7;; Las increíbles aventuras de Jay y Gem en el supermercado del amor

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◤Las increíbles aventuras de Jay y Gem en el supermercado del amor 


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—¡Jay! ¡Jay!

Gem escuchó de nuevo a Jay gritar y se guió del aullido a través de los estrechos pasillos de la tienda. Giró una esquina y se encontró con él al final de una de las filas, la de productos de limpieza, concretamente. Estaba tirado en el suelo y sus chakrams estaban a varios metros de él, justo detrás de un zombie igual de podrido que los demás al que le faltaba el brazo izquierdo. Gem supuso que Jay se lo habría cortado, pues el miembro estaba tirado junto al bichejo, chorreando sangre.

—¡Gem, haz algo! —chilló él, retrocediendo de espaldas.

La chica dejó escapar una exclamación de sorpresa y empezó a temblar de miedo. El zombie estaba muy cerca de Jay... Agarró con fuerza su cortaúñas y tragó saliva.

—¿¡Y el libro!? ¿Le ha pasado algo? ¿No se habrá manchado? —preguntó, preparándose para atacar.

—ESTOY A PUNTO DE MORIR, ¿Y SÓLO TE IMPORTA ESE MALDITO LIBRO?

Gem tragó de nuevo y frunció el ceño, armándose de valor para poder lanzarse sobre el zombie. O eso pareció en un principio, pues luego se tiró al suelo, resbaló bajo él y agarró las armas de Jay.

—¡Cógelos! —gritó para después lanzárselas.

Él chilló y se agachó.

—¿¡Estás loca!? ¡Podrías haberme matado!

—¡Ve a por ellos y deja de quejarte!

Jay obedeció, y una vez armado, Gem volvió junto a él.

—Venga, somos dos contra uno. Podemos con él.

Justo en ese momento, el de pelo negro cruzó su mirada con la del zombie. Fue un solo instante, un cortísimo y bello instante en el que pareció que chispas de arcoíris y corazones saltaran entre ambos, haciéndoles ver que el amor podía existir entre humanos y monstruos feos y pringosos come cerebros...

El corazón de Jay empezó a latir fuertemente en su pecho.

—Gem, vámonos —murmuró, casi inconscientemente.

La chica se giró a él, con una ceja alzada.

—¿Pero qué dices? ¡Podemos curarle!

Jay la agarró del brazo y empezó a correr sin hacer caso de las quejas de su amiga, que intentaba deshacerse de su agarre para luchar contra el zombie.

—¡Jay, suéltame o te juro que te meto el cortaúñas en el ojo! ¡Te sacaré el intestino y te lo pondré de corbata! ¡Te hincaré un lápiz en la tráquea!

En caja aún estaban las bolsas que Gem había soltado antes de ir en busca de Jay, así que este las tomó sin dejar de correr y arrastró a la castaña al exterior.

—¡Podíamos con él! —se quejó ella una vez fuera, tirándose literalmente de los pelos— ¡Había chocolate por todas partes! ¡Lo habríamos curado, de no ser porque a ti te ha dado por huir! ¿¡Por qué rábanos has...!?

Jay le tapó la boca con la mano.

—Cállate ya, joer.

Gem frunció el ceño y se cruzó de brazos, obviamente indignada.

El más alto suspiró y le tendió una de las bolsas.

—Volvamos. Sully ya debe de haberse vuelto loco por culpa de Muto. Y deja de chuparme la mano, no voy a destaparte la boca.

—¡Me estoy volviendo loco! —sollozó Sully, llevándose las manos a la cabeza— ¡Nunca en mi vida pensé que escuchar tantas veces a alguien decir la palabra "sah" podría ser tan frustrante!

—Sah —respondió Muto, pegando aún folios con pegamento y celo.

El pobre Sully se hizo una bolita en el suelo, gimoteando.

—¿Cuándo vas a volver, Jay...? —susurró— Sálvame...

—Sah.

Muto cogió mucho aire y dejó su obra maestra en el suelo. Lo observó con orgullo, sonriendo de oreja a oreja.

—Creo que esto ya está listo, sah.

Sully cerró los ojos.

—No digas más esa palabra, por favor...

—Pensé que te encantaba.

—Cuando tú no la dices...

El más bajo se encogió de hombros y cogió su creación para dejarla sobre el mostrador de la papelería. De pronto, su estómago rugió.

—¿Les quedará mucho a esos dos? —se dijo.

Sully se incorporó, mirándole con los ojos entornados.

—Espero que no. No podré aguantar mucho más encerrado aquí contigo.

Como si los dioses les hubieran escuchado, un tilín les avisó de que la puerta de la papelería se había abierto. Ambos se giraron, y vieron con alivio que Jay y Gem acababan de llegar.

—Buenas tarde —saludó Jay, destapándole la boca a Gem.

—¡¡Habéis vuelto!!

Sully se levantó y corrió a abrazarlos, llorando.

Gem alzó una ceja y observó a Muto, que se hurgaba la nariz como si nada.

—¿Qué le has hecho...? —murmuró— Es raro que me abrace sin amenazas...

Muto se encogió de hombros y sonrió.

Una vez Sully se hubo separado de los recién llegados, Jay le devolvió el libro a la chica y mostró las bolsas de comida.

—Es hora de merendar.

Mientras los cuatro comían y bebían, no dijeron nada. Ya hacía un par de horas desde que se habían separado del resto del grupo, y todos parecían preocupados. Por lo menos sabían que no iban del todo indefensos, aunque el hecho de que Elle utilizara a sus compañeros como armas no les tranquilizaba del todo.

—Capaz es Elle de cargarse a todo el grupo —dijo entonces Gem—. Ya habéis visto lo que pasó con mi padre...

—Estarán bien —respondió Jay. De repente, pareció recordar algo y se giró a Muto y Sully—. Por cierto, ¿habéis acabado eso?

Los aludidos se lanzaron una mirada y sonrieron de lado.

—Sah —dijo Muto, haciendo que Sully tragara saliva.

—¿De qué habláis? ¿De eso que hacíais mientras yo leía? —preguntó Gem, dándole un sorbo a su café.

Los tres asintieron.

Muto se puso en pie y tomó lo que había estado construyendo para poder mostrárselo a sus amigos.

—Contemplad.

Una sonrisa se formó en la cara de Gem.

—¿En serio? —dijo.

—En serio —respondió Sully, cruzándose de brazos.

La chica se limpió los labios con la manga del jersey y se puso en pie.

 —Es la cosa más absurda que he visto a lo largo del día.

 —Por eso funcionará —predijo Jay.  

—Venga, manos a la obra —ordenó la menor, tomando lo que Muto estaba sosteniendo—. Regresemos a La Ensaimada y salvemos a los demás antes de que cometan alguna estupidez como la que estamos a punto de hacer.        

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