11;; ¡Salvemos al alto antes de que la enana se lo cargue!

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◤¡Salvemos al alto antes de que la enana se lo cargue!◢


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Jay, Muto y Gem se deshicieron de sus armaduras de papel maché (que, aunque a simple vista parecían poca cosa, eran muy eficaces como habían podido comprobar en su larga huida de los zombies) para luego dejarlas sobre el mostrador y se unieron al corro que habían formado sus compañeros en el suelo.

—Antes de nada —empezó a hablar Hamu—, contadnos que hacíais mientras nosotros os esperábamos aquí.

Jay se mordió el labio inferior y apoyó la espalda contra una de las pequeñas estanterías que guardaban golosinas en su interior.

—Es simple —respondió—, estábamos en la papelería, haciendo estas... armaduras. Una vez acabadas, decidimos salir en vuestra búsqueda, ¡y nos rodearon! ¡Habían estado escondidos, esperando a que abandonáramos la tienda!

—Por lo menos sabemos que las protecciones funcionan —dijo Gem, señalando su armadura. Esta tenía, un poco por encima del costado, una mordedura no muy profunda que no había sido capaz de atravesar todos los materiales de los que estaba compuesta.

—Conseguimos derribar a unos cuantos, pero eran demasiados... —suspiró Jay.

—Sah.

Pok frunció el ceño y miró a Gem.

—¿Te mordieron?

Ella se encogió de hombros y sacudió la mano, restándole importancia.

—No es nada. Las libretas pararon los dientes —sonrió.

—¿Cómo ha podido tu propia hermana...?

—Lo sé —le interrumpió—. Pero no creo que lo haga porque sí... Es un zombie más, sólo quiere acabar con nosotros para poder comernos. La verdadera Red no nos haría daño, exceptuando a Sully... —Entonces, pareció recordar algo— Hablando de Sully... ¿Qué mierda ha pasado allí afuera? ¿A dónde se lo han llevado...? —Hizo una breve pausa para luego añadir con temor—: ¿Es ahora uno de ellos?

Hamu y Jay suspiraron al unísono.

—Red amenazó a Sully con matarnos a todos si no se entregaba a su ejército y se dejaba torturar —respondió este último con un atisbo de agobio en la expresión—. Cuando se lo llevaron, seguía siendo, eh, humano. Aunque no sé qué le harán. ¿A lo mejor le torturan hasta casi muerto y luego lo vuelven zombie...? ¿O dejarán que muera del todo y luego se lo comerán...? —Cerró los ojos y se colocó las gafas— No tuve que dejar que se fuera... Debía haber luchado...

Gem hundió la cara entre las manos.

—Será imbécil, sacrificándose por el grupo... —murmuró— Y morirá creyéndose un héroe, ya verás...

—Y, en cuanto a su paradero, aún no puedo saberlo con completa seguridad.

La chica separó un par de dedos para poder ver a Jay.

—¿A qué te refieres? ¿Acaso sabes dónde podría estar?

Jay esbozó una leve sonrisa ante la exigente mirada de los presentes.

—Digamos que me tomé la libertad de tomar un par de cosas prestadas en la tienda de Fugui —respondió, hurgando en el bolsillo de su chaqueta.

—¿Te refieres a algún tipo de arma? —preguntó Hamu.

—No. Mejor.

Sacó el puño del bolsillo y mostró lo que escondía en él, con expresión de orgullo.

Todos observaron el objeto con ambas cejas alzadas. Luego levantaron las miradas hacia Jay, y luego volvieron a bajarla.

Pok se rascó la nuca y clavó sus ojos verdes en el mayor.

—Em, bonito... ¿reloj? —dijo.

Efectivamente. Sobre la palma de su mano se encontraba un reloj digital de correa negra que marcaba las 05:48, por lo que a simple vista podía parecer estropeado.

—Sí, es un reloj —confirmó Jay, resplandeciente—. Pero no es lo mejor...

Pulsó un botón unas cuantas veces, cambiando la imagen de la pantallita a cada pulsación, hasta llegar a lo que parecía ser un pequeño mapa bastante simple con nombres de calles que los chicos reconocieron al instante.

—¡Es Zorcala! —exclamó Marso— ¡Mira, ahí es donde estamos! —Apuntó un diminuto cuadrado que se encontraba en la calle donde estaba la tienda de golosinas, después de La Ensaimada.

—Y fíjate. —Jay apartó la mano de la chica para poder señalar él mismo una calle no muy lejana a su posición actual, al que podían llegar cruzando otra calle y atravesando una pequeña placeta en la que se encontraba, bajando una cuesta, la casa de Gem y Red. Justo donde Jay había posado el dedo se hallaba un punto verde que parpadeaba al son de un leve "pi, pi, pi".

Gem frunció el ceño, sin despegar la mirada del círculo verde. De pronto, pareció darse cuenta de algo, pues pegó un bote en el sitio sobresaltando a Elle y su rostro se tiñó de entusiasmo y nerviosismo.

—¡Es un rastreador! —chilló. Miró a Jay, que sonrió y asintió— ¡Se lo has puesto a Sully...! —Se lanzó sobre Jay para darle un fuerte abrazo que probablemente habría hecho puré de su páncreas— ¡Eres malditamente inteligente!

Los demás se pusieron en pie, contagiados por la emoción de Gem. Esta, Hamu y Jay habían llevado consigo más armaduras en un par de mochilas escolares que habían sacado de la papelería, así que todos se equiparon con ellas y elaboraron un simple y breve plan. Tampoco querían tardar mucho en llegar hasta Sully, pues era probable que ya estuviera sufriendo la supuesta terrible tortura que Red tenía pensada para él y no era plan de dejarlo morir.

Aprovecharon las mochilas para guardar todo el chocolate que habían recogido e incluso más, decidiendo que se turnarían para cargarlas.

—Esto es un poco arriesgado... ¿Y si nos pillan también a nosotros? —musitó Elle, ajustándose las protecciones— En situaciones extremas suelo entrar en pánico y me cuesta correr, ¿sabéis?

Hamu se dirigió hacia la puerta con paso seguro y la abrió cautelosamente.

—No te preocupes —la calmó—. Yo me aseguraré de que no te hagan daño.

Elle tuvo que ser sostenida por Gem para no caer desmayada por las palabras de Hamu, mientras sonreía bobamente y sus mejillas se encendían como si acabara de restregarse un pedazo de lana por toda la cara.

Y sí, Elle era alérgica a la lana.

—¿Listos? —preguntó Pok, cargándose una de las mochilas a los hombros y apretando el lanzallamas contra su vientre.

—Sah —respondió Muto a la vez que desenvainaba su espada.

Jay frunció el ceño y dio un paso adelante, saliendo a la plaza seguido por el resto del grupo.

—Salvemos a ese idiota —murmuró Gem.

—Y sin dejarnos atrapar como él —le terminó Jay.

Abandonaron su escondite, sin tener ni idea de todo lo que les esperaba en el frío exterior.     

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