan inglés que es el idioma universal.

No sé nada de negocios así que en lugar de responder me doy la vuelta y busco el ascensor. Las puertas se abren en cuanto me coloco frente a ellas. Al momento en que pongo un pie en el interior un delicioso aroma a cítricos inunda mis fosas nasales.

— Joder, podría tener un orgasmo aquí dentro.

Aprieto el último botón y espero pacientemente hasta que las puertas se abren frente a un elegante despacho que parece sacado de alguna película americana de alta calidad. Los muebles de piel que se extienden por el pasillo le brindan un aspecto pretencioso al lugar. Hay una mesa de cristal con las mismas revisas de marketing que habían en la primera planta. Frente a mí puedo presenciar lo que parece ser una sala de reuniones. Sólo hay dos oficinas, una a mi izquierda y otra a mi derecha, así que sigo las instrucciones que me dieron en la entrada y doblo a la derecha en busca de mi nuevo jefe.

Como un perfecto cliché vislumbro a una rubia sentada sobre la mesa respondiendo llamadas. Su ropa se ve cara y su rostro parece sacado de una revista de Vogue. Me nota, pero prefiere ignorarme para seguir en lo suyo. Me acerco con cautela, temiendo romper cualquiera de los adornos que decoran la estancia con elegancia.

— ¿Tú eres Olivia? — indaga la rubia después de colgar el teléfono.

— Si, soy yo.

— El señor te está esperando.

Genial, ¿con quién viejo verde me ha mandado Kara?

Le sonrío amablemente a la rubia antes de abrir con cautela la puerta del despacho. Un suspiro escapa de mis labios al notar las impresionantes vistas que tengo frente a mí. El ventanal es enorme y permite presenciar la zona corporativa de la ciudad. Me pregunto qué se sentirá sentirte el rey del mundo desde aquí, sentir que tienes a Francia a tus pies.

— Los ricos y sus cosas de ricos — murmuro en voz alta.

El despacho se encuentra vacío, aprovecho la oportunidad para registrar un poco. Hay un enorme librero pegado pegado a la pared. Los libros se encuentran agrupados por géneros, no tienen polvo, lo más probable es que nunca hayan sido leídos y solo estén ahí para aguardar las apariencias.

La mesa que se encuentra frente al ventanal es enorme y está diseñada con un cristal exquisito que me invita a acariciarlo con mis uñas. Y lo hago, tiene pinta de ser carísimo y resistente. No hay nadie mirándome, así que aprovecho la oportunidad para sentarme justo encima, mi mirada posándose en la vista que tengo frente a mí.

— Me pregunto qué se sentirá follar justo aquí — hablo en voz alta mientras me distraigo con las luces que proyecta el edificio del frente.

— No lo sé pero si quieres podemos averiguarlo.

— Oh, joder.

La voz a mis espaldas me sobresalta de modo que termino resbalando en el fino cristal. Intento agarrarme de algo pero todo pasa tan rápido que acabo tirada en el piso junto a un jarrón.

— Mierda — mascullo bajito.

— ¿Estás bien?

Completamente avergonzada levanto en la vista en un vano intento de suplicarle a mi jefe que no me despida antes de contratarme, sin embargo me sorprendo al encontrar agachado junto a mí al mismo chico del aeropuerto.

— ¿Me estás siguiendo? — grito levantándome del suelo con rapidez, mientras él se queda estático en el mismo lugar — ¿Qué clase de broma pesada es esta?

— No te estoy siguiendo.

— ¿Y se supone que debo de creerte?

— Si — encoge los hombros con una sonrisa cínica en su rostro.

— No sé cómo me encontraste, pero en este mismo instante te prohíbo que te acerques a mí — da un paso y levanto una mano intentando detenerlo — Quédate ahí, pervertido, llamaré a seguridad.

— Eso sería muy interesante de ver.

Con rapidez tomo entre mis manos un pedazo del jarrón que cayó al suelo. Lo levanto mientras comienzo a moverme intentando llegar a la puerta.

— ¿Te estás divirtiendo? — pregunto al notar la sonrisa en su rostro.

— Bastante.

— Haré que te despidan por invadir una propiedad privada.

— Y yo puedo despedirte por daños y prejuicios.

— ¿Qué?

— Yo soy el dueño.

— Eso no es posible — niego rápidamente.

— ¿Por qué exactamente?

— Tú... no, es que es... — definitivamente me levanté con el pie equivocado — Lo siento tanto, de verdad, no tenía idea, entiendo si no quieres volver a verme la cara nunca más en tu vida.

— Yo no he dicho eso.

— ¿Ah no? — frunzo el ceño en respuesta.

Con una elegancia increíble lo veo sentarse en uno de los muebles de la estancia. Se sirve un trago de whisky y le da un pequeño sorbo antes de dirigir su mirada hacia a mí.

— ¿Por qué no querría verte?

— Te he roto un jarrón, te he llamado pervertido y después te amenacé con un trozo de ese mismo jarrón.

— Sinceramente era un jarrón horrible, mi madre me lo regaló hace un año porqué lo consideró elegante, ahora gracias a ti tendré una buena excusa para sacarlo de aquí — ladea la cabeza — ¿Por qué no te sientas y hablamos?

— ¿Me darás otra oportunidad? — indago a la
vez que tomó asiento frente a él.

— Me gusta tu espontaneidad, necesitaba eso en mi vida — confiesa — .El trabajo es sencillo lo único que tienes que hacer es estar pendiente de mí y de mis reuniones.

— Muy sencillo no se oye — murmuro haciéndolo reír.

— Sólo tienes que encargarte de tener al día mi agenda personal y acompañarme a alguna de mis reuniones de negocios.

— ¿Para eso no tienes una secretaria?

— Haces muchas preguntas.

— Soy periodista, hacer preguntas constantemente es algo que viene en mis genes.

— Kara me advirtió sobre eso.

— ¿Qué clase de favor le debes?

— Mi secretaria te pondrá al día con tu horario y son los negocios que tendremos en los próximos días.

Entiendo la indirecta a la perfección así que me levanto y sonrío antes de desaparecer como un rayo de aquella oficina.

— ¿Disculpe? — me acerco a la rubia que hojea una revista con cara de aburrida — , el señor Dupont me ha mandado a verla.

— Hasta que al fin, han demorado horas ahí adentro.

— Sólo han pasado veinte minutos — enarco una ceja hacia el reloj que reposa sobre una pared.

— Pues a mí se me ha hecho eterno, ahora vamos, que tengo cosas que hacer.

La sigo a través del largo pasillo. Sus tacones resuenan por todo el lugar, como una peli de terror de muy mala calidad.

— Sébastien llega todos los días a las ocho en punto, no suele ser muy puntual pero tú si tienes que serlo — comienza a parlotear mientras intento tomar nota de todo lo que sale de su boca — .Martes y jueves tiene reunión con administración y con los gerentes encargados del manejo de pequeñas empresas adheridas a nosotros, el viernes almuerza con sus padres, el miércoles le huye a su hermano porque es el día en que suele venir de visita, y los lunes se encarga de comprobar las ventas de la semana anterior. Todos los días después de las dos de la tarde está libre para cualquier cita que conlleve mujeres hermosas y derroche de dinero, así que cómo puedes ver no suele hacer gran cosa. El trabajo es fácil.

Se detiene frente a mí y... ¿eso que noto en su voz es rencor?

— ¿Alguna pregunta?

— Me gustaría tener claro mi horario.

— El oficial es de 7:30 de la mañana hasta las 3:00 de la tarde, el extraoficial depende de lo que se le antoje al jefe.

— Pero..

— La empresa se divide por plantas — me interrumpe — Primer piso se ubican los cargos inferiores, como el departamento de la limpieza y los encargados de mantenimiento, en el segundo piso está administración, después viene la gerencia dividida en varias plantas y por último estamos nosotros. Solo puedes entrar a la oficina de Sébastien y a la sala de reuniones cuando te lo permitan, el resto del día estarás cerca de mí — se da la vuelta otra vez — Por cierto, nunca puedes estar en el pasillo que queda a la izquierda.

— ¿Por qué?

— Al hermano mayor le gusta la privacidad.

Qué idiota.

— Me pregunto cómo esta empresa no se ha ido a la ruina — murmuro en voz alta.

La rubia de nombre desconocido me mira de reojo antes de sisear entre dientes — Tienes razón, pero nunca vuelvas a pronunciar eso.





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He estado muy perdida por culpa de la universidad pero a partir de ahora comenzarán las actualizaciones mas seguidas, retomamos con algo suave, para ir adentrándonos poco a poco. Todo a su tiempo.

Los amo y gracias por su paciencia ❤️

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