5;; Separados [Parte 1 de 2]

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◤Separados [Parte 1 de 2]◢


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—¿¡Por qué, Gem!? ¿¡Por qué!? —Elle se tiró al suelo de La Ensaimada de rodillas, levantando los brazos al cielo— ¡Yo os maldigo a ti y a la escritora de este estúpido libro...! Aunque, pensándolo bien, sois como la misma persona o algo así...

Hamu se acercó a ella y le puso una mano en el hombro.

—¿Por qué, Elle?

Elle levantó la mirada para poder verle, con el labio temblando.

—Por vosotros, obviamente —sollozó.

—Sah —respondió Muto desde la papelería.

La pobre chica se enderezó y se frotó los brazos.

—Bueno, mejor no me quejo... —dijo— Gem no está en una situación mejor, con Muto y Sully...

Miró a sus amigos. Pok la saludó con una mano, haciéndola suspirar.

—Busquemos un escondite... —sugirió, aproximándose a ellos— Aquí, en mitad de la plaza, no estamos muy seguros.

Ellos asintieron y empezaron a caminar lentamente, Hamu y Pok con las armas preparadas y Elle agarrándose al brazo de este último, lista para lanzarlo en caso de emergencia.

—¿No hay nada abierto? —preguntó el chico, estirando el cuello para ver bien sobre el hombro de Hamu.

—Mirad. —Él señaló la tienda de golosinas junto al semáforo de la esquina. La puerta estaba cerrada, pero dentro las luces seguían encendidas.

—Ahí me compré ayer una bolsa de patatas, sí —recordó Pok con una gran sonrisa de pura alegría en su cara.

Hamu pasó de su comentario y miró a Elle.

—Seguro que sus dueños huyeron y se olvidaron de cerrarla completamente.

Los otros dos se miraron a la vez.

—Elle, ¿llevas chocolate encima? —preguntó el más bajo.

—Sep. Gem me dio el suyo, así que llevo bastante.

Pok alzó las cejas, parando en seco a la vez que Hamu.

—¿Cómo? —Hamu empalideció de repente.

—¿Qué? ¿Qué pasa? —Elle comenzó a ponerse nerviosa ante las agobiadas expresiones de sus amigos, así que se aferró con más fuerza al brazo de Pok.

—¡Jay, Sully y nosotros dos se lo dimos todo a Muto... y él se lo tiró a los zombies!

—¿Y...? —preguntó Elle, alzando los hombros.

—¡Tú eres la única que lleva, así que ellos van indefensos por completo!

La expresión de culpabilidad y terror que se formó en la cara de la chica al oír esto es indescriptible. Su gesto se torció de tal manera que era irreconocible, esbozando unos gestos imposibles, haciendo que el resto del grupo creyera que se había vuelto absolutamente loca. Es tan, tan difícil de describir para una escritora tan niñata y principiante como soy yo, que mejor la dibujaré:

Demonios, no he sido capaz. Dejemos eso así.

—V-vamos... a por chocolate... —murmuró, arrastrando los pies hacia la tienda de chuches.

—Buena idea... Cuando vengan los demás, lo repartiremos —la calmó Pok.

Al llegar a la puerta, el más bajo fue a poner la mano sobre el pomo de esta, cuando de pronto se escuchó un gruñido en el interior del local. El chaval pegó un bote y se escondió tras Elle, temblando como un flan.

—¡Hay uno de ellos ahí dentro! —susurró, con voz aguda.

Hamu empuñó su llave espada y se dirigió con paso más o menos decidido hacia la puerta.

—Elle, prepara el chocolate.

—¡C-chocolate listo!

Hamu tragó saliva y agarró el pomo con su mano libre.

—Uno... —murmuró.

—Dos... —le siguió Pok.

—¡¡Tres!! —Elle cerró con fuerza los ojos, escuchando como la puerta era abierta de golpe.

Los chicos gritaron. Pok empezó a disparar con el lanzallamas sin mirar, mientras que Hamu golpeaba al aire con su arma y Elle disparaba chocolatinas sin despegar los párpados.

De repente, los gruñidos se volvieron aullidos de dolor. Todos pararon de hacer el ganso y vieron como el zombie se retorcía en el frío suelo (ahora chamuscado por culpa de Pok junto a algunos estantes de la tienda), con el chocolate aún en la boca. Su piel verde empezó a recobrar un tono claro y pálido algo más humano, y las mordeduras y heridas de su cuerpo fueron sanándose lentamente. Tras medio minuto de sufrimiento, más o menos, el bicho (que ya no era bicho, sino persona) dejó de retorcerse, permitiendo a nuestros protagonistas observarlo mejor.

Era una chica, de unos 11 o 12 años, de aspecto muy similar al de Hamu, sólo que con el pelo más largo y oscuro.

—¡Marso...! —exclamó él, corriendo para sostener el cuerpo agitado de su hermana menor.

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