13;; Zombies on fire

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◤Zombies on fire◢


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—¡ZOMBIEEEEEES!

El grupo de chavales chilló de manera tan aguda que hasta la pantalla del televisor de Red crujió levemente y tomaron con fuerza sus armas, embistiendo contra los monstruos. No eran ni siquiera diez, pero a nuestros cada vez más imbéciles protagonistas les cortó la misma vida deshacerse de ellos. Muto y Hamu lanzaban estocadas sin apuntar, Jay buscaba con la mirada a su amado entre la multitud, Pok por fin se daba cuenta de lo inútil que era una lanzallamas en aquel apocalipsis, Gm iba por ahí haciéndole la manicura a sus adversarios y Marso se encargaba, a duras penas, de sostener a Elle para que no se lanzara contra sus amigos con intención de utilizarlos como armas, tal y como había hecho con Fugui horas atrás.

—¡Vamos, vamos! ¡Ya casi! —exclamó Gem, esquivando a los zombies para poder bajar la cuesta.

Justo entonces, a Pok se le pasó una excelente idea por ese cerebro que hasta ahora creíamos inservible: sacó el chocolate que conservaba en la mochila, deshaciéndose de su lanzallamas que sólo hacía que los zombies, además de morder, quemaran, y se preparó para lanzarlo.

—¡Chicos, el chocolate!

¡Por fin! ¡Parece ser que tenemos a uno que no es del todo estúpido!

Los mencionados recordaron las chocolatinas que guardaban en mochilas y bolsillos y cogieron las de estos últimos.

—¡Fuego! —exclamó Elle. Y no, no se refería al par de zombies en llamas que se acercaban a ellos.

Empezaron a disparar bombones, chocolatinas y lacasitos. Los zombies parecieron olvidarse de la carne humana con la que podían hacerse con un poco de esfuerzo y se tiraron a por los dulces como si de cerebros de oro se trataran, comiéndoselos entre gruñidos.

La siguiente escena es más bien desagradable, así que no detallaré. ¿Recordáis cuando Marso recuperó su forma humana? Bueno, pues imaginad a diez zombies sufriendo los mismos síntomas, rodando por una cuesta mientras dos de ellos se encontraban en llamas y agarrándose los unos a los otros.

—Eh... ¿Nadie lo va a decir? —preguntó Pok, sacando la lengua.

—¿El qué? —dijo Elle, cerrando los ojos con fuerza.

—Qué asco... —respondió él.

—Sah —afirmó Muto con el ceño fruncido.

Pasaron unos insoportables segundos en los que nuestros imbéciles se dedicaron a taparse los ojos entre ellos para no tener que presenciar tan horripilante escena.

—¿Dónde estoy? ¿Y por qué estoy en llamas? —murmuró una voz femenina.

Se destaparon los ojos, pudiendo ver a un aturdido grupo de personas de distintas edades a las que habían visto alguna vez por las calles del pueblo. Dos de las mujeres aún estaban ardiendo, aunque parecía no importarles demasiado.

Los chicos se acercaron a los pobres afectados, que los miraban como si de locos se tratasen, con sus armaduras de papel y sus armas.

En realidad, cualquiera habría pensado eso.

Los miembros de La Madriguera les ayudaron a ponerse en pie, y Muto se encargó de apagar el fuego que envolvía a las mujeres con el agua que salía de su espada. Sí, también disparaba agua.

—Tenéis que huir del pueblo —les dijo Gem, posando una mano sobre el hombro de un chico que podría tener su edad, y al que parecía conocer—. Si encontráis algún zombie, lanzadles chocolate. La tienda de golosinas de La Ensaimada está abierta y quedan varios bombones y cosas de por el estilo... —El chico alzó una ceja y asintió, dubitativo— No os preocupéis. Solucionaremos esto.

Hablaron un corto rato más, y resultó que aquel era un compañero de clase de Gem. Tras esto, La Madriguera observó como el grupo de gente corría cuesta arriba, equipados todos con las armaduras de papel maché de sus salvadores. Habían tomado esta decisión pensando que ellos las necesitarían más y que, cuando recuperaran a Sully, no irían conjuntados pues este había perdido la suya y no habría quedado tan chulo.

—¿Lo decían en serio? —preguntó Jay a Gem mientras se cargaba la mochila de Pok— Lo de que solucionaremos este lío.

Ella se encogió de hombros y cruzó la enorme puerta del jardín.

—No lo sé. Creo que sólo lo he dicho para calmarles.

—Pero, entonces... ¿esto durara para siempre? —intervino Hamu.

No obtuvo ninguna clase de respuesta.

El jardín, en realidad, no era del todo un jardín. Nada más entrar, La Madriguera se halló en una oscura y fría cochera algo sucia, en la que los coches esperaban, polvorientos, a ser utilizados. Frente al gran garaje, separado por un par de vallas de cañas de madera, se podía observar un pequeño terreno cubierto de césped, con cuatro árboles de distintos tamaños y formas y una piscina cubierta por una lona en el lado izquierdo. En algunos puntos crecían coloridas flores que se encontraban cerradas.

Los últimos rayos de sol entraban por las vallas, creando extrañas formas en el suelo de la cochera.

—¿Qué hacemos? —preguntó Pok, parando en seco junto a sus amigos frente al portal del bloque de Gem.

Esta se encogió de hombros y preparó su cortaúñas.

—Entremos.

—¡Vamos sin armaduras!

—Esta mañana también. Y sobrevivimos —respondió Jay.

"Esta mañana"... Cualquiera diría que sólo había pasado un día desde que todo aquello había empezado. Parecía que llevaban meses en el apocalipsis...

—Saaaah —asintió Muto, dándole ánimos al grupo.

Elle y Marso se miraron con miedo y se sostuvieron las manos. Los seis suspiraron y entraron al portal.

—Vamos allá —dijeron casi a la vez, empezando a subir los escalones que llevaban a la puerta que los separaba de una vengativa niña zombie de diez años y del miembro de La Madriguera al que había secuestrado y torturado.

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