2;; Un escondite no muy bueno

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◤Un escondite no muy bueno◢


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Decidieron pasar lo noche en la tienda, a salvo, para ir al día siguiente en busca de comida. Por fortuna, Pok había comprado un par de bolsas de patatas durante la quedada que habían hecho justo antes de la persecución, así que por lo menos pudieron calmar el hambre antes de acostarse.

Sacaron de unos estantes siete sacos de dormir, colocaron en el suelo tres colchones de cama de matrimonio y se repartieron por estos, escogiendo un lugar para cada uno.

—Vale, vale. —Gem se puso de pie en el mostrador para llamar la atención de sus compañeros, ya que era la más baja del grupo y no solían hacerle mucho caso—. Aquí estamos más o menos seguros, pero cualquier cosa podría pasarnos mientras dormimos. Así que haremos lo siguiente... —Señaló a Sully, que alzó una ceja— Tú te quedarás despierto un rato, haciendo guardia. Cuando pase una hora, despertarás a Jay, que hará su turno otra hora y así sucesivamente.

—¿Por qué yo el primero? —se quejó Sully.

—Porque eres el mayor.

—¡Pero si Jay tiene diez años más que...!

—TÚ HARÁS LA PRIMERA GUARDIA.

Sully dijo en voz baja un "mimimi" con el mismo tono de voz que Gem y rodó los ojos.

Tras unos minutos de conversación, decidieron que tras Jay, Hamu haría la guardia, que sería sustituido por Gem, luego por Pok, Muto y, finalmente, Elle. Cuando esta última cumpliera su hora, todos se despertarían y se encaminarían hacia la tienda de comestibles más cercana.

Cuando ya empezaba a anochecer, todos menos Sully se tumbaron sobre los colchones. Este se metió en su saco de dormir, apagó las luces y fijó su mirada en la puerta de la entrada, a través de la cual se podía ver perfectamente la plaza.

—Me voy a cagar en to'... —gruñó. Sus compañeros chistaron (menos Muto, que dijo "sah") para que se callara, aunque eso sólo hizo que se quejara un poco más por lo bajo.

La hora se le hizo eternamente insufrible a Sully. Cuando su turno acabó, los párpados le pesaban y casi no tuvo fuerzas para despertar a Jay. Este también se pasó su tiempo mirando a la puerta, preguntándose si sus familiares estarían bien o habrían acabado como Kimara. Con todos esos pensamientos en la cabeza, los 60 minutos se pasaron volando, así que avisó a Hamu y se acostó.

Hamu, al contrario que los vigilantes anteriores, se quedó de pie y de brazos cruzados, con la mirada clavada en el exterior y prácticamente sin parpadear.

Pasada media hora, se dio cuenta de que Jay ya empezaba a roncar, y que por lo tanto él era el único despierto en la habitación. Las respiraciones calmadas de sus amigos hicieron que un largo bostezo se escapara de su boca...

De repente, se escuchó un ronco aullido en el exterior que espabiló de inmediato al chaval. Hamu, sobresaltado, fue hacia la puerta y apoyó la cara en el frío cristal, pero la plaza estaba demasiado oscura como para ver nada. Entornó los ojos. Un gruñido sonó afuera, algo más cercano que el aullido anterior.

—¿Qué demonios es eso...? —murmuró.

Como respuesta, de golpe un zombie de cuencas vacías se estampó contra el otro lado del cristal, haciendo a Hamu gritar y caer hacia atrás por el susto.

El chillido despertó a sus compañeros, que, desorientados, empezaron a mirar hacia todos lados. Cuando vieron la situación, se pusieron en pie torpemente, agarrados los unos a los otros.

—¡Por todos los sahs, Hamu, ven aquí! —ordenó Jay.

Hamu obedeció y se puso tras Jay, junto a los demás.

—¿Es sólo uno? —le preguntó Gem, con los dientes castañeando por los nervios y aferrándose a Elle.

—No lo sé...

El zombie seguía arañando la puerta con la cara pegada a esta, cubriéndola de líquidos espesos y oscuros que a saber qué eran.

—Vale, vale. Voy a ver si hay más por la otra puerta... —murmuró Gem.

Nadie se lo impidió, lo que le hizo pensar que les daba igual si ella moría.

Lo entendía.

Se agachó y caminó hasta la otra puerta, separada de la primera por el escaparate. Miró cuidadosamente a través del cristal, viendo al zombie anterior en su vano intento de derrotar a la temible puerta de hierro. Era el único, por lo que veía.

Justo iba a llamar a sus compañeros para indicarles que podían salir por ahí, cuando el zombie cayó desplomado al suelo, haciendo que la chica pegara un bote. Pudo fijarse entonces en la flecha que de repente sobresalía por la cabeza del bicho.

Corrió a donde sus amigos estaban. Los seis miraban la puerta con los ojos muy abiertos, así que ella les imitó, quedando igual de asombrada.

Fuera había un hombre de barba y poco pelo, ambos negros y canosos, y gafas torcidas. Sostenía lo que parecía ser una ballesta, y apartó sin cuidado alguno el cadáver del muerto de la puerta, a la que llamó después con los nudillos. Rápidamente, Elle fue a abrir el pestillo.

—Uf, menos mal que he acabado con él... Podría haber manchado las cortinas... —suspiró él al entrar.

—¡¿Fugui?! —exclamaron Sully y Jay a la vez.

—¡Papá! —gritó justo después Gem.

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