9;; El primer acto noble de Sully (sí, es capaz de hacer esa clase de cosas)

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El primer acto noble de Sully (sí, es capaz de hacer esa clase de cosas)



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Quiero que os pongáis en situación: os encontráis en un bonito pueblo pacífico y agradable en el que nada raro suele suceder. Estáis sentados en un banco de la plaza principal con la persona que os gusta (no tiene por qué ser una persona. A lo mejor estáis enamorados de un animal o comida. Entendería esto último), charlando sobre cualquier tema casual.

La plaza está en silencio, y hace bastante frío porque estáis en pleno invierno. Por supuesto, es una situación completamente normal que más de uno habremos vivido alguna vez.

Pero espera, ¿qué es eso? Son ruidos muy molestos que vienen de la calle principal. Suenan como gritos, gruñidos y jadeos. Os levantáis para poder ver qué demonios está sucediendo...

¡Vaya! Sólo son cuatro de los amigos a los que considerabas muertos vestidos con armaduras de papel maché y utensilios que puedes encontrar en cualquier papelería que jamás creerías útiles para proteger tu cuerpo. Están corriendo hacia vosotros, chillando como si la vida les fuera en ello, sosteniendo entre sus manos peligrosas armas con fuerza. Entornas los ojos para poder ver mejor, y distingues tras el asustado grupo de tus amigos una inmensa masa de zombies que sostienen sobre sus cabezas un enorme trono hecho con cosas viscosas y blandas que no quieres saber ni qué son en el que se sienta un zombie que viene siendo una niña de 10 años a la que le falta un ojo y que no deja de gritar: "¡ID A POR EL MÁS ALTO! ¡EL DE LA SUDADERA ROJA! ¡DEJAD A LOS DEMÁS Y MATADLO A ÉL!".

Sí, esa es más o menos la situación que Elle y Hamu estaban viviendo.

—Pero si son... —Elle se llevó las manos a la boca— ¿¡Qué hacemos!?

Hamu sostuvo con fuerza su arma frente a él y tragó saliva.

—Esperar —respondió.

La chica le miró, temblando.

—¿Estás loco? ¡Tenemos que escondernos! —replicó.

—¡Elle, cuando ellos lleguen, sal corriendo hacia la tienda de chuches!

—¿Y tú?

—¡Hazme caso!

Ella no dijo nada más, aunque querría haberse quejado mucho más. Flexionó las rodillas, lista para echar a correr en cuanto sus compañeros de equipo llegaran.

Gem los vio en la distancia y los saludó con la mano en alto, sin dejar su carrera. Jay y Sully, al verla, se dieron una palmada en la frente y le gritaron algo que hizo que bajara el brazo.

Estaban a muy pocos segundos de llegar a donde Hamu y Elle, que estaban muy nerviosos. Los zombies les seguían de cerca, lo que hacía poco creíble que de verdad fueran tan lentos. Pero es que si no, no habría emoción.

—¡Ya! —exclamó Hamu cuando sus cuatro amigos estaban a pocos pasos de ellos.

Elle empezó a correr hacia su escondite, siendo seguida por Muto y Gem. Hamu les gritó a Sully y a Jay que se quedarán con él, a lo que obedecieron dubitativos.

Cuando los zombies les alcanzaron, pararon frente a ellos, jadeantes.

—Vaya, vaya... —Red bajó de un salto de su trono y, con ayuda de sus súbditos, bajó al suelo, situándose junto a su madre Eve— Por fin os rendís.

Los tres chicos se prepararon para atacar.

—A ver, a ver, no tengo intención de dañar a nadie —les calmó Red, haciendo un gesto para que bajaran las armas—. Si no, ya estaríais muertos.

Jay miró de reojo a Sully, que temblaba cual flan. De alguna manera, se imaginaba cuales eran las intenciones de la hermana de Gem...

—¿Entonces qué quieres? —preguntó Hamu, apuntándola con la espada.

La pequeña zombie sonrió de lado maliciosamente y señaló con su dedo índice a Sully.

—A él.

Jay cerró los ojos. Justo como había imaginado.

Sully, aún tembloroso, levantó su hacha-escopeta para apuntarle.

—Lucharemos contra vosotros —dijo.

Red empezó a reír, y todos los zombies allí presentes (que podrían ser perfectamente la mitad de los habitantes del pueblo) la siguieron.

—¿En serio vais a intentarlo siquiera? —preguntó Red limpiándose las lágrimas de su único ojo.

Los tres se miraron entre ellos, preocupados. Eso mismo se preguntaban ellos: ¿de verdad merecía la pena intentarlo? Era imposible...

Sully tragó saliva y bajó el arma, sacando pecho y levantando la barbilla.

—¿Qué quieres de mí?

Hamu y Jay le miraron con los ojos muy abiertos.

—Sully, cuidado con lo que haces... —advirtió Hamu.

La niña ladeó la cabeza y entrelazó las manos por encima de la espalda.

—Nah, no es nada. Antes quería matarte, pero lo estuve pensando mejor yyy... ¿para qué acabar con tu vida pudiendo torturarte eternamente? Y, si llegas a morir, mis chicos se volverían locos pudiendo devorar tus restos.

A Sully le recorrió un escalofrío y perdió la postura. Esa chica estaba incluso más loca que antes de volverse zombie...

Jay se puso frente al chico, sosteniendo sus armas con el ceño fruncido.

—No te lo llevarás, Red —dijo.

La nombrada se encogió de hombros.

—Entonces —respondió— acabaremos con todos vosotros. Si nos entregáis a Sully, el resto del grupo podréis estar tranquilos, nunca más os molestaremos. Peeero si os negáis... ¿os he dicho que mi ejército se compone de más de tres mil zombies sedientos de sangre humana? Sois de las pocas personas vivas que siguen en el pueblo, queridos.

—No dejaremos que...

—Coño, Jay, déjame elegir a mí.

Jay se volvió a Sully. Ambos compartieron una mirada larga, como hablándose telepáticamente, y entonces el mayor suspiró y le dio un par de palmaditas en el hombro.

—Está bien... ¿qué eliges, Sully?

Él dio un paso adelante y le tendió su arma a Hamu, que no podía creerse que de verdad su amigo fuera a hacer algo tan poco común en él.

—Sully, ni se te ocurra —murmuró, viendo como este empezaba a caminar hacia Red—. ¡Sully, no!

Red sonrió y susurró algo. Eve, con ayuda de dos zombies enormes de fuertes brazos, agarró al más alto de La Madriguera, que miró a sus amigos por última vez antes de ser arrastrado al interior de la multitud de zombies.

—A lo mejor no es tan mal amigo como pensaba —dijo Red, encogiéndose de hombros—. Algo bueno tenía que tener para que Gem te tuviera tanto aprecio... Hala, en marcha.

Hamu intentó abalanzarse sobre ella, pero Jay le retuvo.

—Espera a que se vayan —le dijo entre dientes.

—Pero... se llevan a Sully...

—Cállate Hamu...

Él obedeció a regañadientes, intentando confiar en su amigo.

Los zombies dieron la vuelta y empezaron a caminar por donde habían venido. A la vez, Jay y Hamu salieron corriendo hacia la tienda de chuches.

Al llegar, abrieron rápidamente la puerta y la cerraron tras ellos. Cayeron al suelo, exhaustos, ante la sorprendida mirada de sus amigos. Elle y Marso fueron rápidamente a ayudar a Hamu.

Gem sonrió de alivio al verlos y abrió la boca para decir algo. Pero de pronto, alzó una ceja y empezó a mirar por detrás de los recién llegados, buscando a alguien.

—¿Y Sully? —preguntó, cambiando su expresión de alivio por una de preocupación.

Jay y Hamu se miraron y luego se volvieron a ella.

—Tu hermana... —respondió este primero— Tu hermana se lo ha llevado.

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