· Capítulo seis ·

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Jane

Los ojos verdes electrizantes de Ethan me petrificaron. ¿Alguna vez en la historia había podido verlos tan de cerca? Jamás.

¿Quién puede tener los ojos esmeralda tan perfectos como él? Nadie.

No pude evitar que mi cuerpo temblara hasta en los pensamientos. Su cálido roce era singular y sobre todo sus magníficos ojos hacían la diferencia en todos los chicos del instituto. Ahora sí confirmé que el apodo «magnífico» le queda a la perfección.

Intenté huir lo más rápido que pude de él. Las mejillas me acaloraban, mis manos sudaban y sentía que mi corazón se saldría de mi pecho rebotando por el pasillo y se perdería por el mundo.

Llegué al salón del señor Fisher para ingresar a alemán, hasta que me di cuenta todo el tiempo que me había retrasado.

Mi alma volvió al cuerpo y comencé a preocuparme, «me mandarán a dirección, me mandarán a dirección»

Toqué la puerta tímidamente. El profesor Fisher explicaba con una vara los apuntes escritos en la pizarra y al verme se sentó en su escritorio, dándome a entender que no podría entrar.

Me senté en el piso con la espalda apoyada sobre la puerta, en algún momento el profesor se iba a dar por vencido y abriría.

Escuché unos murmullos que crecían a mi lado. Ryan Maclean junto a Mark Dempsy se tironeaban de broma, hasta que un inspector tocó el silbato dejándolos helados del susto.

Reí disimuladamente y saqué mi móvil para pasar el tiempo. Ambos grandulones basquetbolistas guardaron la compostura por un momento, hasta que vieron que el inspector se alejaba y volvieron a molestarse.

Rodé los ojos sin dejar de sonreír y volví a concentrarme en mi teléfono. Aunque eran unos idiotas, me hacían reír con sus estupideces.

—¡Ey, tú! —gritó Ryan apuntándome con su dedo—. ¿Cómo te llamas? —Fruncí el ceño y apagué mi teléfono.

—¿Por? —contesté extrañada.

—No sé, te vi y quise saber. —Sonrió pícaramente y me guiñó un ojo. «Ash, ya volvió a su modo idiota mujeriego»

—Jane, ¿tú? —Sabía quién era, pero me gusta pensar que eso podía dañar su ego como un puñal en el pecho

—¿No sabes quién soy?

—Creo que te he visto en los pasillos, pero no te recuerdo realmente.

—Ouch, me caíste bien —dijo Mark riéndose de Ryan mientras le pegaba en su hombro con sus puños.

—Ryan, Ryan Maclean. —Se acercó a mí y se sentó en frente. Extendió su mano para saludarme y yo bajé la mirada hacia ella. Traía anillos gruesos de plata en su dedo de al medio, eran grandes, rosadas y parecían un poco maltratadas. Estuve pensativa si tomarla o no por unos segundos. Mark me miraba con sus ojos enormes, casi boquiabierto por dejar a Ryan esperando tanto tiempo. Volví a mirarlo y le di la mano—. Quizás me viste en los periódicos escolares o en la foto que está afuera del instituto con el campeonato de...

—No, me parece que tienes tu casillero junto al mío. ¿Tú dejaste yogur regado por la puerta de mi casillero el otro día?

—No, yo no...

—Culpable —dijo Mark levantando la mano—. Pensé que era el de Ryan.

—¿Querías regar yogur en mi casillero, Dempsy?

—Oh, en ese caso, estuviste cerca. Mi casillero es el B5, el de él es el B6. —Le guiñé un ojo y me levanté del piso para irme—. Ten más cuidado la próxima vez.

—Espera, Jane, ¿no tienes clase de alemán? —dijo Ryan haciéndome parar en seco

—No, quizás viste el horario de alguien más. —Relamí mis labios y me fui hacia el baño.

El señor Fisher no me dejaría entrar en un largo rato, así que dejar a Ryan con sus palabras en la boca no estaba nada mal. Podía escuchar la risa a carcajadas de Mark burlándose de Ryan, lo cual me hizo reír a mí también.

Esperé un rato a que se fueran para volver y esperar a que el profesor se dignara a abrir la puerta.

Sonó el timbre para el receso y todos salieron disparados de los salones como animales enjaulados. Me dirigí a hablar con el profesor hasta que la alarma de nuevo anuncio calmó los pasillos

—Buenos días. Soy el entrenador Thompson y quería invitarlos al penúltimo partido de esta temporada, hoy a la próxima hora. Démosle apoyo a nuestros tigres y ganemos juntos otra vez la oportunidad de ser campeones. Los esperamos, ¡vamos, tigres! —El logo del instituto desvaneció el rostro del entrenador y todos comenzaron a aplaudir al equipo. Creando una gran aglomeración en los pasillos.

Toqué la puerta del salón en medio del bullicio y vi por la ventana al señor Fisher haciéndome señas para entrar.

Pasé con cautela y la cabeza baja, esperando el reto de su parte por no asistir.

—¡Kraushaar! La extrañé en clase.

—Lo siento, es que me distraje y...

—No me gustan las excusas, Jane y lo sabes. A mi clase se falta con un justificativo que tendrás que conseguir en dirección. Tráemelo lo más rápido posible, si es que el partido no te interrumpe en el proceso.

—No, claro que no... Otra vez, discúlpeme. —Asintió con la cabeza y se sentó nuevamente en su escritorio revisando la gran pantalla de un ordenador fijo.

—Está bien, ya puede retirarse. —Afirmé aún cabizbaja y me retiré del salón con dirección a la oficina de Bellrose.

«Dos veces en un día. Vaya, Jane, te estás superando a ti misma».

En la oficina, la señorita Daisy corría alborotada de un lado a otro, intentando captar el teléfono antes de que colgaran.

La directora Bellrose estaba conversando con un señor en su oficina. Al cabo de un rato, se despidieron con un beso en la mejilla y un ligero abrazo.

Al salir, el señor quedó completamente helado al verme, igual que yo al notar que era mi papá quien salía de esa oficina.

No me dijo que había solicitado una reunión con ella... Seguramente es por lo de la beca.

Bellrose salió con una amplia sonrisa tomándolo del brazo y cuando se percató de mi aparición lo soltó rápidamente y acomodó su ropa con incomodidad.

—Estamos en contacto, señorita Bellrose.

—Por supuesto, señor Kollins, que tenga buena tarde. —Volteó hacia ella y susurró algo a su oído rápidamente. Le sonrió a la secretaria y luego, al pasar por mi lado, me dio unas palmaditas en el hombro sin borrar su sonrisa. ¿Eso es todo?

—¡Jane! Pasa, por favor —dijo Bellrose ingresando nuevamente a su oficina.

Con un montón de teorías y dudas en mi cabeza, intenté olvidarlas e ingresar para pedir lo que había venido a buscar.

—¡Hola de nuevo, Jane! Qué gusto volver a verte, dos veces en un día debe de ser un honor —dijo con una extraña alegría—. Dime, ¿en qué puedo ayudarte?

—Necesito un pase justificativo para alemán, llegué tarde y el señor Fisher no me admitió en clase.

—¿Y eso? Nunca vienes a mi oficina y mucho menos para eso

—Solo me distraje y olvidé que el reloj existía.

—Oh, ya veo —dijo la señorita Bellrose, apoyando su espalda por completo en el respaldo de su silla, mirando hacia el techo con una cara pensativa y misteriosa

—¿Está bien? —comenté interrumpiendo sus pensamientos

—¡Oh! Sí, todo bien. Solo me distraje.

Ajá... Volvió a su computadora y comenzó a escribir en ella. Aguardé unos segundos pensando en las razones por las cuales mi padre estuvo aquí, no tiene sentido si llevamos apenas unos días de clases. Cada cierto tiempo la directora volteaba a mirarme y luego volvía a concentrarse en lo que escribía.

"Se está tardando mucho para un simple pase con nombre y firma, ¿no?", reflexioné.

—¿Necesitas algo, linda? —dijo después de unos minutos. No escuchó ni una palabra de lo que le dije... o al menos no lo recuerda.

—El pase... —le recordé.

—¡OH, ES CIERTO! Perdóname Jane, estoy muy distraída con este... con este... No importa qué este.

—¿Este? —Estaba hablando pavadas y ni siquiera lo notaba.

—Señorita Bellrose, un paquete para usted —interrumpió la señorita Daisy

—Gracias, Daisy, puedes leer lo que dice por favor. —Se agachó buscando entre sus cajoneras.

—Está bien. Dice: Para mi querida Rosie, te espero con ansias este viernes. Con amor, Frank.

—¿Frank? —Me volteé sorprendida. Mi papá es Frank... ¿La llevará al evento?—. ¿Frank como mi papá?

—Daisy, gracias por traerlo —dijo entre dientes mirando a Daisy como si quisiera enterrarla mil metros bajo tierra. Volví a mirar a Bellrose con mis ojos interrogatorios, haciéndola sentir acorralada.

—¿Frank? ¿Usted y mi padre están saliendo? —Era casi innegable después de ese mensaje.

—Jane, esto es algo que debes hablar con él, no me metas a mí en medio.

—Ah, ¿entonces eso es un sí?

—No. Bueno sí. ¡ASH! Pregúntale a tu padre.

—Pero...

—Aquí tienes tu pase, con nombre y firmado. No faltes más a clase, linda.

—Pero...

—Qué tengas buen día. —se centró nuevamente en su computadora dejándome con las palabras en la boca.

Me levanté del asiento con frustración y tomé rápidamente el pase firmado.

¿Mi papá con la directora? ¿No era algo extraño de ver?

Me acerqué a la secretaría para timbrar el pase. La señorita Daisy no paraba de mirarme, como si me pidiera a gritos que le preguntara sobre el tema.

—¿Usted sabe de algo? —pregunté en voz baja.

—¡Por supuesto que no! —exclamó mirando de reojo a Bellrose por la ventana. —Pero entre nos... Llevan cotilleándose por un tiempo...

—¿De qué habla, si hasta hace unos días mi padre tenía novia?

—Bueno, creo que tenía otros planes para el futuro —dijo subiéndose las gafas para timbrar mi pase.

¿Qué está pasando aquí?

Le agradecí de forma cortés a la secretaria y me fui rápidamente del lugar.

En eso, vibró mi celular alertando de un mensaje de mi padre.

Papá:
Nos vemos en casa.

Jane:
Sip. Te quiero.

Si estaba pensando que no le preguntaría sobre hoy y podría esquivar el tema, estaba muy equivocado.

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